Partida Rol por web

Al llegar la mañana y justo después de desayunar, os han pasado a recoger para que os dirijáis hacia la habitación de piedra sin decorar de la escuela, la que como ya sabéis se usa para las teleportaciones de los magos o dragones.

Como equipo os han dado, a parte de las armas que hayáis recogido en la armería, varias mudas de ropa, todo lo necesario para acampar ( desde pedernal y acero, hasta mantas.. ), raciones de comida para una semana y abundante agua. Así como 300 piezas de oro por si necesitáis el dinero para cualquier cosa.

El señor Landur se ha pasado a desearos buena suerte y ya de paso, os ha traído 6 pociones de curación.

Esperáis como 5 minutos hasta que veis a una mujer, una joven humana rubia, llega hasta donde vosotros.

Buenos días, mi nombre es Hímive y os teletransportaré hasta las praderas de Arena.

Saradhas hace un gesto con la cabeza a modo de saludo, ya parecen conocerse.

El elfo asiente indicando la comprensión de lo que ha dicho Hímive. No sólo no muestra ningún tipo de amigabilidad, sino tampoco de miedo, como si ser teleportado no supusiera nada del otro mundo. Tal vez los elfos se teleporten habitualmente de un sitio a otro, quien sabe. O tal vez lo haga este. O, más probablemente, ya lo ha hecho con anterioridad y por alguna razón no le da mayor importancia. También puede que finja. No, con esa cara inexpresiva...

-Saludos, mi nombre es Björn- dice distraidamente el nómada, mientras comienza a observar que todo el equipo que les entregan esté correcto y que la comida sea suficiente.

Entráis junto con Hímive a la habitación, de piedra y sin ningún mueble, tan sólo el candil de aceite en la pared. La puerta se cierra frente a vosotros y Hímive os vuelve a hablar antes de partir:

Os recogeré dentrode una semana en el mismo lugar en el que os voy a dejar vale? Estuve ayer allí y vi que no había peligro aparente, así que en principio no deberíamos tener ningún problema.

Veis como saca de su bolsillo un anillo y se lo tiende a Björn.

Tomad, si tenéis algún problema usad esto, tan sólo tenéis que echar el anillo en cualquier fuego, y así sabré que queréis que os vaya a buscar en ese momento.

Al oir esas palabras Glinthalas revisó mentalmente su acero y pedernal. Por supuesto, siendo alguien tan ordenado y previsor como él, el material estaba exactamente en su sitio, como correspondía. Sólo faltaba que *pudieran* encender un fuego en caso de necesidad. Pero mientras tuviera la posibilidad de encender fuego, incluso algo de ropa o pelo podría servir.

El elfo tomó el anillo que le había dado Hímive y se lo puso, no sin antes observarlo con cierto recelo. Observó cómo su compañera Saradhas y el nómada hacían lo propio y luego alzó de nuevo la vista, concentrando su vista hacia la maga. Su mirada decía "listo, estamos esperando".

Saradhas coloca la capucha de su capa por encima de su cabeza y luego asiente ante las palabras de Hímive.
Cuanto antes partamos antes podremos contar con esos dragones dorados..

Hímive se acerca a vosotros y notáis un ligero hormigueo en el estómago. Acto seguido vuestra visión se nubla y notáis una sensación de calor en el cuerpo bastante molesta. Cuando volveis a ver de forma nítida, a vuestro alrededor veis enormes dunas de arena y algún pequeño reptil de piel rojiza que se esconde entre la arena cuando aparecéis.
El calor es asfixiante ya a estas horas de la mañana, aunque por suerte no hay viento.
Os giráis para ver, tan sólo hay montañas y montañas de arena, ni vegetación ni nada, aunque al fondo, en lo que parece dirección este, podéis ver el destello de una especie de formación rocosa que brilla bajo los rayos del sol.

El elfo escruta con la mirada los alrededores buscando alguna referencia que le resulte comprensible hasta que ve la formación rocosa. Entonces mira a los otros integrantes del grupo y dice:

-Supongo que es hacia allí, ¿no? -y con estas comienza a caminar hacia allí, aunque con lentitud, como esperando la confirmación de que le acompañan para no quedarse solo y asegurarse de que está haciendo lo correcto.

Exactamente hacia allí - dice Hímive con una sonrisa. Tened suerte y recordad que lleváis el anillo. Tras sus palabras podéis ver como desaparece.

Saradhas hace un gesto con la cabeza, como diciendo que lo recordará y luego se pone a la par del silvanesti para comenzar a andar.

Crees que la distancia será la que menos o el calor crea alguna especie de ilusión? No soy capaz de sacar a ojo el camino que nos separa de aquello - dice al elfo mirando hacia la formación rocosa.

-Nunca he estado aquí, no puedo saber la distancia sin saber la altura. Según avancemos lo averiguaremos. Pero si no avanzamos seguro que no llegaremos -dice el elfo sin parar de caminar- Odio estar tan a descubierto -añade molesto. Resulta curioso que teniendo a alguien nativo del lugar, Glinthalas apenas si halla hecho mención de él o le halla pedido duda alguna. Tal vez suponga que si se va a hacer algo mal el nómada intervendrá. O tal vez piense que la posibilidad de equivocarse sólo afecta a otras personas y no a él.

Pues si lo único que se ve es arena vamos a tener que estar al descubierto bastante rato.. - Responde la qualinesti como si Glinthalas le hubiera dado la respuesta más cortés del mundo. Mira a su alrededor, para quedarse mirando a uno de esos pequeños largatos rojos que pasean a una distancia prudencial de vosotros. Al menos si nos quedamos sin comida creo que nos podremos comer esas cosas.. - Dice con alegría.

Björn se había mantenido en silencio. El viaje le había revuelto las tripas y todavía trataba de recuperarse.

Respiró hondo y sus pulmones se llenaron del árido aire del desierto.

Se cubrió el cuerpo y la cabeza con algunas de las telas que les habían proporcionado y comenzó a caminar con los elfos.

Tras él Hó caminaba utilizando la sombra que proyectaba el nómada como distracción.

-Aquí todo el mundo está al descubierto, y si teneis la vista tan aguda como dicen vereis a cualquier enemigo mucho antes de que ellos nos vean.

El elfo simplemente asintió. Claro que lo verían, y seguramente no recibirían una cálida bienvenida. Los elfos siempre habían tenido renombre como arqueros y Björn estaba en compañía de dos de ellos. Otra cosa sería que algo se escondiera bajo la arena...

Con el paso firme pero liviano propio de los elfos, Glinthalas avanza a buen paso, tratando de aclimatarse al intenso calor, al brillo del sol y al aire abrasador que llenaba sus pulmones. No parecía preocupado, más bien parecía concentrado.

Camináis durante un par de horas, pero al mediodía el sol comienza a ser insoportable, os cuesta muchísimo andar, hasta ver el difícil con ese calor.

Glinthalas tiene un problema. Dada la situación, un grave problema: su piel es de una cualidad casi marmórea, blanca como la leche. O al menos lo era hasta llegar a este lugar. No tarda en adquirir la tonalidad característicamente roja de las pieles no preparadas para enfrentarse a las adversidades del sol. Pese a todo, no se queja. Si sigue así es probable que esta noche acabe con heridas producidas por el sol y en estado febril por la insolación...

Al mediodía Glinthalas parece no poder resistir más el fuerte calor, su piel está totalmente roja y se medio marea. La elfa, parece que soporta algo mejor el calor, pero aún así tampoco parece llevarlo nada bien. Creéis que lo mejor será buscar un refugio para las horas de más calor.

-Maldito sol... -susurra de nuevo entre dientes- ¿cómo puede nadie vivir en un sitio así? ¡Maldición!

El elfo realmente lo está pasando mal y lo afronta lo mejor que sabe: enfadándose con casi todo lo que le rodea. Saradhas parece ser la única persona con la que no está enfadado. Ella es también posiblemente la única persona que puede intuir que ese enfado es consigo mismo, por no resistir lo suficiente, la expresión de su profunda frustración.

Björn ignora el comentario al respecto de vivir allí mientras mira al elfo con los brazos en jarras.

-No tienes buena pinta... Debías haberte cubierto la cabeza, como yo. Lo mejor será que acampemos hasta el atardecer. Continuaremos cuando se ponga el sol.

El nómada tiende una de las telas al elfo para que se cubra y después empieza a montar el campamento bajo aquel sol de justicia.

-Bebe agua- le dice al elfo mientras coloca las telas que forman la rudimentaria tienda.