Los guerreros de ambos pueblos permanecían alineados, esperando con impaciencia la orden que daría su líder para lanzarse sin pensarlo a la lucha. Aunque se contaban poco más de cien hombres en cada grupo, en las dos formaciones había algún jovenzuelo que se enfrentaba por primera vez a la idea de una posible muerte en combate. Más nerviosos que el resto intentaban ocultarlo. “No muestres ante tu oponente debilidad alguna de la que pueda aprovecharse”: era la máxima que les habían enseñado desde muy pequeños, e intentaban seguirla con muy diferente grado de éxito.
Inmerso como estabas en tus pensamientos no te percataste del revuelo que se montaba entre tus hombres, hasta que por encima de ellos te percataste de una voz familiar. Escuchaste un ” ¡Apartad de mi camino imbéciles!” y a continuación el sonido seco de varios golpes acompañados de algún quejido. Si era quién creías que era, sin duda hacía uso de su cayado con puntería certera.
– Eh, tú, idiota, ¿acaso no me has oído? QUI-TA-TE.- espetó a algún pobre que seguramente había quedado embobado ante la visión del enemigo.
Cuando la brecha en la formación se tornó visible pudiste comprobar que la voz que te resultaba familiar iba acompañada de su cuerpo. Allí, entre robustos hombres, como frágil dique separando a tus guerreros, se encontraba Breno. Te sorprendiste al ver cómo el sol del mediodía intensificaba la palidez de su rostro. Siempre te habías preguntado cómo un hombre que pasa todo el día bajo el cielo, de un lado para otro, sin permanecer en el mismo lugar durante más de un día, pudiese tener una tez tan pálida.
Él había sido el instigador de aquella batalla al informarte de las intenciones que tenía Adalbert, el jefe del pueblo al que te enfrentabas. Según Breno -y era difícil dudar de su palabra cuando parecía tener ojos y oídos allí por donde en algún momento de su vida había pisado-, las ambiciones de aquel hombre incluían reclutar cuantas aldeas pudiese para en un futuro escindirse de la tribu a la que pertenecíais.
No era un secreto para nadie que Adalbert ambicionaba lo que le había sido negado cuando se eligió a vuestro actual líder. Él había sido el segundo de los candidatos en cuanto a apoyo se refiere, y nunca le había gustado esa segunda posición. Durante mucho tiempo había permanecido tranquilo limitándose a criticar alguna que otra decisión, pero finalmente lo que todo el mundo esperaba se empezaba a hacer realidad en aquel momento.
Por ello Breno te había aconsejado terminar con la escisión antes de que se iniciase, te había indicado a dónde se dirigía en su esfuerzo por recolectar apoyos, y al parecer, finalmente, también había decidido ser testigo del desenlace de aquel conflicto.
- ¿Y bien? ¿Tienes algún plan más allá de lanzarte a galope en busca de víctimas para tu espada?- te preguntó con cierta soberbia como en él era acostumbrado.
Miro de arriba a abajo a Breno. Siempre que lo hago, algo me inquieta en exceso. ¿Cómo es posible que alguien que viaja tanto, de un lugar a otro, esté siempre tan pálido?. Si no fuese porque está hablando conmigo, pensaría que es un cadáver. No obstante, su palidez es algo que en este momento, no me pararé a preguntar. Quizás algún día.
Como respuesta, y sabiendo que tiene algo en mente, le contesto, de forma provocativa- Sí, básicamente, es mi idea. Suele funcionar bastante bien. ¿Acaso tienes algún plan mejor?.
Si quería decirme algo relevante, no me apetecía perder el tiempo con juegos. No era el momento apropiado para un tira y afloja, era mejor ir al grano. Así, sujetando con una mano las riendas mi caballo, y con la otra la espada, miro al hombre en espera de una respuesta que pueda serme útil...
Siento el retraso. Leí el mensaje en su día, y luego cerré la ventana... Y se me olvidó. Con la fácil que sería un botón de "marcar como no leído"... En fin.
Breno prorrumpió en carcajadas rasgando el velo de tensión que antecedía a la batalla. No pocos se sobresaltaron ante tan repentino graznido que con seguridad alcanzó incluso los oídos del enemigo.
- No, no, no, no, no, no…- respondió una vez se había tranquilizado. - Temo que en esta ocasión no te sirva de nada. Aun a riesgo de dañar tu orgullo, Adalbert es un guerrero más diestro que tú. Y gran parte de sus guerreros comparten su experiencia. Hacer lo que siempre haces solo te garantizará la muerte. Pero naturalmente no te habría informado de sus planes si no creyera que podías pararle los pies de algún modo.
Deslizó su mano por debajo de la quijada de tu caballo hasta alcanzar su cuello, y una vez llegó allí empezó a acariciarlo. –Hermoso ejemplar, ¿verdad? Digno descendiente de su padre.- en un momento que desvió la vista del caballo te pareció verlo sonreír -¿Ves aquel joven de allí?- te indicó con un leve gesto de su cabeza, pero al percatarse de que te fijabas en el hombre incorrecto no tardó en corregirte. - ¡No, ese no! El alto que va a pie. El que está delante, justo al lado del último de los jinetes. Mátalo, y la victoria será tuya.
Aunque demasiado lejos como para poder verlo bien, alcanzabas a percibir que a pesar de su estatura era uno de los hombres más jóvenes que participaría en la batalla.
Totalmente desconcertado, miro a Breno, para volver a mirar al muchacho que dice después. ¿Cómo se supone que iba a resolver el combate la muerte de un simple soldado?. No entendía muy bien lo que ese hombre me quería decir.
No te sigo -contesto a Breno- ¿Cómo resolvería el encuentro la muerte de ese muchacho?. No parece más que un guerrero más. No es su líder, no parece nadie importante... No entiendo como eso decantaría el combate a mi favor, Breno...
- Porque tú no ves lo que yo veo.- respondió con condescendencia - Pero no imaginaba que estando tan próximo el momento de dar espadazos, rebanar cabezas, y todo ese festival sangriento te interesaría la historia de un viejo aburrido como yo…- Sus aparentes reticencias a contártelo no eran más que eso, apariencias, pues no te dio tiempo a replica alguna cuando ya retomaba la conversación allí donde el mismo la había dejado. –Vale. Hablaré. Aunque solo un pequeño resumen. Si quieres más detalles tendrás que esperar.- añadió con fingido reproche.
- Te pareces a Adalbert más de lo que crees. Lo cierto es que todos vosotros os comportáis de forma parecida, pero ese es otro tema… Durante toda su vida su única preocupación ha sido hacer la guerra. ¿Las mujeres? Bah, ni el más mínimo interés. Era ya más mayor de lo acostumbrado cuando contrajo matrimonio, y lo hizo prácticamente obligado. Siempre ha sido igual de cabezón con todas sus imbecilidades, y mira dónde va a terminar. ¡JA! Aunque mejor no vender la piel del oso antes de cazarlo. Aun queda que tú hagas bien tu parte.- masculló - ¿Por dónde iba? Su matrimonio, sí. Un total fracaso. Sin descendientes. La verdad, no es algo por lo que haya mostrado pesar alguno.
Hace un tiempo una anciana se presentó en su poblado acompañada de un muchacho talludito pidiendo asilo. El joven es ese que te he señalado.- apuntó intentando que no perdieras el hilo de la conversación. -Pues bien, Adalbert no se lo pensó dos veces y accedió a su petición. Extraño, ¿verdad? -un rápido vistazo al horizonte le hizo percatarse de que aquello se estaba prolongando demasiado -Al grano: El muy falso se había tirado a esa zorra años antes de casarse, y lo más sorprendente es que la semilla arraigase en el vientre de esa vieja reseca. ¡Ese bastardo es hijo suyo y solo los implicados lo saben! Ordena a uno de tus hombres que lo mate. Convierte a Adalbert en testigo de la muerte de su propio hijo y aprovecha ese momento de debilidad para darle el golpe de gracia.
Miro a Breno. ¿Cómo era posible que él supiese eso, si sólo lo sabían los implicados?. Bueno, no importaba. Él sabía muchas cosas, demasiadas bajo mi parecer. Lo importante es que si eso era cierto, sería un duro golpe para Adalbert...
Está bien. Te haré caso... -Diciendo esto, levanto la cabeza, buscando a mis mejores hombres entre las tropas. Cuando los localizo, hago venir a un par de ellos- Vosotros... ¿Veis a aquel muchacho de allí? -Diciendo esto señalo al muchacho que Breno mencionó- Vuestro cometido será acabar con su vida por encima de todo. ¿Entendido?.
Una vez dada y asimilada la orden, los ordeno que vuelva a su posición, y les recuerdo que hacer eso, es su máxima prioridad. Hecho todo esto, miro de nuevo a Breno, y le espeto- ¿Tienes algo más que añadir?. Tengo una batalla que librar...
- Podría interpretar los designios de los dioses...- sonrió -No, ¿verdad? Con lo que te he dicho creo que en bien poco pueden intervenir. Todo depende de ti. Hazlo, y hazlo bien.
No tardaste en perderlo de vista entre tus hombres. Esta vez habían aprendido la lección y supieron apartarse a tiempo antes de recibir un doloroso correctivo. Con su marcha la paciencia llegó a su fin y en la tensa quietud previa al combate se elevó un grito de desafío que se esparció con rapidez entre los guerreros enemigos. La batalla había comenzado.
Los hombres de Adalbert se lanzaron al combate esperando encontrar en él la gloria o la muerte. Solo el mismísimo Adalbert y una docena de hombres esperaron pacientemente sobre sus caballos a ver cómo se desarrollaba el enfrentamiento, listos para proporcionar apoyo allí donde se necesitase.
Respondiste al desafío y como el primero de tus hombres marchaste listo a la batalla. Con un tirón corregiste a tu caballo que pronto fue adelantado por la impetuosa carga de unos hombres que anhelaban la victoria. El suelo vibraba con mayor fuerza a medida que la marea humana avanzaba y los caballos galopaban dejando tras de sí la tierra herida. En muchos casos a sus crines se aferraban guerreros que buscaban aprovechar el ímpetu de su embestida. No tardasteis en recorrer la distancia que os separaba, y ambas fuerzas chocasteis entre gritos de dolor y rabia.
No había dado tiempo a que la primera gota de sangre manchara el suelo cuando sobre vuestra cabezas ya volaban varios buitres que esperaban con paciencia, el festín que seguiría al finalizar la batalla.
Tan rápido como pudiste encaraste a tu primer enemigo, pero este pareció prever tu llegada desde un principio y ya alzaba la pica dispuesto a atravesar tu pecho. Por suerte maniobraste a tiempo y lo que podría haber sido un golpe mortal, solo alcanzó a desgarrar tu costado. Una herida molesta que pronto sería olvidada en el fervor del combate.
La herida en mi costado estaba empezando a sangrar, pero no me importaba en exceso. Había recibido heridas peores, incluso en mi rostro, bastante más dolorosas que esta; y había sobrevivido. Sólo era una herida superficial.
Con una fulminante mirada de odio, miro al guerrero que me ha herido, para acabar con él con un tajo de mi espada. Hecho esto, miro a mis guerreros. Con la espada en alto, les grito- ¡Avanzad! ¡No dejéis a nadie con vida! ¡Destrozadlo todo a vuestro paso!
Hecho esto, y con mi atacante muerto*, avanzo hacia otro de los guerreros, intentando siempre abrir paso para mis tropas hacia Adalbert.... Mientras, vigilo al muchacho que Breno me dijo. Eso chico debe morir si quiero ganar... Cueste lo que cueste...
*En caso de que no le mate, obviar esta parte y cambiarla por un "sigo peleando contra el tipo en cuestión"
Tu espada describió un arcó a la altura de su cuello, pero el guerrero consiguió apartarse antes de ser decapitado. Aun así no pudo evitar todo el daño, y la espada al final de su recorrido consiguió hundirse en su hombro izquierdo. Él también había creído que con aquel golpe iba a morir, y por ello cuando se percató de que seguía vivo no pudo evitar dejar escapar una sonrisa, e ignorando la herida que acababas de infligirle lanzó otro golpe en el que descargó toda su rabia.
Tiraste de las riendas a la vez que te protegías detrás de tu caballo a tiempo de evitar el golpe. Por desgracia a tu derecha uno de tus hombres cayó mortalmente herido golpeando en su caída la rodilla de tu montura. El caballo trastabilló y a punto estuvo de tirarte. No tardaste en recuperarte, pero lamentablemente el daño ya estaba hecho y tu rival aprovecho aquél momento. La pica perforó tu abdomen y te hubiese atravesado de lado a lado si no hubieses conseguido aferrar el mástil frenando su avance. El muy necio creyéndose capaz de acabar con el líder enemigo de un solo golpe, había descuidado su defensa.
Tirada: Tirada de ataque Hengist.
Resultados: 9,4,6,2,5,6
Resultado final: 1
Tirada: Tirada de ataque Germano + 2atq
Resultados: 9,8,1,3,5
Resultado final: 2
Miro al soldado que me ha herido con su lanza. En mi mirada sólo hay odio hacia él. Ahora ha descuidado su defensa, así que con un rápido movimiento, le lanzo un tajo hacia su pecho.
Una vez hago esto, levanto la mirada un instante, para contemplar como avanza el combate. Sólo espero que la situación nos sea favorable...
Ya he vuelto de mis viajes a tierras alcarreñas, así que vuelvo a estar disponible para jugar en mesa. ¿Cuándo jugaremos?. Ojo, que de momento no me importan seguir jugando por aquí.
Con temible puntería tu espada alcanzó su objetivo y mientras aun observaba sorprendido su trayectoria, se hundió en su pecho. La sangre manaba a borbotones y el soldado que te había atacado completamente confiado se desplomó en el suelo. Sus ojos aun abiertos tan solo alcanzaban a ver los pies de su ejecutor que ahora avanzaba sobre su cuerpo. Seguía vivo, pero no por mucho tiempo.
A tu alrededor la batalla continuaba. La victoria aun no se había decidido por ninguno de los bandos pero tus rivales aun contaban con la caballería fresca que observaba el combate desde en un sitio no muy lejano. Y fue entonces, cuando mirabas al general que esperaba pacientemente el momento adecuado para dar el golpe de gracia, cuando con furia espoleó su caballo e inició una carga. Tras él se precipitaron sorprendidos los otros caballeros que no comprendían del todo aquel arranque fortuito.
Si tu percepción no te fallaba Adalbert cabalgaba al lugar en el que debía encontrarse su supuesto hijo. Debías dirigirte allí lo antes posible si no querías que aquel hombre acabase por completo con uno de tus flancos. Lamentablemente entre tú y él se interponían varios hombres, uno de los cuales creyendo que en combate directo no podía acabar contigo había intentado quebrar las patas de tu caballo.
Tirada: Ataque Hengist.
Resultados: 1,5,8,9,2,2,8,3
Resultado final: 3
Maldito sea... -Maldigo al ver como su caballería comienza a cargar. No puedo permitir eso... De ninguna manera. Si llega al flanco, estaré perdido...
Rápidamente, e ignorando al tipo que quiere quebrar las patas de mi caballo, le espoleo para que avance, a través de toda la batalla. Cualquier cosa que se ponga en mi camino, o se aparta de la carga de mi caballo, o será llevada por delante... Y eso si no lo atravieso con el acero de mi espada antes...