Partida Rol por web

El enano asintió mirando el balde que reposaba en su caballo.

- Es mejor hacer noche aquí.-dijo pensativo.

No le gustaba la idea de pasar otra noche acampado pero tampoco deseaba hacerlo a las puertas de la ciudad y no podía entender como esto sería mejor para la defensa.

Estoy de acuerdo. Sentencié sin animo de explicar mi posicionamiento.

El día había sido duro y el descanso nos vendría bien para que los heridos pudiesen reponerse de sus heridas.

Ansiaba llegar a la ciudad, pero dormir a sus puertas no parecía una buena idea.

El silvano ni necesitaba decir lo que pensaba, ya les había ofrecido su mano y no sería digno de su propio nombre si cambiaba de idea por tan poco. Su compromiso siempre debía ser sincero y desinteresado, lo fue desde antes de su viaje y no dejaría de serio ahora.

Viendo que todo el grupo opinaba igual, Elendin hizo lo mismo.

- Sí, será mejor acampar - coincidió con todos - mañana ya llegaremos con el sol y más tranquilos. 

Comenzó a montar su propia tienda, pues estaba cansada de cabalgar y quería recuperarse de la mordedura lo antes posible.

3 de Girithron
 21:00 - 9:00

 La noche sucedió tranquila. Los aventureros acampados alrededor del carromato, con la família de mercaderes durmiendo dentro de él. Se hicieron diversas guardias y en ellas podían escuchar las campanas a lo lejos marcando las horas en la ciudad. También algunos pájaros volando por el cielo, siempre en dirección sur. 

 Ya no se oían los aullidos de los lobos y eso permitía a las monturas descansar más tranquilas.

4 de Girithron
9:00 - 13:00

 El nutrido grupo avanzó la distáncia que los separaba de la ciudad. Llegaron a la misma en dirección suroeste, siguiendo el curso del Mitheithel. Divisaron las altas murallas y la Annon Roch, la "entrada de los caballos" o "la entrada de los caballeros". Sus puertas estaban abiertas. 

 Llevaba hasta dichas puertas el Gran Camino del Norte, en dirección sureste, haciendo casi una "V" perfecta con el rumbo de la caravana. Era una gran via empedrada y con arboles a los lados, secundando el camino. Al remontar el cambio de rasante, lo que vieron del otro lado los descorazonó.

 Un montón de casas, mal construidas, con materiales desechados en otras obras, acumulando basura e inmundicia a su alrededor, se apretaban del otro lado del camino. Al girar el viento, el hedor golpeaba en el rostro al grupo y a los mercaderes mientras se acercaban. Fuera de los muros de Tharbad crecía aquella extraña urbe, poblada por gentes hurañas y desarrapadas, por lo que podía verse en la distáncia. 

 No tuvieron mucho tiempo para divisar nada más. De pronto una flecha se incrustó en el carromato, cerca de dónde había estado la cabeza de Antharion, que caminaba junto al carro y una segunda golpeó la hombrera del peto de cuero de Elendorn y se desvió cayendo a la hierba de manera inócua.

 ¡A las armas!! gritó el joven en Oestron ¡Nos atacan!

 Sí, les estaban disparando, pero, ¿desde dónde?

Un ataque misteriosos tan pronto como llegaban, ¿por que les atacarían sin más? Sin dudar sacó su arco buscando el lugar desde el que disparaban. ¿Era aquello una tétrica bienvenida clásica?

Elendin comprobó horrorizada como les estaban disparando.

- ¡¡Cubríos!! - acertó a decir, mientras conducía a Viento de Fuego detrás del carromato para proporcionarle algo de cobertura. Sacó el arco y una flecha, oteando en el horizonte en busca del enemigo.

Fjalar se dispuso detrás de su escudo y se preparó para lanzarse a quien fuera el que les estaba atacando. Esperaba que alguno de sus compañeros con mejor vista diurna le pudiera señalar una dirección y, así, localizar al enemigo y cargar contra él.

No parecía que salir de las cuevas de los enanos le hubiera proporcionado la paz que necesitaba para crear sus canciones. Pero no iba a rendirse ahora.

 Rudigar descendió de su montura y oteó el horizonte. 

 Comenzó a cargar su ballesta. No sabía quienes eran o por qué atacaban, pero una cosa estaba clara: no eran amigos.

 El joven guerrero se apostó junto al hobbit con su arco entre las manos.

 Si les disparaban responderían. Miraba a derecha e izquierda buscando a los objetivos contra los que hacerlo.

 El anciano detuvo el carro. 

 Se bajó del pescante mientras desenvainaba la espada ancha.

 ¿Dónde? ¿Dónde están? preguntó con voz temblorosa.

 La anciana se quedo en la banqueta sosteniendo las riendas del tiro y oteando el horizonte.

 Sus viejos ojos recorrían nerviosos todo el horizonte.

 La joven madre apenas se fijo en la lontananza.

 Cogió a su hijo y se escondió en lo más profundo de dentro del carromato.

  Ni idea.... murmuró mientras desaparecía de la vista de todos con su hijo de la mano.

 Sin duda las flechas vienen de enfrente vuestro, del camino o alrededores.

 Pero sigues sin conocer la posición exacta de los enemigos.

 Vuestros ojos expertos rápidamente localizan a los dos arqueros.

 Estan apostados cada uno en uno de los árboles del camino, a quince metros de vosotros, dos figuras aparentemente humanas con armaduras de cuero. Veis como mientras los buscan se ocultan tras el árbol y recargan una nueva flecha.

 En breve, volverán a disparar.

 El ambiente era tenso.

 Se produjeron unos segundos de inactividad en los que todos, aventureros y mercaderes, escudriñaban la zona para intentar situar a los atacantes.

 Parecían ocultarse de sus ojos. No se oía ni se veía nada fuera de lo común.

Allí, tras aquellos arboles! Grité al tiempo que espoleaba a Avathar y cargaba contra el primero de ellos. Con la lanza en la mano, me dispuse a ensartar al primero de aquellos malhechores.

Diciendo Ragnar el lugar, el silvano no lo pensó mucho, y disparó al primero que le pareció ver mientras buscaba cobertura cerca del carro.