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Las tres intrépidas máximas autoridades del templo de la Tríada, se aproximaron sin demasiado disimulo hacia la barbacana que habían detectado desde lo alto de la colina. Enardecidos por la pasión con la que Florian actuaba ante ese tipo de situaciones, avanzaron dispuestos a combatir contra aquellos que sin duda creían culpables de las muertes de la carretera.

A medida que se acercaban, fueron conscientes de que en el interior de la fortaleza, se encontraban algunos trabajadores, albañiles y peones, los cuales parecían estar reparando los muros de aquella antigua fortificación. Pero no todos los presentes parecían estar trabajando. Un hombre calvo y de barba roja parecía dirigir al resto, mientras que varios hombres ataviados con armaduras vigilaban que nadie se despistase de su trabajo.

Tofo ello estaba sucediendo bajo la atenta mirada de un hombre de cabellos rubios ataviado con una armadura pesada y una capa color ocre, una mujer que lucía una túnica ocre, bajo la cual parecía portar una coraza y una segunda mujer que en ese momento se encontraba sentada en unos escalones que daban acceso al interior de la construcción, que vestía también con una túnica de color ocre.

—Vamos a intentar tomar el patio, a ver si puedes romper sus filas con Adamantina, Florian —murmuró Guideon.

A diferencia de Nindra el Salulita sí que llamaba al caballo del paladín por su nombre. Guideon había intentado excusar el comportamiento errático de la hechicera al principio, cuando Florian se había unido recientemente a la iglesia de la Tríada. Después, había desistido. Al final le había confesado al aasimar “en la cama es igual de salvaje e impredecible”. Aquello había dado la explicación última de por qué seguía con ella pese a sus constantes caprichos veleidosos.

—Si consiguen taponar la entrada será tu turno de hacerlos retroceder, Nindra, pero sin dañar a los aldeanos —siguió el sacerdote—. Si pueden huir durante el caos del combate, tanto mejor.

- Es un campo de batalla un poco claustrofóbico para nuestro gusto. Pero haremos lo que podamos. - Asintió Florian a medida que iba encarando la marcha a paso tranquilo de su caballo, antes de arribar a los perímetros de visión en la fortaleza. Ambos compartían un vínculo empático y en parte también mental, si bien Adamantina no era capaz de hablar, su jinete si lo era a la hora de expresar sus pensamientos.

Con su espada aún envainada y su escudo bien sujeto a su antebrazo, el joven aasimar se sentía listo. Esperaba su carga pudiese ser lo suficientemente imponente como para dar un mensaje claro y no tener que verse en la posición de decidir sobre la vida ajena... Aunque era parte de su destino. Menos aún, quería verse en una posición donde las vidas inocentes de los trabajadores estuviesen en el medio. Intentaría evitarlo a toda costa.

-Me he dejado la bola de fuego en casa -comentó Nindra a Guideon, encogiéndose de hombros.

En realidad, Nindra nunca había conjurado una bola de fuego, aunque le apetecia hacerlo algún día. El problema de ese tipo de hechizos es que no podía usarlos dentro de una fortaleza, tenían que estar al aire libre, de modo que ese conjuro estaba descartado por el momento. Además, no solía provocar grandes desastres. Solo en el mobiliario, pero no en las personas.

-Tened cuidado, de todas formas.

La mujer que se encontraba sentada sobre las escaleras fue, curiosamente, la primera en reaccionar. Al ver que se acercaba una comitiva de caballeros luminosos con consignas benignas, enseguida supo lo que estaba sucediendo: ¡trataban de tomar el templo!

- ¡Nos atacan! - Gritó con todas sus fuerzas a la vez que corría para lograr un mejor ángulo con el que visualizar la amenaza. - ¡Bloquead la puerta! - Ordenó y de inmediato, los dos guardias que hasta ese momento habían estado pendientes de los obreros, fueron hasta las puertas de la muralla con la intención de cerrarlas.

Acto seguido, la mujer rebuscó en una bolsa de su cinto y extrajo una pequeña sustancia redondeada con apariencia asquerosa y olor a azufre. Hizo unos pocos pases mágicos con las manos y acto seguido señaló en dirección al puente a la vez que pronunciaba unas palabras arcanas.

- ¡Globus ignius! - Alzó la voz con rabia y entonces todo alrededor de los aguerridos representantes de la nueva fe, comenzó a incinerarse.

Nindra vio la explosión de fuego y supo que no iba a poder apartarse.

-Hija de la gr...

El calor le abrasó la ropa, el cabello y la piel. Con un grito ahogado se tiró al suelo y comenzó a rodar para apagar las llamas, con el cuerpo lleno de ampollas y las cejas chamuscadas.

-¡La madre que la parió! -maldijo como un enano. Nindra no era como los señoritos divinos, cuando se enfadaba echaba chispas-. ¡Le voy a arrancar el pelo uno por uno!

De su chamuscada bolsa de componentes extrajo un trozo de goma y trazó círculos con la otra mano. El polvo comenzó a formar una densa nube de humo que se levantó entre los invasores y los defensores.

-No llego hasta ella, Guideon -avisó, con los pulmones ardiendo-. Pero vosotros sí. 

El joven caballero no tardó en percatarse del veloz reaccionar de la mujer, quien demostraba ser ducha en el arte de la hechicería y no demorar en conjurar un brutal y directo impacto. Con su impetuoso corazón mediante, tanto el jinete como su montura supieron anticiparse a la explosión, aún en su estrecho espacio Adamantina gozaba de una increíble agilidad que la distinguía de cualquier corcel ordinario y evitando así el ataque por completo.

El clérigo rubio realizó unos rápidos pases mágicos a la vez que murmuraba una oración y acto seguido su cuerpo se iluminó con una luz violácea. 

-¡Acaba de usar el favor de su deidad! -exclamó Nindra-. Pero no veo desde aquí a qué dios infame sirve.

- Si los dioses están observando esta batalla, dejemos que su justo juicio determine su resultado. - Respondió Florian con suma confianza en el suyo, quien se encontraba siempre presente en los cielos. Invocando también al favor de su deidad, alineando su símbolo sagrado con el mismo sol en lo alto, el caballero se encomendó hacia ella rápidamente para que su carga fuese valerosa y justa, impidiendo el bloqueo de aquellos portones a su tan noble encomienda.

Acto seguido, no demoró en alzarse a la carga a lomos de su montura, a la par que desenvainaba su espada y embestía con esta la barricada de hombres, buscando bloquear la puerta con su mera presencia. Adamantina poco pudo hacer para rebasar a los guardias, mas el filo del aasimar fue más oportuno y con la guía de Seyran buscaría abrirse paso entre esos malhechores.

Uno de los soldados que se encontraban allí dentro lucía una armadura completa e iba armado con un mandoble. Se movió rápidamente hacia las puertas tratando de impedir la entrada del flamante caballero al patio interior de aquel templo.

- ¡Largaos de aquí, infieles! - Les ordenó.

La sacerdotisa de la capucha color azul alzó las manos mientras avanzaba hacia las puertas y enseguida recitó unas extrañas palabras, una oración a su corrupto dios.

- ¡Obglutar tantos ets! - Gritó con fuerza.

De repente, un aura violeta iluminó su cuerpo, así como una zona a su alrededor de aproximadamente unos veinte pies de radio.

Guideon apretó los dientes cuando el infierno rugiente de llamas convocadas por la hechicera los envolvió. Miró de soslayo a Nindra y tomó una decisión: si ella no podía anular a la lanzadora de conjuros, tendría que ser él quien lo haría. De lo contrario acabarían todos carbonizados.

El tiempo se ralentizó a su alrededor cuando el hechizo de Nindra surtió efecto, aunque el Saulita sabía que lo que había sucedido en realidad era que él estaba acelerado. Guideon lanzó un grito de batalla que sonó agudo en los oídos de los cultistas y salió corriendo en dirección a las puertas, mas no cargaba contra los guardias de la entrada. Justo cuando iba a chocar contra ellos activo el poder sus botas y saltó al otro lado.

A una velocidad endiablada cruzó el patio y se plantó cuerpo a cuerpo con la hechicera.

—Os tengo a mi merced, bruja. ¡Ríndete y ni tú ni tus esbirros sufriréis ningún daño!

Al paso por su lado, uno de los guardias lanzó un espadazo contra Guideon, pero gracias quizás a la extraña y mágica forma que tuvo de aparecer y desaparecer frente a sus ojos, no pudo atinar a darle.

- ¡A mi la guarida! - Gritó la arcana. 

Justo entonces extrajo un trozo de manteca de cerdo que portaba en un tarro y tras un movimiento mágico lo lanzó en dirección a dónde Guideon se encontraba a la vez que gritaba unas palabras mágicas. 

- ¡Labi cul axunga! - Pronunció con rabia.

Acto seguido salió de allí a toda prisa.

Los dos guardias de la puerta o no escucharon la orden de la maga o bien no se dieron por aludidos y es que ya estaban suficientemente ocupados con el caballero Florian y su montura de guerra, como para preocuparse de otros frentes. Ambos trataron de ensartar al paladín con sus hierros, pero la gruesa armadura del caballero y su escudo lo impidieron.