Partida Rol por web

- Por supuesto, no me lo perdería por nada del mundo. - Repondí sin dudar. - Y además, os daré la prenda que me pedísteis.

Sonreí, trasmitiendo confianza a mi nuevo amigo.

- Yo también tengo pensado invertir algunos venados en ser Jasper. - comenté a Lord Branwulf. - Creo que Ser Jasper no se dejaría desmontar ni por una buena suma de dinero. - sonreí mirando al enorme guerrero. - No creo que fuera cuestión de honor, sino más bien de orgullo. -

Realmente me parecía impensable que con el genio que gastaba Ser Jasper fuera capaz de dejarse derribar a cambio de ganar mucho dinero en las apuestas... Luego tendría que vivir con el pavoneo y las burlas del caballero que le hubiera derribado... no quería ni pensarlo.

-¡Ser Dalmau! - Exclamó el Lord norteño. -¿Qué dirán los demás apostantes si se repite la final y vos ganáis la apuesta y perdéis la justa?. - Realmente Venesh estaba sonriendo aunque fingiera indignación.

- Lord Branwulf,  no tendría sentido que me dejara ganar... el premio por ganar es mayor que lo que ganaría por perder. - sonreí al señor norteño. - A lo sumo se podrá decir que soy un tipo cauto, y que intento ganar, gane o "pierda". - indiqué mientras guiñaba un ojo a mis interlocutores.

No estaba indignado, de hecho me parecía divertida la conversación...

Sonreí, esa respuesta tan inteligente bien lo merecía.

Vos sois un tipo cauto, sin duda.

Daphnia le devolvió el beso, disfrutando con cada segundo, cada instante de aquél breve placer. Rodeó su cuello con los brazos, y lo atrajo más hacía sí. El beso no fue muy largo, pero sí intenso. Acabó dándole un pequeño mordisquito juguetón en el labio, y finalmente se separó.

La mirada de ella no se apartaba de la de Peter, y su sonrisa detonaba el anhelo por darle otro beso. Pero aquél no era el momento ni el lugar, así que recompuso.

- Sois perfecto, Peter - Esas extrañas palabras surgieron con adoración, pero Daphnia prosiguió, sin darle tiempo a replicar - Pero necesito hablar con mi aya, que estará muerta de la preocupación, al no saber de mi paradero. ¿Podríais hacerme un pequeño favor, si sois tan amable?

Su mirada se volvió más intensa, y acercó su boca hasta la oreja de él, mientras sus manos acariciaban suavemente su pelo.

-Necesito que vayáis a donde están reunidos todos esos hombres, y os enteréis de todo lo que digan. Aseguraos de que no suceda nada extraño, como una pelea inoportuna. Y en cuanto averigüéis algo que merezca la pena, contádmelo con presteza.

Se alejó levemente de él, y le habló a pocas pulgadas de su rostro.

-  Simplemente quiero asegurarme de que todos los caballeros contéis con las mismas oportunidades. Y estoy segura de que vos ganaréis.

Lo animó con otra sonrisa, y un rápido beso como despedida. Pero antes de irse, quería escuchar si aceptaba o no. 

-Bueno, ser. -Dijo con una sonrisa también. -En ese caso id a hablar con Meñique, él se encarga de las apuestas. Aunque mucho me temo que la cifra será elevada. -Mantuvo la sonrisa deleitándose con imaginar la cara que se le quedaría a Ser Dalmau cuando viera la cifra que necesitaba para participar en la apuesta.

-Ser Erbin, ¿puedo hablar con usted en privado?

Fiedrich se quedó confundido con el ejemplo que le había dado el Frey. Fue a replicarle pero Walder le había desarbolado con su replica así que tan solo abrió la boca y la cerró, frunció el ceño y la volvió a abrir pero aquella idea de su cabeza se había disipado tan rápido como se había formado sin dejar reposo de ella ni nada que decir en la boca del norteño.

Antes de quedar boqueando como un pez comenzó a hablar aunque al principio sus palabras fueron torpes y lentas. -Eeh, yo.. bueno, Ser... eeh.. -Tosió para aclararse la garganta y ganar algo de tiempo. -Hablare con mi padre. Será un placer contar con vos en nuestra guardia, intercederé en vuestro favor. Aunque no os prometo nada. A fin de cuentas la decisión es suya.

Eso es más de lo que este humilde caballero ungido podría esperar. Protegeré vuestra casa y vuestros dioses como las hermanas silenciosas velan por nuestros difuntos.

Walder arrancó, literalmente, un par de copas de vino de una bandeja de un criado y le ofreció una al Karstark.

¡Por mi nuevo y único señor!

-¡Que los siete lo protejan!.- Añadió Fiedrich sumándose al brindis.

Queda el asunto de mi estipendio; pero, dicho sea en verdad mi señor Karstark -aquel mi señor había sido exagerado, pues era la primera, pero no la última vez, que le llamaba así- no es asunto para tratarlo en este momento. ¡Bebamos!

Ser Peter había quedado prendado de la bella dama, quien sin mucho esfuerzo se había ganado su corazón con un dulce beso. Quiso besarla otra vez y seguir bailando con ella hasta alejarse más de todo aquel gentío y tenerla para él solo. Ya no le importaba el torneo siquiera, solo besarla otra vez. Pero al parecer eso debía esperar. Daphnia tenía que reunirse de nuevo con su aya y le pidió que vigilara a unos hombres.

-Será un placer serviros mi dulce dama.- Le dijo estrechándola entre sus brazos para que le besara otra vez antes de ir a cumplir con su deseo.

Vos direis, ser

Sentía curiosidad, pues hasta ahora no había entablado conversación interesante con nadie salvo con la mano del Rey...

-Lord. - Le corrigió Venesh. -En mis tiempos eso de los caballeros estaba muy poco arraigado en el Norte y pocos, muy pocos, eran armados caballeros. Y yo no soy uno de ellos. - Mostró una sonrisa para quitarle hierro al asunto.

Le ofreció una copa de vino a Erbin de las que una copera llevaba en su bandeja, él tomó una para si mismo también. -¿Vino?- Probó su copa mientras esperaba a que Erbin la tomara o no. -Es del Rejo, buena calidad.

-Como ya os he dicho, las apuestas corren en favor de Thundersword. Y sería de necios apostar contra él. Por contra, cuanto más gente apueste a su favor menos dinero se ganará, no se si me seguís mi querido amigo. Si por algún casual Ser Jasper perdiera en la liza, quien hubiese apostado en su contra ganaría mucho más dinero. Ocurre que yo como buen norteño que soy preferiría apostar mi dinero a un norteño y he pensado en hacerlo en vuestro favor.

-Allí nos veremos Lady Darlyn. -Dijo el muchacho con una sonrisa en el rostro y las mejillas algo sonrojadas. -Ganaré este torneo por vos.

Rickard fue a descansar tal como le había pedido la dama confiando en que se ganaría su corazón si lograba vencer en el torneo, eso sería difícil, pero lo intentaría.

Rickard apareció de nuevo junto a su hermano en el lugar donde este había estado hablando con Ser Walder. Nada dijo de donde había estado pero le notaron cierto color en sus mejillas como si se hubiera sonrojado.

-Hermano, voy a descansar para mañana. Si quiero ganar este torneo tendré que estar fresco. Suerte para mañana. -Inclinó la cabeza levemente hacía Ser Walder a modo de despedida e igualmente hizo con los otros combatientes que se encontró a su paso.

Después de escuchar a Lord Branwulf me dirigí a buscar a Meñique... sentía curiosidad por el precio de las apuestas.

El enorme caballero se retiró a descansar hasta la justa. 

No respondió a pregunta alguna, se limitó a esbozar una ligera sonrisa a los comentarios ajenos. 

Justo cuando Ser Jasper abandonaba el salón del banquete, Meñique le abordó con una sonrisa dibujada en la cara.

-¿Ya os marcháis, Ser Jasper?. -Meñique sostenía una copa de vino en su mano y dio un trago ligero mientras observaba con sus profundos ojos al caballero. -Quería hablar con vosotros de cierto asunto... No he podido evitar escucharos antes cuando dijisteis esas palabras que tanto revuelo causaron.

Daphnia sonrió dulcemente cuando él aceptó, y su sonrisa se ensanchó aun más cuando la abrazó. Poniéndose de puntillas como bien pudo, le dio un fugaz pero cálido beso, y un suave roce en la mejilla como despedida.

Se marchó a buen paso, sin volver la vista atrás, y, ahora que nadie la veía, puso los ojos en blanco, nada sorprendida por lo simples que eran los hombres.

En vez de dirigirse hacia su aya, como había afirmado, su intención era buscar al siguiente de su "lista". No pensaba encandilar a todos los participantes del torneo, pero...sabía cuáles podrían representar un peligro para su elegido.

Así que, arreglándose la falda, y asegurándose de que su vestuario siguiera en perfecto estado, buscó a Dalmau, intentando encontrarse con él cuando estuviera a solas, y nadie los molestara.