Partida Rol por web

Los chasquidos de dolor aún recorren mi cuerpo, mi rostro tiene dibujada una mueca de sorpresa y pesar. El cabrón que tengo enfrente me ha atizado tan fuerte que no he podido completar mi mensaje hacía mi hermano.

Tengo que pensar con velocidad mi siguiente curso de acción. Por suerte, pensar és una de las cosas que mejor se me dan. Mi hermano quedará preocupado, una forma de tranquilizarlo sería tratar de terminar el mensaje, pero la música ya está sonando y si trato de hacerlo vendrán demasiados y moriré. Eso no me ayudaría a mi ni a mi hermano.

¿Corre mi hermano peligro al escucharlo de venir aquí? Sí, pero la probabilidad és baja, el ser humano és irracional, aunque digamos lo contrario. Nos guiamos por las emociones... en un momento como éste, mandándole yo un mensaje personal... no podrá creer, o mejor dicho no querrá asimilar que he muerto. Antes que eso tendrá que comprobar el último cartucho, convenciéndose a si mismo de que yo, su hermano, sigo vivo y he logrado llegar a "Seguridad". Siendo así, el mensaje ya hizo su función y no debo tocar más las teclas. Espero que nos reunamos más adelante.

Podría echar a correr, parece la opción sensata.

Pero de nuevo, las apariencias engañan... aunque ellos lleguen a seguridad lo van a encontrar cerrado. O hay alguién dentro y no va a abrir por temor, o alguién no llegó en cuyo caso... encontrarlo y arrebatarle las tarjetas va a ser díficil, casi imposible. Nuestra, no solo la mía, mejor opción és recuperar mis herramientas de trabajo, ya que este es un hotel de lujo, y con una ganzúa no será suficiente, no con el tiempo tan precario que tenemos.

Debo recuperar mi maletín, no me queda otra salida.

Y se antepone el desgraciado que me ha golpeado. Los demás me han abandonado. És irónico el destino, yo siempre creí que era el parásito más ajeno a la empatía que había existido, y me descubro preocupándome por gente que ni está. No sé si reir o llorar, quizás ambas.

Pero tengo una imagen que representar, soy Larry, no hay vuelta de hoja.

Echo a correr a por el maletín, no me queda otra, tengo que alcanzarles.

El todo por el todo, la adrenalina me atrapa.

Corro hacia delante, me subo a una silla cercana al zombi y pego un salto acrobático justo por encima de él para sortearlo, agarrar el maletín y salir pitando de aquí...
 

Tres caminos se ponen delante de mi la vida. El primero huir y esconderme en el baño junto a Sophie, Rosalin y Brian o en el otro baño que estaba al lado. ¿Pero una vez ahí dentro qué? Podíamos quedar atrapados como en una ratonera.

La segunda opción que veía era ponerme alas de kamikaze y volver a la sala de baile en auxilio de Larry. Suficiente marrón tenía con la rubita loca que se lanzaba contra la puerta del final del pasillo por donde tenían planeado huir hacia la sala de seguridad.

La tercera fue la que intenté poner en práctica pues no veía mejor opción mientras Larry llegaba hasta nosotros.

Dejo la idea de ir a buscar una silla cuando veo los postes al lateral de la puerta y viendo que Larry está aún en la sala. Agarro uno de esos postes y se lo doy a Rob. Luego agarro otro para mi.

- Toma Rob, por tu vida - casi empujo al DJ fortachón cuando le acercó el poste o más bien se lo incrusto en su gran abdomen - y ahora salgamos de aquí. Si no quieres morir, dale con todas tus fuerzas a la loca esa que nos impide el paso. 

Con una mano agarrando el poste y otra tirando de Rob me acerco con rapidez a la rubia tendida en el suelo enmedio de los cristales rotos y descargo toda mi furia con el palo contra su cabeza sucia y despeinada. Sin piedad.

Huir era la opción más sensata, al menos en un primer momento. Pero Larry, con la cabeza tan fría como se puede tener bajo la situación en la que se encuentra, decide recuperar el maletín y con ello, la opción de refugiarse en la sala de seguridad.

Con una arriesgada maniobra, trata de pasar por encima de la criatura que acaba de derribarlo. Tras recorrer una corta distancia a toda velocidad, si pie se alza buscando apoyarse sobre una silla y así, poder realizar mejor un salto acrobático sobre la criatura.

¡Oh, oh!

Es lo primero que se le pasa por la cabeza a Larry al sentir que la silla se desliza por el suelo al recibir su peso, provocando que el salto no salga tan bien como le habría gustado. Unos dedos húmedos y cubiertos de sangre, acarician su otro pierna tratando de apresarlo. Con un brusco movimiento, Larry logra liberarse de la presa que se cernía sobre su pie, pero eso le obliga a caer al suelo desequilibrado.

El golpe, más humillante que doloroso lo deja tendido en el suelo unos instantes, aunque a sabiendas de lo que está en juego, trata de ponerse una vez más en pie. El maletín se encuentra ahí mismo, unos pocos pasos más y será suyo. Pero las criaturas ya están dentro y corren directos hacia él.

La única buena noticia es que el resto no han cerrado la puerta tras huida y aún puede escapar por ahí. Si se arriesga a recoger el maletín, es probable que las criaturas lo atrapen. Si huye, siempre puede regresar más tarde a por él...

-¿Eh? ¡Eh, espera!

La improvisada arma que Violeta entrega a Rob, produce un sonoro sonido metálico cuando cae al suelo. Rob, cargado aún con Gary sobre el hombro, trata de agarrar el poste con una de sus manos, pero la sangre de Gary que la cubre, provoca que el objeto se deslice entre sus dedos.

Las palabras de Violeta tienen cierto peso de razón, pero Rob es alguien que se bloqueaba en las peles y que jamás haría daño ni a un mosca. Mucho menos a una chica que conoce desde hace tiempo.

-Quizás solo estén enfermos y se les pueda curar. La idea de los baños suena bien, espera, vuelve...

Pero Violeta no le escucha, tiene muy claro que asesina a sangre fría es mejor que dejarse matar. Por ello avanza hacia la criatura sin duda en su corazón. Aunque cuanto más se acerca, más logra ver a través de la sangre y los cabellos despeinados. Aquella muchacha era la misma que la había atendido al llegar al hotel. Una joven atractiva y trabajadora, que mostraba en todo momento una afable sonrisa. Una joven que tenía toda su vida por delante...y todo eso le importa una mierda a Violeta. Aquello se trata simplemente de supervivencia y no piensa dejar que nadie la impida regresar con sus hijos.

Aferrando con fuerza su improvisada arma, se dispone a aplastar el cráneo de la chica. La furia e impotencia que siente son liberadas con aquel golpe. La pesada peana debería de ser más que suficiente para derribar a la recepcionista, pero también, resulta ser demasiado para Violeta. El peso logra que pierda el equilibrio, provocando que el ataque pase de forma inofensiva ante la criatura.

Su desventaja tan solo dura unos instantes, pero son más que suficientes para que la criatura se abalance sobre ella y la muerda en la muñeca. El dolor recorre el cuerpo de Violeta con una sacudida brutal y agitándose con violencia, logra hacer que la criatura la suelte.

La sangre que emana de la herida,, el dolor y el miedo de lo que puede llegar a pasarla, provoca que su cuerpo comience a temblar. La situación no pinta nada bien tampoco para ella.

-¡Oh, dios!

Rob no sabe bien que hacer, aún carga con Gary y con él encima, no podrá ayudar a Violeta, pero si suelta a Gary, es probable que lo maten a él. Finalmente y rezando por hacer lo correcto, deja a Gary en el baño de señoras y va ayudar a Violeta.

-¡No! ¡Violeta!

El rostro de Rosalin empalidece al ser testigo de cómo Violeta carga contra la criatura para finalmente, ser ella misma quién acaba herida. Rosalin se lleva las manos a la boca, a la vez que un nuevo torrente de lágrimas caen por sus mejillas.

Al ver lo que sucede, Brian cierra la puerta y carga su propio peso sobre ella. No piensa dejar que nadie más entre, todos han tenido ya su oportunidad y tiene muy claro que no va a convertirse en la comida de nadie.

-¿Sala de seguridad? ¡No digas estupideces! Hay que largase de aquí, pienso llegar hasta mi furgoneta y largarme lo más lejos posible. Si queréis, podéis venir conmigo, pero no pienso quedarme más que el tiempo estrictamente necesario en este hotel. ¡Y tú deja de llorar, tu amiga ya está muerta!

Brian está fuera de sus casillas, la situación le supera por mucho y ante algo así, lo único que le queda es el instinto de supervivencia. Rosalin por su parte, se encoje como una niña pequeña y se aleja de él gateando. Sin saber bien que más hacer, obedece a Sophie y revisa uno por uno los baños de la derecha.

-N-No hay nadie....

Sophie se desliza con sigilo comprobando los baños del lado izquiedo. Con el corazón en un puño, no deja de contener el aliento hasta que se asegura que están solos allí dentro.

-Esperaremos aquí hasta que se larguen y después iremos al aparcamiento. Con un poco de suerte, la música los reunirá allí y podremos salir con sigilo. Aunque será mejor que os quitéis los zapatos, esas cosas os harán ir más despacio y harán demasiado ruido.

En cuanto oye a Brian sentenciado a muerte a Violeta, no puede hacer otra cosa que soltarle un bofetón. En parte para que dejara su histeria, en parte para resarcir el dolor que le estaba causando a la pobre Rosalin, que bastante traumatizada estaba ya.

- Tu no nos vas a dejar tiradas y menos después de haberte salvado el cuello chaval. le advierte señalándole de cerca con el dedo, casi tocándole la cara, recordándole como hacía unos instantes le había evitado su propia muerte mientras despejaba una barricada directo a la muerte. Al menos esperaremos a que Violeta y tu amigo vengan. Una vez estemos todos juntos nos llevaréis a la dichosa sala de seguridad. Luego márchate si quieres.

Sophie muy seria retrocede unos pasos dejando de mirarle directamente a los ojos, sólo cuando se agacha cerca de su amiga Rosalin. 

La cara de la joven y pícara Rosalin ahora no era mas que un manojo de nervios. Viéndose a si misma con la mente más despejada y esclarecida, se sentó en el frío suelo, a su lado y la abrazó. Intentándo transmitir un calor humano que la reconfortara y le diera aliento y fuerzas para seguir adelante. 

- Vamos cariño, ahora es momento de ser fuerte. dice cogiéndola suavemente de la barbilla para que la mirara a los ojos. Forzando una sonrisa para intentar imprimir en ella algo de esperanza. - Quítate esos zapatos y deja que te arregle la falda. susurra pegando un tirón de la parte baja haciendo jirones el bajo de tul de su vestido. Para despés hacer lo propio con el suyo.

Sophie, sin saber muy bien cuando, se había desecho de sus zapatos. No los necesitaba para correr cuando aquella marabunta se abalanzó sobre los asistentes al banquete, fue un acto reflejo. Pero el vestido precisaba de unos segundos de reflexión y ser consciente de que podía ser un impedimento que las hiciese tropezar en una mala zancada.

¡Maldita silla!

¡No era esto lo que se esperaba que sucediera! Debo mantenerme fiel a mi plan, aunque sé que no voy a rendir tanto... debí haber ido al puto gimnasio. Pero la premisa és la misma, sin maletín no hay paso...

Si me infectan, sólo espero que haya un tiempo antes de volverme loco... en cuyo caso, les daré el maletín, les abriré... e iré a encerrarme en un sitio dónde no suponga un peligro para el resto, hasta que lleguen las autoridades sanitarias... no me queda otra.

Hermano, abuela, espero que estéis bien... pero yo debo correr hacía el maletín, ¡no puedo pensar en otra cosa!

En cuanto finalmente logro sostenerlo, observo unos instantes alrededor, menudo percal estoy montando... mi plan es un éxito y probablemente muera por ello.

A correr, ¡ya!

Mi ira ciega por encontrarme con un maldito estorbo enmedio de mi camino hizo que mi ataque contra la rubita fuese un auténtico fracaso. No estaba hecha para la pelea. Aunque muy decidida y fuerte de moral, mi físico no me acompañaba en aquella confianza absoluta en que ya nadie podria interponerse en mi camino. Un camino que de una vez por todas veía con especial y límpida claridad.

El ataque, en otro tipo de situación, hubiese sido de risa pues el poste golpeó entre su cabeza y su brazo “sano” extendido. Sí, justo en el espacio que quedaba entre ellos. Y eso no hizo más que activar, más si cabe, el instinto homicida de la muchacha que, ante mi estupefacción, me agarró del brazo con una inusitada rapidez y mordió profundamente a la altura de la muñeca.

Me produjo dolor, asco, rabia, impotencia,... y unas ganas homicidas de acabar con ella. Me deshice de su presa de una fuerte sacudidad.

- ¡No!, no, no, no... – decía mirando la herida y caminando unos pasos hacia atrás con cara de no creerme lo que estaba viendo y viviendo en ese preciso instante.

¿Cómo una loca enclenque había truncado mi vida en un abrir y cerrar de ojos? Dispuesta a acabar con ella noté el peso del poste, para luego notar el peso de mi misma. No sé si era el desánimo que había impuesto en mi esa loca, sucia y asquerosa, o haber fallado un ataque tan fácil, o por el dolor de la herida, ... pero fuese lo que fuese, no me sentí con fuerzas de enfrentarme a ella. Ni a ella, ni a nadie, ... necesitava un hombro en el que llorar por mi dolor y por mi desgracia. Así que corriendo sin tener en cuenta a Rob que parecía por fin querer venir en mi ayuda “a buenas horas” pensé cuando lo vi, golpeé la puerta del baño donde se había escondido Sophie.

- Sophie, abre por favor, abre... – dije sosteniendo una bola en mi garganta que amenazaba con explotar en sollozo.

Pero no podia esperar, una necesidad acuciante de limpiarme el mordisco nació como única idea en mi cabeza, además teniendo en cuenta que la infectada seguramente seguiria mis pasos, si Sophie no me abría rápido, o ya mismo, me metería en el otro baño.

Tenía que sacarme esas babas asquerosas de la herida, y frotar, frotar mucho, desinfectarme a poder ser. La sangre me daba igual, aunque corria con rapidez y abundancia, pero lo que fuese que infectase a la gente debía hacer su efecto rápido y eso debía hacer yo, correr, correr por mi vida en un desesperado intento de no caer víctima de esa terrible infección que volvía locos a todos los ... mordidos ... como yo. Sólo me quedaba una última, débil y probablemente falsa esperanza, pero esperanza al fin y al cabo.

Debía limpiarme la herida, en un baño o en otro, pero esa era ahora mi prioridad y todo lo demás había desaparecido de mi cabeza.

Un destello de incredulidad apareció en los ojos de Brian cuando Sophie le cruzó la cara. Una incredulidad que dio paso a una terrible furia y odio.

-¡NO VUELVAS A TOCARME, JODIDA PIJA! ¡NADIE VOLVERÁ A TOCARME!

Brian reaccionó de forma explosiva ante las acciones de Sophie y de no ser una mujer, la habría devuelto el golpe con intereses.

-No os debo una mierda, yo os saqué del salón de baile y os traje hasta aquí. Pero desde ahora, me importa una mierda lo que sea de vosotras dos. Lo que sí tengo muy claro es que...

Al otro lado de la puerta, Violeta comenzó a dar golpes pidiendo que la dejasen entrar. Pero Brian,, guardando silencio, usó toda su fuerza para mantenerla cerrada. No iba a dejar que entrase, no pensaba convertirse en victima de nada, ni nadie. No otra vez.

-¡No vas a entrar! ¡Fuera!

Rosalin, reconfortada por Sophie, comenzó a sentirse más calmada. Poca a poco comenzaba a recuperar la compostura o al menos, volvía a ser ella misma, aunque sin ese tono alegre que la envolvía siempre. Tal vez nunca regresase a ser así, no después de lo que había visto. Obediente, se quitó los zapatos y se desprendió de las partes más aparatosas del vestido, de esas que la impedirían moverse con soltura.

Brian, con la espalda contra la puerta y haciendo fuerza con las piernas para impedir que Violeta entrase, lanzaba miradas de desafío a Sophie. Sostenía con fuerza el palo de golf y todo su ser dejaba bien claro que no iba a dejar que Violeta entrase.

Larry se lanzó en una carrera desesperada a por el maletín, esperaba recuperarlo y escapar a tiempo. En su cabeza el plan resultaba increíblemente sencillo, pero su cuerpo no estaba acostumbrado al esfuerzo físico al que lo estaba sometiendo. Sus movimientos fueron lentos, demasiado lentos.

Su mano aferró con fuerza el asa del maletín y se volvió para escapar. La mujer que había visto en la fiesta, aquella de generosos pechos, se abalanza ya sobre él. Sus dedos se estiraron para aferrarlo del hombro, pero en aquel preciso instante, uno de sus tacones se rompió, perdió el equilibrio y acabó cayendo al suelo deslizando los dedos de forma inofensiva sobre el brazo de Larry.

Aquello había estado demasiado cerca para él, así que salió corriendo siguiendo los pasos de sus improvisados compañeros. La puerta estaba cada vez más y más cerca...

¡Iba a conseguirlo!

Pero entonces lo sintió tras él, era uno de los invitados de la novia. Un hombre  alto y delgado, con el pelo canoso y un traje que le quedaba algo corto en los brazos y piernas. Era un modelo algo antiguo, así que seguramente lo había usado muchos años atrás. Sus manos, grandes y llenas de cayos indicaban que era alguien acostumbrado al trabajo manual. Un obrero quizás o un agricultor, sea como sea, no era nadie del nivel de vida de Larry y su familia.

Aunque en aquella circunstancia, de poco importaba el poder o la riqueza que Larry poseyese. Aquel hombre logró alcanzarlo sin ningún esfuerzo y extendió su mano para agarrarlo, fallando por escasos centímetros.

La puerta estaba ya muy cerca, pero aquella criatura era rápida y gruñía ansioso por probar su carne.

Rob corrió para auxiliar a Violeta, pero para cuando por fin llegó a su lado, esta había logrado librarse de la mujer y corría de vuelta hacia los baños. La herida y la sangre, provocaron que Rob palideciese y se quedase paralizado. El técnico simplemente se quedó en blanco al contemplar una situación, que se escapaba a su control.

No la vio venir o si lo hizo, no logró reaccionar a tiempo hasta que la joven recepcionista, estuvo sobre él. Fue casi un milagro que reaccionase y que con todas sus fuerzas, lograse contener a la mujer. El rostro de Rob se deformó por el pánico, estaba aterrado y pese a que en cualquier otro momento su fuerza habría sido más que suficiente como para apartar a la mujer, en aquellos momentos sentía que le faltaban las fuerzas.

Aferrados en un abrazo mortal, ambos forcejearon con un resultado desalentador para Rob. Ambos cayeron al suelo y pese a que Rob lograba contenerla a duras penas, la mujer tenía ventaja al caer sobre él. Sus dientes producían un sonido escalofriante cuando su boca se cerraba con fuerza a escasa distancia del rostro de Rob.

El técnico, casi al borde del llanto, luchaba por apartarla, por quitársela de encima. Pero las fuerzas le fallaban, estaba sentenciado.

Violeta en cambio, golpeaba la puerta del baño pidiendo ayuda a su amiga. Pero al otro lado, Brian impedía que entrase. El camarero no quería acabar como el resto de invitados y consideraba que Violeta ya estaba muerta. No la dejaría entrar, no sin luchar claro.

Desde luego Sophie no la dejaría atrás, eran buenas amigas. Pero sabía que no tenía tiempo, así que corrió al otro baño. Al entrar, casi cae al suelo al tropezar con el cuerpo de Gary, quién por la pérdida de sangre, había caído inconsciente. Aunque no se paró mucho en comprobar su estado, tenía otra necesidad, otra urgencia que debía de solucionar.

Puso la herida bajo el grifo y permitió que el agua la limpiase. La sangre fluía y se mezclaba con el agua, dejando a su paso, todo teñido de escarlata.

Fuera se escuchan los gritos de auxilio de Rob, unos a los que seguramente nadie atendería. La única buena noticia, era que mientras la recepcionista estuviese ocupada con Rob, el resto podrían escapar...

Sophie, al ver que Brian obstruye la única puerta de entrada y salida empieza a ponerse nerviosa. La impotencia de no poder abrir a Violeta le hace apretar los dientes y el mango del número 7 que agarra hasta poner los nudillos en blanco.

- ¡Violeta este gilipollas no me deja abrirte! ¡Métete en el otro baño! grita para que su amiga no pierda más tiempo aporreando una puerta que por ahora no iba a poder abrirse...

No quería tener que verse en la tesitura de usar ese palo contra alguien y mucho menos contra alguien que no estuviera infectado. Por otro lado no se veía capaz de poder contra el en una combate cuerpo a cuerpo. Sobretodo si el levaba otro palo y estaba dispuesto a usarlo contra ella...

Viendo la difícil situación prefiere respirar, calmarse y pensar como salir de esta sin emplear la violencia. Ella era una mujer de recursos y pensaba emplearse a fondo.

- Muy bien. dice cruzándose de brazos delante de él. - Si quieres salir de aquí por el garaje tendrás que abrir esa puta puerta en algún momento.

Clavada como una estaca y sin moverse guarda silencio esperando que el camarero reaccione. Algo tenía que hacer si quería escapar de ahí y quedarse encerrado en un baño de forma indefinida no era el mejor plan que había. Ganar algo de tiempo para coger aliento y quitarse los molestos aderezos ya estaba hecho. Y ahora que...

Cuando escuché a Brian decirme que no iba a dejar que entrase ya estaba abriendo la puerta del otro baño y lo recibií con apática indiferencia. Cerré inmediatamente la puerta. Tan fuerte era la idea y mi voz interior que me decía que tenía que lavarme la herida que ni me fijé en Gary. Casi caigo encima de él después de pegarle una buena patada con el tropezón. De milagro logro recuperar el equilibrio apoyando una mano en la pared. "Parece que Gary va a ser el primero y no yo... pero a mi me han mordido..." 

El agua limpiaba mi herida y yo frotaba y rascaba con las uñas pese el dolor. Mi corazón iba a mil. Lo noté palpitando con violencia en mi pecho. Con esa sensación se me hizo evidente que la infección ya debía haber llegado al último de mis capilares, hasta el último rincón de mi cuerpo. Entonces empecé a llorar. Caían las lágrimas por mis mejillas, una tras otra.

- ¡Aaaahhh¡ ¡Puta mierdaaaaa! - lancé un grito feroz liberando mi rabia, frustración y miedo.

El jabón no era suficiente, tenía que encontrar algún desinfectante y echarlo en la herida. Tenía que haber un botiquín por ahí colgado, o aunque fuese un bote de lejía del servicio de limpieza. Mierda, algo, algo, para desinfectarme. Miré y busqué por todos los rincones.

Entonces escuché los gritos de Rob. No sé cuanto rato hacía que estaba pidiendo auxilio. Mi primer reflejo fue salir del baño para enseguida darme cuenta que no. Que no abriría la puerta porqué no podía serle de ayuda... ya pocas fuerzas me quedaban y aún menos ánimos para no hacer nada más que encerrarme allí, haceme un ovillo y llorar, llorar en silencio, ... o quizá gritando como una loca... hasta el fin, que no tardaría en llegar.

No era la primera vez que una mujer de generosos pechos se me abalanzaba, pero si era la primera vez que lo hacía con la intención de usar los dientes como muestra de afecto. No puedo evitar pensar en la suerte que he tenido de que se le jodieran los tacones.

¡Y pensar en las veces que me he burlado de ese calzado ridículo!

Pues ahora me ha salvado la vida, quizás debería motivar a más mujeres a usar tacones, visto lo visto. 

Pese a mis pensamientos absurdos, como el de los tacones, soy plenamente consciente de que mi mente sólo los fabrica para evadirme de la realidad. Una realidad muy jodida, en la que un Larry muy jodido, ha estado a punto de ser alcanzado por estos enfermos y perpetuar la cadena de abominaciones que se está extendiendo.

Que haya podido zafarme de la mujer de pechos prominentes y dentadura afilada, no significa que esté fuera de peligro, porqué me acaba de alcanzar un boxeador... (bueno quizás no, pero me evoca eso, ese cabrón si me da me desmonta, eso lo tengo claro). 

Lo he esquivado de puto milagro, pero la cuestión és... que aún no he llegado al destino y él sigue obstinado a amarme en la salud y la enfermedad hasta que mi muerte nos separe. ¡y no me malinterprete, caballero, pero a mi me van las chicas de color saludable!

Por suerte, el rastro de los demás és muy fácil de seguir, por eso no hay problema... sólo tengo que deshacerme del boxeador loco para reemprender la marcha y escapar. Suena sencillo, ¿verdad?

-¡Eh tio, toma esto y pírate, vale? -le arrojo un par de los grandes, los cuales ignora... lo que me confirma que muy conscientes no están. O por lo menos ya no les van las antiguas reglas.

Mis opciones se agotan, seguir corriendo o enfrentarlo... pero seguirá tras de mí, de eso no me cabe duda.

Punto medio... escapada peleando.

Sigo corriendo, pues no me queda otra, mientras busco algo durante el trayecto que lo haga tropezar. Un carrito, una puerta, una pila de pieles de plátano... (mierda, ¿tanta necesidad tengo de evadir la realidad? Eso sólo puede significar que voy a morir)...

Lo que sea.

Los gritos de auxilio de Rob resuenan por el pasillo provocando que Rosalin se estremezca. Brian por su parte, ignorando por completo a Sophie, abre lo justo la puerta del baño para poder echar un vistazo. Durante unos instantes duda sobre lo que debe hacer, pero finalmente el instinto de supervivencia se impone sobre todo lo demás.

Saliendo del baño, se pega a la pared del pasillo y avanza rápidamente hacia la recepción. Su mirada se cruza con la de Rob, quién con ojos llenos de esperanza, le suplica ayuda.

-Lo siento...   -Susurra Brian.  -Tú harías lo mismo en mi lugar...

Sin volver la vista atrás, corre por el pasillo hasta alcanzar la recepción dejando a su suerte a Rob.

El técnico, desesperado al ser totalmente abandonado, forcejea con la criatura con sus escasas fuerzas, pero poca a poco, va perdiendo terreno. La mandíbula de la criatura se cierra con fuerza rozando el cuello de Rob. Su fin, es inminente.

Violeta busca cualquier cosa que pueda servirla para desinfectar la herida y así es como da con un pequeño cuarto situado en el baño. Una puerta fina y de madera, cerrada con un candado pequeño y no muy resistente es todo cuanto la separa de  lo que busca. Así que tomando una de las papeleras, golpea el candado, el cual sale volando tras le primer impacto.

El pequeño cuarto de limpieza dispone de todo lo necesario para limpiar y reponer el material del baño. Por lo que no tarda en hacerse con algo de lejía y verterla sobre su propio brazo. El dolor y la sensación de quemazón es realmente intensa, pero sabe que es mejor eso a que ella misma acabe también convertida en una loca ansiosa de carne humana. Ahora la única pregunta es saber si ha logrado llegar a tiempo y si realmente todo ello ha servido para algo. El tiempo es lo que la dará las respuesta que busca.

Mientras tanto, Larry trata de escapar de lo que sin duda será una muerte segura. Trata de alcanzar algún objeto que impida seguir avanzando con soltura a la criatura que le persigue, pero no tiene suerte. El camino está despejado y la puerta demasiado cerca, si tan solo lograse salir antes...

Pero la suerte no le acompaña, un pequeño charco de sangre, sin duda sangre de Gary, le hace resbalar y caer al suelo. Instantes después, la criatura trata de atraparlo, pero agitándose desesperado, Larry logra golpearlo y hacerle caer sentado de culo.

Si estar tumbado en el suelo, con un enemigo a su lado no fuese suficientemente malo, otra criatura avanza con gran rapidez hacia ellos. En escasos segundos caerá sobre él.

Al dejar Brian la puerta abierta, Sophie presencia la inminente muerte de Robert delante de sus narices.

Sin saber muy bien como, movida por algo más allá de la razón, se lanza contra la infectada.

Aprovechando que está distraída con su objetivo, agarrando el número 7 con todas sus fuerzas se planta justo delante.

Y tomándose toda la calma que el momento puede permitirla, apunta directamente a la cabeza intentando partirla como un melón...

Tomando todo el aire posible alza el palo y lo descarga directo su cráneo esperando que esto sea suficiente para acabar con aquella indeseable.

La verdad es que las veces que fantaseé acerca de mi muerte, me la imaginé muy de película a los James Bond, habiendo tocado las narices a la persona no adecuada, una emboscada, sicarios de la mafía, ya sabes... algo relacionado con mi hobby.

Lo que nunca esperé, es que fuera a morir a manos de dos canibales hasta el culo de algún narcótico o enfermedad, el día de la boda de mi hermano. Es decir... ¿no és más probable ganar alguna lotería?

Sea como sea, me encuentro en el suelo, con el vestido manchado de sangre, al lado de un brutal individuo sediento de mi carne, y otro que se me acerca. Y, oh sí, una puerta al lado que no voy a alcanzar a tiempo ni de coña.

Pero bueno, la idea popular és que la esperanza és lo último que se pierde. Aunque disiento, creo que lo último que se pierde és la vida, como bien a punto estoy de comprobar. 

Pero si alguna vez alguién habla del bueno de Larry, preferíria que dijera que trató de luchar para sobrevivir, en vez de que se hizo un ovillo en el suelo, esperando la muerte mientras se cagaba en Dios.

Puestos a morir... que suden un poco, digo yo.

Me levanto como puedo, y trato de correr para salir de ésta situación de una vez por todas...

Y si no tengo suerte, les devolveré el mordisco...

Encontrar la lejía fue un alivio a mis ansias de desinfectarme el mordisco de la perra rubia.

Por dentro dudaba mucho que eso pudiera detener la infección. Pero una pequeña esperanza permanecía en mi interior. El hecho de desconocer aquella enfermedad era una suerte, pues sabiendo que había hecho todo cuando podía para detenerla, me daba una pequeña tranquilidad. Como mínimo de espíritu. Si tenía que morir, lo haría, irremediablemente. Pero con la creencia que había hecho cuanto había podido para detener la infección. Ya lo dicen, la ignorancia nos hace felices.

Sin más que hacer en ese baño, más que contemplar como Gary se desangraba irremediablemente, dejando un charco de sangre bajo él, o ponerme a limpiar todas las gotas y salpicaduras que había dejado yo en mi frenesí por desinfectarme, cosas que no iba a hacer, me dispuse a salir.

Abrí un poco la puerta y vi a Sophie acercarse a la jodida perra rubia, que dentellaba frente el rostro del bueno del DJ, blandiendo un palo de golf. Temí por ella, pero a la vez confié en su destreza para acertar ese golpe que tanto se merecía esa maldita loca que tanto me había jodido.

Sí, estaba enferma. Infectada, ida, lo que fuese, pero no me despertaba ninguna compasión. Ni llegando a pensar que posiblemente yo misma me viese así en un rato. En caso de llegar a ese punto agradecería que alguien me quitase de enmedio. Y porqué no tenía conmigo la jodida pistola, que sino lo hacía yo misma.

Cerré la puerta con un último pensamiento en Gary. Lo siento, nada podemos hacer por ti. Ya suficientemente jodidos estamos.

Y me dirijí al final del pasillo, a la puerta por donde la rubia hizo aparición, pasando lo más lejos posible de la loca mordedora.

Armada con el palo de golf, Sophie decide abandonar su refugio para ayudar a Rob. Las manos le sudan y siente que su corazón enloquece con cada nuevo paso que da. ¿Será capaz de matar a la joven recepcionista? Está segura de que nadie la condenará, después de todo, está obrando en defensa propia. Pero...¿Y las consecuencias morales? ¿Podrá vivir sabiendo que ha arrebatado una vida?

Con todo aquello pasando por su mente, se planta finalmente ante un aterrado Rob y su atacante. Aferrando con fuerza el palo de golf, lo alza sobre su propia cabeza y lanza un potente golpe hacia abajo. Sus ojos se cruzan con la mirada celeste de la recepcionista y...¡Pooom!

El palo de golf produce un sonoro sonido cuando golpea el suelo, muy cerca de la cabeza de  Rob.

La duda ha provocado que su ataque falle y aunque Rob intenta usar la distracción a su favor, la criatura se agita con violencia impidiendo que pueda escapar.

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Larry puede sentir el frío toque de la muerte, sabe que no puede escapar de aquella situación. La vida siempre fue un juego de apasionantes riesgos. Le encantaba apostar, le encantaba lograr lo imposible y por ello siempre la preparación lo era todo. Pero ahora que su mundo se hace pedazos, se da cuenta de que sus elaborados planes de nada sirven contra aquella horda de salvajes.

Cuando la muerte llama a tu puerta, no puedes perder ni un solo instante, debes de huir tan rápido como puedas. Tal vez de haber actuado de otra manera, de no haber vuelto a por el maletín, ahora su sino sería diferente. Pero aquello no era uno de esos videojuegos en los que puedes cargar la partida, no, aquello era la maldita vida real.

Los pulmones le arden y siente una punzada de dolor al tratar de esforzarse una vez más. Sus escasas fuerzas son insuficientes para escapar de aquellas criaturas que avanzan incansables hacia él.

Manos sucias y húmedas lo agarran y tiran de él.

Una descarga de dolor recorre su cuerpo cuando es  mordido en el hombro.

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Violeta al igual que Brian, comprende que allí no hay héroes. Sophie y Rosalin son sus amigas, pero no son ellas las que se enfrentan a un futuro tan incierto y aciago como el suyo propio. La sangre escarlata de su herida no muestra síntomas extraños, aunque siente que tiene algo de fiebre. ¿Será así cómo pase? ¿Será eso el comienzo de su final?

No lo sabe y puede que su vida se mida ahora por minutos o por horas, pero una cosa tiene clara, no va dejar de luchar. Así que siguiendo los pasos de Brian, corre por el pasillo, dejando a todos atrás, abandonados a su suerte.

La recepción del hotel esta revuelta y el mostrador cubierto de sangre. El lugar es un verdadero caos y varias cristaleras decorativas, yacen hechas pedazos. Alguien o algo las ha atravesado.

Violeta se acerca hasta la puerta principal del hotel, lo hace con una mezcla de sigilo y rapidez, una combinación de ambas cualidades, aportadas en su justa medida.

Algo se nueve frente a ella y entonces, su mundo queda sumergido en la oscuridad.