Partida Rol por web

Durante todo aquel viaje Elie permanece más o menos tranquila. De vez en cuando habla con Angie, pero en general deja que el silencio que las rodea se instaure también dentro de aquella cabeza compartida. Sí mantiene vigilada en la medida de lo posible a Linda, y hace que esta sea tema central de conversación en el interior de la muchacha. Es evidente que Elie no se fía de ella ni un pelo, e incluso alimenta un poco la paranoia de Angie cuando esta tiene ideas sobre lo que el Lord podría hacer hacer a través de la zombie.

Los sentimientos de su anfitriona no le son ajenos, y alrededor de ella parece revolotear una sensación parecida a la de Angie pero con más dosis de incertidumbre.

Al llegar y sentir a través de las fosas nasales de Angie aquel hedor, Elie se revuelve nauseada.

—Joder, nena —protesta con un tono suave—, este es un momento para no respirar, si es que no lo necesitas.

Un momento más tarde, al pensar ella sobre la posibilidad de encontrarse algún conocido, la voz de la cabeza de Angie quiere verlo por el lado más positivo.

—No te rayes —pide—. Es una posibilidad, sí, pero tal y como están las cosas sería lo mejor que podría pasar. Si te encuentras a alguien conocido fijo que puede ayudarte para quitarte esta mierda de cadenas, por ejemplo.

Guarda entonces silencio durante un instante, y al oír a Angie interviene de nuevo.

—Bien dicho. Y a lo mejor es preferible no entrar directamente en casa de Josh, por si acaso. Decían que podías atravesar cosas, ¿no? Pues entra tres o cuatro casas más allá, y llega atravesando —propone—. O si tiene puerta de atrás simplemente pásate a la parte trasera desde otra casa, y entra desde allí. Cuando menos sepa el puto gordo, mejor, y más si vamos a desaparecer.

A medida que te alejas de la playa hacia los barrios residenciales, el nauseabundo olor va disminuyendo, sin desaparecer del todo. Las calles parecen más destartaladas y las casas familiares en el mismo estilo parecen deterioradas, aunque de manera mucho menos pronunciada que el pequeño centro de Southport. Vuestra procesión pasa desapercibida a la mayoría de transeúntes en aquella hora: en su mayoría ancianos caminando con un aspecto que daban la impresión de estar a punto de fallecer, más muertos que vivos a tus ojos; y algunas mujeres con niños pequeños, con mucha más vitalidad y fulgor. De vez en cuando, algún rostro seco y frío, marcado por la muerte, desprovisto de vista, os dedica una mirada desde alguna ventana o un jardín, pero no lo suficiente como para que llaméis la atención. Pero ciertamente había Wraiths por allí, y no erais los únicos fantasmas.

Cuando te detienes antes de llegar a la casa de Josh, adviertes que se trata de algo personal. John responde casi de inmediato -Sí, claro, por supuesto- dice con completa transparencia. Sin embargo, Linda, con su mirada distante y su aire robótico, sólo te observa pero no confirma ni niega nada. No has escuchado palabra alguna desde que comenzase el viaje.

El barrio donde vive Josh no es demasiado diferente. Su casa no tendría nada de especial, de no ser porque es en donde vive él: una construcción de dos tres pisos, pintada de colores pasteles, con cortinas de tonos rosas y azules como le gusta a su madre. Un pequeño jardín, estrecho, pero bien cuidado por su padre. De este lado el verde vital ha tomado un color oscuro marchito, y las flores parecen botones a punto de secarse y romperse con el mínimo tacto. Las ventanas están algo opacas, y el aspecto exterior de la edificación refleja algunos años más de lo que recuerdas perfectamente, sin llegar al extremo de parecer una ruina como muchos de los edificios de Liverpool. No hay nadie afuera y no estás seguro de si hay alguien adentro. En la otra acera, un hombre joven pasea con varios perros, casi jalándolo, los animales jadean y se mueven y en ellos sientes también la vida que corre por sus cuerpos, aunque se diferencie de los mismos mortales de alguna forma que no puedes explicar. 

Un coche pasa de largo, y la risa de un niño se escucha en otra de las casas cercanas. Incluso la eterna Tomenta que ruge en los cielos de tu lado parece apenas murmurar y ronronear, y casi que puedes ver algunos rayos del sol filtrándose a través de los gruesos y siniestros nubarrones negros...

Si la imagen de esa versión oscura y muerta de Liverpool me había parecido desoladora, ver en ese estado el lugar que consideraba inconscientemente mi hogar produce un dolor descarnado en mi espíritu. A cada paso se me hace más terrible moverme por las calles que recuerdo llenas de vida y color y esquivo las miradas de los wraiths con los que nos cruzamos, bajando los ojos o mirando más allá, como si fuesen a desaparecer sólo porque yo finja que no los veo. 

Sin embargo, el consejo de Elie me hace pensarlo mejor. 

«Tienes razón, tía. Si encontrase a alguien conocido a lo mejor estaría más dispuesto a ayudarme que cualquier otro...». Y de pronto ver a mi abuelo pasa de darme escalofríos a darme esperanza. Tal vez debiera pasar cerca de su casa por si se ha quedado allí atascado... o por el cementerio. Pero, como sea, ver a Josh es una prioridad y casi puedo imaginarme que aún tengo un corazón que late sólo por pensar en verlo de nuevo. Hasta me parece que siento menos el cosquilleo molesto en la sien. 

Al acercarnos a su casa detengo mis pasos frente a la de al lado y pongo los brazos en jarras apoyando ambas manos en mis caderas.

—Aquí es —informo, con un gesto de cabeza—. Quiero entrar yo sola —repito, mirando a Linda. Que será muda pero no es tan zombie como quiere parecer, así que seguro que puede asentir con la cabeza. Y no pienso moverme hasta que tenga alguna confirmación por su parte.

«Puf. Atravesar paredes. Suena chungo que te cagas, ¿no? ¿Crees que los pervertidos como Lee se dedican a colarse en los vestuarios de las chicas?»

A pesar de lo apacible que podía tornarse la Tempestad, no había un minuto de paz completa. Los murmullos y gruñidos de los nubarrones se dejan oír todavía. Era como si el cielo de la Tierra de las Sombras estuviese destinado a alertar de la inminente tormenta, jamás decantándose por llover definitivamente. Es inevitable que te preguntes cómo sería la lluvia de este lado y si tendría algún efecto ahora que estabas muerta.

Sin embargo, el asunto que tienes a mano es la espera de una respuesta de Linda. Pero Linda, con sus rasgos inexpresivos, con su rigidez mecánica y su mirada fría no responde. Si no ha entendido la pregunta o si simplemente pasa de darte una respuesta, no lo sabes. Sin embargo, quien sí parece ponerse algo nervioso es John, quien rápidamente mueve su mirada para pasarla de linda hacia ti y de regreso a ella. Ella no mueve un sólo músculo, tan sólo te observa fijamente, y no parece a punto de decir nada. No parece nerviosa, no parece incómoda, ni siquiera parece realmente interesada por el barrio o por lo que tengas que decir, sólo... está allí.

John finalmente se acomoda un poco junto a ella y mueve su boca tratando de vocalizar. "¿Qué tratas de hacer?" te pregunta como si aquel enfrentamiento estuviese poniéndole de los nervios y seguramente le hubiese empujado a tratar de buscar una solución. Pero estaba claro que no se le ocurrían las mejores ideas bajo presión. 

Conforme el olor del lugar va desapareciendo aquella que hace compañía a Angie desde dentro de su cabeza se calma un poco, pasando a ocupar un espacio más laxo e indefinido. Su atención está en todo lo que Angie observa, y al oír hablar al larguirucho que las acompaña parece como si esa presencia asintiese.

Al ver todos esos seres vivos Elie guarda una especie de silencio respetuoso, irónicamente como si se encontrasen ante un muerto. Una sensación de acuerdo se dispersa desde donde se encuentra cuando Angie le da la razón.

—¿Qué casa...? —empieza a preguntar justo cuando Angie se detiene. Y al comprender lo que está haciendo la complicidad se extiende por todo el cráneo de la chica—. Bien hecho —la felicita, aunque hay algo que hace su manera de hablar un poco más lenta de la habitual.

Tras las últimas palabras de la chica dentro de su cabeza Elie vuelve a asentir.

—Estoy totalmente convencida —afirma—. Joder, me está dando asco sólo de pensarlo. ¿Te das cuenta de que pueden hacerse pajas allí mismo, pegados a las chavalas, sin que ellas puedan verles? Mierda, nena —dice con cierta repugna—, creo que no quería pensarlo. Ahora no puedo quitarme esa puta imagen de la cabeza.

Pasa un instante de silencio, como si lo emplease en desprenderse de esa idea, antes de que Elie vuelva a hablar.

—Joder, mira cómo se hace la tonta —enuncia con molestia, cambiando por completo de tema—. Dan ganas de darle una palmada en la cara, a ver si se aparta. Fijo que con otros más bobos le funciona, pero contigo al loro no te la ha colado. Mierda... ¿Se te ocurre cómo podríamos hacer? Podríamos atravesar corriendo un montón de cosas hasta perderla, o algo, pero sí que suena como algo chungo. Aunque en las pelis lo hacen todo el puto rato. ¿Y si le das un discursito, nena? No se me ocurre qué mierda le puedes decir a alguien que se hace la zombie. ¿Que acompañarte es desconfiar de lo que le dijiste al puto gordo? ¿Que si no estás a solas no vas a poder recargarte bien las pilas? No sé, nena, no sé ni cómo funcionan estas cosas. A lo mejor es mejor sólo correr hasta que se quede atrás la puta zombie y volver más tarde.

Pasa un instante antes de que vuelva a hablar, reflexiva.

—Pero una cosa sí te voy a decir. Creo que estas casas me suenan.

Le mantengo la mirada a Linda y, cuando me parece que me ha entendido, empiezo a moverme hacia la casa. Pero la muy zorra me sigue, así que me paro otra vez, con el ceño fruncido. 

«Tía, no me creo nada su rollo de zombie alelada. Mira qué rápido reaccionó antes... Y paso del todo de que ella o el gordo sepan cuál es la casa de Josh. ¿Te imaginas que le hicieran algo?»

Miro brevemente a John, pero enseguida vuelvo a poner mis ojos sobre Linda para hablarle con tono autoritario, como el que podría usar con un niño, o una mascota.

—Tú espérame fuera, Linda —digo con toda la firmeza que puedo—. ¿Me oyes? Entro yo sola y tú me esperas aquí.

Me quedo todavía mirándola un instante más y luego doy un par de pasos, comprobando si ha funcionado.

«Como me siga te juro que echo a correr hasta que se pierda la muy zorra. Como si tengo que atravesar un coche para que me lleve lejos... ¿Crees que tú vivías por aquí?».

Dentro de la cabeza de Angie, aquella que dijo llamarse Elie escucha los pensamientos hechos palabra que Angie le dedica y aunque no responde de viva voz puede sentirse en el interior de su cráneo fantasmal y borboteante que está de acuerdo con ella.

Un momento más tarde, al ver lo escueto que es el «discurso» de Angie, Elie ríe como si no hubiera preocupaciones. Escucha a Angie de nuevo después y si tuviera cuerpo probablemente le pondría la mano en el hombro acto seguido y negaría con la cabeza.

—Eres la hostia, nena —le dice como un cumplido, antes de responder a sus otras palabras—. La mierda es que no sabemos qué mierdas podrían hacerle los asquerosos estos a Josh, ni qué pueden hacer en general además de joder y moliar—enuncia con seguridad, aunque un instante más tarde añade un detalle más—. Joder, hay Arcanomierdas de esas para hacer cosas en el otro lado, pero no sabemos qué. Ya podría haber sido más específico John.

—Yo... —empieza insegura al final, como si hubiera aplazado lo que es más delicado—. La verdad, no lo sé, sólo sé que me suena todo esto. Es... —Baja un poco la voz—. Complicado. Ojalá lo tuviera más claro. Seguro que sería más fácil si lo viéramos como es de verdad, y no tan hecho mierda. —Entonces cambia de tema sólo a medias, como si buscase una solución y al mismo tiempo una referencia—. ¿Sabes si hay una carretera por la que vayan rápido cerca de aquí?

Cuando intentas aplicarte para lanzar la orden, para demostrarle que tú tenías la autoridad y que tu orden debía ser respetada, en ese instante, sientes de nuevo el desconsuelo. Una vez más, aparecía aquella sombra de angustia que parecía aferrarse a tu corazón y dejarte con una sensación desagradable. Habías hecho un esfuerzo, sí, pero se sentía como si la congoja se cerniera sobre ti. Y empiezas a sospechar que tiene que ver con la ayuda extra que recibes, como si mejorar tus posibilidades de manera poco natural rebotara hacia ti de una manera incomprensible, cargándote de esa negatividad que pesaba. Algo no estaba bien, nada bien, y percibes la inminencia de que algo desagradable está a punto de suceder en algún momento. No sabes que es, pero lo experimentas en tu interior.

Linda te está observando y John, también. La primera no parece inmutarse, como una estatua seria, desagradable. John, nervioso, niega con la cabeza, parece que quisiera echarse a correr y alejarse de la escena. De los tres, es quien más incómodo parece y a quien más le afecta la tensión.

Das unos pasos para moverte, Linda parece permanecer en su sitio, pero cuando intentas completar la marcha poniendo algo más de distancia, ella se mueve hacia ti, eficiente, mirándote con la cabeza ligeramente levantada, con sus ojos fríos y desapasionados. ¿Era acaso algo diferente a un Wraith? ¿Alguna construcción del Lord para seguir sus órdenes? Pues no había señales de humanidad, sólo de una fría lealtad, silenciosa, sobrecogedora, que termina reforzando el malestar general que experimentas. Lo que pase tras sus ojos, o lo que inspire su incansable vigilancia, es un misterio para ti.

Me llevo una mano al pecho cuando llega la desesperanza y entreabro los labios, buscando un aire que ya no necesito para nada. Noto el cosquilleo de mi sien aumentar y termino por moverme nerviosa.

«¿Qué es eso? ¿Qué mierda me está pasando?», pienso, mientras frunzo el ceño, molesta con la estúpida de Linda que se sigue haciendo la tonta y algo temerosa por esa sensación que se clava en mi interior, «Tía, creo que eso me pasa cuando me ayudas a hacer las cosas... Puede ser algo del karma o una mierda de esas, Beth sabía mogollón de eso. El universo te premia o te castiga y a lo mejor me hace sentir mal por chuparte la energía o algo así». 

Con esas ideas revoloteándome en la cabeza termino por entrecerrar los ojos y apretar los puños con los brazos extendidos a ambos lados de mi cuerpo. 

—Pues vale, Linda —le digo con rabia, enfadada con ella, con el gordo, conmigo misma y con el maldito karma—. Yo no quería llegar a esto, pero... tú lo has querido. John, volveré. 

Y con esas palabras cojo impulso y empiezo a correr de repente. La dirección me da igual sólo quiero correr y correr hasta perder a Linda de vista para poder ir yo sola a ver a Josh.

De repente estabas corriendo a toda velocidad por la calle. Correr, tenía una connotación diferente ahora, no tenías pulmones o músculos precisamente, pero seguías respondiendo a las limitaciones mecánicas, tus piernas tenían que moverse de acuerdo con tus órdenes mentales. El aire se sintió frío y brumoso al chocar contra tu cuerpo, y en lugar del sonido de tu corazón latiendo con fuerza o de tu respiración modulándose, sólo estaba el murmullo atenuado de las cosas en el mundo de los vivos y sus ecos a través de las sombras de este lado.

Te giras por un momento, y ves que Linda ha comenzado a correr detrás de ti también, mientras John está allí, parado y con cara de confusión, miedo y sorpresa, todo en un sólo gesto de incredulidad mientras permanece como espectador pasivo de aquella carrera. De nuevo te fijas en el frente, y la pared de la primera casa se acerca a gran velocidad. Sabía que no había manera de que te fuese a detener, así que cierras los ojos y en un instante infinitesimal, cuando esperabas el golpe seco, el dolor y sentir el suelo recibiéndote, atraviesas la pared. Fue un pestañeo, en el que experimentas un profundo y agudo dolor que dura una milésima solamente, como si te hubieses sumergido en un lago cáustico, o en un arbusto lleno de espinas, y tu piel se hubiese enganchado y quedado atrás. Ya estabas del otro lado y notas tu corpus parpadeante, algo transparente, pero intacto.

Luego observas el interior de aquella casa. Las paredes agrietadas, la sala llena de muebles viejos y polvosos, malolientes y rotos, la mesa de centro parece sostenerse apenas, pues está hecha de madera en descomposición, y los cuadros que seguro deberían mostrar alguna escena colorida, sólo dejan ver manchas de pintura oscura y moho que han invadido todo el lienzo. Nada huele bien, nada se siente bien, y sólo al final de un pasillo largo, puedes ver una luz vital que te indica la presencia de un Rápido. Con otro paso, notas que el tapete parece húmedo y sucio, lleno de manchas de grasa o alquitrán, o simplemente raído e inexistente en algunos lugares, parches que dejan ver un suelo oscuro y poco limpio.

Poco tiempo más tienes para analizar la situación. Linda debe venir detrás de ti, y aún estás a unas casas de la casa de Josh, por lo que sentarte a descansar no es simplemente, una opción...

Al notar en el pecho de Angie aquella desesperanza el silencio se extiende por su cabeza durante unos segundos. Aquella que decía llamarse Elie permanece callada, aparentemente pensativa, y más tras las palabras que ella le dedica en su cabeza.

Ella observa mientras Angie lanza aquella advertencia, y antes de que la chica eche a correr ya está musitando por lo bajo.

—Vamos, Angie, vamos... —Sin embargo en el momento en que ella atraviesa la pared y siente ese latigazo de dolor la presencia de su cabeza no se contiene—. ¡Joder! —En cuanto ella empieza a mirar alrededor Elie no tarda en volver a hablar—. ¡Corre, nena! ¡No te quedes quieta aquí! Estás medio transparente, tía, así que aprovecha: si te quedas aquí te pilla fijo. Atraviesa alguna pared más, escóndete, o no dejes de correr, pero no te quedes aquí quieta, que viene.

—Joder... —dice tras unos segundos, claramente inquieta—. Qué putada que te haya pasado eso al echarte un cable, tía. Lo siento, lo siento mucho —afirma con tono ligeramente culpable. 

—Puede ser la mierda esa del karma —comentó dándole la razón—, o a lo mejor es sólo que tenemos que practicar más. Hacerlo con cuidado o qué sé yo. Como sea, si quieres lo dejamos por ahora, que no quiero que tú estés mal. Aunque si la cosa se pone chunga yo te echo cable igual, ¿eh? Que vale más eso a que nos vuelva a pillar el puto gordo. Sobre todo si va a servir para ir con tu novio. Ahora tenemos que librarnos de la puta Linda, con mi ayuda o sin ella, como veas. Y luego, cuando seamos libres, ya veremos cómo ir con cuidado. Que para algo que puedo hacer estando aquí, coño...

—Y joder, John ya podría haber hecho algo para distraerla. Correr también en otra dirección, o sujetarla, o algo, ¿no? Que aproveche, joder, que si al final nos pilla sólo pringaremos nosotras y no habrá servido de nada. —Guarda un instante de silencio antes de volver a hablar con resolución—. Por eso no nos puede pillar, joder. Y por Josh.

La sensación de correr después de días de encierro es indescriptible. Todavía siento esa angustia anidada en mi pecho, pero me siento también libre, con cadenas y todo. Miro un momento por encima del hombro calculando la distancia con Linda y por un instante me asusto al volver a mirar hacia delante y encontrarme un muro. John me había hablado de eso de atravesar cosas, pero no me había enseñado a hacerlo y ahora justo es cuando más falta me haría. La voz de Elie me da ánimos y me tenso esperando el choque... Que no llega. 

Casi siento ganas de saltar y gritar de júbilo al darme cuenta de que he aprendido a hacer eso de atravesar por puro instinto. «¿Has visto eso?», pienso hacia Elie sin dejar de correr. Salgo de la casa por un lateral para atravesar otra y luego otra más, sin preocuparme por esquivar muebles o paredes. «¡Es cojonudo!». Sigo corriendo y corriendo, intentando dejar a Linda cuanto más atrás mejor. Mis pulmones no se cansan, mis músculos no se quejan, y de pronto siento que podría estar corriendo todo el día, hasta salir de la ciudad si quiero. Pero en realidad mi única intención es dejar a esa estúpida zombi falsa atrás para poder ir a ver a Josh. Ni siquiera había contado con escaparme hoy y de repente, sin planear nada o saber a dónde ir a que me quiten las cadenas... Pero si esa zorra esperaba entrar conmigo en casa de mi novio, bueno, no podía permitirlo.

«Si la cosa se pone chunga, vale», pienso al atravesar un muro más, «Esto es importante. Pero hasta que sepamos por qué pasa eso lo haremos sólo en las cosas importantes, ¿vale? Por si acaso».

No hay aire, ni fatiga, ni incomodidad. Correr es natural, incómodo y repetitivo, pero no se parece en nada al esfuerzo físico que tienes bien grabado en la memoria reciente de tus días en vida. Tus pies tocan el suelo con agilidad, con cierta pesadez curiosa capaz de engendrar cientos de preguntas físicas y metafísicas; emitiendo un sonido seco y audible que imaginabas no iba a llegar a los oídos de los habitantes de aquella casa. Pero, sin tiempo para contemplaciones, filosóficas o de las elecciones de decoración de aquel lugar, continúas impulsada hasta encontrar frente a ti la otra pared, que se acerca con rapidez, y que atraviesas con aún más velocidad. No hay dolor esta vez, sólo un breve instante en el que todo parece oscurecerse y tus ojos, junto con el resto de tu cuerpo, entran en superposición con la estructura, pero no interactúan de forma alguna, como si el muro fuese una muy detallada proyección, o de manera más perturbadora, como si tú lo fueses.

La siguiente habitación es una biblioteca pequeña con una ventana: todo se ve polvoso y mohoso, el olor a libros antiguos y a madera descopuesta hace que el ambiente allí sea algo menos soportable que el anterior, pero por suerte tampoco te ibas a quedar mucho tiempo. Los colores gastados de cubiertas y lomos de la colección bibliográfica se estrellan también rápidamente contra ti, lo hacen primero figurativamente y luego literalmente, hay oscuridad, un cambio de luz y luego una habitación con un mortal en ella. El cuarto tiene una vieja y destartalada cama, llena de manchas negras y profundas, una cortina raída y chamuscada, un techo agrietado y una ventana tan opaca, que asumir que estaba hecha de vidrio habría requerido algo de imaginación. Y en medio del cuarto, hay una mujer madura, quizás cuarenta años y no muy alta, de facciones serias y cansadas, con profundas ojeras que no puedes determinar si existen de este lado, del otro lado, o de ambos en un estado de superposición; y se encuentra aspirando. Emite la luz vital que parece ocupar todo el espacio que su cuerpo y resaltarla en medio de aquel despojo de cuarto, sostiene una aspiradora que hace un ruido infernal capaz de perturbar a los muertos, y aunque ni señora ni aspiradora se ven en muy buen estado, ninguna de las dos se queja de más. Por el rabillo de tu ojo algo llama la atención en sus muñecas, pero tampoco tpuedes observar detenidamente.

Un sonido a tu espalda hace que te gires para mirar cuánta distancia le has sacado a tu carcelera, y al ver a Linda pisándote los talones, quien te ha seguido el paso bastante bien, entiendes que el número está más bien tendiendo a cero. Está a menos de medio metro y pronto estarás a su alcance. Su rostro no revela más que la misma seriedad robótica con que te ha agazajado desde que saliste de los dominios del Lord, pero sus ojos, sus pupilas grisáceas están fijas en ti, y ni siquiera la emoción de la persecución, ni la perspectiva de esta cacería que parecía estar a punto de ganar, eran capaces de hacer florecer un gesto diferente a la impávida expresión con que llevaba a cabo su labor de no perderte de vista.

—Claro que lo he visto, nena —piensa esa presencia desde el interior de Angie, y conforme ella corre trata de animarla más y más. Aún así una parte de ella se contiene, y se nota: la parte que normalmente sería de ayuda más que moral.

Mientras Angie corre aquella voz observa sólo de pasada los lugares por los que pasa: no son importantes. Sin embargo es inevitable detenerse un poco más en aquella mujer que está... ¿Pasando el aspirador?

—Oye, nena... —empieza a decir al tiempo que ella se gira, y en ese mismo instante interrumpe sus palabras para alzar la voz, sorprendida—. ¡Joder, qué puto susto! ¡Joder! ¡Si no estuviéramos muertas acabaría de matarme de un maldito infarto! ¡Corre, Angie, corre! Y si esto cuenta como importante, coño, ¡vamos a hacerlo entre las dos! ¡Si nos pilla fijo que ya no tenemos otra oportunidad!

«¡Mierda!», mi mente grita al ver a Linda, porque mi garganta no puede hacerlo mientras corro. Algo ha llamado mi atención en la mujer del aspirador, pero no puedo distraerme observando mejor sus muñecas. No si quiero llegar a ver a Josh. Mis planes no llegan más allá de ese punto. Llegar a ver a Josh sin la zombi cerca, intentar que sepa que estoy a su lado, asegurarme de que no me olvida. Y luego... Ya veré cómo me libro de las cadenas o qué hacemos. 

Aprieto las mandíbulas y corro más, atravesando paredes para intentar despistar a Linda, dejarla atrás. Y tampoco puedo plantearme ahora el problema con Elie, pero las dos estamos de acuerdo en que esto es importante, así que ya lo pensaremos bien después. Cuando todo esto haya terminado y podamos hablar tranquilas. 

«¡Tienes razón! ¡Vamos!», no me da la cabeza para pensamientos más elaborados que eso, sólo puedo pensar en correr y correr y correr. Con la mente en un futuro cercano en el que pueda estar cerca de Josh. «Pronto».

Esta vez te concentras y usas la ayuda de Elie. Sientes como tu voluntad se incremente y como tu velocidad aumenta proporcionalmente. Pronto estás pasando a través de la pared del fondo tras cruzar un baño oscuro y con un punzante y desagradable olor. Estás de vuelta en el jardín lateral de la casa y pasas de largo la cerca. Era extraño tener que reprimir el reflejo casi inconsciente de detenerte al saber que en vida, dichos obstáculos te habrían detenido en seco y ahora, salvo cuando tuviste que atravesar la primera pared, eran menos que molestias. Eran inexistentes. El cielo oscuro de aquel lugar aparece sobre las nubes grises de tu pueblo. La tormenta aúlla en la distancia y su sonido poco tranquilizador te da la bienvenida cuando estás de nuevo corriendo por el exterior.

Pasas a la siguiente casa. La distribución es muy similar a la que acabas de dejar atrás, pero la decoración es diferente. La madera de los muebles y los cuadros parece estar marchita y hueca a simple vista, las paredes tienen más grietas, pero irónicamente las ventanas apenas si presentan defectos. Con tu velocidad atraviesas de nuevo varias paredes: lo que era una biblioteca en la otra casa, acá es una habitación de lo que parece un niño pequeño: una cama en forma de coche está maltrecha, varios juguetes rotos y polvosos están regados por todo el lugar, y algunos cuentos infantiles están sobre una mesita, pero el papel de sus páginas parece amarillo e irregular, como si fueran antiguos manuscritos. Continúas corriendo y el siguiente cuarto es de nuevo la habitación principal, la cama parece gastada también, aunque de formas diferentes, y el olor parece evocar a un cuarto aislado y poco ventilado. Te giras de nuevo, tras darte cuenta de que no escuchas tan cerca los pasos de Linda, y, al menos en lo que alcanzas a ver, no está tan cerca como lo estaba hace unos instantes.

Estás a punto de atravesar el baño y salir al siguiente ante-jardín. Sabes que la siguiente casa es la de Josh, y aunque aparentemente le has tomado ventaja a Linda, sólo has corrido en línea recta. Pronto encontrarás la sala que conoces bien, y posiblemente el cuarto de Josh...

—¡Sí, joder! —exclama la presencia en la cabeza de Angie en cuanto esta empieza a alcanzar velocidad. La ve atravesar paredes y paredes y del lugar donde ella habita se emana una sensación de alegría vibrante—. ¡Joder, lo estás consiguiendo!

—¡Ha estado por poco, nena, pero esa puta zombie se va a volver con las manos vacías al teatro! Y si no le gusta, que hubiera respondido cuando le hablabas, joder. Y esta vez no he notado que te pasase... Eso. ¿Ha ido todo bien? ¿Lo hemos hecho bien? —Al hablar esa voz parece expectante, como si la respuesta afirmativa fuera la mejor noticia que pudiera recibir—. Y tía, ¿cuántas casas faltan? Porque sea escondiéndote o sea siguiendo hasta quién sabe dónde vamos a tener que conseguir que pase de largo. La perdemos y esperamos unos minutillos o así hasta que se pire, pero no no puede pillarte allí ni de coña.

«Mierda...», pienso al darme cuenta de que estaba corriendo hacia la casa de Josh. Si sigo en línea recta voy a llegar a su casa con la zombie pisándome los talones y no quiero que sepa que es allí donde iba.

La última vez que eché la mirada atrás no vi a Linda y eso es buena señal, pero en cualquier momento puede volver a recortarme la ventaja, así que tengo que aprovechar esta oportunidad de librarme de ella para esconderme con la esperanza de que pase de largo.

No me lo pienso mucho, tampoco es que vea demasiadas opciones que sean lo bastante rápidas. Doy un paso pequeño más para quedar escondida en la pared exterior y trato de estarme muy quieta y muy recta. Se me hace raro no estar jadeante después de una carrera así y si no fuese por la desesperanza que anida en mi pecho cada vez que pienso en que estoy muerta, quizás hasta podría haber encontrado algo bueno. Al menos no me delatará mi respiración. 

«Tía», llamo en mi mente a mi nueva amiga, nerviosa, «La última vez ha salido bien, a lo mejor es porque era algo importante de verdad y por eso el karma no nos castiga. Ahora tengo que estar muy quieta, como una estatua. Joder, ojalá pase de largo».

Con una idea clara en tu cabeza, y con la premura del momento, aprovechas la ventaja para buscar una alternativa. Y justamente, empezando a entender como funciona tu nueva naturaleza, pronto decides que podrías aprovechar que eres incorpórea para esconderte ante los ojos de Linda. Un paso corto, muy recta y muy quietecita, mientras escuchas los sonidos de su carrera acercándose hacia donde estás, en medio de otros ruidos del ambiente y de la misma tormenta que parecía tan cerca.

Era curioso estar allí. No veías nada más que una nebulosa barrera oscura en tus ojos, y no sentías mucho más. Era simplemente como estar de pie, pero ciego. Nada podía hacerte daño, nada podía lastimarte. Los pasos en trote se acercan y esperas que siga derecho.

Sin embargo, te das cuenta de que has cometido un error. Si bien eres incorpórea para la Tierra de los Vivos, no lo eres para otras presencias de tu misma naturaleza, para otros Wraiths. Y Linda, que venía detrás de ti, choca su hombro con el tuyo, empujándote hacia fuera de tu escondite, y haciéndola trastabillar un poco, hasta que frena y se gira rápidamente, manteniendo apenas el equilibrio. Su ceño se frunce levemente, apenas lo suficiente como para expresar un cambio de ánimo.

-No debes perderte de vista-

Dice finalmente Linda. Su voz es profunda, aunque no desagradable. Y su entonación, si bien podría decirse monótona o inexistente, está cargada con cierta autoridad conferida por Lord Chamberlain. Comienza entonces a acercarse hacia ti, y entiendes que sus intenciones son, al menos según parece, restringirte de un brazo para impedir que continúes en carrera.