Partida Rol por web

Los dos falsos peregrinos se recobraron del susto, pero Tomás fue más rápido, y pudiendo atacar a tiempo, no se paró a pensarlo ni un segundo antes de blandir la cimitarra y dar un buen tajo al viejo que tenía delante.

Tomás, preso de la ira, vuelve a lanzar una estocada sobre el costado del anciano peregrino. Con un movimiento rápido nada propio de un hombre de la edad que se le supone, el viejo coloca su espada corta en la trayectoria de la estocada, mortal de necesidad, consiguiendo ser capaz de pararla. La fuerza del golpe era tal, que el hombre no es capaz de sostener su propia arma y ésta cae al suelo, lejos de su alcance. El ladrón pierde su oportunidad de atacar por lo que se intenta apartar de su rival.

Mientras tanto, el peregrino más joven se lanza al combate con todas sus fuerzas. Entre un mar de espadazos sin sentido, el joven consigue impactar con su espada en la zona del hombro de Tomás, provocando un feo corte que sangra profusamente.

Protegido por la oscuridad de la noche, Abraham observa el combate que se desarrolla justo en la puerta de la hospedería.

Tomás, en desventaja numérica, parece que ha sido capaz de desarmar al peregrino más viejo, mandando su espada lejos de su alcance, con un golpe fuerte y seco que resuena por todo el patio del monasterio. Por su parte, el otro peregrino se lanza contra el escolta con rabia, sin importarle las consecuencias de sus acciones propina una serie de estocadas, una de las cuales consigue alcanzarle en el hombro y causarle una fea y sangrante herida.

Escuchas el sonido de las espadas chocando y algún que otro improperio...

Hicham se levanta del catre, picado por la curiosidad y como no extrañado.

-"¿Una pelea a espada en un monasterio?"

Saca su espada curva, herencia de su padre y al blandirla un escalofrío recorre su cuerpo, se acerca sigilosamente a la puerta y la destranca con sigilo...pero vuelve a trancarla.

-"¡EL LIBRO!"

El libro estaba encima de la cama, sale corriendo hacia él y lo guarda entre sus pertenencias dentro del zurrón. Aliviado vuelve hacia la puerta y desatranca...

-"Un, dos, tres..."

Abre la puerta de par en par con el arma blandida y alerta para atacar si fuera preciso...

Un gruñido, más de insatisfacción que de dolor, sale entre los labios de Tomás. Este gruñido se torna en un pequeño rugido cuando su corazón disparado y sus entrañas enfurecidas le hacen cargar contra el joven.
Después realiza una suave finta para evitar el contacto con él, a la vez que no pierde de vista al viejo.

El joven contendiente intenta detener las andanadas de Tomás, quien se mueve con soltura con la espada pese a la herida. El intercambio se salda con una buena estocada de Tomás en el costado del joven, lo que iguala el conteo de heridas y deja a ambos luchadores con sendas heridas sangrantes que no harán peligrar su vida, pero a buen seguro dejarán una bonita cicatriz y algunos días de molestias.

El combate sigue ante los ojos del mercader, quien no osa ni a mover un músculo desde su segura posición.

Al parecer Tomás ha devuelto la estocada al peregrino más joven, provocándole un buen corte en el costado, y ahora que pelea en igualdad de número, parece muy superior en el combate a su rival, quien lucha con un arma más pequeña y al que se nota menos hábil con el acero.

Por su parte, el otro peregrino ha recogido su espada, pero no parece interesado en reingresar en el combate, sino más bien todo lo contrario.

A lo lejos, la voz de Damián suena nerviosa: ¿Qué ocurre ahí?...

Hicham baja al salón de la hospedería y, justo en la entrada, a medio camino entre el interior y el exterior se encuentra con una escena realmente inesperada. Al parecer el hosco escolta de la señora de Somontano se halla enzarzado en una pelea al acero con el más joven de los extraños peregrinos.

No parece que la vida de ninguno corra peligro, pero ambos contendientes, que se baten con fiereza, tienen importantes heridas en su cuerpo que han manchado sus ropas de sangre, dando una imagen realmente impactante.

Hicham se queda perplejo y mira a su alrededor para ver si hay alguien más en la sala, no vaya a ser que le pillen desprevenido.

Después de cerciorarse de que no hay nadie, duda si intervenir o no.

-"Si intervengo en la disputa quizás....y si no..."

Sin dudarlo un instante, se coloca furtivo por detrás del peregrino más joven y con su arma le golpea en la cabeza para dejarlo sin sentido.

Hicham espera a ver que pasa en una esquina...siempre alerta por si alguien aparece y con el arma en la mano por si tiene que cortar alguna mano.

-"Esperaré mi oportunidad..."

Abraham sigue escondido en las sombras, vigilando e intentando no ser visto.

Si Damián aparece cerca de él le hace un gesto y le indica que no haga ruido llevándose un dedo a los labios y luego con la mano le dice que se acerque.

Si aparece cerca del ladrón armado y ve que este acomete contra él va a ayudar al pobre Damián.

Y si se vuelven las tornas pues también va a ayudar a Tomás.

Una vez más Tomás ataca, sin dejar hueco por donde puedan romper sus defensas.

El combate sigue, aunque parece estancado, pues ambos contendientes son capaces de neutralizar los ataques de su rival. Durante unos segundos los ataques, las paradas y las fintas se suceden, regadas con algunos improperios y exclamaciones de esfuerzo y odio. Tomás y el peregrino van moviéndose con el ritmo del combate y, en determinado momento, se perfilan de forma que el peregrino queda al alcance de Hicham, quien, si lo desea, podría atacarle desde el interior de la hospedería.

El combate sigue, aunque parece estancado, pues ambos contendientes son capaces de neutralizar los ataques de su rival. Durante unos segundos los ataques, las paradas y las fintas se suceden, regadas con algunos improperios y exclamaciones de esfuerzo y odio, pero la sangre no vuelve a correr y tanto Tomás como el joven peregrino comienzan a sudar y a acusar el cansancio de la lucha.

Hicham ve a tiro al peregrino e intenta golpearlo con la empuñadura en un descuido en el que este aparece por la sala, intentando no interponerse en la trayectoria de ninguna de las armas, lanza su ataque...

Damián se acerca, antorcha en mano, hacia la hospedería desde donde los sonidos del combate inundan todo el monasterio y es prácticamente imposible ser ajeno tanto al entrechocar de las armas como a los gritos de los contendientes.

Cuando ya está lo suficientemente cerca como para quedarle claro qué es lo que está ocurriendo, apreta el paso en dirección a la pelea, gritando cosas como que esta es la casa de Dios y no es lugar para que corra la sangre y cosas por el estilo. Pero en el momento que pasa junto al peregrino más viejo, a quien no consideraba un peligro por no verle enfrascado en la trifulca, recibe un buen empujón por parte de éste y acaba de bruces en el suelo.

Por su parte, el viejo truhán, después de librarse del guarda, sale disparado hacia la puerta del monasterio.

La espera llega a su fin. Los pocos monjes que no estaban aún en la iglesia van entrando con rapidez y van cerrando las diferentes puertas tras ellos. El último grupo de ellos está compuesto por dos jóvenes bastante recios que acompañan, formando un contraste bastante evidente, a otro monje muy delgado y pálido y con los hábitos sucios a quien prácticamente tienen que arrastrar pues parece no tener fuerzas ni para tenerse en pie.

Cuando finalmente todos los monjes han ocupado sus lugares y ya la mayoría están en una especie de trance de meditación que les hace mover los labios sin emitir sonido y mantenerse con los ojos cerrados, el monje que antes tomó las riendas de la situación se coloca frente al altar, se arrodilla y...