Partida Rol por web

Debía haber pasado algo más de media hora mientras caminaban agachados por aquel túnel. Las raíces, la humedad, los gusanos de las paredes dejaban claro donde estaban y el buen trabajo que habían hecho los cultistas para construir un pasadizo así en un pantano como las marismas de los hombres muertos. Al cabo de un rato, pudieron ver que el túnel ascendía levemente hasta llegar a una pequeña escalera de madera en no muy buen estado, aunque lo suficientemente corta como para que casi no hiciera falta usarla para salir, que daba a una trampilla que estaba abierta por la que se colaba la luz de la luna. Cuando se acercaron, quien iba en cabeza paró a sus compañeros. Unas voces hablaban fuera de la trampilla, distraidas en el lenguaje de los lagartos. Quienes lo entendían escucharon lo siguiente:

-Tardan demasiado. Tenemos que llevar los cofres al castillo lo antes posible o ese sapo asqueroso...

- Ese maldito baboso... ojalá la Muerte Negra acabase con él...

Había por lo menos dos hombres lagarto sobre sus cabezas, que debían esperar a los otros que habían matado en el almacén. No se alegrarían de ver que los que salían de túnel no eran sus compañeros, pero al menos el grupo de aventureros aún contaba con el factor sorpresa.

Égida no sufrió en sus propias carnes — metafóricamente hablando — el olor y el nauseabundo ambiente por el que tuvieron que moverse, pero de vez en cuando preguntaba a sus compañeros si estaban bien. Era en momentos como aquellos en los que agradecía que su naturaleza fuese lo más antinatural posible.

Guiándoles con una luz brillando en su martillo y encabezando la marcha para asegurarse de que cualquier enemigo tuviera que vérselas primero con él, terminó encontrando la pasarela ante la cual cedió el paso a Endozal, más sigiloso y cuidadoso que él.

Mientras su compañero examinaba la situación, tomó nota mental de aquel a quien llamaban la Muerte Negra. ¿Un agente especial del Culto, o quizás de los Hombres lagarto?

Airic bufó ofuscado por no poder haber dejado ningún lagarto con vida, pero al menos pistas tenían. Antes de pasar por el túnel, se tomó la precaución de arrojar los cuerpos dentro y pidió al último cerrar la trampilla, para disimular un poco mas el combate.
En el túnel, trató de distraer la mente de sus compañeros para que no pensaran en la horrible situación en la que se estaban metiendo, comenzó a dar sus discursos motivadores ya conocidos por sus compañero, y pese a que no eran sorpresa, la voz de Airic tenía un gran efecto enaltecedor en los corazones de las personas. Sus compañeros sentían en su pecho una energía que los impulsaba a seguir mas y más.
 

Al llegar a la boca del túnel, escuchó las voces y detuvo rápidamente al grupo. Con una serie de movimientos de mano y un susurro inaudible su voz resonó en las mentes de sus amigos.

-Déjenme ir primero para marcar los objetivos- Pudieron escuchar

Avanzaba tras Égida que iluminaba el camino, la humedad hacía que la ropa se le pegara al cuerpo y se sentía un tanto incomodo pero tarde o temprano tendrían que llegar al lugar dónde llevaban las cajas. Con un alto y una indicación de Égida avanzó para echar un vistazo pero Airic le detuvo planteando un plan que podría darles ventaja.

Preparó su ballesta y esperó a que el asalto comenzara.

Abdali asintió ante las palabras del noble y se preparó para disparar el arco largo a su señal. Aún estaba intentado procesar todo aquello, y era tan difícil hacerlo con solo una ligera sopa en el estómago...

El grupo salió cogiendo por sorpresa a los hombres lagarto. Eran tres, ataviados con ropas y telas hechas de madera y metal, toscas y primitivas  como los que habían visto antes. Estaban Alrededor de un pequeño poste con una antorcha. A su alrededor la maleza se cernía sobre ellos agobiante. La humedad casi podía palparse lo que hacía que el aire frío se colase entre las ropas de los aventureros hasta llegar al tuétano. La oscuridad los rodeaba pues arriba en el cielo la luna apenas brillaba y aún quedaban varias horas antes de que amaneciese.

-¡Esos no son los nuestros!-gritó un lagarto antes de que Airic los cegara con su llama.

Airic salió disparado por la escalera y antes de que los lagartos pudieran reaccionar conjuró y unos pequeños resplandores violetas se formó alrededor de piedras, troncos y arbustos del lugar. El mismo fulgor comenzó a formarse sobre los lagartos que comenzaron a sacudirse para quitárselo de encima.
Luego dejó caer la moneda de luz que todavía tenía brillo y cargó contra uno de los lagartos. La criatura trató de defenderse con un mordisco que Airic esquivó y aprovecho para tomarla del cuello, inmovilizándola y dejándola indefensa para los ataques de sus compañeros que venían detrás

Endozal subió las escaleras tras Airic y observó como su magia hacia que alrededor de los lagartos apareciera unan fina llamarada que les destacaba en la noche. Cuando el bardo le indicó su objetivo Endozal movió rápido su ballesta y disparó dos proyectiles rápidamente contra uno de los lagartos. El primero dio de lleno atravesando la piel del lagarto mientras que el segundo rebotaba en su escudo.

En cuanto Égida salió al exterior tras Endozal y Airic, todo a su alrededor fueron luces que le desorientaron. Afortunadamente, vio claramente cuáles eran los dos enemigos — pobres, no habían visto lo que se les venía encima — y uno de ellos probablemente moriría por las heridas del cocinero. Así que, como querían sonsacar información al otro, se abalanzó sobre él para inmovilizarlo.

El guerrero vio como Endozal y Egida se lanzaban al combate, y no tardó mucho más en unirse a ellos.

Buscó el blanco más fácil y descargó dos flechas sobre él.

El ataque fue como un relámpago. La luz feerica iluminó el pequeño claro. Los árboles que lso rodeaban quedaron iluminados unos segundos mientras las sombras se retiraban. Ninguno de los lagartos fueron capaces de taparse los ojos a tiempo. El primero murió debido a las flechas de Endozal, certero como de costumbre. Otro de ellos fue herido por Abdali y el último quedó atrapado por los férreos brazos de Égida.

-Grakzzs no! -Gritó el lagarto al ver morir a su compañero y golpeó a Égida con fuerza pero no consiguió que este soltara a su compañero.

Airic miró la situación y decidió ir por el Lagarto que acababa de apresar Egida. Pero antes, tomo un poco de arena del suelo y se lo arrojó a los ojos del lagarto que estaba peleando contra Abdali, cegandolo momentáneamente. Luego, avanzo alzando su espada y lanzó un golpe seco con el pomo estrellandolo en la frente del lagarto de Egida con la intención de dejarlo inconsciente. El golpe dio de lleno haciendo un pequeño corte en la frente que dejó algo mareada a la criatura pero sin llegar a lastimarla de gravedad.

-Acaben con el otro!- les dijo a Endozal y Abdali

Uno de los lagartos cayó al instante y otro había sido apresado por Égida mientras trataba de noquearlo Airic, aprovechando la ayuda lanzo dos virotes contra el que acababa de herir a Abdali, el primero de ellos golpeó contra el escudo pero el segundo lo atravesó por su tejido blando haciendo que cayera muerto al instante.

El segundo lagarto murió bajo la flecha certera de Endozal. Mientras, Lord Airic aprovechaba que Égida tenía agarrado al último de ellos y lo hería con su acero.

-Malditos pieles lisas-dijo el lagarto en común- moriréis por estoAAAAAGHHH!-se interrumpió al sentir el golpe del noble.

El lagarto fue silenciado por el golpe de Airic, y el noble sonrió. La criatura ya no forcejeaba, así que Junto con Egida lo sometieron y ataron para que no intente nada estúpido.
-Bien hecho- Le dijo al forjado que había neutralizado a un enemigo durante todo el combate.

-Podemos hablar en común- Le dijo al lagarto en dracónido- Es que no todos mis compañeros lo hablan, y sería bueno que ellos entiendan la charla que vamos a tener- Esperó la respuesta y luego cambió al común*.

-Bien, me gustaría hablar por las buenas, la situación es la siguiente- Le dijo al prisionero-Estas en apuros por donde se te mire, tus amigos están muertos, y quienes esperaban que vengan por ese túnel también. Van a pasar unas horas mas antes de que alguien se de cuenta que algo anda mal, y mientras tanto, estás a nuestra merced- El noble se sentó al lado del lagarto, en el piso, una vieja técnica aprendida en su juventud. Si uno se pone en una situación similar a su prisionero, inconscientemente, este empieza a sentir algo de empatía.
-Mira, oímos que esperaban un cargamento para llevarlo a un castillo, y ese castillo me interesa, no quiero matar solo porque si, no me gusta, no es bueno, y tu tampoco tienes porque morir por esto- Apoyó una de sus manos en el hombro del lagarto- Dinos lo que sabes del castillo, Donde está, quien lo protege, para que quieren ese tesoro, y probablemente alguna otra cosa que surja de la conversación, y tal vez pueda dejarte marchar en dirección opuesta a la nuestra en lugar de cortarte el pescuezo.

El lagarto dio una dentellada al aire amenazando a Airic aunque estaba bien sujeto por Égida.

-¿También quieres que te prepare un desayuno, asqueroso humano?-le respondió con repulsión. En realidad al hablar común se le entendía bastante mal lo que decía, pero quedaba bastante claro el tono en el que lo decía-. El castillo está lejos, hacia allí, a dos días de viaje. Pero no llegaréis tan lejos, estáis muertos pieles suaves-dijo forcejeando, pero parecía que las palabras de Airic hacían mella en él y soltó la lengua un poco más- Más allá  los míos tienen un campamento y de allí cogemos canoas para llegar al castillo subiendo por el río. Pero no se cuantos de los nuestros habrá, quizás para cuando lleguéis aún no hayan vuelto de llevar el tesoro al castillo o quizás si, eso a vosotros os da igual. Ni siquiera sabéis que ya habéis muerto jajajaccfcff-dijo tosiendo por el dolor que le producía la herida que le había hecho el noble.

Endozal escrutaba con la mirada al lagarto. No parecía mentir en lo que decía pero se detuvo estudiando sus movimientos y su mirada mientras hablaba.

Égida no era el más fuerte del grupo, pero entre sus brazos y la cuerda que habían usado con el hombre lagarto, hacían que éste no pudiera moverse. Eso le permitió examinar de cerca la particular escamosidad de su piel. Habían enfrentado a kobolds antes, pero no había tenido tiempo de examinar su complexión y su piel más allá de ver cuánto tardaban en morir al ser atravesados o incinerados. Qué criatura tan interesante, pensó.

Por supuesto, no estaba de acuerdo con Airic con dejarlo marchar. Habían aprendido a las malas lo que se conseguía siendo clemente con criaturas que no dudarían en apuñalarte por la espalda. Pero se mantuvo callado mientras negociaba con el lagarto, y cuando terminara con él, lo mandaría al descanso eterno.

El lagarto no mentía. El castillo estaba más o menos a la distancia que les había dicho y en aquel húmedo pantano no era raro que tuvieran que usar canoas para poder transportar los cofres en las partes más profundas. Tampoco parecía mentir en que estarían muertos antes de llegar al castillo, pues como habían comprobado las marismas de los hombres muertos era un lugar peligroso, corrupto por un dios muerto y las criaturas que habitaban entre la niebla eran peligrosas.

Pero allí estaban, en medio del pantano. La noche iba pasando húmeda y fría y algunos empezaban a tiritar al terminar la reyerta con los lagartos. Ahora no les quedaba otra que continuar avanzando, pero tenían que decidir que harían con aquel reptiloide.

Tras confirmarles que el lagarto no mentía comenzó a mover los brazos para entrar en calor pues se estaba quedando frío. - ¿Deberíamos ir a través del río para llegar más rápido? les preguntó.