Partida Rol por web

Durante la comida Menkaph, que va ataviado con una ostentosa capa y un bastón con pomo de cabeza de esfinge, entretiene a varios viajros con una ostentosa parrafada sobre ocultismo.

Cuando estás a punto de entrar en el vagón restaurante, Henri te informa que el gran duque Razumosky te invita a comer con él y su distinguida esposa.

Bien, a solas en el vagón... Te han dejado una pistola, pero no sabrías que hacer con ella. Eres hombre de toga, no de espada. ¿Serías capaz de disparar a uno de los sicarios de Menkaph si entrara a robar el fez? No lo sabes. Solo disparaste una vez que te invitaron a una caza de perdices, y no diste a ninguna. Claro que disparar a un volátil y a un fanático no será lo mismo.

Intentas centrarte en la lectura o en el paisaje. Acabáis de dejar Dusseldorf y vais cruzando Baviera en dirección a Austria. Se ven campos de tranquilizante geometría, bosques densos que sugieren pícnics agradables, campanarios de pueblos... Ir a Viena sería agradable en otras circumstancias. 

Entonces algo llama tu atención...

Me dirigía a encontrarme con Menkaph cuando Henri me transmitió un mensaje del duque Razumosky.

- Oh, mi buen Henri. Transmítele al honorable duque la congoja de mi corazón por tener que rechazar su invitación. Ya tengo un compromiso previo, y no sería honorable romperlo. - le dije al encargado después de oír sus palabras.

Tras dejar atrás a Henri me acerqué a la mesa donde se encontraba Menkaph.

- ¿Está libre este asiento? - dije sentándome en una silla sin esperar a su respuesta...

No es que la joven se sienta precisamente tranquila viendo cómo el conde ha decidido arriesgarse, pero al fin y al cabo parece ser que todos están en el filo de una navaja. Tiene un momento de desconcierto: le ha dejado uno de sus revólveres al buen doctor O´Leary, pero no se ha preocupado de preguntarle si sabe usarlo. Sinceramente espera que sí.

Procurando mantener el rostro sereno se dedica a lo que se supone tiene que hacer: vigilar los movimientos de todo el mundo...

El profesor miraba el revólver que le habían dejado como el que mira a una serpiente venenosa. Él no sabía manejar uno de esos cacharros. Con mucho cuidado, cogió el arma sopesando su peso. Con mano temblorosa evitó poner el dedo cerca del gatillo mientras observaba el mortal perfil del arma. La volvió a dejar en la mesa auxiliar del compartimento mientras el paisaje de la campiña bávara pasaba a toda velocidad.

KAZIMIERZ se encaminó con paso distraído hacia el camarote de MENKAPH, procurando que su presencia en las inmediaciones no llamara especialmente la atención. Había grandes posibilidades de que aquello terminara de manera estridente. Y por tanto, no resultaba recomendable quedar tan expuesto.

Cuando finalmente llegaron junto a la puerta, el joven noble apoyó su oído sobre los pulidos maderos, procurando hacerse una idea de lo que podía encontrar en el interior. Tras ello, comentó con voz susurrante a sus compañeros de fechorías…

- ¿Me imagino que no habrán traído por casualidad la llave adecuada, verdad?

Justo antes de que el profesor Polat y el señor Woytek fueran para su misión, has visto como el criado de los aristócratas rusos intentaba colarse en el camarote de O'Brien y el mismo Polat... Pero ha desistido de repente y ha ido rápidamente a su propio compartimento.

Los contertulios de Menkaph no tienen problema en que se una uno más, aunque Menkaph fija un momento largo su mirada de réptil en el barón, pronto reinicia su cháchara pretenciosa sobre los monjes derviches de Sudán y los lamas levitantes de Nepal.

- Por supuesto, Mein freiherr.

Aparte del latido acelerado de tu corazón, no percibes nada. 

El Dr. Saroch miró sorprendido a Kazimierz por su pregunta. - Pensaba que estaba hablado con Henri para que nos dejara abierto el compartimento. Obviamente ninguno vamos a tener la llave, puesto que la tiene Menkaph. Vayamos a buscar al bueno de Henri, a ver si conseguimos que nos abra el compartimento.

El joven noble esbozó una sonrisa cargada de malicia al observar el gesto consternado del doctor.

Valoraba la valentía de aquellos hombres, que habían abandonado la tranquilidad de los claustros y estudios para lanzarse a una aventura a medio mundo de distancia, enfrentándose a un peligro muy real y ominoso. Pero no podía evitar sentir cierta gracia ante sus reacciones destempladas…

- Supongo que era una buena idea meter a ese tal Henri en esto…si tan solo a alguien se le hubiera ocurrido. Pero creo que ya no tenemos tiempo. Habrá que improvisar.

Tras ello, el joven nativo de Krakovia aguardó a que el pasillo se encontrara despejado, y le propinó un sonoro empujón a la puerta, tratando de que el golpe coincidiera con el continuo traquetear de los vagones.

Woytek abre la puerta de forma brusca, pero efectiva. No hace ningún ruido excesivo. 

Menkaph viaja sólo con una maleta. Dentro hay el pasaporte, que revela que en realidad es británico y se llama George Leeds. Aparte de eso lleva ropa, una novela del marques de Sade con anotaciones a lápiz... Pero ni rastro del libro robado en Londres. Debajo del colchón encontráis otro fez rojo... ¿Cómo puede haber dos? Esidéntico al que vigila O'Leary, en apariencia.