Partida Rol por web

La tarde avanza en San Gabriel al mismo ritmo que lo haría en cualquier otro lugar. La sofocante temperatura del mediodía va dejando paso a una temperatura mucho más suave y agradable. El cielo, que amenazaba tormenta, parece dar tregua y permanece con grandes jirones de blancas nubes en calma tensa.

Mientras tanto, los peregrinos han vuelto a reunirse en el salón de la hospedería. Todos parecen nerviosos, tensos, fuera de lugar en un monasterio, donde la calma y la paz deberían ser la única actitud posible. Se miran entre ellos buscando un apoyo, una mirada de comprensión que atenúe la intranquilidad de su situación y no encuentran consuelo más que en sus propios pensamientos. Hicham y Gonzalo parecen además estar padeciendo algún tipo de dolencia que les ha obligado a ausentarse al excusado más de una vez. La baronesa y Abraham parecen conservar la salud, pero andan ambos perdidos en sus cavilaciones. El único que parece conservar la calma es Tomás, pero a costa de mantener un carácter más hosco y reservado que lo que es acostumbrado en él.

Los dos nuevos peregrinos acababan de salir del salón con la escusa de ir a conocer el monasterio. Son sin duda unos tipos extraños y parecían tan nerviosos o más que el resto de huéspedes.

Los monjes, por su parte, parece que andan bastante atareados. Poco después de que el grupo abandonase la biblioteca vieron salir de allí y del resto de edificios a muchos monjes y novicios, que se retiraban en dirección a la iglesia. Los hábitos monacales son desconocidos para la mayoría de los huéspedes, pero a todos se les está quedando la sensación de que algo tiene revueltos a los monjes.

-"¿Qué sucede compañeros?, ¿a qué se debe tanto alboroto?, que estando yo en mi celda postrado en cama con dolores en el vientre, escucho una gran discusion y voces y pensando que algo ocurre he bajado raudo para enterarme de lo que acontece"

Hicham mira a los compañeros que están en la instancia esperando algún tipo de respuesta

Abraham vuelve más contento al ver que sus pertenencias están bien y se pierde en el ambiente contemplativo y reflexivo que se respira se contagia, principalmente debido a la baronesa que está profundamente concentrada en sus pensamientos.

Al llegar Hicham lo saca un poco de su ensimismamiento:

- "Pues la verdad es que no sé, pero los monjes parecen bastante revueltos y lo están contagiando."

Con la mirada parece buscar a alguien.

María parpadea, saliendo de su ensimismamiento.

-Pues... no sé qué deciros, Abraham... creo que ese contagio tiene sus razones... Hay... ciertas cosas que por sí solas son bastante preocupantes. Por ejemplo, la nota que ese novicio nos dejó para Gonzalo... vos mismo, Gonzalo, podríais añadir razones a ésa...

La dama parece dudar, pero, finalmente sacude la cabeza, más convencida de que si alguien es digno de confianza, son ellos, los peregrinos, que parecen ser víctimas más que partícipes de algo que se está tejiendo entre los muros del Monasterio.

-Llamadme susceptible, supersticiosa o malpensada si queréis, pero... ¿no os extraña estar aquejados de la misma dolencia, Hicham y Gonzalo...? Hay cosas extrañas aquí...

-"La verdad señora, que es extraño. Si no fuese que ya está atardeciendo y temo por mi vida en estos caminos llenos de asaltadores y asesinos ya hubiese puesto pies en polvorosa de este lugar"

Se acerca al centro de la mesa y susurra.

-"Además del intento de envenenamiento a la hora del almuerzo, como vos ha referido...algo huele a podrido en este monasterio...,¿De qué nota hablais?, no tengo noticia de nota alguna, ¿podríais compartirla conmigo?"

-Una nota que le dieron a la señora, pero dirigida a mí, donde se me informa que mi primo, el monje del que te hablé, no se ha ido, sino que está en este monasterio, y encerrado bajo llave.

Muchos son los signos preocupantes para caer en el error de achacarlos a la casualidad. Está claro que aquí sucede algo raro, y nos ha tocado a nosotros enmedio.

Nos han envenenado, de eso no hay duda -digo cogiendome el vientre-. Los monjes están nerviosos, he oído a dos de ellos decir que esta noche es la fiesta del demonio, y encima mi primo encerrado, cuando a mí me dijeron que se había ido. El que no quiera verlo está ciego. Aquí se cuece algo.

Abraham se puso nervioso al verse atrapado en una situación tan extraña, si no te puedes fiar ni de la comida que puedes hacer...

- "¿Y qué haremos ahora? Está claro que irse del monasterio no es una opción."

Todavía no estaba dispuesto a comentar que tal vez el monje que había conocido era un inquisidor o algo parecido.

-Un momento, un momento... ¿creéis que fue la comida? ¿a propósito? Si fue la comida, eso quiere decir que a nosotros nos va a ocurrir lo mismo, sólo que algo más tarde... o que, no fue a propósito, y que lo que ocurrió es que vuestro caldero contenía cocuido en malas condiciones, y el nuestro no... veremos...

Y se calla, los ojos muy abiertos, mirando a un punto incierto. Parece estar atendiendo a su propio organismo, esperando a que algo le suceda...

Pero no, en realidad, nada extraño, más que su propia preocupación, parece afectar a la dama.

-¿Alguno de ustedes ha podido hablar con esos peregrinos recién llegados? Quizá haya rumores fuera de estos muros. Porque escuchar los que correan dentro, eso es algo que ya estamos dispuestos a hacer. Si es que nos llegan...

Abraham comenzaba a inquietarse no le gustaba las expectativas ni las suposiciones a donde le conducían los hechos que comentaban, el no poder confiar en los monjes no era algo que se pudieran permitir y cada vez parecía la opción más prudente.

- "Yo no he hablado con nadie excepto ustedes, y mi querida Bernarda, claro. Y el guarda... Y... Y nadie más."

Se quedó de repente callado, lo que parecía raro en él.

-Ahora vengo. Voy a ver qué tan buenos vecinos pueden llegar a ser los nuevos llegados.

Y tras las cortas palabras salgo en la misma dirección por donde salieron los dos nuevos peregrinos, porque qué mejor manera de saber de qué pie cojean que... viendolos caminar.

Gonzalo vuelve a abandonar el salón de forma brusca, casi impulsiva, dejando al resto de huéspedes con la palabra en la boca.

Sales afuera, con las tripas volviendo a rugir y echas un vistazo rápido alrededor buscando a los dos nuevos peregrinos. Dado que ya hace algún minuto que salieron de la hospedería, no es extraño que no se les vea por el patio, ya que lo más probable es que hayan entrado en algún edificio (pues han declarado querer conocer el monasterio).