Partida Rol por web

La cena de la centuria esta marcada por dos eventos, a cada cual mas deprimente. Primero, la realizacion de que Curio, el optio, ha sido un traidor a Roma. A muchos les cuesta creerlo y en un inicio os miran con desconfianza.  Y si Curio simplemente intentaba llegar a un acuerdo bajo cuerda con los germanos para mantener la paz? 

El discurso del centurion sobre el juicio parece convencer a toda a centuria, aunque no ayuda a mejorar la moral. Su relato de las ultimas palabras de curio y la contundente certeza del ex-optio de que estais condenados, hacen mella en los supersticiosos legionarios. El viento frio, del norte, que parece enfriar hasta los huesos, aviva la sensacion de que algo no va bien. Durante la cena frugal y silenciosa, con los soldados cuchicheando en vez de hablar y bromear como es costumbre, Vulso informa de que se doblaran las guardias y las patrullas. Eso hace que os toque guardia a pesar de la mision de mañana, aunque Vulso lo arregla para que la tengais de las primeras y todos juntos, para poder tener una buena noche de sueño.

Segundo, la cremacion. Reunidos en el patio, procedeis a cremar los restos de Secundus y Curio, el primero con las armas de todos los enemigos caidos y el segundo con su espada. A ambos le ponen una moneda en cada ojo para pagar al barquero. Lo que menos desea la centuria es que el espiritu de Curio quede atrapado en este lado y, al fin y al cabo, murio con honor. Hades le juzgara como se merezca. 

La noche cae a medida que colocais los leños y mientras se preparan los cuerpos, empiezan a aparecer cuervos. Al principio solo uno. Despues otro. Despues tres mas. Se posan en las murallas y miran el espectaculo en silencio. 

Es un mal augurio - escupe un legionario ya mayor. 

Cuando acaban los preparativos, cientos de cuervos miran desde las murallas como encendeis las piras funerarias ( con cierta dificultad debido al frio y el viento) y se recitan unas rapidas plegarias. En cuanto las llamas alcanzan los cuerpos de los soldados muertos, se aviva el viento y todos los cuervos al unisono empiezan a granznar. El ruido, ensordecedor, dura mas de veinte minutos y solo acaba cuando el cuerpo de los dos muertos yace calcinado en la pira. En cuanto paran los graznidos, se produce un silencio sepulcral en el campamento. En el silencio, se oye como algo cae de la pira funeraria con un tintineo metalico y rueda hasa vuestros pies. Son dos monedas de plata, frias al tacto. 

Los cuervos se marchan volando y mireis donde mireis, los ojos de los legionarios solo os devuelven un sentimiento: Miedo.

El corso ha pasado la mayor parte del funeral lejos de Ruso y los suyos; bromeando con Duvernoisus, uno de sus antiguos compañeros que ahora está en otro contubernio. Al principio todo iba bien, pero el graznar de los cuervos está empezando a afectarle; para colmo, su ex-compañero le está rayando la cabeza con sus paranoias de ultratumba.

- Los oyes? Son cuervos... psicopompos... han venido a llevarse las almas del optio y del númida, pero también están pujando por otras almas, por nuestas almas.

- Deja de decir bobadas. Eso no es cierto. ---le responde el corso, pero está claramente afectado.

- Y por qué no? ---el compañero tiene una sonrisa irónica en la cara.

- Mira, yo sé lo que es real, y esto es real.

- Y tú cómo lo sabes? El mundo de ultratumba no se ve hasta que no dejas atrás tu cuerpo, como esos dos --- dice, señalando a la pira con el dedo.

- Lo sé y basta! ---le corta el corso. Está empezando a ponerse nervioso de verdad. Los cuervos le están taladrando la cabeza ---. La realidad es mucho más simple que todo eso.

- Aaah, no, la realidad no es simple. Escucha a todos estos cuervos. Parece que están graznando porque sí, no es cierto? Completamente ajenos a nosotros. Y sin embargo, podrían estar ahí porque nosotros... porque tú lo has querido. Es más... podrías hacer que se pusieran a tu servicio... o que te destruyeran.

El corso se lleva las manos a la cabeza. Está harto. Harto de los cuervos. Harto de los germanos. Harto de esta maldita legión. Harto de todo.

- LO QUE QUIERO ES SE CALLEN! Y TÚ TAMBIÉN!

Los cuervos se callan de repente. En cuanto paran los graznidos, se produce un silencio sepulcral en el campamento. La gente empieza a hacer un corro alrededor del corso, a quien miran con terror. El corso mira alrededor. Algunos le señalan con el dedo. No puede más.

- Que alguien me diga la verdad, joder!

- La verdad? ---responde Duvernoisus---.  Puede que no la soportaras!

Incapaz de mantener la cordura por más tiempo, el corso sale corriendo de la escena, gritando y soltando mamporros a diestro y siniestro. Sus compañeros de tienda lo encontrarán más tarde tirado en el suelo, rodeado de objetos hechos trizas, envuelto en sus mantas y tiritando. No dirá una palabra. Sólo su condición de voluntario suicida le librará de una tanda de latigazos.

Es un mal augurio - escupe un legionario ya mayor. 

El decano escupe al mismo lugar que el veterano y asiente.

- Cierto, no ha acabado de correr la sangre. - mira hacia el norte y añade con una sonrisa disfrutando del viento helado que le golpea la cara- Pero juro por Júpiter que correrá más sangre germana que romana. Si he de morir aquí será con honor y cubierto de enemigos.

 Oton ve como huye el corso, empujando a la gente, fuera de si. Traga saliva con dificultad pero se mantiene firme. Por Secundus. Apoyado en su pilum, espera que las piernas, que le tiemblan no le fallen. Tambien le han entrado unas ganas terribles de mear pero mas que a los cuervos, tiene miedo a Ruso. Ya ha dejado bastante claro lo que opina de el y vista su sonrisa parece claramente loco.

El centurion levanta las manos intentando que los soldados se tranquilicen

Solo es viento! Y animales! Nada de lo que preocuparse. Somos soldados de Roma! - dice intentando convencer a los soldados sin mucho exito

Viridio está en el exterior del grupo de legionarios, un tanto apartado.

Solo cierra los ojos un segundo, cuando el fuego toca el cuerpo de Secundus, y pide a los dioses que guíen su alma.

Continúa tranquilo, apartado, cuando los cuervos empiezan a graznar y los muchachos más jóvenes se ponen nerviosos.

Son putos cuervos, mentecatos. Y han venido a cenar. - no puede evitar decir en alto, ganandose varias miradas de reproche por parte de los que le escuchan.

Observa como el Corso sale corriendo como una nenaza y se levanta, tomando la pequeña ánfora de vino que ha rapiñado, y se dispone a seguir a su compañero para tranquilizarle con un trago.

Putos cuervos... graznan... y buscan algo que echar al buche... niñatos cagados... - va mascullando mientras se aleja.

Ruso mira con sorpresa a Viridio y resopla mientras murmulla:

- Inconsciente... - y en voz más alta añade mientras se recoloca la espada - Bueno, cenemos y preparémonos para la guardia. Mañana será un día duro.

Fabio estaba perdido en sus pensamientos. Dos hombres para el Barquero, y no serán los primeros, seguro. Al menos uno de ellos no se lo merecía. Padre, espero que estés ahí para....

Y entonces el infierno se desata, los cuervos, el corso huyendo, el centurión tartamudeando... está claro que alguien tiene que decir algo... pero todos son unos putos cagados. La furia embargó a Fabio.

- Legionarios... ¡Escuchadme! Ahí va un buen legionario y un traidor cobarde, ¡El hades no acepta cobardes! - A pesar del cabreo, sus palabras sonaban pobres y vacuas. - Pero nuestro compañero Secundus no habrá muerto en vano si defendemos el Águila, si luchamos con honor... - el legionario se perdía, nunca había podido improvisar discursos como los que otrora había escuchado a su padre.- si no, ese hijo de puta peligroso nos esperará en el Hades para darnos nuestro merecido...

Fabio calló, no tenía mucho más que decir. Y lo que había dicho, no había servido de nada.

Adiós, Secundus. Espero que no hayas sido el más afortunado de todos.

Silo no es hombre de sutilezas. Advierte los murmullos de sus compañeros, pero no se deja impresionar. Sabe que los cuervos acuden a la presencia de cadáveres, pero por encima de todo sabe que los dioses están complacidos con su actuación durante la jornada, y le favorecen tanto a él como a sus compañeros. ¿Como sinó se explica que no haya pasado ni una noche antes de que haya logrado ver cumplido su juramento de venganza?

Si, decididamente, no tiene nada que temer esta noche. Los dioses mismos están de su lado. Mientras rujen las hogueras, eleva las palmas hacia el cielo y murmura una rápida plegaria a Marte y Minerva en agradecimiento por haberle ayudado.

Luego, intenta calcular cuantos días quedan hasta Martius; está solemnemente decidido a cumplir su promesa y entregar a los sacerdotes hasta el último sestercio de aquí hasta la fecha.

Todo el mundo vuelve a sus puestos o a su tienda a dormir. En silencio. La tension se masca en el ambiente y los legionarios os miran con desconfianza.

Malditos

ois murmurar al pasar sin saber quien lo ha dicho exactamente.

Os preparais para vuestra guardia cerca de la medianoche. El exterior del campamento esta en silencio, salvo por algun ruido de los animales nocturnos. La noche, a pesar de la luna llena es oscura, con jirones de nubes que tapan el astro plateado la mayor parte del tiempo. Una neblina fria cubre el suelo, haciendo la visibilidad realmente corta.

Uno de los legionarios mas jovenes que esta de guardia con vosotros, mira nervioso al exterior y parece querer decir algo sin atreverse. Al final, se os acerca

Que visteis en el otro lado? Curio siempre decia de no atravesar el rio. Aun siendo un traidor... No sabria algo sobre estos barbaros y su impia magia? Esos cuervos no eran animales normales. 

- Pss, pss, Corsicanus, es la guardia!

MMMmmmm....

- Africanus, mueve el culo, te toca guardia!

Africanus abre los ojos. A su lado, de pie, están Otinum, Viridium, y el decano. Sin decir una palabra, se pone pie, se viste, recoge los restos de su armadura que están tirados por todas partes, y se la coloca. A medida que va recogiendo los restos de armadura va recordando los eventos de la tarde: la verguenza no le deja articular palabra. Son imaginaciones suyas, o hasta Otón le mira con verguenza?

En un momento está preparado. Junto a los demás, sigue al decano hacia los bordes del campamento.

...

Hay varios contubernios haciendo guardia. Los legionarios se cruzan unos con otros mientras caminan en una y otra dirección. Casi nadie habla, al menos con el corso. Él lo prefiere así: la verguenza que siente por dentro no le deja abrir la boca, e intenta evitar el contacto visual con otros legionarios.

- Qué tal, Corsicanus? Menudo numerito que montaste antes, eh?

El corso nota como la sangre empieza a bullir en su interior. Bromitas? Pullitas? El corso no acepta esas cosas... pero ya no es un imprudente. Disimuladamente mira a izquierda y derecha, sonriendo plácidamente. Rusus está lejos, los otros decanos no están a la vista. Se acerca despacio al chistoso, un hispano al que llaman Cadavalus, y le suelta un fuerte golpe con el codo en el pecho. A pesar de la armadura, Cadavalus cae al suelo sobre una rodilla, y parece que le cuesta respirar; la armadura está ligeramente abollada por la parte alta, cerca del cuello. El corso mira a los otros dos legionarios, también hispanos, que estaban con Cadavalus; la mirada que les echa deja claro que no está para bromitas. Viridius, a su lado, calla y no dice nada.

El corso y Viridius siguen con su ronda mientras, a su espalda, oyen a los hispanos cuchichear.

...

Los minutos pasan lentamente, sin mayores incidencias. Tras el incidente, el corso intenta pasar la mayor parte del tiempo cerca del resto del contubernio.

Uno de los legionarios mas jovenes está de guardia cerca de ellos. Mira nervioso al exterior y parece querer decir algo sin atreverse. Al final, se acerca y dice:

- Que visteis en el otro lado? Curio siempre decia de no atravesar el rio. Aun siendo un traidor... No sabria algo sobre estos barbaros y su impia magia? Esos cuervos no eran animales normales.

El corso calla. El recuerdo de los cuervos y la verguenza que siente por dentro no le deja articular palabra.

Que visteis en el otro lado? Curio siempre decia de no atravesar el rio. Aun siendo un traidor... No sabria algo sobre estos barbaros y su impia magia? Esos cuervos no eran animales normales. 

- Al otro lado había la misma lluvia y los mismos árboles que a éste. Solo que con unos cuantos bárbaros más. No te preocupes, Roma es eterna, ganaremos aquí como lo hicieron nuestros padres y nuestros abuelos antes. ¡Arriba ese ánimo!

El Corso propinó un codazo al hispano y luego seguía la ronda a su lado.

Cuando atisbó una mirada del grandullón, se encogió de hombros.

Mientras no me hagas coserlos o vendarlos... - dijo sin ni siquiera mirarle.

...

¿Magia impía? - sonrió burlonamente. - Eso son cuentos de viejas para justificar el temor de que un grupo de barbaros ignorantes ataquen por la noche.

Sangran y mueren igual que nosotros, hijos. - su tono tenía un toque condescendiente.

- Silencio. - dice el decano claramente incomodo con la charla - Os recuerdo que la falta de atención durante la guardia se pena con la muerte. Somos soldados de Roma, comportémonos como tales.

El legionario se acobarda ante las palabras de Ruso. Con un "Ave, Domine" vuelve a su puesto. Os quedais todos en silencio mirando atentamente el perimetro, de guardia

Notas algo extraño. Nadie parece haberse dado cuenta (a juzgar por su apariencia exterior) pero te notas incomodo. Quizas es el sonido de los animales nocturnos que se ha apagado? O una sombra furtiva a unos 40-50 metros del campamento que parecia demasiado grande para ser un zorro? 

No lo sabes. Todo parece tranquilo, pero el sexto sentido que has desarrollado en tus años en la legion te dice que hay peligro cerca

Algo no va bien. - dijo de forma casual al Decanus.

Su tono era casi un susurro para no molestar al resto de legionarios pero cargaba la suficiente gravedad para que Ruso y el resto de sus compañeros supieran que hablaba en serio mientras su mirada oteaba el exterior del campamento.

Su mano se posó instintavemente en el gladius.

La noche había sido bastante larga y llena de incidentes, Valerius no quería nada mas que irse a dormir y, tal vez, si tenia suerte, soñar con tiempos mas felices, mucho antes de ser legionario.

Mientras los demás hablaban en susurros el dormitaba de pie. Una muy útil habilidad que había desarrollado en los últimos años, a base de quedarse dormido una y otra vez durante las guardias. Era cuestión de tiempo antes de que pudiera dormir con los ojos abiertos. Pensó entre sueños

Algo no va bien. 

Las palabras de Viridio lo regresaron a la fría y neblinosa realidad. Lo miro parado a un lado de el, tenso y con su mano en el gladius; Viridio no decía esas cosas a la ligera y no era uno para verse dominado por los miedos de los demás, algo iba mal.

Valerius aseguro su agarre sobre su escudo y su pilum y se puso alerta, atento a su sección de la muralla.

Viridio podría ser un cascarrabias, pero no era ningún estúpido, así que Fabio, siempre leal a sus compañeros, se esforzó por que sus ojos taladraran la neblina. 

Luego usó el truco más viejo de todos. Cerró los ojos y se concentró en los sonidos. Luego podría abrirlos y mejorar su visión nocturna.