Partida Rol por web

Sam asiente a Ekao  y empieza a salir apresurado de allí. Visto lo visto era casi mejor dedicarse a mozo de carga de los muelles que a navegante, demasiados pescuezos rajados en tan poco tiempo..

Una vez en cubierta echa una ojeada alrededor en tensión mientras espera a los demás. 

Thomas observa por ultima vez la espada y la deja tranquila. Obviamente había allí algo que no era del orden de lo normal. Salió tras el pequeño a cubierta a buscar rastros de Dosespadas.

La última en salir, no sin echar una penosa mirada a lo que quedaba de Will. Sólo pensaba en ese ser deleznable, en el traidor de la tripulación que le habría ayudado a escapar, en si encontrarían más cadáveres... eran imágenes centelleantes que la asediaban mientras subía las escaleras de vuelta a cubierta. Ningún pensamiento coherente, sólo imágenes.

Llegó junto al resto, aún con la espada en la mano y el revólver en la otra. -No sé vosotros, pero creo que separarse sería una idea -iba a decir estúpida- arriesgada. Votemos por lo que vamos a investigar primero -susurró-: abogo por ir desde la despensa del fondo hacia arriba.

Suicida es lo que sería. Vamos.

Siguió la idea de Boon. En aquel momento no había mucho que pensar, mas bien actuar.

Sam fue el primero en alcanzar la cubierta y según lo hacía un brazo fuerte y poderoso lo agarraba del cuello y lo alzaba en bolandas. En cuestión de un abrir y cerrar de ojos, el pobre muchacho se encontraba con su joven cuello apretujado entre el antebrazo y el biceps del capitán Dosespadas.

Sobre sus cabezas el cielo se había cubierto de nubes negras, y la oscuridad nocturna se hacía mayor por este hecho. Se avecinaba tormenta  y los rayos brillaban en el cielo y los truenos sacudían la tranquilidad que la noche había tenido hasta entonces. La mar se mostró turbada y las olas comenzaron a agitar el barco amarrado al puerto. 

El viento comenzaba a soplar con fuerza y levantaba el agua para salpicar los rostros de todos los que salieron a la cubierta, parecía llover de lado. Y esa sensación la aumentó el hecho de comenzó a llover desde el cielo.

¡No os lo repetire más veces! Gritó Bill Dosespadas. ¡Dadme los naipes o le rebano el cuello al niño!

El barco se zarandeaba violentamente pero Dosespadas no perdía el equilibrio y sus pies ni si quiera se movían del sitio, cuando ellos tenían que hacer autenticos malabares para permanecer de pie.

Sam traga saliva forzosamente y aterrado al notar la fuerte presión  de algo sobre su cuello. No hacía falta que le rebanara el cuello, si Dosespadas se lo proponía podia espachurrarselo con hacer un poquito más de fuerza. Sam pataleaba inutilmente casi en el aire mientras miraba con angustia a los demás. 

Se había apresurado en salir de la bodega para evitar que le pillara el loco de Bill y ahora es justo lo contrario lo que había conseguido. Sam miro a la bruja Ekao a los ojos, seguro que ella podía hacer algo con su brujería y el gran Badam.. o basam.. o como fuera, ahora no tenía mucho aire en el cerebro para pensar.

Ekao era la última, y aprovechó que Dos Espadas no la había visto para zambullirse en la oscuridad, dando pasos hacia atrás.

La mirada del pequeño Sam le encogió el corazón.

Obviamente no pensaba dejar al niño en los brazos de su agresor. Se proponía ayudarle, pero necesitaba algo de tiempo. El cruce de palabras que tendría lugar en ese momento, sería más que suficiente.

Cogió uno de los tarritos que pendían de su cinturón, y se mojó los labios con él. Al instante, el pigmento traspasó la piel de sus labios, llegando al torrente sanguíneo, desde donde se comenzó a distribuír por todo el cuerpo. La invisibilidad era uno de sus trucos favoritos.

Una vez estuvo lista, llegó a cubierta y se posicionó detrás de Dos Espadas, esperando el momento oportuno.

Podía oler su apestoso aliento aun de espaldas.

-Te daremos lo que nos pidas, pero no hagas daño al niño- se da cuenta de que Ekao retrocede, pero no la mira. -

Solo quiero los naipes. ¡Venga! Ordenó furioso.

Sam pataleaba inutilmente en el aire, sin poder soltarse de aquella agobiante prisión de los brazos poderosos del pirata.

-Suéltale -susurró en su oído. -Déjale marchar, o muere bajo mi maldición...

Bill de pronto dió un respingo y con su brazo derecho lanzó una estocada al aire que había a su espalda.

¡Bruja! Gritó enfurecido aunque no parecía haber nadie tras él.

Resultaba que Ekao le había ordenado soltar a Sam y le había lanzado una maldición, pero no sabía que el viejo pirata también dominaba la magia negra y no soltó al pobre Sam que se vió zarandeado en el aire en brazos de Dosespadas.

Sam cada vez miraba más desesperado a los presentes, cada vez veía más cerca su fin. 

Thomas trataba analizar la situación, y hacer tiempo para ver si Ekao podía ahcer algo. Pero parecía que nada se podría hacer, y Sam empezaba a desvanecerse.

Está bien. Tendrás los naipes. Pero deja al pequeño!