Partida Rol por web

El susurro de la teniente apartó a Danica de sus pensamientos y sus ojos viajaron hacia ella. En un primer momento la contempló con cierta hosquedad, pero tras un par de segundos se encogió de hombros y se decidió a responder.

—Es... distinto. Yo soy distinta —matizó—. Pero al mismo tiempo soy yo misma. Soy yo ahora y también soy yo antes, hace siglos. —Se detuvo un momento y giró el machete en la mano antes de continuar. —Me siento más fuerte, más capaz. Y más salvaje. Pero al mismo tiempo, sigo siendo yo. Es una locura, ¿verdad? —dijo entonces, esbozando una media sonrisa para sí misma—. ¿Pero qué no lo es en realidad en estos tiempos?

A Richard no le pasó por alto que como única respuesta la Sargento Pérez se limitara a murmurar algo a Danica. Comprendía que en aquellas extrañas circunstancias entre mujeres se entendieran mejor y al fin y al cabo a él las féminas nunca le habían prestado demasiada atención, exceptuando sus alumnas, y ninguna de ellas lo era.
Les dejó su espacio e intimidad para que ambas pudieran sincerarse, aunque la cueva era pequeña y de vez en cuando le llegaban retazos de la contestación de Danica, parecía que le estaba describiendo lo que sentía en aquellos momentos, algo que no estaba muy alejado de lo que el propio profesor sentía: seguía siendo él, pero a la vez era alguien más y no parecía haber una separación muy clara entre ambos en algunos momentos.

Creo que es buena idea que ambas hablen entre ellas, no parecen tener muchas amigas y el ser humano necesita hablar con otros.

Se quedó más tranquilo sabiendo que ambas estaban más relajadas, eso ayudaría pues los nervios no harían otra cosa que estropear las cosas. Y mientras tanto él siguió observando las estatuas, podía hacerlo durante... ¿Horas? ¿Días? Quien sabía... eran de una belleza tan deslumbrante. Esta vez se centró en los rostros intentando reconocer alguno, si Danica había distinguido a una de las estatuas quizás él también pudiera hacerlo, en cualquier caso ni perdía nada ni tenía otra cosa que hacer y no quería ser grosero e interrumpir la conversación de las damas, tendrían tiempo de sobra para hablar más adelante, si todo aquello era cierto disponía de toda la eternidad.

Tobías susurró al resto, se los iba llevando fuera del camino —Vamos, avanzad, hacia donde ya sabéis. Registrad y preparad... Yo iré después, me ocultaré y acudiré en cuanto pueda. 

Sabía que sus nuevas habilidades le permitirían luego escabullirse de los gusanos. O eso esperaba. Haciendo esto evitaba una gran pelea, se los llevaría bastante lejos y luego trataría de encontrar el barco. 

Damon se acercó a uno de ellos, por la espalda, y lo estudió con curiosidad. Un animal estúpido sediento de sangre. Podrían destruir a todos esos y limpiar el mundo de un poco de suciedad. Olisqueó su fetidez. Eran repugnantes, infecciosos, impuros.

¿No era momento de la matanza? Para eso habían cambiado, ¿no era así? Y para eso habían salido de la cueva. Ya no eran un grupo de amedrentados humanos. O, al menos, ya no eran solo eso. No tenían que escabullirse con prisa ni esconderse en los callejones. Ahora se podían permitir desatar el caos contra el enemigo más atroz. Eran para los strigoi lo que los strigoi para los humanos. Incomparables.

Damon recordó aquella noria en Londres, aquella terrible matanza perpetrada por un pequeño grupillo de gusanos. Eso no tenía que pasar otra vez. Se pasó la lengua por los labios, alargó los brazos y agarró la cabeza calva del monstruo. Lesbos había sido una isla limpia hasta esa noche. ¿Por qué no irse dejándola como la encontraron?

Richard reconoció la misma estatua que había reconocido Danica, sobre todo porque era quien les había hablado en sus sueños. Pero también conocía a los otros: Ennoia, Lucian, Brujah... Eran vuestros hermanos, sí, pero también recordáis rencillas con ellos, incluso entre vosotros. No todo fueron aguas en calma entre todos vosotros.

La sonrisa de Danica asustó a la teniente, que siguió sin moverse de su sitio, vigilando los movimientos de ambos.

-Sigues siendo tú... ¿Y qué son ellos?- señaló las estatuas. -¿Pueden despertar cuando quieran como vosotros? Si pasa lo que pasó ayer...- comenzó dubitativa para tomar fuerza poco a poco en lo que quería decir. -Si pasa lo que ayer en uno de nuestros refugios será la catástrofe. Sería como invitar a un puñado de strigoi a nuestra casa, a que tome todo como si fuera un buffet libre. Nuestras armas no les hacen nada. No os hacen nada. No podemos llevar una amenaza indestructible a Pipryat. Debemos destruirlos.

De las manos de Damon aquel strigoi es destrozado como si de un montón de mantequilla se tratara. Ahora no parecían tan resistentes y ni siquiera aquella agresión los sacaba de su estado hipnótico. Conforme se movía Tobías, todos iban detrás sin pensarlo. Debían haber perdido la conexión con el máster, o puede que vosotros tuvierais más influencia sobre ellos.

Fred no perdió el tiempo y fue corriendo hacia el barco, con Syria a su lado. Subió y no tardó en darse cuenta que dentro no había ya nadie, por lo que fue hacia los controles para dirigirlo hacia la cueva. Mejor acercarlo todo lo posible. Hizo un gesto al resto de que se acercaran cuando terminaran de aquello. Para él era muy extraño lo que veía, bueno, todo desde que habían llegado a aquella cueva... Pero ahora estaba observando como Tobías ejercía de flautista de Hamelín con un montón de asesinos sanguinarios sin conciencia.

Heikki se movió junto con Damon y empezó a ejecutar junto a él a los Striggoi que tuviera cerca. Conforme se iba acercando, desenvainó su espada, antigua en aspecto, pero dura y firme como las aleaciones más modernas. La empuñadura, de claro corte Norse y de exquisita manufactura brilló en su mano hasta que se movió veloz ensartando a uno de esos asquerosos seres...

Mientras paseaba sus dedos y su mirada por las estatuas el profesor fue reconociendo los rasgos y rostros de todas ellas. Ahora identificaba a Veddartha y recordaba que le había hablado en sueños, pero también al resto.

-Los conozco, se quienes son Señorita Danica. Veddartha, ella me habló en sueños, no lo recuerdo todo, pero creo que quería guiarnos, decirnos algo importante. Y a su lado está Ennoia, este de aquí es Lucian y este otro Brujah... ¿Reconoces tu también esos nombres? ¿Puedes asociarlos ahora con su rostros?

El profesor podía hacer mucho más, sentía el vínculo de hermandad que les unía a todos, los lazos estrechos que le obligaban a cuidarlos y protegerlos aunque fuera a costa de su propia vida. Y como en todas las familias no siempre habían estado de acuerdo, se habían producido rencillas, opiniones enfrentadas y discusiones en el pasado, pero eso no parecía importante ahora. Se volvió hacia las chicas y se acercó con paso calmado hacia la teniente. Sabía que estaba asustada, se imaginaba que él también lo estaría, pero extrañamente no sentía eso, todo lo contrario, se sentía seguro y con mucha energía.

-No sabemos que los hizo despertar y "unirse" con nosotros. Barajo varias posibilidades Señorita Pérez, pero son meras hipótesis, nada que pueda comprobar, quizás nunca lleguemos a saberlo, pero no por eso debemos dejar de buscar la verdad ¿Cierto? -Se paró a los pies de la soldado y con una sonrisa en los labios se la tendió para que la cogiera, quería que lo tocara, que estuviera segura que no iba a hacerle daño y también quería que lo acompañara junto a las estatuas, quizás eso activara alguna de ellas, pero sabía que tendría que convencerla.- Está usted a salvo, coja mi mano, le aseguro que no le pasará nada. Sí, somos vampiros ahora, justo lo que habíamos venido a buscar, solo que uno a veces no encuentra "exactamente" lo que busca ¿Verdad? Pero le prometo que no le pasará nada mientras nosotros la protejamos. ¿No es lo que quería el Profesor? Usted sabe que veníamos buscando a los vampiros que pudieran protegernos de los strigoi, ha sido usted muy valiente, ha cumplido con su misión, los ha encontrado. Y además tiene la fortuna de saber que están de su parte. ¿Hubiera sido mejor encontrarse a unos perfectos desconocidos que podían acabar resultando peores que nuestros enemigos? No le negaré que todo esto también es raro para nosotros, pero si lo piensa bien ha sido toda una ventaja. -Dejó de hablar unos instantes, no porque ahora necesitara tomar aliento para respirar, sino para que la soldado asimilara sus palabras y comenzara a confiar en él, tomara su mano y lo acompañara.- Siento mucho lo que pasó aquí anoche Señorita Pérez, aunque no recuerdo nada ni soy consciente de ello debió de ser algo muy desagradable, ninguno sabíamos que podía pasar algo así pero lo evitaremos en un futuro, ahora estamos nosotros para ayudar al resto de vampiros que vuelva a la vida y no permitiremos que hagan daño a nadie. A veces, por desgracia, es necesario pequeños o grandes sacrificios por el bien común, todos recordaremos a sus compañeros como los valientes que nos ayudaron a acabar con la peor plaga a la que se ha enfrentado la humanidad. ¿Le hablé alguna vez de la batalla del paso de las termópilas? Es una historia muy conocida, seguro que ha leído algún libro o visto alguna película. No quiero aburrirla con los detalles, aunque dentro de cada historia siempre hay otras pequeñas historias que merece la pena contar, pero no es el momento. Sabrá que los Persas querían invadir Grecia con el mayor ejército que había conocido la historia y el rey de Esparta, Leónidas, junto a trescientos guerreros voluntarios y algunos hombres más de otras ciudades, pero un número insignificante frente a la horda persa, desobedeció a los oráculos, que habían sido comprados por los persas, y se dirigió al paso de la Termópilas, el único lugar donde podrían hacer frente a ese gran ejército. Y lo hicieron de una manera magnífica mientras los atenienses contenían a la flota que intentaba rodearlos. Se enfrentaron a una muerte casi segura y aguantaron ¿Durante cuanto tiempo habrían resistido? Nadie lo sabe, al final solo la traición pudo con ellos, pero aún así cumplieron con su tarea y retuvieron al gran ejército persa lo suficiente para que el resto de ciudades griegas pudiera organizar un ejército que les hiciera frente a los persas. Señorita Pérez, es momento de los sacrificios, de sacrificarnos unos pocos para salvar a muchos y no es momento de traiciones o abandonos, debemos permanecer unidos, solo así ganaremos y usted y ellos -Richard señaló las estatuas.- nos ayudarán. ¿Está con nosotros? ¿Está con la humanidad?

Intentó poner toda la fuerza de convicción posible en sus palabras, ahora necesitaban toda la colaboración y por supuesto estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger a las estatuas, aunque eso pasara por impedir de cualquier forma que alguien les hiciera daño o intentara destruirlas.

Una parte de Damon se sorprendía de la facilidad con la que podía, literalmente, reventar a aquellas criaturas. La otra, lo veía natural, normal, el orden lógico de las cosas. El mundo debía ser limpiado de suciedad, de aberraciones. Y él era una de las herramientas elegidas para serlo.

Continuó limpiando, dispuesto a convertir a esos gusanos en alimento de gaviotas.

En el momento que fueron a por ellos me preparé, suponía... ¡tenía recuerdos! de humanos despertados en el momento de agresión o amenaza, había algo en la mente de algunos humanos que se rebelaba y se soltaba del poder que estaba empleando... y mucho más fácilmente si eran atacados.

Pero eso no pasaba con los Strigoi, los gusanos caían uno tras otro golpe a golpe y no dejaban de mirarme. Yo seguí concentrándome entonces en el poder, no merecía la pena añadir una persona más a la pelea y que se despertaran.

—Seguid mirándome, mis pequeños, os estamos haciendo un favor. —. ¿Quién querría ser un Strigoi, sin voluntad, controlados así...? quizá el propio Maestro los controlara con una variación de este poder. Entre Damon y Heikki los reducían a trozos. 

Damon y Heikki acabaron quedando atrás, pero ella permaneció como buen centinela de su mentor. Si se encontraba en el barco con otro tropel de gusanos, estaría perdido él solo. Era algo que Syria nunca se perdonaría. Pero pese a su primera idea, aquel barco está vacío y se dirigieron hacia la sala de mandos, para moverlo hacia la entrada de la cueva.  En estado de alerta, vigiló mientras el humano manejaba, para que no fueran a irrumpir por la puerta.

- Vamos, Fred - apremió al mentor, que parecía un poco embobado por las habilidades de sus compañeros. 

La sonrisa de Danica se disolvió de inmediato con las palabras de la teniente y su mirada la contempló con hosquedad creciente a cada frase que pronunciaba. Pero con las últimas dos palabras que dijo, la joven sintió cómo su sangre comenzaba a arderle en las venas. Un leve gruñido escapó de su garganta y las encías le cosquillearon con rabia en esos lugares donde sus recién adquiridos colmillos se escondían.

Aquella estúpida... mortal se creía con autoridad para decidir que sus hermanos debían ser destruidos. Y Danica de repente sólo tenía ganas de desgarrarle la garganta como castigo por esa soberbia. De fondo Collins hablaba y hablaba, con un tono sedoso y convincente. Pero Danica no lo escuchaba y su mirada seguía los movimientos de Elena, fijos sus ojos en la espalda de la mujer. Algo daba coletazos en su interior, la necesidad de resarcir aquella provocación, la de abandonarse a sus instintos y proteger la supervivencia de los suyos.

—Maldita desagradecida —musitó entre dientes con ira, su voz más ronca de lo habitual—. Si no fuera por mi sangre estarías muerta. Si no fuera por la piedad de Gates serías una strigoi. ¿Quién demonios te crees que eres para juzgar la vida o la muerte de unos seres bendecidos con la eternidad? ¿Todavía no comprendes nuestra magnificencia? Zorra desagradecida.

Sus nudillos se tensaron cuando agarró el machete con fuerza y sus ojos centellearon. Toda su postura se crispaba y dobló sus rodillas en una postura flexible, casi como si estuviese a punto de saltar sobre la teniente.

Sin tiempo a comprobar si sus palabras habían tenído el efecto deseado sobre la Teniente, Richard observó con preocupación la reacción de Danica. Los gestos de su cara habían cambiado y se habían endurecido, la tensión era casi palpable y la posición del cuerpo de la muchacha era buena muestra de ello, su mano agarraba con fuerza el machete y parecía que en cualquier momento iba a saltar sobre la confundida soldado. Unas palabras salieron de su boca, sin gritos pero usando un tono que las hacía más aterradoras si cabe.

Su color... ha cambiado...

Por alguna razón que desconocía el áurea que rodeaba a Danica había cambiado de color y tenía la sensación que no era bueno. Estaba ante una situación muy tensa, a punto de explotar y debía hacer algo por evitar el inminente conflicto. Interpuso su cuerpo entre las dos damas y aunque no tenía miedo sabía que no era rival para Danica, quizás Pérez tuviera más posibilidades defendiéndose a si misma llegado el caso.

-Señoritas, por favor, intentemos calmarnos, todos estamos cansados y aturdidos creo que decimos cosas de las que podríamos arrepentirnos. No creo que esa sea la intención de la Señorita Pérez ¿Verdad? -Esperaba que sus palabras hubieran tenido algún efecto sobre la joven o que al menos vista la reacción de Danica se pensara mejor lo que decía. Le sorprendía en parte la actitud de la chica, sobre toda esa superioridad con la que se sentía sobre la soldado. Él también era distinto, algo mejor quizás, pero algo en esa idea hizo que el antiguo profesor se estremeciera.- Por supuesto que la Teniente está agradecida de que la ayudaras y nosotros lo estamos de que ella y el Señor Merkel nos protegieran durante nuestra inconsciencia. ¿No es verdad Señorita Danica? Somos un equipo y no es el mejor momento para discutir, si no para colaborar y arrimar el hombro. ¿Están de acuerdo?

Esperaba que sus palabras calmaran un poco los ánimos, como profesor había tenido que intervenir en discusiones entre alumnos y alumnas, incluso en alguna pelea, pero en la universidad tenía cierta autoridad sobre la gente y allí no, además ninguno de sus alumnos estaba entrenado para matar como aquellas chicas.

La teniente, antes temerosa, ahora no se achantó a las palabras de Danica. Porque lo que dijera el profesor no era tan importante, como el resto del viaje. No se molestó en tomarle la mano que le tendía, Richard era un sabiondo que no le gustaba, pero ahora le causaba escalofríos.

-¿No lo ves? ¿No te das cuenta de la amenaza que suponéis? Sois una puta arma de destrucción masiva en comparación con esas sanguijuelas. Uno de vosotros podría drenar una ciudad en una sola noche, y luego ellos no se levantan- señaló los cadáveres de los dos soldados, que seguían allí tendidos tras el festín que unas bestias se habían dado. –Preferiría estar muerta que ver todo lo que está por venir. Ellos son una amenaza y vosotros, si no os controláis, también.

Pero Pérez no pudo replicar más, por alguna razón ajena a ella las palabras que seguía soltando el profesor causaron algo en su interior. Ahora lo veía, Richard tenía razón con lo de permanecer unidos y sacrificarse. Un sacrificio que sus compañeros ya habían hecho y que ella había jurado al profesor que haría. Le prometió que los llevaría hasta aquel lugar y allí estaban, con la solución. Con lo que ayudaría a la humanidad.

Asintió a las preguntas del profesor, convencida como no había estado en la vida.

Ya tenían el barco, solo tenían que subir y sacar las estatuas de la cueva. Fred lo acercó sin pausa hacia la abertura, no parecían quedar strigoi a bordo. Al parecer no tenían permitido atravesar grandes masas de agua por su cuenta, sin ayuda de alguien “superior”.

Damon seguía dando cuenta de los strigoi hipnotizados, así como Heikki pasó por su acero a todos los que encontró en su radio. Caían con una facilidad pasmosa.

-¡Tenemos que sacar las estatuas! ¡No sabemos si vendrán más barcos!- les apremió Fred. –Dejad que el flautista de Hamelín los entretenga, luego no podrán cruzar el agua- gritó, colocando el barco tan cerca como pudo del rocaje sin poner el casco en riesgo.

Fue entonces que Tobías notó un leve tirón, como si alguien tratara de quitarle el control que había conseguido. La sensación era como la de un niño tirando levemente de tu camiseta para que le devuelvas la chuchería que le has robado, apenas nada con la fuerza que ahora poseía, pero ahí estaba. ¿Sería ese el máster? De ser así resultaba casi irrisoria su capacidad, la fuerza que poseía no era nada en comparación.

—Alguien está tratando de quitarme la atención de mis preciosos —dijo Tobías con la cara seria, no quería dar a entender que se fueran, sino que siguieran matando— no se cuanto tiempo estarán conmigo hasta que se aburran.

La sensación era extraña, pero ahí estaba. ¿Y si aumentaba, y si de pronto se ponían a atacarles? Podía ser una trampa, pero si los iban matando, cuanto antes acabaran con ellos mucho mejor. Después de todo ya sabían que estaban ahí... y cuantos menos strigoi quedaran mejor, al final habría que matarles a todos. 

Danica siseó, mostrando sus colmillos como un animal cuando el profesor se interpuso entre ella y el objetivo de su mirada. Dio un pequeño paso hacia el lado y tan sólo le dedicó un par de frases a Collins antes de que sus ojos tratasen de ver de nuevo a la teniente.

—¿No lo ves? Va a matarnos en cuanto tenga oportunidad. —Su voz sonaba ronca y todavía le costaba pronunciar con los colmillos asomando de sus encías.

Se movió rápido entonces, usando su sangre y su instinto para esquivar al profesor y abalanzarse sobre la mujer. Buscaba aferrarla con sus manos, inmovilizarla y entonces clavar sus colmillos en su cuello. Ansiaba desgarrar su garganta, sentir el sabor de la sangre en su paladar, pero más aún la embargaba una intensa necesidad de supervivencia. Danica siempre había sido una superviviente y no iba a permitir que una humana cualquiera esperase al día para deshacerse de ella o sus hermanos.

Un instante de lucidez en la Sed que rascaba su garganta pareció iluminar sus ojos y su sonrisa con algunos de los recuerdos que latían en su sangre mientras se movía a toda velocidad. Había algo peor que la muerte para esa mujer. Algo que al mismo tiempo sería mejor para ellos. La débil y desagradecida teniente no se merecía ese regalo, sin duda, pero el hecho de saber que lo vería como una maldición contenía una ironía demente que en aquel momento a Danica le resultó deliciosa. Iba a convertirla en lo que tanto parecía odiar y temer. Iba a Abrazarla.