Partida Rol por web

Abraham se volvió a Gonzalo que estaba bastante pálido, tal vez acentuado por el efecto de las luces. Abraham se preocupo por la salud del recio campesino, ya que parecía que eso influía negativamente en su carácter.

- "¿Habéis tomado algo para que os aposiente? Tal vez deberíais al menos beber algo no vayáis a debilitaros demasiado, podemos ir a buscar un vaso de leche o algo parecido."

Abraham intentaba pensar en remedios sencillos que le hubieran suministrado a él de pequeño cuando se enfermaba, pero la verdad es que no lograba encontrar algo factible y viable.

Vas atando cabos y recuerdas una cosa que se decía en tu pueblo sobre la noche de San Juan. Resulta que según la sabiduría y chismorreo popular, la noche de San Juan es la noche más importante dentro del calendario del infierno y se dice, y no deja de inquietarte, que esta es una de las noches en las que el Diablo puede caminar libremente por la tierra.

Quizás por eso todo este nerviosismo... o quizás no tenga nada que ver...

De pronto primero un germen de idea, y enseguida una raiz profunda y fuerte se adentra en mi cerebro. Recuerdo, y comprendo. Me entra pavor, porque lo que estoy viendo tiene conexiones con lo que sé, con lo que imagino de modo tan pleclaro que no puedo evitar ponerme a temblar.

reacciono deprisa, hay que hacer algo, si eso es así. Pero ¿qué puedo hacer yo...? Por lo pronto, protegerme, proteger a Tomás, protegernos todos... y eso no será en esta celda...

Salgo de ella para bajar corriendo, y entrar en la Iglesia. Quiero hablar con el Hermano Prior. Y, si no le encuentro, me da lo mismo cómo sea el Hermano Claustral... hablaré con él.

Tomás duda sobre qué hacer. Está claro que siguen siendo dos contra uno, y aunque los venciera, no puede descartar que alguien llegase y le sorprendiera forzando el armario con dos cadáveres a los pies.

No huí de la Guardia Real para dejarme atrapar por unos monjes, piensa acertadamente.

Finalmente, trama un plan. Sale de la iglesia tan sigilosamente como ha entrado. Quizás el truco del buen samaritano sea una buena baza. Desde luego, ahora parece la única disponible.

Tomás vuelve a salir de la iglesia por donde ha entrado, intentando volver a ser todo lo sigiloso que le es posible. Parece que consigue salir al refugio de la oscuridad exterior sin que los ladrones, atareados con el, al parecer, bien construido armario, se den cuenta de su presencia. Una vez fuera, busca un rincón oscuro desde el que observar la puerta de salida y espera que la pareja decida salir por donde entró y no escabullirse por otra de las puertas de la iglesia.

Pasados unos minutos en los que Tomás tan solo escucha el sonido del viento y el aullido lejano de algún perro, finalmente la pareja de ladrones sale como quien no quiere la cosa de la iglesia. No corren, sino que, como al parecer no han llegado a ser descubiertos por los monjes, intentan aparentar tranquilidad para no llamar la atención.

María, preocupada por sus inquietantes sospechas, sale de nuevo de la soledad de su celda para enfrentarse a la hospedería, inusualmente tranquila en esos momentos. La noble baja las escaleras y descubre sin sorpresa, a tenor de lo visto desde la ventana, que allí no queda nadie y que los platos de la cena siguen igual que fueron dejados sobre la mesa, a excepción de aquél del que Isaac está dando buena cuenta.

María deja al gordo y negro animal despacharse a gusto, y se arrebuja en su capa, que ha cogido con previsión justo antes de salir. Se coloca la capucha en la cabeza, pues no quiere entrar en el Recinto Sagrado sin cubrir. Y sigue adelante, casi corriendo, en dirección a fuera, y a la Iglesia.

Tomás sale de la iglesia sin llamar la atención. Arrima la puerta, camina con decisión hasta el centro del patio, desde donde puede ver todos los edificios (y la puerta) y ser perfectamente visible desde todos ellos, alza las manos y rodea la boca con ellas cual embudo, mirando con picardía la puerta de la iglesia.

Su voz, fuerte, dura y sin vacilaciones, resonó en el apacible ocaso.

-¡¡¡¡¡Al ladrón!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Al ladrón!!!!!!!-toma aliento una vez más- ¡¡¡¡LADRONES EN LA IGLESIA!!!!!

Casi le entra la risa cuando añadió: ¡¡¡¡¡HEREJEEEEEEEES!!!!!

Y siguió gritando hasta que salieron los monjes a su encuentro.

Uhm.

Todos, desde donde quiera que estéis cada uno, escucháis rompiendo la paz de la noche en el monasterio, la potente voz de Tomás que grita:

-¡¡¡¡¡Al ladrón!!!!!! ¡¡¡¡¡¡Al ladrón!!!!!!! ¡¡¡¡LADRONES EN LA IGLESIA!!!!!

Y añade con ímpetu:

¡¡¡¡¡HEREJEEEEEEEES!!!!!