Partida Rol por web

Nada más Capitán. Suerte. dijo con tranquilidad y acompañó a Oakes hasta la puerta.

Tenga cuidado con los viejos lobos de mar. Bromeó

-Gracias, Mr. McEnric. Espero, nos veamos pronto. -Dubitativo hago un amago para salir de la habitación, pero me vuelvo.

-Me.. me pregutnaba si podríais ayudarme en una última cosa. ¿Conocéis, señor, la dirección del maestro del puerto?

¿El maestro del puerto? Sí creo que sí la conozco, no obstante uno de mis soldados os acompañara. Hizo un gesto a uno de los que estaban allí presentes y se acerco dispuesto.

-Bien, bien. Gracias, Mr. McEnroe. -Digo haciendo una reverencia. -Buenos dias.

Salgo de la habitación y sigo a mi nuevo guía escaleras abajo. Una vez en el hall, donde esperaba mi escolta, me dirijo a uno de mis subordinados.

-Marcel Jons, Conseguidme ropas de civil y llevadlas al Thermopilae antes del mediodia. Que sea discreto.

Unos momentos después salimos a la calle y un criado nos pide un carruaje. Montamos y el guía se sienta con el conductor para referirle el camino hacia la casa del Maestro del puerto.

El maestro del puerto vive a escasos 10 metros del puerto, en la primera linea de casas de Road Town. Su casa es bastante bonita y aunque humilde, se nota por el aspecto que no ha pasado dificultades economicas ni nada por el estilo.

El carruaje se detiene en la calle, justo enfrente de la casa del maestro, y una vez alli se despiden del capitán Oakes y su escolta.

Tras despedir a mis acompañantes con un gesto de la mano, entro decidido en la morada.

-Disculpadme señorita. -Le digo a una sirvienta. La casa no es una mansión señorial, pero, o este hombre sabe emplear bien el dinero, o ha recibido muchos sobornos.

-¿Podríais indicarme dónde está el Maestro del puerto?

Se encuentra en su despacho, si me permite le acompañare para que lo reciba. La mujer lo condujo hasta el despacho del maestro de puerto en el piso de arriba.

El hombre le permitió entrar pero le pidió que fuera breve ya que tenía algunos barcos que revisar en el puerto.

-Señor, mi nombre es Sir Gervasio Oakes. -Digo quitando me el sombrero.

-Soy oficial de la marina inglesa y le solicito que me entrege un mapa con las principales rutas mercantes del caribe.

El hombre le hizo entrega amablemente y por un precio bastante economico de un mapa similar a este y con las rutas mercantes más importantes señaladas.

-Gracias señor, no le hago perder más tiempo.

Tras recoger el mapa y pagarle lo devído salgo de la propiedad me dirijo de nuevo a los muelles, al Thermopilae.

Una vez abordo, pido que me hagan la comida.

-Señor Hughes. ¿Ha regresado ya Marcel Jhons? Le encomendé una tarea.

Sí capitán. Llegó hace un instante con un saco para usted. dijo con los brazos cruzados por detrás de la espalda.

Le espera ahora en la puerta de su camarote.

-Muy bien, gracias. -Apresurado me dirijo a mi camarote y recojo el saco de manos de Marcel. Una vez dentro, y con el joven infante aún mirando examino el interior. -Veamos que tenemos por aqui...

En el saco hay ropa vieja algo gastada, una camisa de lino blanca, un chaleco negro y unos pantalones, ademas de unas botas y un tricornio tipicos de la epoca.

Es todo lo que pude conseguir sin llamar la atención. dijo el muchacho.

-Ajá. Bien, supongo que servirá. -Digo como para mi mismo.

-Señor Jhons ¿Podéis ir a buscar al Señor Hughes? Le necesito ahora.

Después, una vez se haya ido el joven infante, me visto con la ropa de marinero que me han proporcionado.

Guardando cuidadosamente mi pulcro uniforme, observo mi nuevo y estrafalario aspecto.

-Cualquiera diría que soy oficial de marina. -Murmuro. -Oh... el sombrero. -Añado en voz alta y me quito el bicornio del capitán para cambiarlo por el raído sombrero de marinero, sobre mi cabeza.

¿Reclamaba mi presen...?? ¿¡Qué hace así vestido!? dijo sorprendido al ver de tal guisa al capitán.

Sonrriente me acerco hasta el señor Huhes. -Tranquilizaos, amigo mio. Os lo explicaré. he recibido ordenes de encontrar a dos piratas y mantener un diálogo. Como entenderéis, nadie va ha indicarle su paraderos a un capitán de la marina ingles. Tal es así que he decidido pasarme por uno de ellos y hacer algunas preguntas esta noche por los aledaños del puerto y en las zonas que frecuenten los piratas.

Comienzo a caminar por la habitación, y vislumbrando de reojo mi espada me la cuelgo al cinto.

-Naturalmente no voy ha arriesgar mi vida por tan poca cosa. Elegid de entre la tripulación a dos buenos marinos, que sepan del lenguaje de la calle, y que me hagan de escolta... Ah, y que se disfracen también. -Añado a modo de puntualización. Finalmente, me siento ante mi escritorio y mientras contemplo la bahía portuaria murmuro: -¿Dónde estará mi cena?

Perdón señor, es un plan brillante. Pero según tengo entendido no hay piratas en Road Town... Quizás si fueramos a Nassau o a Port Royal encontrariais lo que buscais. Sugirió aún sorprendido. Según creo esas ciudades tienen más piratas que pescadores y mercantes juntos.

-¿No hay piratas en Road Town? -Digo, mientras me toco la barbilla. -Muy bien, entonces rumbo a Port Royal. Partiremos esta moche. A las diez en punto se acaba el permiso. Recuerde, tres cañonazos. Confío en su puntualidad.

Mientras hablo con Hughes un ayudante de cámara sirve la suculenta cena. -¿Comerá conmigo Señor Hughes? -Levanto un cubreplatos. -Ohg... Otra vez carne salada. Cuando llegemos a Port Royal recuérdeme que llenemos la despensa. Me han dicho que en El Nuevo Mundo hay suculentos manjares.

Por supuesto capitán, le acompañare. Hughes se sentó a la mesa y el ayudante pusó otro plato para él. El contramaestre seguía algo perturbado por las palabras del capitñan asique tardó en probar bocado, cuando al fin se decidió tragó el trozo de carne antes de que llegara a la boca si quiera y mirando al capitán comentó.

Disculpeme señor, pero aun estoy dandole vueltas a eso que dijo... ¿cómo es que tiene que mantener un dialogo con unos... piratas? dejó notar el desprecio que sentía por ellos al pronunciar tal palabra.

-Oh.... -Digo, mientras mastico un trozo de carne. -No os preocupéis por ello. A mi también me desagrada la idea de relacionarme con pordioseros, pero son ordenes. La idea es pagar, en secreto, a esos piratas para que solo ataquen a los barcos españoles. O mejor dicho, para que ataquen a los barcos españoles.

Mi cuchillo y tenedor de plata recorren veloces la superficie del plato reduciendo notablemente el volumen de lo servido.

-Pero, volviendo a lo de mi escolta, no creo que me sirviesen bien un par de esos soldaditos Londinenses acostumbrados a tomar el té en Romington Square y a jugar al criquet en los campos reales. Nada de eso. Nada de infantería de marina. Lo que quiero, y esto es muy importante, es a uno o dos de esos gavieros irascibles, de brazos tatuados y mascadores de tabaco. La discreción a de ser absoluta. Además, ya deben de tener arapos como éstos. -Añado, señalando mi ropa de civil.