Partida Rol por web

- Y ahora vamos por ti - Zybax ni siquiera analiza el riego que puede correr mientras se adelanta con su hacha enarbolada, asiendola con ambas manos y dispuesto a acabar con la masa de hielo que acaba de dañar a Vorth

Su golpe fue absolutamente espectacular. El filo destrozó el hielo del helado humanoide, convirtiendo su cuerpo en cubitos que se desperdigaron por el lugar

El guardián de hielo se hace pedazos bajo el brutal ataque de Zybax. Los pedazos saltan hacia todos lados dejando el pasillo vacío. La puerta frente a vosotros se derrite, no hay nada ahora.. la calma que precede y sigue a los combates, apenas habeis tenido daños... Vorth se tambalea mareado y Zulf tira los restos del tridente roto. La luz de Habib se extingue justo al antes de tener siquiera tiempo de preguntar si están todos bien, un momento de tensión se apodera del grupo por la desaparición de la luz, pero pronto os acostumbrais al silencio del laberinto.

Habib se alegró, tras ver el gran golpe con el hacha de Zybax, de que los enanos se arriesgasen a acompañarle. 

Bien hecho! Sin duda, tu hacha es temible. Sois unos grandes guerreros. 

De repente se acabó el hechizo de la lanza del hechicero. 

Zulf, toma mi lanza. Le darás mejor uso, aunque espero que te dure. La tengo muchos años. Su sonrisa, en la oscuridad sólo podía ser apreciada por sus compañeros.

Vorth, acércate, por favor. Te curaré esa herida. Antes la he visto y me dolía hasta a mí. Cuando pudo palpar el hombro del simpático enano, procedió a curarle. 

Soy el canal de tu curación. El hechizo extrajo todo su potencial, pero no pudo sanarle del todo. Aunque, de una brecha sangrante a una herida cerrada y sensible a los golpes, había una gran diferencia. Bueno, de momento podrás continuar. Mañana estarás bien del todo. Si hay un mañana, espero que lo veamos todos. Gracias, camaradas, nunca olvidaré vuestra valentía. Bien, sigamos y enfrentémonos al siguiente peligro con ánimo y prudencia. 

Sea la luz, disuelvanse las sombras. Conjuró, finalmente, una luz de esperanza en la punta de una daga. 

- Somos enanos... Cuando golpeamos lo hacemos como se debe - asegura Zybax sin querer reconocer lo orgulloso que está de su golpe - prometimos acompañarte durante un día y vamos a cumplirlo, auqnue esos... hielos... decidan impedirnos el paso - brabuconea - Y si hay más también será "deshelados" -

Nggg... Ng, nggggg...

El último golpe le dejó sin aire en los pulmones y con tres costillas rotas. También le dió la noción de cuan frágil es la anatomía enana. Estos debían ser los hermanos pequeños del guardián grandote que se encontraron en la entrada de la cueva. Por ser más pequeños, eran más rápidos. Si el gran monstruo de hielo llega a moverse así, un golpe bien podía aplastar a un puñado de enanos.

Gr... gracias, Habib. Ouff... Necesito sentarme.

Vorth se unió a Zulf en su descanso, intentando recuperar el sentido tras el golpetazo.

Atravesais la puerta convertida en un charco de hielo que cruje al aplastar los últimos pedacitos de hielo. El vaho surge de vuestras bocas al exhalar un contenido aliento al esperar que algo terrible os esperara en la pequeña sala en la que finaliza el largo pasillo del templo. Los enanos miran a su alrededor mientras que Habib pasea su luz con minucioso cuidado. La sala redonda, y tan alta que el techo no puede verse, se puede cruzar en unos diez pasos que ninguno de los cuatro exploradores alcanza a dar, pues la curiosa y inesperada imagen que encontrais.

De la pared opuesta a la puerta sobresale una losa de hielo gruesa, en ella descansa una figura borrosa, en una posición de gran aflicción, el verla claramente bidimensional hace que parezca tan solo un dibujo introducido en el hielo. Sobre la figura hay clavada en la losa una espada corta, tan negra y tan oscura que absorbe cuanta luz arroja Habib sobre ella.

El hechicero se acercó lo suficiente para que su conjuro tuviera rango. Sus sentidos, tras unos pases, comenzaron a percibir las auras mágicas existentes. Centraría su visión en la espada y la imagen. Si había magia, quería saber si era peligrosa. 

Esta espada parece como si fuera la causante del dolor de la imagen. Pero no quisiera tocarla sin antes ver de qué está hecha. 

- Quizás deberíamos dejar allí y continuar. Esa Espada tiene mala presencia - contesta Zybax mientras menea su cabeza más nervioso de lo que quiere reconocer. Casi mecanicamente se cuelga el hacha a la espalda y toma su arco, preparado para usarlo si aparece algún otro guardián

- Yo no la tocaría de ninguna manera - añade a las palabras de Habib.

Zybax tiene razón. Estamos aquí buscando a tu amigote, Habib. No podemos perder tiempo con esto.

El enano se acarició la tripita.

Pensándolo bien, yo me podría haber evitado un buen golpe si no nos hubiésemos metido por aquí, así que por lo menos que no sea por nada. Seguro que los elfos pagan bien por esa espada. ¡Llevémosnosla!

Terminas de pronunciar las palabras arcanas, el guante se estremece de nuevo pero el conjuro está listo. Tan pronto abres los ojos un haz de magia entra por ellos golpeándote directamente en el alma, todo está oscuro ahora. Ha sido extraño, como un pellizco en tus ojos. Miras a tu alrededor, pero todo está negro ahora, mueves el haz de luz ante ti, pero nada, estás ciego.

Aún así percibes la magia frente a ti, aunque es tan abrumadora, que no eres capaz de mantener el foco demasiado tiempo

Habib dio un gemido de dolor una vez empiezó sentir los efectos de su percepción mágica. El poder debía ser demasiado abrumador, pues todo su cuerpo vibró y se estremeció. Movió la daga con el hechizo de luz por delante de sus ojos, que no reaccionaron. Se debía haber quedado ciego. Sin embargo, una vez restablecido del shock, cegado como estaba, no titubeó. 

Esa espada o la imagen son un artefacto poderoso. Debemos cogerlo. Acercadme a la espada, por favor. Yo la sostendré. 

Él mismo dio un paso hacia delante. Su brazo, armado con el pesado guantelete, buscaba la espada.

No temáis por mí. El guantelete me protegerá. Y si no, algo aprenderemos. Jejeje. Era increíble la determinación del humano. Nada le hacía desfallecer. Ni siquiera haberse quedado ciego. 

¡¿Habib, está bien?!

Vorth acudió a socorrerle y le sujetó para que no siguiese temblando.

Oye... ¿Estás seguro de que quieres cogerlo con el guante? En nuestro clan no tenemos objetos mágicos, así que sabrás tú mejor de lo que hablas, pero... ¿si dos objetos mágicos se tocan no ocurrirá algo malo? No sé, que la realidad se colapse sobre sí misma, o que se contrarresten y que los dos objetos se queden sin magia, o que se sobrecarguen y exploten matándonos a todos...

No es que me esté ofreciendo para coger yo la espada... solo digo que a lo mejor deberías usar la otra mano... Vale, ya me cayo.

Vorth se puso junto a Habib y le movió el brazo en dirección a la espada hasta que tocó el mango.

Sí, sólo me he quedado ciego. Pero ya me he acostumbrado. Espero que no dure mucho... Lo que dices puede ser cierto. Aunque si es peligroso, puede que sea la única defensa que tenga. Tengo mis dudas. Dejaré que el propio guantelete me indique qué debo hacer. 

Acercó el guantelete a la espada sin tocarla y esperó a percibir las sensaciones que le trasmitían. 

El guantelete no te deja acercarte, te transmite terror. Quieres coger lo que tienes delante pero tu mano se echa hacia atrás, combates con tu propia voluntad en una batalla de incertidumbre, pero finalmente te tendrás que dar por derrotado.

Zybax observó al humano y a Vorth sin entender demasiaod que es lo que estaban haciendo - Esto parece magia - comentó lo obvio - y yo prefiero un buen hachazo a esas cosas mágicas. Definan que quieren hacer, pero avancemos... este sitio me pone nervioso - aclaró mientras, intuitivamente se alejaba un par de pasos de sus compañeros

Habib intentó acercarse a la espada, pero el propio guantelete vibraba de forma que impedía tocarla. El guantelete tenía voluntad y era capaz de luchar contra la voluntad de su portador. Agotado, el hechicero, habló.

El guantelete no quiere ni acercarse. Quizá tengas razón Vorth. Su poder es enorme. Absorbe la luz. Quizá emane fuerza negativa u otra energía desconocida para mí. Sea como sea, tocarla debe ser muy peligroso. Nos hemos fijado en la espada y no en la figura. Yo al menos, que he perdido la visión. Recuerdo una imagen de dolor como encerrada en el cristal frío. Decidme, está pintada o está dentro del cristal? Es alta como yo? Cómo es?

Pero los enanos no podían ver mucho de la figura, pues estaba difuminada y borrosa tras el hielo. Podía ser cualquiera. 

Habib reflexionó. Estaba confuso, aunque poco a poco su mente, al igual que su vista, se fueron aclarando. Habrían pasado un par de minutos desde que se cegara cuando unos puntos de luz empezaron a ser percibidos por el humano. 

La luz y la oscuridad son opuestas como el bien y el mal. Una repele a la otra y no tiene sentido sin la contraria. 

Se quitó el guantelete. Ya podía distinguir sombras a su alrededor. Lo dejó en el suelo. Esperó un momento más, hasta que su visión se aclarara del todo. Y pronunció unas palabras mágicas.

Protegido de todo mal, hago prevalecer el bien. De sus manos surgieron destellos de una luz blanca pura. Se tocó la cabeza y dicho resplandor se diluyó en su cuerpo hasta desaparecer. Desearme suerte, camaradas. Pronunció con tranquilidad mientras daba los pasos suficientes para tomar con la mano aquella espada maligna, que retenía a la figura encerrada. Tomó aire y alargó su brazo, rodeando sus dedos la empuñadura de la hoja. Amigo, esto es por ti... 

Ui ui ui ¿A donde te crees que vas? - Cae a unos pasos de Habib una especie de murciélago blanco que antes de tocar el suelo se transforma en una terrible mujer, de piel brillante azulada y engarzada de diminutas piedrecitas, con largos cuernos que sobresalen quitándole cualquier atractivo que por su bello cuerpo pudiera haber tenido.

Otra figura cae de un saliente oscuro dándose golpes por la pared como una bola de carne malformada hasta llegar a la izquierda de Habib. Para los enanos, éstos son auténticos seres convocados de la magia oscura, demonios del infierno; a Habib, le recuerda al monstruo de fuego que convocara Milaszor para darles caza en el desierto. La primera, la dama, continua hablando.

Hacia siglos que nadie entraba aquí, me habeis pillado mirando hacia otro lado- La bola de carne ríe por la broma

Hace crugir una cantidad de articulaciones difícil de creer... o tal vez es que estuviera muy oxidada. A continuación habla imitando un tono de voz que claramente no es suyo, parece estar burlándose de quien le convocara aquí

Lo siento pero entrar al templo está prohibido, mirar la figura esta prohibido, tocar la espada está prohibido, y por supuesto salir de aquí con vida está prohibido. ¡Os sorprendería conocer mis honorarios! - La demoniesa parece seguir bromeando hasta que empieza a estudiaros con la mirada... está haciendo algo... sin duda os atacará

De repente descendieron los verdaderos guardianes del templo y su tesoro. La demoniesa y el demoniete, confiados, se dieron el lujo de amenazar y burlarse de los aventureros. Tiempo que Habib aprovechó para hacerse hacia atrás y buscar el ángulo idóneo para su aliento. Su pecho se hinchó sobrenaturalmente y exhaló el fuego de su interior, prendido gracias a su esencia mágica. Las llamas lamieron sus cuerpos, la espada y el hielo que encerraba a la figura. 

El guantelete se situaba a los pies del hechicero, protegido del calor de su aliento. 

- Parece que alguien quiere conocer el filo de mi hacha - asegura Zybax tratando de no demostrar temor ante las apariciones - Será cuestión de darles el gusto -

Con su hacha firmemente aferrada Zybax miró la habitación, pensando cual sería la mejor ubicación para poder partir al medio a cada uno de los extraños seres que osaban amenazarlos

Ehm... Ehm... ¡No es culpa nuestra, la bola de sebo-dice señalando al demonio masculino-nos ayudó a llegar!

No sabía cuánta distracción y discordia traería entre esos dos, pero seguro que no mucha. Dándose prisa, Vorth intenta sacar la espada del hielo tirando de la empuñadura.