Partida Rol por web

28 de Hithui
 8:00

 Elendin, aprovechando su renovada capacidad del uso de los brazos, rodeó el orondo cuello del posadero. Toda la família había acudido a despedirse.

 Sigan el Fontegrís... es la mejor manera de llegar a la ciudad de Tharbad ¡No tiene pérdida! insistía el posadero referíendose al Mitheithel en su rotunda versión del Oestron Primero se unirá al Bruinen, a mitad del camino, y cuando os crucéis con el Gran Camino del Sur, encontraréis la ciudad.

 Lo cierto es que no había un camino en sí. El grupo seguiría el borde del río, terreno llano y fácil de trotar. Esperaban no tener muchos problemas. Los saqueos orcos habían disminuído en la zona desde que Ar Gular fuese derrotado.

 El otoño seguía avanzando y cada vez llovía menos. La región, sin embargo, parecía rejuvenecerse sin la influéncia maligna del castillo y de quien había sido su oscuro dueño. Turlin se había convertido en un personaje odidado. Ya nadie recordaba al alegre bardo, si no a quien trajo a los orcos, los trolls (aunque esto último nunca se probó) y la desgracia a la región. Ahora estaban todos mejor.

 Las monturas estaban listas. Era el momento de partir. 
 

Esa mañana era el gran día. Por fin, tras tanta espera, podría quitarse las toscas vendas que rodeaban sus brazos y comenzar a moverlos y a usarlos con cierta normalidad. Pequeñas lágrimas de felicidad la inundaron cuando pudo empuñar de nuevo su espada, y con mucho cuidado y reserva, tensó la cuerda de su arco para asegurarse de que todo volvía a la normalidad. 

Ese día tocaba la marcha, que tanto se había retrasado por su culpa, a pesar del esfuerzo de Rudigar y los cuidados de todos sus compañeros. El grupo se despidió de la familia Grum y comenzó la marcha con sus indicaciones. Ahora tocaba decidir cómo de rápido querían ir.

Elendorn sonrió ante la despedida, y revolvió el pelo del pequeño Puil, pensó que tal vez sería un gran guerrero en el futuro, tenía su propia daga con la que practicar, habló un poco con algunos comerciantes esperando que alguno tuviera Draaf, tomar un poco de té reconstituyente estaba bien, pero podía ir mejor comer algo en un instante por tal de salvar un peligro inmediato.

Finalmente, compró una ponzoñosa dosis de Uraana, un buen puñado de thurls, un par de Harán y otro de Rewks, quería estar preparado para el viaje. Finalmente, sumó a su compra unas raciones semanales, para asegurarse de llegar al destino debidamente.

Rudigar, a diferencia de lo que cabía esperar de un comedido hobbit, estaba ya ansioso por partir. Al fin y al cabo estaban abusando de la hospitalidad de los dueños de la taberna y había cosas importantes que hacer. La Comarca se le quedaba a cada instante más pequeña y ardía con deseos de ver más mundo, de maravillarse con nuevos paisajes, de disfrutar del bullicio de una gran ciudad de gente grande. Bree había sido sólo la antesala del mundo y ahora quería más, en especial tras vivir todas aquellas aventuras. Cuando fuera mayor sin duda tendría una buena cantidad de historias para contar a sus nietos... y para ser una maravillosa mala influencia, como antaño lo había sido su abuelo para él. Sólo había que mirar qué tan lejos le habían llevado sus pies desnudos...

El noldo se despidió deseándole la mayor de las suertes a aquella familia en estos tiempos aciagos, pero manteniendo su porte y rostro serio, pues aunque aquella zona parecía más tranquila, estaba seguro de que era la calma que precedía a la tempestad...

Así pues, marchando a lomos de su montura camino sintiéndose un poco más fuerte que la última vez que viajase, estaba claro que las aventuras vividas le habían hecho más sabio si cabe, y estaba deseoso de poner a prueba sus nuevas dotes contra los enviados del mal...

 La joven de los Grumm os ofreció comida y viandas para el viaje a los que les faltasen todavía por unas monedas, que guardó en su sucio delantal.

 Gracias por todo, espero que tengáis un buen viaje. luego añadió con la voz rota Gracias por salvar a mis hermanos Puil y Leddon. Nunca olvidaremos lo que habéis hecho por nosotros.

  Y toda la família se despidió del grupo desde la puerta de la posada.

28 de Hithui
8:00 - 12:00

 El grupo se alejó del pequeño edificio gris que había sido su hogar la mitad de aquel otoño en que se habían conocido. Al trote, siguieron el curso del río sin mirar atrás. El mitheithel era caudaloso tras las últimas lluvias y fácil de seguir. Por fortuna, el cielo aparecía despejado.

 Las verdes praderas se extendían ante ellos, con una fuente inagotable de agua potable y los caballos descansados tras quince días de establo, paja y heno. El trote era un ritmo agradable y todo el mundo mantenía alto su ánimo ante el viaje que tenían por delante.

28 de Hithui
12:00 - 16:00

 Mientras trotaban aquella tarde pudieron ver en vuelo varios halcones cazando en las praderas.

 Los halcones se lanzaban a gran velocidad sobre la alta hierba y volvían a volar casi de inmediato con presas en sus garras: ratones, conejos... No hubiesen podido acercarse, pues eran más rápidos esos halcones que sus monturas y los veían a lo lejos, pero era un bonito espectáculo de la naturaleza verlos allí, cazando en su entorno...

28 de Hithui
16:00 - 20:00

 Trotaron durante toda la tarde, siempre en dirección sur suroeste siguiendo el río. Cuando el astro rey fue bajando hasta brillar anaranjado apoyado en el horizonte pudieron ver un campamento abandonado. Había restos de una hoguera, defecaciones y restos de comida. Debía tener una o dos noches como mucho desde su último uso.

 No se veía a nadie en las inmediaciones. Sin embargo, parecía un campamento humano, no uno de orcos o seres de la sombra.

 Sin embargo, no podían re-aprovecharlo, debían continuar un poco más si es que deseaban llegar en pocos días a la ciudad de Tharbad.

28 de Hithui
20:00 - 0:00

 Siguieron avanzando aún de noche, forzando la marcha y a los animales, guiándose por la luz de las estrellas en el cielo y el sonido del própio cauce de agua.

 Encontraron un refugio de pescadores. Era apenas una cabaña de un metro cuadrado con restos de haber limpiado pescado en su interior, así como redes rotas y algún anzuelo. Tampoco había nadie en la cabaña, así que el grupo decidió acampar a su alrededor. Era tarde. Los elfos meditarían mientras sus compañeros hacían una hora de guardia cada uno y después ellos cubrirían las últimas cuatro horas. Era la única manera de mantener aquel ritmo.

 Aunque Elendin, Rudigar, Fjalar y Ragnar durmiesen siete horas diarias en vez de ocho...

29 de Hithui
0:00 - 8:00

 Aunque durante las diferentes guardias, nadie vió acercarse a ninguna criatura, humano, animal o monstruo, sí pudieron oír el ulular de los búhos y los lobos en la lejanía. Estaba claro que una gran vida animal poblaba aquellas verdes praderas.

29 de Hithui
8:00 - 12:00

 Se levantaron y desayunaron rápidamente antes de ponerse en marcha de nuevo. La primera jornada de viaje había sido tranquila, pero estaban seguros de que tendrían problemas mucho antes de llegar a Tharbad. Aquellas tierras eran salvajes y peligrosas.

 A unos quinientos metros de su posición acertaron a ver una família de corzos, de unos siete u ocho miembros. El macho, las dos o tres hembras y las crías se los quedaron mirando mientras los veloces caballos avanzaban en dirección sur.

29 de Hithui
12:00 - 16:00

 El páramo parecía tranquilo, los caballos piafaban y trotaban. El grupo se mantenía bastante silencioso, cada uno perdido en sus atribulaciones.

 Ragnar parecía haber soñado con un oso la última noche antes del viaje y eso lo tenía taciturno. Rudigar no dejaba de probar nuevas formas de calentar las raciones cada vez más extravagantes. Tirlindë reflexionaba mientras hacia brotar chispas de poder de entre sus dedos contínuamente. Fjalar había comenzado a llevar la cota de mallas durante todo el día. Elendorn oteaba en busca de árboles a los que poder subir mientras Elendin se avanzaba al grupo contínuamente para guiar y comprobar el terreno, disfrutando de nuevo del uso de las manos.

29 de Hithui
16:00 - 20:00

 Nuevamente la oscuridad se extendió por Arda.

 En aquel día no habían visto a nadie más desde los corzos, ni rastros ni el sonido de los pájaros. Por la tarde cayeron algunas gotas, lo suficiente para calar el frío en los huesos y poco más. El otoño seguía avanzando y cada vez hacía más frío, aunque se dirigieran al sur. 

29 de Hithui
20:00 - 0:00

 Trotaron bajo la llovizna siguiendo el río, aún en la oscuridad.

 Cuando ya buscaban un lugar dónde acampar pudieron ver, aún amarrada a una estaca hundida firmemente en tierra, los restos de un bote. La barca debía medir unos cuatro o cinco metros de eslora por dos o tres de cubierta. Sin embargo, debía haber permanecido fija en el mismo lugar durante varios años. El suelo se había podrido y desfondado por la acción erosionadora del agua. La barca estaba inservible, pero quedaba clara la presencia de pescadores en el río por todos los restos que habían ido encontrando. Era de suponer que se dedicaban a otras labores durante el otoño y el invierno, pero que, al caer la primavera, aquella ribera era un lugar muy transitado.

30 de Hithui
0:00 - 8:00

 La segunda noche fue tan tranquila como la primera, sin altercados. 

 Simplemente se podían oír aullidos lejanos. Cada vez era más claro que se trataba principalmente de lobos. Los cánidos seguramente estaban empezando a pasar hambre, ya que muchas de sus presas habituales se empezaban a meter en sus madrigueras llenas de comida para pasar el invierno, y parecían dispuestos a ampliar su territorio de caza... y quizá su menú.

 Sin embargo, no llegaron a ver ninguno aquel día.

30 de Hithui
8:00 - 12:00

Después de viajar a lomos de sus caballos durante un par de días sin ver a nadie más que a sus compañeros de grupo, casi se alegraron de avistar a un pequeño grupo de hombres caminando por la misma ribera en sentido contrário. Un hombre mayor, dos adultos, dos jóvenes y lo que parecía un adolescente todavía, todos ataviados con arcos cortos, puñales y lanzas. 

 Debía ser una banda de caza dunlendina, buscando presas para pasar el largo invierno que se acercaba. Sin embargo no debían haber cazado mucho por que al divisar a los aventureros, cargaron sus arcos.

Muy distantes, unos cien metros era una distancia enorme, no imaginaba que realmente les fueran a atacar a ellos, puso su mano al lado de la boca y alzó la voz para que pudieran escucharle - ¡HACE UNOS DÍAS VIMOS UNOS CORZOS EN NUESTRA DIRECCIÓN! PUEDE QUE AUN ESTÉN ALLÍ -

También miró a su alrededor, sin duda un ataque a tal distancia no lo creía muy posible, tal vez hubieran visto algo que ellos no.

-Me parece que nos hemos convertido en su nueva presa. O eso creen -dijo el pequeño guerrero.

Si aquellos cazadores frustrados pretendían aprovecharse de su supuesta debilidad, iban a tener una sorpresa. Sin perder tiempo Rudigar tomó su ballesta y comenzó a cargarla. No sería el único arma de proyectil que aparecería en las manos del grupo, así que aquellos cazadores torvos, con su reacción tan poco civilizada, iban a convertirse rápidamente en desafortunados asaltadores...