Partida Rol por web

Sin siquiera pestañear el silvano soltó la cuerda de su arco y la flecha voló. No le caía muy bien el "¿sinda?", pero no le deseaba mal alguno, no pudo evitar sentirse un poco furioso y decidió atacar al más joven. - malditas vidas desperdiciadas - pensó.

En sueños, los ruidos de batalla eran confundidos con escenas del pasado. Tan agitados eran los sueños que no despertó a la primera, ni a la segunda... pero el grito desgarrado del silvano herido por fin la sacaron de su trance.

En un salto, agarró su espada y salió de la tienda. Miró rápidamente a su alrededor, solo para comprobar que sus compañeros llevaban un buen rato en batalla.

¿Por qué no me habrán despertado?

Sus dudas empezaban a aflorar, llegando a pensar que hasta ellos la consideraban una inepta para el combate y totalmente innecesaria. Agitó la cabeza con fuerza. Les demostraría que eso no era así.

Atisbó a los enemigos, dos de ellos dormidos, y se lanzó a por uno de los que estaban despiertos.

El enano se había sorprendido con el hechizo de Tirlindë, tendría que felicitarle cuando acabaran el combate. Pero la refriega continuaba. Había cargado contra uno de los arqueros que ahora intentaba coger su escudo. Pero no le iba a dar la oportunidad de contraatacar. El destino estaba sellado.

Sin embargo, se había descuidado al considerar a su oponente ya rendido en el suelo y una mala maniobra le llevo a cometer un gran error de coordinación. Cuando iba a fulminar a su enemigo aprovechando que estaba recogiendo el escudo tropezó con una rama y resbaló enredando su pie en una raíz y el brazo de su hacha en una rama. No entendía que había pasado.

 Elendorn no erró la flecha que atravesó la pantorilla del muchacho. Este soltó el arco y se agarro la herida, pero la flecha traspasaba de punta a punta. Sangraba por la herida de la clavícula y no tardaría mucho en desmayarse.

 Rudigar comenzó a recargar. Tirlindë ataba a los prisioneros con una cuerda que había hayado en las monturas. Elendin salió de la tienda, espada en mano.

 Fjalar intentó impactar al hombre. Pero tropezó con una raíz y quedó con su hacha trabada en una rama. Las hachas no estaban hechas para el combate en la maleza. El enano quedó bloqueado, intentando recuperar su arma.

 Sonriente, el hombre embrazó su escudo y desenvainó su propia hacha, dispuesto a acabar con la vida del pequeño guerrero. Lanzó un golpe, pero estaba desequilibrado con tanto cambio de armas y el filo pasó muy lejos del naugrim.

El silvano cargó su arco apuntando al joven, mirando al que tenía a fjalar indefenso - ¿puedo pedir que soltéis las armas y os rindáis? 3 muertos por uno no os favorece demasiado, y tu serías el cuarto. Rendíos mientras podéis... - la mirada triste del elfo no podía decir más, y sin duda haría lo posible por que fueran 4 por ninguno, si seguían su ataque.

Las cosas no iban nada mal, consideró el hobbit, viendo que los enemigos estaban heridos, que el arquero iba a sucumbir a manos del enano... hasta que Fjalar tropezó. Los ojos de Rudigar se abrieron como platos y suspiró aliviado cuando el tajo del enemigo pasó lejos de la dura y barbuda cabeza de su amigo, pero no por ello estaba descargado de adrenalina. No iba a permitir que hubiera una segunda oportunidad, no, no lo consentiría.

-¡Deja al enano, pedazo de escoria! -exclamó con su boca liberada de la daga que estaba lanzando.

El enano, todavía aturdido por el fallo que había cometido, trató de sacar su hacha mientras ponía su escudo para defenderse del atacante.

Djá de atacm. Crnzo. Balbuceó intentando convencerlo de que lo mejor era que dejara las armas.

Tirlindë viendo como sus compañeros acudían a ayudar al enano, decidió centrarse en el otro objetivo que Elendor había dejado casi muerto, sería un error olvidarse de él, y dado que el otro objetivo pronto sería una baja más, lanzó su hechizo de dormir al otro arquero que parecía un poco aturdido.

Ante los ojos de Elendin había dos de ellos tirados en el suelo, mientras el mago los ataba, el otro peleaba contra el enano y el hobbit se había lanzado a por él, y un último, medio desangrado por una flecha del silvano, se debatía entre la vida y la muerte mientras el noldo tenía su vista fija en él. Decidí agilizar los trámites, espada en ristre acudí a su encuentro y le asesté un espadazo para intentar acabar con su vida.

 La daga salió volando hasta enterrarse en el muslo derecho de aquel tio, que aulló de dolor.

 El mago hizo unos pases mágicos y el joven cayó rendido sobre el suelo de hierba del bosque. Aun sangraba, pero parecía dormir dulce y profundamente.

 Elendorn y Fjalar, en su caso con una voz vidriosa, intentaron amedrentar al único enemigo en pie. Al único que no habia caido bajo el influjo del brujo noldor.

 Sin embargo descargó su hacha contra el enano que intentaba recuperar su arma, pero falló. Era increíble la poca destreza del dunlendino intentando impactar en un enano aturdido. Esto permitió a Elendin acercarse al tipo y cortar la mano con la que sujetaba el hacha con un tajo limpio de su espada. El arma cayó al suelo del bosque con los dedos aún cerrados en torno a su empuñadura. El tipo miró un segundo su muñón, del que manaba sangre como de un torrente, antes de desmayarse. Tal y como sangraba, pronto estaría muerto.

Sin éxito en una negociación pésima y a escasa distancia, soltó su flecha para acabar con ese desagradable juego, de atacar a todo el mundo es lo mejor. Pero a la hora de la verdad su pulso tembló, y se vio su clara intención de no desear la muerte a nadie.

 Con los tres prisioneros atados como morcillas, encontraron entre sus pertenencias tres mochilas, un juego de ganzuas, yesca y pedernal, dos carcajs con 36 flechas, una espada corta, dos lanzas, dos escudos, dos arcos cortos, un hacha, una antorcha, 14 dias en raciones de viaje, 23 monedas de oro, 200 monedas de plata, 53 monedas de cobre y 79 monedas de estaño… ah, y por supuesto la espada invisible, que costó de localizar entre la hierba y resultó ser una espada corta. A parte, de las dos armaduras de cuero endurecido y el peto de cuero que llevaban puestos.

Fjalar observó a los caídos mientras se vendaba la pierna. No creía que el que había perdido la mano pudiera recuperarse a tiempo, terminaría muriendo tarde o temprano. Sin embargo, había que pensar que hacer con el resto de los enemigos.

Dejarlos atados a un árbol no es una buena opción. Sería como condenarlos a muerte directamente. Seguramente tendrán caballos o algo por aquí cerca.

El enano comenzó a pensar en como debían actuar.

Podríamos atarlos desnudos a las grupas de sus caballos y entregarlos a la primera autoridad que veamos, o dejarlos desnudos en el bosque y que caminen hacia alguna ciudad. ¿Qué opináis?

Limpiando la sangre en la capa, observé al hombre mutilado que yacía a mis pies. Con parsimonia le rasgué sus propias ropas y fui envolviendo su muñón poco a poco, apretando fuerte para hacerle un torniquete y que no se desangrase, y rodeando la zona donde debería haber una mano con fuerza para taponar la herida.

- Creo que lo mejor es dejarlos sin armas y sin posibilidad de perseguirnos - dije mientras me ocupaba de la tarea - que los Valar se apiaden de ellos.

Observé las armaduras de cuero y de cuero endurecido, a la vez que las gemas y el oro... esta aventura estaba resultando más que rentable.

- Señor hobbit... mire esto - dije señalando donde estaba la espada invisible - de tamaño creo que le vendría a la perfección.

-Lo miro pero no lo veo -dijo socarrón el hobbit- Esa espada me vendrá que ni pintada -remató.

La rápida finalización del combate le había relajado de forma más que considerable. Al parecer no sólo habían salido al paso con buen pie, sino que además habían puesto la guinda a toda aquella situación. El botín de los emboscadores. Nada mal, no señor, nada mal.

-Le juro por mi tía Brucelinda Belinfante que no era mi intención acabar con más vidas. Suficiente habíamos hecho ya por el camino e imaginaba que estaríamos un tiempo, tal vez una vida, sin más sangre que derramar. Salvo uno o dos puercos para vestir la despensa, esto es. Pero dado que nos han atacado y nosotros nos hemos defendido, hemos hecho lo que debíamos, y no muy mal, a decir verdad. Que los vivos sigan vivos, pero que aprendan la lección: dejémoslos en paños menores y que se las apañen. Y si nos los volvemos a topar en el futuro, ya veremos qué hacen. Por lo pronto y de momento, como mucho nos tirarán piedras...

 Elendín intentó salvar la vida de aquel hombre, pero no dejaba de sangrar. El apaño era sólo temporal. Al chico joven a su lado sí se le pudo vendar sin más problemas, igual que a Fjalar, pero la hemorragia tan grande que tenía el otro tenía mala pinta. 

 Con la propia cuerda que ellos traían, que ya antes se la habían visto a Dinedhel en la mochila, los ataron juntos a los tres. Buscaron los caballos pero fue en vano. Aquellos tres hombres habían venido a pie igual que ellos. Sólo que ellos sí se irían a caballo. Aprovecharon que los tres estaban profundamente dormidos para hacerse también con sus armaduras.

  Cuando terminaron de buscar las monturas infructuosamente, el hombre de la mano cercenada ya estaba frío.

El elfo los miró, tomo un arco corto y lo ató con unas ramas flexibles de un árbol, puso junto a el en el suelo 4 flechas, y ayudó a mover a los aun vivos al lado.

- nos han atacado, pero no se dirá de mi, que no les di una oportunidad de vivir, que si viven, aprendan que asaltar no lleva a nada bueno, y si mueren,... al menos se les habrá ofrecido una oportunidad que todos deberíamos tener.

No le iría mal al silvano, practicar ante un metal bien pulido, y procurar practicar sus discursos de influencia, pues parecía que el resultado nunca era efectivo. ¿Lograría salvar algún día la vida de alguien?

El noldo estaba a favor de no acabar con la vida de aquellos salteadores, pues sabía eran actos como aquellos los que demostraban realmente quien gozaba de superioridad moral. No obstante le líder tenía información valiosa sobre la anciana, había dicho que el tesoro le pertenecía, y dado su acuciante e innata necesidad de información, aprovechando que estaban todos dormidos, reunió a sus compañeros y les dijo:

-Sé que el líder tiene información valiosa sobre la anciana y el tesoro, tengo un plan para hacerle hablar, me llevaré a sus compañeros uno a uno, y con mi magia de ilusión sonora imitaré que los torturo, espero que ésto ablande la entereza del cabecilla, y cuando llegue su turno nos cuente todo lo que sabe; sólo pido que confiéis en mi, obedezcáis las órdenes y os mostréis duros y tajantes en todo momento con estos miserables, ¿entendido? -dijo mirando a los demás, en especial a Elendin la cual como líder tenía un peso algo mayor en las decisiones.

Cuando tuvo su visto bueno, ató y amordazó con ayuda de sus compañeros a los 3 supervivientes. Luego le roció agua en la cara al líder y a uno de ellos, para despertarlos de su trance inducido por él mismo. Se quedó mirando al tipo más irrelevante con dureza, lo señaló inquisitivamente y haciendo una señal a dos de sus compañeros les dijo simplemente y con una voz carente de emoción:

-Traédmelo... -dijo mientras los demás lo arrastraban fuera de la visión de su líder, que sólo pudo contemplar con impotencia como se lo llevaban.

Rápidamente lo agarraron y lo llevaron atado y amordazado a una zona apartada, pero lo suficientemente cercana como para que el líder pudiera oír la "tortura". Una vez lo tuvo apartado, realizó su hechizo de ilusión sonora para recrear un interrogatorio bastante duro, se oían golpes bastante dolorosos, la voz del noldo diciendo con fuerza "Cuéntanos lo que sabes", el sonido de huesos al romperse, gritos de dolor extremo y en general una situación que pondría los pelos de punta.

Cuando volvió, se untó sangre en las manos de las del tío del muñón, y tras colocarse frente a los dos individuos restantes parecía que iba a llevarse al líder esta vez, pero simplemente le dijo:

-Si hablas ahora podrás salvar la vida de tu compañero restante y la tuya, de lo contrario a tu amigo le quedará muy poco... -dijo con una voz que infundía pavor.

El silvano solo le miró tristemente, y sin ser capaz de fingir tanta crueldad, solo se llevó la mano ala su rostro, apenado realmente por esa tortura psicológica, pena que aprovechó para fingir lo único que podía, pena y pesar. Miró al líder y solo dijo la verdad...

- Lo siento, ya no puedo intentar hacer nada más por tí.

Se retiró con los caballos cabizbajo, y un caminar, que pese a no dejar huella, parecía demasiado pesado.

Dado que el tipo no estaba dispuesto a cooperar, repitió su "ritual" anterior, aunque esta vez añadió más detalle, se escuchó como un hierro candente derretía las piel, sollozos, y los mismos detalles que antes pero aún más grotescos y escalofriantes. Cuando terminó volvió nuevamente con el líder y sus manos con más sangre aún, le dijo esbozando una sonrisa un tanto sádica:

-Si quieres salvar tu piel, ésta es tu última oportunidad para hacerlo, cuéntanos todo lo que sabes y te dejaremos vivir aunque no con muchas pertenencias a decir verdad, de lo contrario te espera una muerte lenta y dolorosa, y para la tuya tengo ideas mucho mejores jeje -dijo sonriendo y mostrando una sonrisa que infundía sobretodo miedo.