Partida Rol por web

Los hombres lagarto no te dejan que cotillées mucho por el lugar, pues realmente, aquello más que una embajada parecía su oásis dentro de la ciudad.

Aunque hay uno de ellos que parece que no te quita el ojo de encima, ése está más pendiente de tus movimientos que el resto.

¿Un hombre lagarto interesado por un humano? Cabían varias posibilidades. La más probable era que fuera uno particularmente inteligente que se extrañara de ver deambular por ahí a un humano como Daélric, claramente no-hostil y más bien curioso. Otra menos agradable de pensar, pero que se le pasó por la cabeza al bardo, era que tuviera hambre... Trató de descartar esa idea, aunque no lo consiguió por completo. Sin dudar más, clavando la mirada en el inquisitivo hombre lagarto, Daélric avanzó hacia él, con paso firme pero no amenazador, sonriendo pero sin enseñar los dientes. Había leído en alguna parte que enseñar los dientes era un tipo de amenaza en la cultura de los hombres lagarto, aunque no recordaba muy bien en qué libro o de qué autor. Los autores, como el resto de personas, no tienen porqué ser muy de fiar, pero era una recomendación razonable.

-Buenos días, mi nombre es Daélric Radamant. ¿Habla usted común?

- Sí, yo hablar común.

-Verá, sé que le resultará raro, pero soy nuevo en la ciudad y busco aliados. Me comentaron que aquí había hombres-lagarto que coexistían con la población humana y que incluso tenían un edificio. No me he podido resistir a hacerles una visita. Parecen bien instalados, aunque no he visto a ninguno de ustedes paseando por la ciudad. Tal vez tengan algún problema que un humano bien dispuesto... como yo... pudiera arreglarles. La generosidad de los hombres-lagarto con los que consideran aliados es bien conocida... -dijo Daélric con suavidad, sin subidas o bajadas de tono, vocalizando cada palabra para que su discurso quedase claro, especialmente en palabras clave como "aliados", "ayuda" y "generosos".

Ante las palabras de aquel piel seca, el hombre lagarto llamó a uno de ellos y éste se dirigió hacia él. Un tal Silark se acercó, parecía ser el líder de todos ellos y también había escuchado tu propuesta.

- Mi nombre es Silark, dijo hablando en un perfecto común. La verdad que es cierto que necesitamos ayuda con cierto asuntillo. Hay por ahí una familia que nos está acusando de trabajos ilegales y de cosas que no hemos hecho. Son la familia Licorambarino y dicen que les hemos atacado e incluso dañado sus tierras. ¡Eso es una auténtica mentira y lo único que quiere es traer el deshonor sobre nuestra raza!

Los hombres lagarto tratamo de convivir en paz con los demás, pero a veces son ellos los que nos lo impiden. No sé si me entiende.

Daélric sonrió más abiertamente al encontrarse por fin con un hombre lagarto que dominaba el común. Si era alguien con tan buena dicción sin duda conocía sobradamente la cultura humana, incluyendo el hecho de lo que significaba una sincera sonrisa.

-Entiendo. Hay gente muy malintencionada en el mundo. ¿Podría darme algunos datos de esa familia Licorambarino? Dónde vive, a qué se dedica, con quién se relaciona, si lleva mucho tiempo yendo en contra de ustedes... No soy de esta ciudad, así que cualquier dato me servirá para comenzar.

El bardo no era mal diplomático, se mostró solícito y su actitud tal vez le valiera para intermediar entre esa familia y los hombres lagarto. Indagaría en el tema, estaba decidido. Tal vez fuera sólo un malentendido y pudiera encontrar a los culpables... probablemente con la ayuda de su asilvestrada compañera lobuna.

- La familia Licorambarino vive en una de las mansiones más al oeste de la ciudad. Son una familia muy importante de la ciudad, pues han ganado una gran fortuna vendiendo su vino gracias a los viñedos que posee. Pero desde hace poco se ha dedicado a acusarnos de lo desgraciado que es ahora. El noble y cabeza de familia, Tobías Licorambarino, nos acusa de que hemos atacado sus tierras y nos quiere ver fuera de la ciudad a nosotros y muertos a los de las afueras.

-Haré lo que pueda. Iré esta tarde con una amiga que husmea mucho mejor que yo, a ver si podemos aclarar algo. Si le parece bien, don Silark -se apresuró a añadir, nada seguro de que sus respuestas fueran a ser bien recibidas.

Unos vinateros con asuntos pendientes con los hombres-lagarto, curioso.

Este gran edificio de ladrillo rojo parece bastante reciente. Dos estatuas gemelas de hombres lagarto de aspecto noble flanquean su entrada.

Hace varios años, la Villa de Tormentos Cristalinos estuvo a punto de ir a la guerra contra una gran tribu de hombres lagarto del sur. La guerra fue evitada por una banda de héroes, quienes descubrieron que los hombres lagarto estaban reuniendo fuerzas para combatir a una tribu de sajuaguines. Para evitar posibles malentendidos entre las tribus de hombres lagarto de las marismas Hool y Tormentos Cristalinos, el consistorio construyó este edificio como embajada para los hombres lagarto.

La mayoría del edificio está abierto al cielo, con grandes patios inundados llenos de vegetación y piscinas para los hombres lagarto. Alrededor de estos patios hay habitaciones y camaretas, así como una perrera para los diversos varanos que actúan como guardianes.

Por fin hemos llegado... dice Zarus con algo de asombro al ver aquella edificación Bien, ya llegamos hasta a acá, busquemos al embajador... dice sonriente, se veía algo emocionado por entrar y ver lo que se podría encontrar en aquel singular edificio.

No hace ni 24 horas que se han ido, y Jorgen e Intissar vuelven a estar en la Embajada. Los pasillos de la misma les resultan familiares. Buscarán al embajador, tal vez él pueda arrojar algo de luz sobre el asunto.

Con suerte esta gente sabría algo. Intissar no era el único afectado, tal vez hubiera habido otros antes y tal vez como nosotros habían venido aquí. Incluso era posible qué supieses como parar la transformación que parecía estar sufriendo. Eso sería fantástico.

Sin soltar la mano de mi hermano, entré en el edificio con el resto del grupo sin saber muy bien cómo actuar. ¿No habían muchas reglas de protocolo en lugares como éste? ¿Qué debía decir? ¿O no debía decir nada hasta que no me hablasen? Siendo nula en estos temas confié en que los demás, en especia Zarus, sabían lo que se hacían.

La mujer lobo llegó a la embajada de los hombres lagarto acompañada de un nutrido grupo. Caminaba junto a Daélric y Kranjstar, lanzando miradas desconfiadas hacia el mediano, Argot Leluar. No se fiaba un pelo de él aunque a lo mejor se había precipitado al juzgarlo. Después de todo, Blag, el enano de la Pezuña en la Boca había resultado ser una rata. Trató de relajarse un poco ya que Lico podía sentir sus emociones y si ella se enfadaba puede que lanzara algún bocado que otro.

Dejó a Daélric el asunto de las presentaciones y del trato con los hombres lagarto. Se limitó a quedarse en un segundo plano observando a las criaturas. Le hacían gracia las lagartijas. A su fiel Lico también le gustaban y de pequeños jugaban a cazarlas. El lobo las aprisionaba con su mullida pata por la cola y, cuando estas se escapaban dejando atrás el apéndice, se las comían entre risas y ladridos.

-¿Alguien sabe dónde está Sylark? -dijo Daélric, dejando que se transmitiera en el aire un leve tono de preocupación. Puede que aquellos hombres lagartos no tuvieran mucha empatía con los humanoides de sangre caliente, incluso que carecieran casi por completo de ella, pero incluso los animales gregarios podían notar matices en la voz que les ponían en alerta o podían ser ignorados. El que el bardo había utilizado era más bien del tipo: "estoy buscándole porque tenemos algo importante que decirle".

Sin un ápice de temor, Daélric se internó en los pasillos y salas del edificio, haciendo de avanzadilla para el nutrido grupo, buscando al hombre-lagarto que había conocido ese mismo día.

Argot que se había mantenido detrás del grupo, se quedó sorprendido ante el edificio. Aún así no tardó un instante en internarse detrás de Daélric. Debían darse prisa, aquella enfermedad se podría extender por su cuerpo y no deseaba. - Si alguien ha estado aquí que nos diga por donde se va. Preguntemos cuanto antes...

En cuanto los recién llegados preguntaron por el embajador Silark, todos ellos miraron en una misma dirección y apuntaron al mismo hombre lagarto. Segundos después éste salió de la charca en la que andaba metido, se sacudió sus escamas para secarse lo más rápido posible y después mostró sus afilados dientes a todos los presentes. No comprendía muy bien por qué se empeñaban de nuevo en molestarle.

Habían estado durante muchos meses tranquilos, pero llevaban una racha que raro era el día en que alguien se pasase por allí...

¿Yo soy Silark? ¡Qué queréis! Dijo con un tono sin muchos modales.

El hombre lagarto que estaba al mando era sin duda imponente y parecía peligroso. No obstante se suponía que eran diplomáticos y no guerreros así que esperaba que sólo se intercambiasen palabras, por mucho que las miradas fueran hostiles.

Miré a mi hermano sabiendo que él ya había hablado con el tal Silark ayer y que tal vez eso hiciese más fácil una segunda charla. Si él no hablaba lo haría yo, pero yo no había sido nunca demasiado diestra en esta clase de cuestiones de palabrería.

-Hola de nuevo, señor Silark, hemos hablado esta misma mañana, lamento importunarle tan pronto sin traerle respuestas, sino nuevas preguntas, pero creo que lo que nos hemos encontrado merece de toda su atención. Por favor... -dijo el bardo presentándose como interlocutor ante el hombre-lagarto y finalizando con una seña para que sus compañeros pasaran a mostrarle lo que habían descubierto y que tenía tanto que ver con los habitantes de aquella embajada.

Zarus observo que la situación no era muy agradable para el embajador lagarto, ya le había visto antes en la posada y daba la impresión de ser un tipo de poca paciencia... Zarus se mostró duditativo por un momento, no sabia si era buena idea revelar el cadáver de un hombre-lagarto frente a tantos de sus posibles camaradas, tal vez podrían reaccionar de mala forma.

Dando un paso al frente Zarus intenta continuar con el ritmo iniciado por Daélric Hay algo que usted debe ver... dice mirando aquel bulto que cargaba Jorgen Pero nos gustaría ser un tanto discretos con esto dice mientras levanta levemente un tramo de la manta con la que se cubría el cadáver.

Asiento a lo dicho por Zarus. La ultima vez que vine el lagarto parecia una persona tranquila, aunque con pooca paciencia, por lo que trato de aceptar su mala respuesta con poco mas que un gesto serio- Posiblemente tenga algo que ver con  lo que vinimos a preguntar ayer, sobre los asaltantes...- Se acomoda como puede el bulto, pues aunque sea fuerte cargar con un peso asi durante tanto impo acaba siendo molesto.