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Esta partida está en revisión. Si el director no da señales de vida o es aprobada por un cuervo será borrada esta noche

El Fin de los Tiempos

Capítulo 1: El Heraldo Oscuro

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24/02/2011, 10:25
Marcus Wolfram

No se para a contemplar a quien han impactado los restos de su espada, en realidad no le importa. Si ha sido una herida mortal mejor, de lo contrario que el monstruo corra a intentar vengarse. En ambos casos encontrará el fin.

Clava sus ojos en el auténtico ser oscuro, el más grande con el que jamás se ha encontrado. Los demás no importan, hoy no. En otra ocasión dedicaría su tiempo a cada uno de ellos, golpeándoles hasta hacerles suplicar la liberación de la muerte… y disfrutaría mucho haciéndolo.
Hoy no tiene tiempo, lo cual supone peores noticias para sus enemigos pues acabará con ellos sin ofrecerles siquiera la ilusión de la esperanza. Hoy va a derramarse mucha sangre impía, pero será solo un mero trámite pues le interesa únicamente el gran demonio, los demás son únicamente contratiempos.
Ni siquiera presta demasiada atención cuando derriba a quienes salen a su encuentro. –¡Fuera de mi camino escoria! Hoy no he venido a por vosotros- Por supuesto le trae sin cuidado si le hacen caso o no, porque ya se han acabado los golpes pensando en sobrevivir a un combate largo, incluso los ataques buscando heridas dolorosas en lugar de mortales. Tan solo los va a apartar como moscas que son, asegurándose de no volver a encontrárselos durante toda la batalla.

No es el primero en llegar al ser oscuro. Los dos enanos ya están luchando. –perfecto-. Sonríe con malicia. Ambos son grandes guerreros, ahora van a comprobar si en verdad ese ser es tan poderoso. Lo que sí ha podido comprobar ya es el orgullo desmedido de Be’lakor, tan típico de la basura como él. Se cree superior a humanos, enanos, elfos, medianos, y el resto de razas. Piensa en cientos de formas para contradecirle, en cientos de ejemplos para demostrarle lo contrario. Se los guarda todos, no le interesa, que siga regocijándose en algo tan vano y fútil. El demonio estará ciego hasta el último momento, y la mejor prueba es su reacción ante el desafío. En realidad el cazador de brujas no lo tenía previsto, en absoluto, tan solo dejó fluir las palabras con naturalidad, pero le alegra ver su efecto, no por la posible ventaja, no por la relevancia que pueda tener encolerizarlo, nada de eso. Se alegra por haber conseguido ofenderle, ahora tan solo queda hacerle pedazos.

El combate es duro, claro, no cabía esperarlo de ningún otro modo. Entre los tres apenas pueden contener al monstruo. Durante más de un momento la batalla parece perdida. Sin embargo Marcus, sumido en su típico arrebato de furia, ha conseguido ver algo más. Todo un príncipe demonio es incapaz de deshacerse de ellos, de tan solo tres valientes. ¿Realmente se cree tan poderoso como para tomar el mundo?, ¿acaso no puede ver lo que Marcus ve ahora? Antes o después van a caer todos los engendros, todos los guerreros del caos, y entonces no serán solo tres haciéndole frente, serán todos los supervivientes del grupo, todos los valientes que se han arrastrado, que han sufrido, que han enfrentado sus peores miedos para llegar aquí… serán todos ellos quienes se enfrenten a Be’lakor. Entonces no tendrá ninguna oportunidad, porque la luz va a vencer hoy de un modo u otro. Si para conseguirlo necesita morir en el intento, así sea, es lo justo, siempre espero encontrarse con este final.

A pesar del arrojo, de haber causado algunas heridas, finalmente Be’lakor consigue hacerles retroceder, con fuerza, ya solo le queda rematarles lanzando uno de sus conjuros. Marcus ni siquiera parpadea. Pensaba que tal vez sentiría algo de miedo cuando este momento llegase, inquietud, o al menos remordimientos. Nada de eso, siente más angustia cualquier noche antes de quedar dormido, cuando recuerda cada uno de los pasos de su camino. Ahora tan solo se concentra en lo que hará si consigue sobrevivir a ese último ataque, en posibles modos de esquivarlo. Quizás lamenta no tener nada que echar de menos en esta vida, pero también era consciente de ello desde hace tiempo.
Sin embargo Torvuc se interpone entre la bestia y ellos, absorbiendo todo el impacto. El cazador de brujas vuelve a sorprenderse en este viaje. Jamás había conocido hombres o mujeres tan valientes. Descubre que también lamenta no haberlo hecho antes, no sentirse capaz de llamarlos amigos.
Observa al capitán caer, mal herido, quizás muerto. Esto último place especialmente al demonio. Por fortuna se equivoca, pero ha estado demasiado cerca. En cualquier momento pueden caer, fracasar en la misión, y eso sería inadmisible. Debe recuperarse, volver a actuar, atacar de nuevo a ese monstruo. –Vamos, he pasado toda mi vida luchando contra monstruos de poca monta, sintiendo que mis esfuerzos no valen para nada porque cada vez que mato a uno surgen tres para reemplazarle. Esto es distinto, esta es la ocasión de hacer algo de verdad, de cambiar las cosas. ¡Arriba!, vamos ¡Arriba!, tengo que acabar con él.- Se une de nuevo al combate, junto a los dos valerosos enanos. Sin duda todo cuanto había oído de estas gentes es injusto, son luchadores admirables, es un honor estar luchando a su lado.

Ve entonces a Alantha. La elfa ha conseguido llegar hasta el arma, de algún modo. Marcus ni siquiera la ha visto acercarse, no imagina como ha podido eludir a tantos enemigos. No importa, solo importa que lo ha logrado, ahora no debe fallar.
Por supuesto Be’lakor no está dispuesto a permitirlo. Se deshace de los dos enanos para ir directo a por la mujer. Ella esquiva el primer golpe… no habrá un segundo. Haciendo acopio del resto de sus fuerzas, Marcus se abalanza sobre la espalda del monstruo. – Be’lakor, pequeño ¡¿Te habías olvidado de mi?!-
Ahora solo está él, sabe que no es capaz de vencer, pero lo ha acabado comprendiendo, no tiene que vencer, tan solo tiene que hacer su parte, darle a Alantha suficiente tiempo para acabar con todo esto.
Apenas consigue darle unos segundos más pues también cae herido. No es suficiente para matarle, pero no conseguirá levantarse a tiempo. Be’lakor consigue alcanzar a la elfa. –¿Hemos fallado?, ¿todo esto no ha sido suficiente?-

Sus peores presagios fallan pues aún queda una última baza, Zeque. No está seguro de todo cuanto ocurre en esos breves instantes, pero contempla el resultado. Los demonios no han conseguido salir, más aún, se ven absorbidos por el vórtice. El propio Be’lakor no es ninguna excepción. El demonio hace todos sus esfuerzos para mantenerse allí, pero son insuficientes. Marcus no puede más que sonreír mientras le ve despegarse del suelo, siendo absorbido de forma inevitable.
Escucha a Calîm responder. Él también iba a hacerlo, pero no habría conseguido hacerlo tan bien. Debe admitirlo, el elfo es bastante ingenioso.

Victoria al fin. Muchos han quedado en el camino, pero lo han conseguido. A penas puede creerlo. Vuelve a incorporarse, herido, pero de algún modo ignorando esas molestas señales de dolor que debería enviar el cuerpo. Mira hacia arriba, asegurándose de haber visto lo que ha creído ver.
Escucha las palabras de los demás. Están allí, están vivos. No se lo está imaginando, es una auténtica victoria. Pocas veces desde aquel aciago día ha sentido algo similar a la alegría. Ahora lo hace, aunque evita que se note, prefiere mantener su imagen sombría, cualquier otra cosa sería indigna de un cazador de brujas.

-Puedo… ayudar con los heridos, creo que me queda algo de fuerza- Y lo hará atendiendo primero a los más castigados. Escucha al mago expresar cuan decepcionado se siente. –Decepcionado o no, lo hemos echado de aquí. Sinceramente, no importa sí ha sido fácil o difícil. Solo importa lo que le hemos impedido hacer- Se refiere al dolor que habría causado de conseguir liberarse. A pesar de todo, no pretendía recriminarle nada al elfo, aunque no sabe cómo han sonado sus palabras.
Una vez haya acabado de sanar a cuantos pudiese, debería felicitar a todos estos valientes, pero no sabría como hacerlo. Se limita a mirarlos uno a uno. Ellos ya saben lo que han hecho, no necesitarán palmadas en la espalda. –Antes de pensar en comer o beber… deberíamos ir pensando en salir de aquí. Creo que descendimos mucho- omite decirlo, pero ahora toca subir, y no será una labor ligera. –Tal vez nos encontremos algunas sorpresas más de camino a la superficie, convendría permanecer atentos un poco más-

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24/02/2011, 10:25
Sargul Einstoffen

Aquella maldita escoria parecía negarse a morir. -Malditos sean todos! Gruñía a la vez que me abría paso tras Alantha. Espero que el mago entienda que la espada, en estos momentos, es lo importante.
Poco a poco, centímetro a centímetro, la elfa sobrepasaba a los enemigos que intentaban frenarla con una agilidad espasmosa. Su velocidad, su finura, parecían lentos a su lado y con cada gesto se alejaba más y más.

-Maldita Pierna!- Berreaba a cada paso que daba, sintiendo unas horribles punzadas en el puto muslo. Pero eso a la vez me gustaba, porque cuando esta les fintaba y los esquivaba, podía trocearlos sin que apenas se dieran cuenta des de donde se les apagaba la luz.
Di un paso más, cuando un mutante intentó sin éxito cortarme un brazo. –Ja! Así no llegaras muy lejos sabandija!- apartándome a un lado y parando otra espada que venía directa a mi hígado con un movimiento circular de la hoja.
Tras un segundo finté arriba y tras sortear una inútil estocada arrastré la punta de la espada por los suelos, haciendo saltar chispas del empedrado y con un contundente tajo ascendente…. abrí por el pecho a otro repugnante ser.

-Me encanta!!!- Con la cara chorreando de sangre…., herido y vapuleado…, pero aún siendo capaz de trocear a dos hombres con tu espada….eso es un hombre decía mi bisabuelo…y me enorgullecía.
En apenas unos metros, no se, tal vez 3 o 4 metros, Alantha desapareció, sin mirar atrás, entre desafiantes bocas, afiladas y herrumbrosas armas como una sombra, como una serpiente. Yo me dediqué a cubrirle las espaldas tan bien como pude, si más no, el tiempo que pude, pues mi pierna no dejaba que me revolviera con soltura, a pesar de dejar de sangrar.
-Aghg..!- le partí los morros a un maldito saco de mierda con la empuñadura, y me abalancé como un poseso tras otros dos que corrían hacia la elfa. Al primero lo pillé por la espalda aplastándolo en el suelo y matándolo del golpe más que del tajo al reventarle toda la columna vertebral, cayó a plomo. Entonces miré de reojo hacia atrás, pero ni Calîm ni Samuel lo habían entendido…se habían quedado a tras… que los dioses os protejas amigos…nos veremos al otro lado del río.

-Pero tu!- Agarrando de sopetón la muñeca del otro mutante, deteniendo su golpe en seco y encararlo frente a mis morros. Le sonreí con la mandíbula chirriando diente contra diente…sangrando. –Tu viajaras antes perro!- al mismo tiempo que aporreaba su rostro un par de veces con la cruceta, separándome al fin, y con un golpe final partirlo en dos.
Parecía que poco a ….de pronto algo mordió mi espalda de manera flagrante y veloz. Mis entrañas se retorcieron de dolor, olvidándome por completo de la pierna, el hombro o el pecho. Un chorro de sangre salió disparado de mi garganta tras un ahogado grito de….sufrimiento. ..apenas sabia lo que me había herido pero de pronto las piernas me fallaron, temblando mis rodillas hasta dejarme caer sobre ellas.
Todo se tornaba borroso, lento, y descoordinado. Me llevé con los músculos contraídos la mano a la espalda, llenándose toda ella de líquido vital. Aquel color carmesí brillaba intenso mientras lo miraba fijamente, como su hubiera sido la primera vez que veía mi propia sangre….supe en ese momento que mi fin estaba muy cerca. Un rugido surgió frente a mí sin apenas saber que coño era.

Mierda!!!- Interpuse la hoja de la espada todo lo fuerte que pude antes de recibir el nuevo golpe. Apreté los dientes y lo encajé como buenamente pude. De rodillas, salí despedido barios metros atrás, resbalando con la espalda por aquel sucio y apestoso suelo hasta que un pedazo de tronco sin manos ni piernas me detuvo por completo.

Sacudí mi cabeza y miré por encima del hombro para ver como otro guerrero elegido quiso aplastarme el cráneo.
Avanzaba lento, a través de la batalla, superior a todo lo demás, confiado de su victoria, seguramente así fuera, pues volví a dejar caer mi cabeza a plomo al sentirme inútil esta vez. Ya no escuchaba la dulce y reconfortante voz del trovador ni tan siquiera el sonido de la batalla, pero me levanté una vez más. Me acompañaba una profunda respiración que me oprimía los pulmones con cada bocanada de aire, chorros de sangre y sudor manaban por doquier de mi cuerpo. Me apoyé sobre mi espada y me erguí una última vez, desafiante, riéndome en su puta cara.

-Maldito bastardo, mírate escoria del caos!! Pero no ves que no me llegas ni a la suela del maldito zapatoooooosss!! Y me abalance contra él, agarrando con las dos manos aquella suave empuñadura que me daba fuerzas para seguir adelante. Apenas duré un segundo en pié. Su velocidad era increíble a pesar de ser dos o incluso tres cabezas más alto que yo.
Con un leve movimiento, se aparto de mi lento y mal enfocado golpe. Ni siquiera me di cuenta pero algo increíblemente duro, quizás el escudo, arremetió contra mi pecho lanzándome por los aires hasta chocar contra una de las paredes y quedar sentado, casi sin sentido.

-ve…n a..qui..mal…dit…a per…r..a…-la vista dejo de enfocar.

Algo cortante me aferro del cuello obligandome a abrir los ojos. Aquel hijo de puta oprimió el filo de su escudo a mi cuello dejándome aplastado contra la pared. Me ahogaba y tras intentar un horrible y agónico movimiento para coger la espada este puso un pié sobre ella y me la arrebató de la mano.

-A que esperas maldito!!!Mátame!!!-cof..cof…vomitaba sangre y la brecha que llevaba en la frente no me dejaba ver con exactitud lo que sucedía.
De pronto otra sombra tapo por completo los destellos de mi amigo elfo al plantarse frente a mi. Otro guerrero del caos, con una armadura aún más decorada con cráneos y runas puso su pesada bota en mi pecho.
Exhalé un último aliento mientras recordaba a mi familia sintiendo la bienvenida de los dioses en forma de una pequeña brisa que empezaba a azotar mi rostro.
-Así me recibirá mi Dios- sonriéndole a ese miserable-y a ti…a ti te enviará directo al infierno!!!- Abrí bien los ojos para recibir el golpe final cundo este levanto en alto la espada y la lanzó contra mi corazón.
Como si ese acto hubiera desencadenado la furia de los dioses, un fuerte viento surgió del cielo llevándose cueva, y enemigos al abismo. Se lo tragó todo mientras interponía mis brazos a la muerte pataleando como un gorrino al ser ensartado.
La presión de la punta afilada que sobrepeso el pectoral izquierdo cesó de pronto, dejando una punta sanguinolenta como marca.
Abrí los ojos y aferré a mi espada por acto reflejo.
-Pero que coño…..- parecía que todo iba a acabar entonces aquí. Me aferre a una piedra, con la horrible visión de verme arrastrado con todo lo demás. Pero no fue así. Unos segundos eternos pasaron tras de aquello cayendo reventado boca arriba con los brazos abiertos.

Abrí de nuevo los ojos, no me lo podía creer, estaba vivo!!! Mire aquel cielo azul y reí de manera inútil.

La figura de Calîm se mostró sobre mí sin apenas entender que es lo que me decía. La euforia, la sensación de libertad o tal vez la gravedad de mis heridas me impidieron entenderle con claridad.

Le sonreí, le sonreí como nunca a pesar de su lamentable y un tanto penumbrotico aspecto.- Yo también estoy vivo Calim, pequeño amigo…estamos vivos!!

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24/02/2011, 10:25
Rakduim Piel de Dragon

Tanto tiempo hacia que no luchaba junto a un enano que había perdido las costumbres. Después de observar su brazo roto, me coloqué en ese mismo costado para hacer más fuerte la defensa. El demonio no tenía nada que hacer contra sólo dos de nuestra raza. -Demonio estúpido. ¡¡Ni se te ocurra menospreciar la voluntad de los enanos!!- grite mientras cargábamos conjuntamente.

La sangre en suspensión volaba aquí y allá. Manchaba piel, metal y roca viva. El dolor de lo insoportable se había vuelto una costumbre de la que nos costaría desarraigarnos. -Kurgnor, ¿hueles también el miedo en nuestro rojizo enemigo?- ¿Rojizo?, pensé. Tan rojizo como Radkuim. Tanto tiempo a mi lado y tanto mismo mal había recibido por su parte.

Mi mente se mostraba clara ahora. Mis hermanos, lejanos, pedían ayuda. Sus corazones palpitaban al mismo ritmo que el mío. Los sentía en la lejanía, y eso me haría más fuerte que el más fuerte de los de mi raza. No importaba ahora cuantas razas hubieran mezcladas en esta batalla. No importaba la vida de los que habían perecido hasta ahora. Y no importaban sus vidas porque sin una venganza digna, no serían dignos de ser recordados. Debíamos dejar sus muertes en lo más alto del más alto firmamento. No importaba nada si no ganábamos, así que eso teníamos que hacer.

Be’lakor batallaba con una fuerza imposible. Una velocidad de otro mundo. Un enemigo temible, sin duda. Un enemigo digno ante el que caer; o así habría pensado hacía un par de días antes. Ahora no hay enemigo que merezca mi alma. Sólo los amigos y camaradas. Dar la vida por un futuro mejor para los de tu raza. No había premio más grande con el que visitar a los familiares caídos. No había presente más grande que otorgarles la grandeza de una paz que disfrutar.

Un nuevo ataque conjunto y esta vez el demonio tuvo que defenderse como jamás antes lo había visto. También era mortal. No dudaría en recordarlo cuando las fuerzas mentales se vieran mermadas. Un aliento para alguien tan testarudo como yo. También era mortal. -Por las barbas de todos los enanos… ¡¡No es más que otro cobarde de artes arcanas!!- grité mientras después de otorgarse una desesperada defensa, nos atacó lanzando un hechizo descomunal.

Supuse que todo habría acabado para nosotros si no fuera porque ahora Torvuc humeaba en el suelo, inerte. -Demonios…- No había conseguido salvar al más valeroso de cuantos guerreros humanos había conocido. Sargul cruzó mi mente. Dos humano dignos de ser nombrados en los libros de historia. Dignos de tener sus nombres tejidos con oro y plata en el cielo estrellado.

Pero el capitán tosió y lo más parecido a una mueca de alegría cruzo mi rostro, bajo el mostacho y la barba deshilachada. Había perdido todos los anillos que remataban cada trenza de la barba. Estaba hecho un desastre.

-Kurgnor, demostremos a ese demonio lo que son dos enanos en combate…- le dije blandiendo el hacha con fuerza. Mis nudillos se volvieron blancos bajo el dorso de la mano y emprendimos una carrera contra el tremendo enemigo.

Sangre y más sangre. Metal contra carne y carne contra carne. Huesos rotos, músculos rasgados y el espíritu más libre que nunca.

Sentía como había sido liberado de un tremendo peso. Ya no buscaba la muerte por la muerte. Había entendido que eso era lo fácil. Y que por muy esquiva que se me hubiera mostrado hasta entonces, lo fácil era mostrarse ante la dama de negro, enfundado bajo mi rúnica. Lo difícil era batallar para seguir vivo. Buscar la muerte ajena sin exponer la propia. Le debía todavía mucho a mi pueblo. Pensé y entendí que no era mi vida lo que le debía, sino las suyas. Les debo sus vidas. Les debo el que puedan vivirlas en paz y tranquilidad. Por eso me queda el mayor de los retos que un enano puede permitirse.

Entonces Be’lakor vaciló un instante observando su retaguardia. -¡Ahora!- grité henchido de decisión. Algo le había distraído y era la ocasión perfecta para acabar con él, pensé. Pero pensar no se le da muy bien a mi cabeza.

Lo único que pude sentir fue un inmenso dolor en el costado. El último recuerdo antes de caer inconsciente fue el de una cara de horror deslizándose ante el demonio, que gritaba algo que ya no lograba a escuchar. Aquél golpe me hizo despegar del suelo con una violencia que no había sentido jamás. Quizá aquél troll en la primera gran guerra en la que estuve. No. Este golpe no tenía ni punto de comparación.

No sentí detenerme ante nada antes de caer inconsciente. Y aún inconsciente, un rugido incesante me envolvía. Infinidad de rostros cubrieron la poca consciencia de la que disponía. Abrí los ojos con esfuerzo y vi al demonio a lo lejos; borroso.

Todo se torno oscuridad.

Madre.
Padre.
Amigos y familiares.

No ha vuelto a mi la cordura para desaprovecharla ahora.

[ . . . ]

La oscuridad inundó mi espíritu.
Una nerviosa calma me llamaba a despertarme.

Abrí los ojos y me encontré de pie en un lago de agua cristalina. Una acampada. Mi madre, mi padre y mis amigos jugaban en la orilla opuesta del lago. Incluso yo estaba allí. Me acerqué corriendo hacía ellos con una sonrisa de oreja a oreja.

Mis ojos derramaron unas lágrimas ensangrentadas y al sumergirse en el lago, todo este se tinto de rojo poco a poco. Como un tinte que oscurece la más límpida de las almas. Seguí corriendo intentando avanzar la marea roja que impregnaba de oscuridad la claridad del agua, pero su velocidad era mayor. Los cuerpos de la familia se volvieron borrosos y los vi caer desplomados. Muertos.

El lago era ahora oscuro. Negro. Un reguero de sangre cubría mi cuerpo. Desde mis lagrimales hasta las botas sumergidas. No sentí tristeza; sólo un dolor inmenso en el pecho.

Frente a mi se creó una burbuja oscura que crecía en tamaño. Primero un oscuro cabello. Una oscura frente. Unas negruzcas cejas y una oscura nariz. Se formo el rostro de mi madre tan grande como una montaña. Yo estaba a la altura de sus labios y ella seguía creciendo como un gigante imposible. Un rostro enorme como una edad entera. Emergió hasta la barbilla y detuvo su ascensión. Sus ojos se abrieron y se mostraron claros, brillando con luz propia. Me miró.

Desde abajo observaba su magnificencia. -Madre…-susurré mientras su grandeza me dejaba sin palabras.

-No tengas miedo, hijo mío.- me dijo mientras el lago se tornaba grisáceo. -Debes salvar al resto…- susurró a lo largo de todo el lago. Su voz retumbó infinidad de veces hasta que su cabeza estallo como una enorme burbuja grisácea que se torno transparente antes de explotar del todo, para remover el agua y mostrar su claridad de nuevo. Bajo mis pies, infinidad de pequeños peces revoloteaban entorno a mi, y mi familia seguía jugando de nuevo en la orilla del lago.

[ . . . ]

Abrí los ojos y un dolor me punzó la nuca. Abrí los ojos a tiempo para observar como el demonio y toda su maldad se elevaba hacia alguna parte. El dolor no me dejaba ver hacia donde. Busqué mi hacha y usándola de bastón y con un tremendo esfuerzo que me costó el recuerdo de nuevas heridas abiertas me puse en pie, renqueando totalmente. Alcé la mirada y allí ascendía Be’lakor. Hacía su propia creación. Engullido por sus propias artes.

Miré a Kurgnor y con un gesto de complicidad le dije:-Deberían dejar tales artes de una vez, sino mira lo que pasa…- Estaba extenuado. Me dejé caer sobre una enorme piedra. Necesitaba descansar. Habían terminado con aquel demonio por el momento. Dejé caer mi hacha frente a mí, sin fuerzas suficientes como para sostenerla junto a mi. Pero esta vez no temía que se hicieran con ella. Ya no había Caos a nuestro alrededor. El cielo se había vuelto claro y límpido como una primaveral mañana de un soleado día. Incluso un enano podía entender la magnificencia de tan claro día.

Yo lo sentía así porque había llevado una vida lejos de hogares y ciudades. Entre bosques y explanadas. Entre ríos y montañas; buscando una muerta digna. Sí, definitivamente era un momento precioso.

Elevé un poco la voz atendiendo que el enano me escuchase: -Habéis batallado tremendamente bien, maestro enano. - Le dediqué una sorda carcajada y asentí con la cabeza.

Entonces Calim se acercó a mi vera. Se sentó a mi lado y por primera vez su voz me pareció afable. Definitivamente algo había cambiado en mi interior. El amor por los míos, pensé mientras escuchaba sus palabras.

Le respondí con claridad: -Hubiera preferido darle el toque de gracia aquí y ahora, pero no es un enemigo de este mundo y lo ha demostrado batallando como sólo un demonio mayor puede hacerlo. La victoria no será nuestra hasta que hayamos erradicado todo el mal de este planeta. No hay victoria si nuestros pueblos siguen en peligro. Y si estas triste, feo orejas-picudas… -Le miro al ojo mientras sonrío ligeramente. … deja que sea sólo por todos los que han perecido en tan dura campaña. La tristeza por una batalla ganada lleva a un sendero sin retorno. Y ese sendero esta lleno de oscuridad y más tristeza. Llanto y lágrima viva. No dejes que tu hambre por la sangre y la muerte nuble tu juicio, o terminarás como yo…- bajé la cabeza y mi mano derecha encontró el mango de mi rúnica.

Cuando estuviese algo más recuperado hablaría con el resto de supervivientes dándoles la enhorabuena por una batalla tan maravillosa. Se habían ganado el respeto con total sinceridad. Incluso al pequeño halfling le dedicaría unas palabras de aliento, demostrando la grandeza de su pequeños espíritu

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24/02/2011, 10:26
Alantha Lariada

Sentada, apoyada en los muros, eché la cabeza atrás. Me dolían los ojos detrás de los párpados, después de que fueran testigos de tanta masacre y dolor. Expulsé el poco aire que conservaban mis castigados pulmones y miré mi pierna sin ser completamente consciente de lo que veía. Los destrozos causados por la magia perversa del demonio eran terribles, no podría salvar la pierna. Las heridas dejaban ver el hueso sanguinolento, los nervios, tendones y jirones de piel y carne chamuscada. No comprendía como no me desmayé de puro dolor, sin embargo no era así, me sentía más viva que nunca, probablmente efecto de la intensa actividad desarrollada y de la descarga salvaje y brutal de adrenalina en mi cerebro.

Pero ahora, conforme transcurrían los segundos, mi mente caía en un embotamiento que sin remedio me llevaría al desmayo si antes no era capaz de sobreponerme al mismo. Agotada, extenuada, me relajaba tras el duro castigo inflingido, y cuerpo y mente exigían el merecido reposo. Contemplé la escena, repasé, con ojos fatigados, a mis compañeros, uno a uno. Busqué, ansiosa y con el corazón empequeñecido y más agitado incluso que durante la lucha, a Câlim, repirando hondo, cerrando los ojos y musitando un breve rezo dando las gracias por su vida. No tenía buen aspecto, mas estaba vivo. Quise llamarle, pero las fuerzas no me llegaban siquiera para alzar la voz.

Y allí me quedé, mirando en derredor, al resto. Varios de mis camaradas, la mayoría de los que menos conocía, no lograron sobrevivir a esta última y decisiva batalla. Sus nombres no se olvidarían, pues los grabaría en una tablilla y los llevaría conmigo hasta mi patria. Mi patria…volvería a verla ahora que todo había terminado, ahora que al fin éramos libres de la terrible amenaza. Me acompañaría Câlim, le enseñaría los lugares ocultos de mi infancia, los maravillosos bosques que ve vieron crecer, los lagos y cascadas donde me bañaba. Le haría disfrutar del silencio, del canto de las aves y del rumor del agua que fluye rápida en los torrente. Le presentaría a mis padres, mi familia, hermanos y amigas.

Y en esto pensaba cuando me asaltó un repentino temor que zarandeó mi alma una vez más. Vencido el demonio, ¿qué pasaría con las hordas que atacaban desde el norte? ¿Se retirarían o, por el contrario, continuarían su avance a pesar de esta derrota? Entonces nosotros…No, no nos podían exigir más. Al menos no a todos nosotros. El matador, o Marcus, o el capitán…¿dónde estaba el capitán, dónde estaba Torvuc? Algunos quizá continuarían la lucha, pero no yo, ya no seguiría. ¿Y si lo hacía Câlim? Si lo conocía bien, el cabezota elfo mago sin duda no cejaría en su empeño de erradicar el Caos del mundo. Desde luego tenía razón, pero yo…mi cuerpo había sido duramente castigado, y, mutilada, lisiada, de poca ayuda sería.

Mis días de amazona se terminaron.

En estos instantes la angustia de los minutos anteriores se conjugó con la de un futuro incierto levemente avistado, y con la tortura que las heridas de mi pierna me hacía sentir cada vez con mayor intensidad. Un parpadeo y otra vez el sobrecogedor escenario que me rodeaba se sobreponía a cualquier otra consideración pasada o futura. Entonces noté una presencia cerca de mí y mi sentido del olfato reconoció el olor característico y agradable de Càlim, a pesar del que desprendía la sangre, el sudor y la pestilencia del lugar. Abrí los ojos sonriendo con ellos, mostrando igualmente una sonrisa cansada pero ribeteada de alegría en mi boca, para toparme con su sereno semblante oscurecido por la tristeza y la desilusión. Sus palabras de agradecimiento fueron duras, me golpearon más fuerte que lo hizo la magia negra del demonio. Me quedé allí, petrificada en el sitio, sin saber responderle, notando como mi corazón se quebraba del todo y una bilis amarga ascendía desde mi interior. Mis ojos ardieron por la rabia, confusa, sacudida por esas frases no faltas de realidad.

Sin embargo no dije nada, ni siquiera cuando me entregó las hojas aquellas. Apenas pude articular unos balbuceos:

- Yo…Câlim…la espada. Era necesario…No…

¿Qué podía decir? Solo pensé en recuperar la espada, en mis visiones, en que esa era la clave, a pesar de condenarle a él y a quienes le rodeaban, sin detenerme siquiera a reflexionar en esto último. ¿Cómo podía detenerme a ello? EL instinto, el frenesí del combate, la necesidad de la victoria a cualquier precio y la fuerza enigmática que me empujó hata llegar aquí me desbordaron. ¿Y si no lo hubiese hecho? ¿Estaríamos todos muertos? Vano e inútil esfuerzo pensar en esto ahora.

Preparé un emplasto rápido y con el mismo cubrí mis heridas y llamé al resto, aquien pudiera también ayudarle si quedaban suficientes. Actué con torpeza al principio, descolocada por lo que me dijo Câlim. Quizás hubiese perdido su amistad para siempre. Perdida y desorientada me dediqué lo mejor que pude a la tarea, escuchando el júbilo de mis camaradas, sus gritos de éxito, su alegría.

Asentí, mecánicamente, con la cabeza cuando hablaron de regresar por el mismo camino de ida