Partida Rol por web

El Karuth llegó al mercado con paso ligero, pues el Sol se encontraba en su cenit y aquello marcaba el momento acordado para que se encontrase allí. En cuanto sus pies pisaron los adoquines del mercado bajó la marcha, entrelazó sus menos escondiéndolas bajo sus mangas y comenzó a comprobar los rostros de la gente presente.

- La Bruja Carmesí no os pille haciendo travesuras- bendijo a unos críos que corretearon en su dirección-. Hermosa montura, felicidades- congratuló a un mercader con majestuoso corcel-. Tenéis dátiles hoy también, todavía me quedan de ayer, riquísimos, gracias- saludó a la vendedora de fruta que ya conocía.

Hizo una mueca y se encogió de hombros. Kenshi tenía razón, dependían por completo de lograr juntar un grupo de insensatos dispuestos a enfrentarse, tal vez, a algún problema. Lo suficientemente estúpidos o desesperados como para aceptar trabajar a cambio de comida y cama, pero sin ver una moneda.

Y se quedó un segundo de más mirando a aquel hombre Delgado y extremadamente pálido que caminaba por allí.

-parece lo suficientemente estúpido, pero no lo bastante fuerte- miró de reojo al elfo y añadió -además, su amigo metálico no me gusta-

Miró en la dirección donde miraba Zila para ver al hombre del que ella hablaba. Era cierto que no parecía fuerte, pero si que tenía un aura misteriosa.

- Es cierto que no parece fuerte, pero lo que sí que sé es que no es de aquí. Por lo tanto puede sernos de ayuda en nuestro cometido. - Miró en busca del compañero metálico y entonces recordó a quien se refería.

La noche anterior habían coincidido con ellos en la taberna y por la mañana los habían visto partir. - De todas formas no creo que nos vaya a ayudar por ahora. Si no recuerdo mal había quedado con una mujer cerca de la fuente. - Con la mirada buscó por la fuente en busca de una chica que se pareciese a la descripción que él había dado antes de salir de la taberna.

- "Preciosa", esto va a ser más largo que un día sin pan. Y a esta marcha lo sabremos pronto si no conseguimos a nadie para que nos ayude. - No veía a nadie más por la zona que destacase entre el resto de la gente.

No se le ocurría que hacer o donde ir y la busqueda empezaba a frustrarle. - Si quieres nos podemos sentar en la fuente y ver que ocurre. Así podemos hacer tiempo hasta que sea hora de comer para volver a pasearnos por las tabernas. -

Atisbando rostros conocidos Moris juntó las palmas de las manos e inclinó la cabeza con una sonrisa, feliz de coincidir con gente en aquella cuidad tan grande. Sus pasos le llevaron a dar varias vueltas en torno al mercado antes de tomar sitio cerca de la fuente, extendió un pesado abrigo sobre el césped y se arrodilló allí mientras extraía un trapito con dátiles.

No quería gritar pues molestar a otros iba contra sus principios pero gesticuló hacia Kenshi y Zila, haciéndoles saber que sobre aquel enorme abrigo que ahora hacía de lona había hueco para ellos y que serían recibidos con hospitalidad (y dátiles, por supuesto).

Zila asintió a Kenshi. Buscar a otros para su causa podía resultar agotador. Parecía mentira que en una ciudad con tanta gente costase tanto dar con los que podrían interesarles.

Sentados en la fuente observó el ceremonioso tentempié del hombre pálido, ella se mostraba impasible, con una mirada fría, aunque por su mente cruzaban pensamientos que no iba a compartir.

¿Dátiles? Me sorprenderás si aguantas un mes vivo en esta jungla, te muestras demasiado confiado.

Se encogió de hombros.

-Vayamos y comamos. Seguramente  tendremos que aguantar la chapa que nos suelte sobre la puta que está esperando, pero quien sabe cuando podremos volver a llevarnos un bocado que masticar.-

Susurró al elfo para que Moris no le oyese. Sí, también era cierto que esperaba descubrir algo más, pero cada cosa a su tiempo.

- Saludos y buenaventura, celebro ver rostros conocidos -se puso el Karuth en pie para recibirles con las palmas de sus manos cruzadas sobre su pecho-; ayer fuimos a Las Marismas Hool donde el árbol de savia mágica murió bajo nuestro empeño de obtener la que rezumaba, hoy acabamos de volver de Oasis Salino donde nos entragaron estos abrigos pero fuimos detenidos de camino a la montaña por un dragón -pese a sonreír mientras narraba sus aventuras lo cierto es que sus ojos demostraban cansancio y sus mejillas falta de comida- . Dadme una alegría ¿os ha sonreído la fortuna desde que nos vimos por última vez? 

Con esto compartió su bota de agua y dátiles para que pudieran disfrutar de un aperitivo con él, de vez en cuando miraba a uno lado y a otro pero sin dejar de prestar atención a cualquier cosa que le dijesen.

- Hay un elfo valiente, de nombre Kalicalwe ¿Sabéis? Dice que hay un pueblo que necesita ayuda para resolver las hostilidades de los animales que lo rodean y que las recompensa que pedía se aceptó, cien oros no menos -suspiró el poquito aire que lograba contener en su cuerpo en aquel momento-; creo que la Dama Carmesí me llama a acudir a ese lugar y me preguntaba si tendríais a bien venir con nosotros -contó con los dedos de las manos- Veamos: dijo tener dos amigos reclutando por otro lado, luego él iba acompañado de otro elfo, ya son cuatro; con Socar, Dagmar, Thörguss y yo seríamos ocho -se quedó sólo con los pulgares de sus manos al descubierto para luego mirar a Zila y a Kenshi antes de abrir las manos y extenderlas hacia ellos-; sería para mí una bendición que lo consideráseis, si no el venir con nosotros, al menos el desearnos buen destino.

Zila avanzó en primer lugar, y Kenshi tras realizar una rápida inspección de la zona se acercó también. Pero al llegar no tubieron tiempo ni de presentarse. Aquel hombre empezó a hablar sin parar, contandoles sus aventuras y después siguió hablando de los que Kenshi supuso que serían sus compañeros.

- Lo primero es darte las gracias por invitarnos a picar algo. Mi nombre es Kenshi y esta es mi compañera Zila. - Habían unas cuantas cosas que había dicho que le causaban dudas. - Me gustaría preguntarte unas cosas antes de poder decidirnos si unirnos a vuestra misión ya que puedo asegurarle que deseamos que consigan una victoria en dicho cometido. - Parecía que alguien ya había ido en busca de la resina y la madera. - Antes has hablado de Las Marismas Hool, y te parecerá curioso pero andabamos buscando a dos compañeros más para ir en busca de madera y resina de un árbol especial que crece allí. - Miró a Zila y la pudo ver como miraba de reojo los dátiles que aquel hombre había colocado encima del abrigo. Carraspeó un para llamar su atención y volvió a la conversación. - Puedo deducir que quien os envió a la Marisma fué el dueño del Erizo Borracho. - Una idea se le pasó por la mente pero dudaba que pudiese salir bien. - ¿Por casualidad no tendras guardada resina y madera de aquel arbol mágico? -

Un nuevo y lánguido suspiro al recordar lo ocurrido, aunque no permitió que la sonrisa abandonase su rostro por ello.

- Espero guardar vuestro nombre en la memoria mientras viva, Kenshi, yo soy el Karuth Moris, sanador de Wee Jas- se presentó inclinando la cabeza y con sus manos yendo a buscar en su pecho su medallón ausente, sus dedos entonces se entrelazaron, como si quisiese evitar que la frustración los tornase puños de rabia-; sí que es curioso y desafortunado, ese árbol no volverá a dar sabia pues fue destruido por nuestra mano -abrió las manos vacías se permitió un momento de silencio para organizar sus pensamientos- No sólo no obtuvimos savia para nosotros sino que también os dejamos a vosotros sin ella, espero encontréis en vuestro corazón la simpatía con la que disculpar nuestra falta; bien sabe la Bruja Roja que yo todavía no he podido todavía.

Zila se llevó un dátil a la boca. Estaba escuchando más que hablar, tal vez porque a priori era de pocas palabras, no como Moris, que les había puesto al corriente de todo en un momento, y no dudaba de que todo lo que dijo era cierto. Aquel hombre parecía no tener malicia alguna, algo fascinante e irritante por partes iguales.

Clavó su mirada en los alimentos que el Karuth compartía con ellos cuando habló de aquel árbol. 

¿Cómo?¿Lo han matado? 

El enfado empezó a abrirse paso en su interior, indignación... pero pronto apagó aquel fuego al recordar cierto detalle de la conversación que habían mantenido poco antes. 

-¿Y cómo es que se murió el árbol?¿Acaso lo talasteis?- la información era poder, y de aquello podían sacar partido con casi total seguridad.

-Dicen que esas marismas están plagadas de peligros-

Menudo jefe de pacotilla ese metálico, les ha llevado directos al fracaso. Al menos no han muerto.

El karuth guardó silencio un momento, un temblor apenas delatando lo nervioso y afectado que le dejaba el rememorar lo ocurrido en las marismas. Se tapó el rostro con las palmas de las manos para encontrar algo de paz en un instante de meditación y cuando las bajó hasta sus piernas, pareciera que hubiera tenido el tiempo para procesarlo todo mejor.

- Habíamos sufrido varios reveses a manos de estirges sedientas del ícor de nuestros cuerpos -reconoció a los presentes descubriendo sus muñecas bajo las mangas de sus ropajes, esqueléticas y drenadas-, temíamos morir en balde así que le pedí a una lagartija que nos ayudase, tan amable -se permitió sonreír en aquel momento, hablar con los animales era útil y muchas veces colaboraban más que mucha gente-; nos confió hacia donde ir pero al dar con el árbol no supimos cómo extraer savia de él y, tras varios vergonzosos intentos los chasquidos, crujidos y el caer del tronco nos quedó claro que habíamos fracasado.

Con el fin de su relato no pudo evitar que sus uñas se estuviesen clavando en las palmas de sus manos, frustrado por haber llevado la destrucción a un ente vivo que aportaba tanto a la leyenda del lugar. Mucha penitencia le quedaba por delante para compensar su falta de cara a la Dama Carmesí.

Por lo que les estaba diciendo Moris, si tan solo había un árbol con esas propiedades no podrían conseguir la sábia, a no ser que necesitase un tiempo hasta que el árbol empezase a "llorar" por donde había sido herido.

Por desgracia no disponian de gente para poder adentrarse en las marismas y tampoco sabía si Ankus era consciente que este grupo de luchadores habían fallado en la misión.

- Lamento escuchar esa información y el dolor que le han causado nuestras preguntas. - Puso una mano en sobre su corazón e inclinó la cabeza como gesto de disculpa. - Aunque quizás debamos hablar con Ankus por si no es sabeedor de dicho contratiempo. De todas formas no vamos a arruinar este pequeño y generoso tentenpié. - Con una sonrisa cogió un dátil y se lo llevó a la boca.

- Con respecto a su misión yo no tendría problemas en acompañaros, pero le debo mucho la ayuda que me ha prestado mi preciosa compañera desde que llegué a la ciudad. - Se acercó a Moris como si fuese a contarle un secreto pero con el tono de voz necesario para que Zila lo oyese. - Puede que parezca una chica de lindo rostro y con mal humor, pero me gusta el caracter que tiene, aparte sé que no muy en el fondo es una buena chica y una gran compañera. -

Volvió a sentarse normal esperando una reprimenda de ella o que hiciese caso omiso a su comentario. Lo que si esperaba era que Zila dijese que camino decidía tomar.

Escuchó la historia de flaco hombre pálido. ¿Habia hablado con una lagartija? Realmente  no esperaba que fuese capaz de esas cosas, así que aquello le sorprendió, aunque no quiso exteriorizarlo.

Quedó meditando mientras masticaba otro de los alimentos que Moris compartía con ellos. Entonces Kenshi habló, y poco a poco ella dirigió sus intensos ojos directamente a los verdes del elfo. ¿Por qué se empeñaba en provocarla? Lo malo era que lograba alterarla. Ella no quería ser una preciosa, ni un lindo rostro, mucho menos parecer buena persona.

-Pues no lo soy.- recriminó -Aunque respeto un trabajo y al equipo formado.-  un día le daría una paliza al elfo, pero de algún modo sabía que si lo hacía él habría ganado.

-Asi que se te da bien la naturaleza- dijo a Moris mientras se llevaba otro bocado a la boca -Ese jefe vuestro no parece saber muy bien como hacer las cosas-

- El que compartáis mi dolor me trae alivio- le reconoció a Kenshin con una inclinación de cabeza, incluso sus manos parecieron aflojar su tensión y el karuth respiró con mayor sosiego-, os lo agradezco.

Guardó respetuoso silencio durante el intercambio entre ambos, pausa que aprovechó para beber y tomar un par de dátiles también. La sonrisa volvió a sus labios poco a poco, según se iba haciendo a la idea de su posible compañía en breves.

- El Azote de Acherón, Castigo del Débil, Paladín de Acero Negro Socar es un gran guerrero de determinación inquebrantable; su paso por este mundo amilana a sus enemigos y trae gloria a su dios Héxtor -dijo alabando a quien servía al ocasional aliado de su diosa-. Su fortaleza está en sus brazos, en su fe y en los compañeros de viaje que encuentre; por tanto mía es la fortuna de prevenirle de los peligros a los que su maza no pueda dar solución -inclinó la cabeza, extrañado por un instante-, detrás de los gritos y las amenazas existe un aprecio por el talento que los demás aportamos.

Con un gesto de cintura recabó la inercia para ponerse en pie y ofreció una mano a cada uno de ellos. El Sol ya no se encontraba en su cenit y quienfuera a reunirse con él no había aparecido; era el momento de partir.

- Por mi promesa vine aquí y por mi promesa he de volver, si venís conmigo a vosotros también os puedo prometer -parecía hacerle feliz darse cuenta demasiado tarde de las rimas que a veces le surgían al hablar, en especial cuando se ponía litúrgico-: que estas vidas que confiéis a la causa antepondré a la mía, la Diosa de la Muerte no desea conoceros todavía. Ojalá tuviese más que ofreceros pero espero nuestro tiempo juntos os convenciesen de mis intereses sinceros.

Escuchó las palabras de Moris y miró a Zila. No sabía porque actuaba con recelo pero esperaba que ella se lo contase. - Zila, en realidad ahora no tenemos nada que hacer. Podríamos volver y hablar de nuevo con Ankus para decirle lo que sabemos pero no creo que vayamos a conseguir recompensa por dicha información. - Intentaba que comprendiese que volvían a estar sin rumbo fijo, y con la bolsa escasa de monedas. - Sin embargo ahora disponemos de la oportunidad de seguir un nuevo objetivo, con una compensación que llenarán nuestras bolsas, aunque no creo que el camino sea facil. -

La miró a los ojos y quería que viese que en ese momento sus palabras eran sinceras, nada de juegos ni bromas. - No se si te ha pasado algo con su jefe o simplemente son prejuicios por su naturaleza. No te voy a juzgar por eso y quiero que sepas que te seguiré tomes la decisión que tomes. -

Sus palabras habían salido desde el fondo de su alma, y era sincero sobre su lealtad. No la conocía tanto como le gustaría pero sabía que su pasado no había sido un camino de flores y desconocía si El Azote tenía algo que ver.

Esta franja de terreno abierto es el mercado principal de Tormentos Cristalinos. La mayoría de mercaderes de la villa no se puede permitir un local, por lo que alquilan este espacio al gremio de mercaderes para anunciar sus mercancías. Si buscas comida, vituallas u otras compras variadas, aquí encontrarás todo lo que busques. Las únicas estructuras permanentes del lugar son una gran fuente, erigida a imagen y semejanza de una gran sirena levantando un barco en el aire, y una pagoda abierta empleada por los rancheros locales para vender caballos y ganado.