El contramaestre también madrugador volviose hacía el capitán.
Solo oceano mi capitán, nada que no sea agua.
El oceano que brillaba reflejando el sol, se extendia en todas las direcciones curbiendo todos los horizontes, cualquiera que hubiese perdido la cordura en ese momento pensaría que no había nada más en ese maldito mundo.
Pasaron varios días sin ninguna novedad, navegando por el aquel amplio mar que solo acababa cuando empezaba el cielo en todas las direcciones habidas y por haber. Todo era tranquilo hasta cierta mañana cuando una voz potente despertó a los que aún estaban dormidos como un jarro de agua fría que retumbó en el casco del barco. Venía desde la cofa del vigía.
¡¡¡Baaaarcoo a la vistaaaaa!!! El gritó se repitió tres veces. ¡En el horizonte! decía el hombre señalando recto. ¡Justo en linea recta a la proa!
Todos los marineros corrieron exaltados a la baranda y se apoyaron asomando la cabeza el máximo que pudieron para intentar ver al barco. Alguno aseguró verlo, y otros decían que allí solo había agua. Pero lo cierto es que el bueno del vigia Jones, nunca había avisado en falso. Y tenía tal vista que era capaz de verte los naipes desde allí arriba.
Nada más escuchar el grito del vijía salto a los obenques del de mesana y, con mi fiel catalejo escudriño la linea del horizonte, en la idicada dirección.
-¿Estáis seguro de lo que decís, Jones? -Digo, descendiendo de nuevo al alzcázar.
-Timonel mantenga firme el rumbo, que no se nos vea vacilar. ¡Hughes! ¡Abajo todas las banderolas y las insignias inglesas! ¡Estamos de incógnito.
-Maldición. -Murmuro finalmente para mi mismo. -En Jamaica tomaré importantes precauciones para disfrazar al viejo Thermopylae.
¡A sus ordenes capitán! dijo el eficiente contramaestre y se marchó corriendo con su ligera cojera dando voces al resto. ¡¡Bajad las insignias, banderas o lo que nos delate !!
Tan seguro como de que mi madre me parió y mi padre fue quien se la metió. Aseguró Jones rotundo.
Tras un rato en el que los marineros recogian insignias y demás a las ordenes de Hughes, y el timonel mantenía todo lo recto que le era posible el barco, el vigia volvió a gritar con su potente voz.
¡Capitán, el barco tampoco lleva bandera! Ahora sí desde la cubierta se veia una silueta inconfundible de galeón.
-¡Atento a su rumbo, vijía! ¡Ante cualquier cambio grítalo como si fueses una trompeta de Jerichó! ¿Señor Hughes? Que preparen los cañones para la batalla.. Y que la infatería de marina esté atenta. ¡Cielo santo, parecemos un barco corsario!
Me acerco a pasos agigantados hasta la sólida base del bauprés y dirijo las lentes hacia el extraño visitante, buscando portillas para cañones en sus costados. Después, intento calcular el tiempo para el contacto, según la dirección del viento.
-Timonel, cuatro grados a babor. Intentemos cruzarnos de lejos con ellos, si tenemos suerte y su capitán es mediocre, quizás podamos rebasarles.
¿No le parece sospechoso, Señor Hughes, que no lleven insignia? Espero que no nos tomen por un carguero... que abran bien las portillas de los cañones y que éstos estén bien a la vista.
-Intentemos intimidarles. -Pienso.
El barco parecía llevar escotillas y cañones, desde esa posición frente a frente el capitán Oakes no podia determinar con exactitud cuantos.
El contramaestre repitió las ordenes y los cañones se asomaron por las escotillas el máximo posible.
Cuando el barco se encontraba más cerca pero aún a una distancia prudencial, ya que parecía que ellos también mantenían las distancias, en su palo mayor se izó una bandera. Una que todos los marineros conocían de sobras y que a mas de uno hizo tragar saliva. La jolly roger.
El vigía ahogó un grito y miró hacía el capitán temeroso. ¡Ca..pitán!
-Piratas.... -Murmuro desde mi posición en el bauprés.
-¡Señor Hughes! -Digo, regresando al alcazar de popa. -¡Rápido, que arrien una chalupa! Todos de incógnito, cualquiera que tenga uniforme que desaparezca de cubierta.
Desciendo hasta la camarilla de la oficialía y allí me cambio de ropa por mi traje de incógnito. -¡ow! -Menciono justo antes de bajar. -Izad una insignia de parlamento.
Hughes acercó al capitán la ropa de incognito que habían conseguido y los soldados dejaron caer al agua una de las barcazas de las que el barco estaba dotado. También acondicionaron una escala para que Oakes pudiera bajar.
¿Quiere que le acompañe señor o me quedo aquí?. Preguntó el contramaestre despojandose de su sombrero de oficial y su casaca.
Ostia!! Lo siento mucho!
Esos días en que posteaste me iba muy mal el ordenador e internet y luego se me olvidó tu mensaje.
¡Estaba esperando que tú contestaras! Y ahora he ido a mirar a ver que pasaba y me encuentro con que ya habías posteado...
Lo siento mucho.
-Quédese aquí y no pierda de vista ese galeón. La señal acordada será un disparo de pistola, si escucháis un disparo... -Digo acariciando la culata de mis pistolas. -Será que me han descubierto y deberás atacarles. Les intentaré engañar para que no sepan que somos ingleses de la real marina. ¿Me habéis oído ahí abajo? -Les grito a los tripulantes del bote. -No me tratéis como a un capitán.
Después me planto en cubierta y me dirijo a toda la tripulación.
-¡Hombres! ¡Si esto sale bien, tendréis una semana de permiso en Jamaica! ¡Ah! ¡Todo el mundo de incógnito, recordad, somos mercenarios ingleses en misión secreta, nada de uniformes en cubierta!
Después me vuelvo y desciendo hasta el bote con la agilidad de un marino experto.
Mientras nos alejamos a golpe de remo del Thermopylae me coloco la camisa de civil que me han puesto y que me provoca picores. -Chicos... -Les digo a mis remeros. -¿Váis armados?
No pasa nada hombre, fíjate que feliz casualidad que yo hace una semana que no me conecto y no había podido avisar ni nada. En fin, de vuelta a la acción.
Hemos escondido unos mosquetes en la embarcación, señor. Respondió uno de ellos sonriente.
La barca comenzó a moverse gracias a las amplias brazadas de los hombres y se detuvo en el medio, entre las dos grandes naves. Del otro barco, también bajo una chalupa y se empezó a dirigir poco a poco hacía ellos.
Un hombre de pie con los brazos en jarra, mientras los demás remaban sentados fue lo primero que vio Oakes sobre la tripulación pirata. El hombre en cuestión vestía con un tricornio de fieltro y una casaca negra hasta las rodillas, sus botas con vuelta también eran negras, una bandolera se dejaba entrever en el interior de su casaca, pero aparentemente parecía desarmado.
-¡Buenos días, señor! -Digo, levantándome de mi asiento junto al timón y dirigiendome a proa a través del vaivén de la enbarcación. Allí, obervo desafiante los ojos de mi interlocutor.
-Un pirata, -pienso. -Mi nombre es... -dudo un instante, -Jack Aubrey y... busco a un hombre, un afamado pirata para el que traigo un importante mensaje desde su patria Inglesa, he sido contratado para ello.
El pirata sonrió divertido.
¿Crees que somos tontos? Dijo tras una carcajada que resono hueca. Solo he necesitado estas cuatro palabras para calarte... ¿Que pirata buscas? Nadie busca a un pirata si no es para ajustar cuentas o encerrarlo.
Se me escapa una sonrisa velada tras su respuesta. -De todos modos. Quizás pueda usted ayudarme, busco al hombre llamado Edward James.
Cita:
Ok, actualizado
Los nombres de los dos miticos piratas eran: Edward James o Bill Dosespadas Jones
La sonrisa se borró totalmente de la cara del pirata al oir pronunciarse aquel nombre, su boca se quedó abierta y su rostro palido.
De..debe estar loco para buscar a Edward James... Yo desde luego no quisiera saber donde para ni aunque me pagasen todo el oro del Caribe.
-Pero... pero... ¿Tan terrible es ese hombre? ¿Y no ha oido usted hablar de Bill Dosespadas Jones?
El hombre inclusó llego a sentarse, mirando atónito al Oakes. Bill Dos... ¡Us..usted esta loco! No siente apreció por la vida. Edward James aún tiene un código, ¡honor! Pero Bill.. es... Miró a los hombres que iban con Oakes señalando a este, incapaz de terminar la frase. ¡Huid mientras podais! No sabeis donde os quiere llevar este hombre! Huid a las puertas del infierno, allí estareis más seguros. Los hombres del Thermopylae se miraron confundidos sin saber si debian reir o tirarse al mar y hacer caso a aquel pirata.
-¡Hombre! No diga eso, tan malo no puede ser todo esto. El tipo que me contrató, de echo, dijo que sería fácil. Pero bueno, no le hago perder más el tiempo, si le digo al verdad, en realidad, pensé que podría ser usted uno de ellos. ¡Buenos días y... buena caza!
Me vuelvo sobre mis hombres y con el ceño fruncido, medio indignado, les hago un gesto para que empiecen a remar. -¡Ciar! -Grito, y a fuerza de brazo la chalupa se acerca al costado del gigantesco galeón.
-¡A las jarcias! -Grito, tras trepar por el costado del buque. -¡Señor Hughes, a toda vela! ¡Ah! Y que izen la insignia inglesa en el tope de la mayor. No podemos irnos sin decirles a esos piratas quienes éramos.
Y claramente enfadado me dirijo a mi camarilla, para ponerme el uniforme, mientras farfullo entre dientes. -Maldito McEnric... malditos míticos piratas... maldito mar Caribe...
El barco se volvió a poner en rumbo con la bandera britanica en alto bien izada, y ondeando con todo su explendor. Los piratas rapidamente pusieron rumbo contrario y desaparecieron lo más rápido que pudieron. El mensaje estaba claro. La armada britanica busca a Edward James y Bill Dosespadas. Sin duda alguna el rumor se extenderia como la polvora.
Al menos quedaba algo en claro de todo aquello. Las leyendas eran temidas también entre los piratas, quizá después de todo la historia de esos piratas fuese cierta.
Tras varios dias de intenso viaje, el vigia cantó tierra, pero esta vez le pusó un nombre. Jamica.
El barco inglés hacía su aparicion en la bahia de Kingston, una barrera natural de arena servía como muro defensor de la ciudad alzada a lo lejos. Port Royal, la Sodoma del Nuevo Mundo.