Partida Rol por web

Amrod está exhausto, pero ha conseguido su objetivo, llegar a la puerta. Ahora Gailhen, para bien o para mal, está atrapado dentro de la torre con un reducido grupo de guardaespaldas y deberia ser relativamente fácil de reducir.

Amrod tiene plena confianza en sus compañeros en esta difícil tarea, pero ha de creer que pueden lograrlo si él consigue mantener el control de la puerta. Al fin y al cabo se trata de un capitán elfo, un mago, un Hombre cuyo valor roza la temeridad... y Ranedhel... ese chico vale más de lo que piensa y creo que tiene mucho más que decidir en esta batalla de lo que él mismo piensa. Está destinado a cosas grandes precisamente por su humildad. Sí, definitivamente he de confiar en que ellos derrotarán al enemigo, aunque no creo que les viniera mal una ayuda.

Acto seguido, Amrod manda a los elfos de su mayor confianza, los que han demostrado una destreza sin igual en el arco, hacia dentro de la torre. Un pequeño grupo de 5 debería ser suficiente, y no puede arriesgarse a disponer de menos hombres.

- Vosotros... entrad en la torre y moveos sigilosos como gatos. Id por la espalda, despacio, y tomad a Gailhen por sorpresa y acribilladle sin piedad. ¡Y no caigáis bajo el influjo maléfico de su voz! Recordad que vuestro corazón es mucho más fuerte que sus palabras, y que hay tanto en juego... Nada de lo que él diga será tan cierto como esto, asi que si mantenéis la seguridad de que él mentirá, si seguís la verdad hasta el final, no podrá dominaros... ¡Aún así cuidaos! No le déis tiempo a hablar. Que su lengua viperina permanezca en su refugio

Nada más. El tiempo apremia. El cansancio acecha. Amrod casi delira mientras sus brazos golpean al enemigo por enésima vez. Los músculos parecen estallar de dolor. El sudor inunda su cuerpo y baja por su pecho como ardiente reguero de lava. Los ojos lagrimean. Las heridas no duelen ya, porque Amrod no percibe apenas nada de lo que le rodea. Solo permanece en pie por voluntad. No por él, si no por todos ellos.

Y mientras, en la puerta, los cadáveres se amontonan. La lucha ha dejado de tener orden y se ha convertido en un sinfín de cuerpos, vivos, muertos, heridos, amontonados. Gritos de heridos, entrechocar de aceros... Y mientras, solo un pensamiento en mente.

¡No atravesarán esta puerta mientras vivamos!

GAILHEN!. CAERÁS POR MI MANO! - prometo al ver reaparecer al montaraz.

La batalla se presenta difícil, son demasiados. Carster tendrá que aguantar, no puedo hacer nada con mis enemigos acosándome..., no puedo dejar a mis hombres a su suerte..., Elerin y Ranëdhel están en peligro... - pienso apresuradamente, tratando de decidir la mejor estrategia - Debo desembarazarme de los que me acosan para sacárles de ahí...

Volviéndome con una rapidez increible, asesto golpe tras golpe al orco que tengo más cerca, antes de que pueda darse cuenta ya ha sido alcanzado tres veces, mientras Gwindnaur resplandece en un torbellino mortal que apenas se puede seguir con la mirada..., el enemigo que trataba de rodearme también recibe el beso de la espada, y el arma que blando en la mano izquierda le hiere en un brazo...

Al terminar este estallido, trato de colocarme en una posición equilibrada para detener el ataque de mi adversario, pero he tomado demasiado impulso y mi guardia queda abierta. La prisa por ayudar a mis compañeros ha traicionado mis nervios...

Incrédulo ante al disputa por la Vara, Ranëdhel no puede creer que la bruja Gwanthilf haya preferido la muerte a la victoria de Gailhen. Tras corretear y fintar entre los orcos y sus cimitarras, se encuentra junto a sus amigos, entre Gailhen y el vacío por un lado y los diez tremendos orcos tras ellos. Se acercan pasos presurosos por la escalera de la torre, pero el elfo ya se siente más tranquilo.

- Caída la Vara, no hemos de preocuparnos por la Voz. Ánimo amigos míos, los Valar sonríen a nuestra causa.- Enarbolando la corta espada, Ranëdhel se acerca para golpear a Gailhen con su arma. Tal vez así, le distraiga lo bastante como para permitir a sus camaradas librar de él a Arda de él. Sin poder evitarlo, la tentación lleva al elfo a mirar al abismo torre abajo por un momento, para ver el lugar por donde la bruja se ha precipitado. Tras este fugaz instante arremete contra el hombre que ha sido fuente de desgracia y desventura para para tanta gente.

Los elfos que mandas rápidamente suben hacia arriba como ordenas y vuelves tu mirada al frente. Por un momento la batalla se detiene y logras escuchar una grito de una mujer seguido de un fuerte golpe y del sonido del agua. Parece que alguien (una mujer) ha caído desde lo alto de la torre golpeándose contra el suelo y rodando directa contra el agua.

Acto seguido miras en lontananza. Un grupo de guerreros implorando a Elbereth se acercan en vuestra ayuda. La batalla está detenida, parece que el empuje de los bandidos y orcos dominados por la vara ha remitido.

Ahora puedes reconocer al grupo de ayuda. Es Sadron, el guerrero de Maenist. Se ha provisto de un gran grupo de guerreros y ha asistido a la batalla para dar el golpe final.

El ejército de Gailhen se disgrega y pronto te unes a ese último ataque para acabar con las fuerzas enemigas. Pronto consigues juntarte con el grupo de Sadron. El enemigo está huyendo y ya no tienen esa mirada perdida. Supones que la vara es historia y los bandidos y orcos ya no están dominados por su poder.

La victoria es vuestra. Después de mucho tiempo puedes descansar. La sensación de paz ha vuelto a tu interior y ahora es paz de verdad, no ese sentimiento que alguna vez os hizo sentir la vara.

Por un momento disfrutas de la calma pero pronto oyes claramente la voz de Gailhen.

- ¡Gwilbil!

... y yo que queria una muerte heroica xDDD

Pese a que, como bien ha apuntado Ranëdhel, el curso de la batalla ha cambiado radicalmente, nuestra situación no ha sufrido una gran variación; Aunque la bruja haya caído con la vara (¿Hacia dónde?-No puedo evitar preguntarme) seguimos siendo unos pocos enfrentándonos contra muchos.

-Así pues, no queda más que luchar; Luchar y orarles a los Vala que los pasos que se acercan por las escaleras sean de aliados y no de enemigos.

Con este pensamiento en la cabeza, alzo la voz por encima del estruendo de la batalla y digo:
-¡Resistid amigos! La hora de la victoria se haya cerca, ante nuestros ojos ha caído la vara y a ella le seguirán el resto de nuestros enemigos, ya que ese es el destino último de aquellos que practican el mal. ¡Luchad! Ya que, derrotada la vara, esta será nuestra última batalla.

Sigo lanzando golpe tras golpe contra el misterioso ser, sin reparar en el resto de combatientes o en nadie mas en la batalla, uno de los dos ha de acabar muerto, y eso es todo lo que importa

Las palabras de Elerin y el movimiento de las espadas de Anäril parecen sincronizarse e ir dadas de la mano. Parece como si las palabras de un elfo guiaran el certero brazo del otro... y los orcos no llegan a darse cuenta de como, en seguida, Anäril les ha robado una parte de su mísera vida.

Pronto acabáis viendo al grupo que sube por la escalera. Se trata de un grupo de cinco elfos, el apoyo de Tintestel. La llegada ha sido repentina y vuestra mirada se ha dirigido unos instantes, satisfecha, a los nuevos invitados. Todas las miradas menos dos.

Carster sigue dando golpes a diestro y siniestro hiriendo de muerte al extraño hombre del cuerpo tatuado.

Por otro lado, Ranëdhel carga con su corta espada sobre Gailhen que, por un momento pierde la vista del elfo observando atónito la entrada de los refuerzos. La carga del joven Ranëdhel ha sido efectiva y Gailhen se encuentra ensartado por su espada y sujeto a las manos del elfo para no caer por el mismo sitio que cayó la bruja.

—¡Gwilbil!— exclama antes de precipitarse al vacío.

Los orcos rápidamente son superados por las tropas de Tintestel y vuestra ayuda. La sorpresa les ha superado y ya no están influenciados por el poder de la oscura vara.

Pronto oís unas voces que os reconfortan. Claman a Elbereth. Os asomáis al ventanuco por el que han caído vuestros adversarios y veis que pasa.

Sadron se ha hecho con un ejercito y su carga ha desorientado a las dispersas tropas de Gailhen. Sin el poder de la vara no tienen claro su motivo para luchar y son fácilmente superados.

La batalla ha terminado. Esta vez la Tierra Media puede agradecer a sus héroes su continuidad tal y como la conocéis.