Partida Rol por web

Chuck le partió el pecho al pobre lagarto, que no tenía fuerza ni para levantar el garrote con obsidiana. Aún así, el conjuro de Marianne no restaba furia, ni le permitía pensar con claridad que estaba al borde de la muerte. Lanzó un garrotazo sobre el Enano que Chuck frenó con el mandoble y cuando intentó apresarle con sus fuertes mandíbulas, el Enano se lo quitó de encima empujándolo a un lado.

El Arva cegado avanzó a tiendas, se golpeó con una columna, tropezó con el cadáver de uno de sus compañeros y chocó contra Lefebre. Alzó el garrote, pero golpeó contra la pared porque el futuro capitán esquivó a un lado.

Todavía estremeciéndose, el Arva agitó el garrote sobre Keytus, pero con tan poco espacio para maniobrar solo golpeó el aire.

Lefebre pinchó al lagarto en la cara atravesando uno de sus ojos y cundo recuperó su estoque el globo ocular un permanecía en la punta de su arma. El pobre reptiliano ni lo vio venir... Principalmente por estar ciego, aunque a decir verdad el ataque de Lefebre fue rápido y preciso.

- ¡Otro menos! - Exclamó.

Acto seguido se dio media vuelta y corrió hacia las mujeres con afán de protegerlas y de ayudar al enano con la criatura de escamas tintadas con la que combatía.

Keytus escuchó los ruidos de lucha a su espalda y tuvo tiempo suficiente para revisar por el rabillo del ojo al enano acudiendo en defensa de las dos mujeres. Era una buena barrea para que ellas pudieran evitar el combate cuerpo a cuerpo y hacer año a distancia. Buena táctica. Tampoco parecía irles mal, y además Lefebre ya corría en su ayuda, así que el Duskblade se centró en acabar con el lagartoide malherido que tenía enfrente.

Usó su espadón y golpeó dos veces para asegurarse de que el enemigo moría. Esta vez no utilizó uno de sus conjuros potentes, pero no perdió la oportunidad de liberar su magia... solo por si acaso el lagartoide sobrevivía. Así que canalizó un conjuro menor para que se activara cuando su espadón golpeara.

Chuck arrancó el hacha del corpachón del lagarto con un gruñido, para golpearle en la "alcantarilla" con el mango, de tal manera que cuando bajó la cabeza, pudo golpear en su cuello a placer. Esta vez trató de ser más preciso sacrificando impulso.

Marianne se detuvo un momento, y cuando vio que cesaban los sonidos de combate se atrevió a asomarse por la esquina.

—¿Habéis terminado ya de zumbarles la badana a esos lagartones? ¿Me habéis dejado a alguien vivo para hablar con él? Os prometo que cuando haya terminado de charlar podéis comerle el corazón —dijo mirando al enano, y se rio—. O la parte que más os guste.

Marianne se acercó con mucha cautela a revisar los cuerpos de los Arva, para comprobar si la tintura de sus escamas se secaba tan rápido a la sombra del balneario como la de los que habían encontrado en la playa. Y hablando de secar…

—¿Podrá la enredadera salada, aplicada en la tintura de los Arva, secarla y devolverlos a la normalidad?

- Muy bien no están... - Respondió a Marianne. - Igual Ylsa puede hacer algo por que alguno de ellos no expire. - Dijo mirando a la preciosa joven de piel morena. - ¿Puedes hacer algo? - Le preguntó a Ylsa. - Creo que Marianne quiere interrogar los arva.

Keytus sacudió el espadón una última vez para tratar de arrojar al suelo el exceso de sangre que pudiera haber en el mismo. Luego se giró para examinar el lugar y los cuerpos de los caídos. Escuchó la petición de Marianne, aunque ya era un poco tarde para frenar el ataque del grupo. La verdad era que se habían compenetrado bastante bien y entre todos habían hecho una carnicería allí. 

El duskblade no estaba seguro de si alguno de los arva continuaba con vida, pero sí estaba convencido de que si ninguno recibía atención médica inmediata, no saldrían adelante.

- Tendremos suerte si se puede salvar alguno. - Avisó antes de que Ylsa siguiera las indicaciones de Lefebre y se acercara a examinar los cuerpos. De hecho, Keytus no sabía si la muchacha aceptaría la petición del pirata. Él por su parte se agachó para examinar y registrar los cuerpos en busca de cualquier cosa que pudiera ser de utilidad. Aunque el hecho de que no llevaran armaduras y solo portaran unos garrotes de obsidiana no daba la sensación de que tuvieran nada más. Pero nunca estaba de más registrar.

Ylsa dejó de tocar su tambor y se acercó a la escabechina que se había organizado.

-Por Sune, pero qué desastre. Mira, por esos no puedo hacer nada, son cenizas -comentó señalando a los montones carbonizados que antes eran lagartos enormes-. Oh, este esté un poco más entero, creo que puedo salvarle la vida. O no, la verdad, no se me da muy bien esto de estabilizar a la gente, ¿sabéis?

La sacerdotisa de Sune sacó unos vendajes y trató de cerrar las heridas, que eran muchas y muy profundas. Con un poco de maña, logró evitar que sangrase y perdiese la vida, pero el lagarto aún estaba inconsciente.

-¿Quéreis que lo despierte? A lo mejor está muy enfadado. Lo vais a matar cuando responda a vuestras preguntas, ¿verdad?

Keytus dio un repaso a los cadáveres, era verdad que no poseían nada, salvo un puñado de piedras calientes que uno de ellos portaba en una mochila. Los garrotes de obsidiana estaban en buen estado, aunque llenos de muescas. En uno de ellos, el explorador pudo encontrar un cilindro metálico con lentes, lo que en un lugar común del provenía se conocía como catalejo.

Marianne se quedó observando la pintura de los Arva; en cuanto fallecieron, su pintura desapareció y mostró la carne despellejada donde antes tenían las escamas. 

- Podríamos atarle... - Comentó Patrice. - Antes de despertale digo. O... - Se paró a pensar. - ¿Y si simplemente le atamos y que despierte cuando despierte? A nosotros también nos conviene descansar y cuanto más tiempo pase, antes se acabará el efecto de la tintura esa que les vuelve locos... - Se encogió de hombros. - ¿Qué pensáis vosotros?

- Grmblfhghhh... Pues que habría que lavarle esa tintura. A lo mejor así no se vuelve loco y trata de comernos. - Chuck contestó del tirón, para mirar luego a la pelirroja Marianne.

- ¿Los magos no tenéis trucos para limpiar cosas, Sirena? Y si no, pues agua salada. -

—Sí, puedo. Pero tengo la mente embotada, no he parado de lanzar conjuros desde que he llegado a la isla. Estoy exhausta y prefiero guardar las fuerzas por si las necesitamos más adelante¹ —dijo y se frotó la frente—. Aunque estaría bien ir pensando en parar para comer algo y echar un sueñecito.

- Entonces yo prefiero la opción que plantea Lefebre. Le atamos, descansamos y recuperamos fuerzas y conjuros. - Resumió Keytus. - Le podemos interrogar en condiciones después, y luego continuar explorando todo esto. Habremos hecho tiempo también y quizá se le haya pasado el efecto del tinte sin que tengamos que gastar magia para quitárselo. - Sugirió.

Volvió a mirar los cadáveres y el escaso equipo que transportaban.

- Creo que eran exploradores... No tiene sentido que llevaran un catalejo con ellos si no venían a tratar de dar con más barcos de los nuestros atracados en la costa, o algo así. - Comentó tras reflexionar un momento.

Chuck se acerca a la piscina llena de algas y agua cálida, de la cual toma algo de ambas cosas. Esparce ese agua extrañamente salada por una zona pequeña de las escamas del Arva a modo de prueba, para luego frotarla levemente con las algas con cuidado de que la sustancia no toque sus guantes.

- Veamos si esto sale a mano. Y por mí bien a lo del descanso. -

Lefebre se acercó al arva y junto a Chuck comenzó a limpiar el cuerpo de aquella criatura, no sin antes atarle de pies y manos como a un corderillo. Era importante interrogarle, al menos eso pensaba Marianne y aquel marinero se fiaba de la pelirroja. 

- Vamos a hacer esto rápido... - Comentó. - No me siento muy cómodo limpiando el cuerpo como éste... - Se acercó al oído del enano. - Aunque no me importaría frotar el de Marianne. - Soltó una carcajada.

- Iré a echar un vistazo. - Comentó. - Si veo algo raro vuelvo de inmediato. - Dijo con mucha seguridad en si mismo.

Sin más Lefebre inició la exploración en solitario armado con sus estoques y todo lo sigiloso que pudo ser. No quería encontrarse de frente con problemas y que nadie estuviera a su espalda, sin la posibilidad de salir corriendo y sin mirar atrás.

Patrice se adelantó para explorar lo que quedaba de aquella planta, no tan sigiloso como él pensaba que sería. El resto de habitaciones, un poco enrevesadas, oscuras y desgastadas, eran baños con piscinas, estancias donde había pequeñas bañeras unipersonales y probablemente duchas, aunque eso no estaba inventado todavía; pero los elfos eran avanzamos para su época. La habitación más destacada era una piscina rodeada de columnas y estatuas de ninfas y elfas con motivos marinos en sus pies. Encontró también una estatuilla de plata de una elfa, una vidriera donde una hermosa elfa desnuda bailaba alrededor de la espuma del mar, mosaicos en el fondo de una piscina, una alfombra deshilachada en sus bordes con el dibujo de una elfa cubriéndose los pechos, objetos como candelabros, espejos, cepillos para el cabello, utensilios variados, de plata y de oro, esparcidos por la estancia. Y más estatuillas de elfas con conchas marinas en sus pies.

Lefebre regresó victorioso y cargado con un montón de objetos valiosos que había ido saqueando aquí y allá. Le parecía imposible que nadie los hubiera robado con anterioridad, pero fuera como fuera había sido toda una suerte.

- El nivel está limpio. - Dijo el futuro capitán del Luaretta. - Más fuentes, más agua y más estatuas. - Se encogió de hombros. - Y todo ésto... - Depósito todo lo saqueado en el suelo. - Un candelabro, un peine, un par de estruillas, más piedras calientes, una bandeja y un cáliz. - Sonrió. - ¡Buena cosecha! 

Chuck miró a Patrice de arriba a abajo, como si algún ser hubiera suplantado al ágil humano y se acercara con tesoros en las manos como distracción. Pero luego le llegó el olor a sudor rancio y sal marina que exudaba el hombre y asintió satisfecho. Ningún doppleganger podía imitar eso tan bien.

- Pues esto está hecho. Buen trabajo, Lefebre. Guardemos estás baratijas y de vuelta a la playa. Que no se diga que las chicas no pueden echar una cabezadita y descansar. -

El Enano echó un vistazo a lo que traía el sigiloso explorador y procedió a guardarlo con el resto de los tesoros recuperados. - Hala, en marcha. Para mañana el nivel superior. -

El recio Enano no estaba cansado, pero entendía que los humanos y sus magias tenían sus límites. Las artes de la Sirena y la profesional habían jugado una baza importante en sus encuentros y era mejor que estuvieran a plenas capacidades. Mover el hacha arriba y abajo era algo que Chuck podía hacer prácticamente todo el día sin cansarse lo más mínimo, claro.