Partida Rol por web

Esta franja de terreno abierto es el mercado principal de Tormentos Cristalinos. La mayoría de mercaderes de la villa no se puede permitir un local, por lo que alquilan este espacio al gremio de mercaderes para anunciar sus mercancías. Si buscas comida, vituallas u otras compras variadas, aquí encontrarás todo lo que busques. Las únicas estructuras permanentes del lugar son una gran fuente, erigida a imagen y semejanza de una gran sirena levantando un barco en el aire, y una pagoda abierta empleada por los rancheros locales para vender caballos y ganado.

Al estar en plena tarde, el mercado está lleno, la multitud se apiña en este lugar mientras los vendedores anuncian su mercancía. Los miembros de la guardia de la ciudad patrullan el lugar bastante a menudo, aunque quizá no sea suficiente ante la posibilidad de carteristas que puede haber en la zona.

Ese si era su mundo, gente apiñada intentando comprar. Se había dado cuenta de que no tenía casi dinero ya que alguno le había robado todo su dinero, algún buen samaritano le había robado en la iglesia o en su camino a ella. Comenzó a andar por el mercado con el objetivo de rellenar sus bolsillos. Si todo iba bien podría comenzar a comprar información después.

Argot Leular sentía como los ojos de los soldados no le quitaban ojo de encima, a pesar de ell, se arriesgó a introducir su mano en algún que otro bolsillo. Al final de sus intento tan solo consiguió el envolvorio de algo, un papel con una dirección sin interés y un par de piezas de cobre.

Encima para colmo uno de los guardias de la ciudad le pilló jugando con él. Así que un soldado salió tras Argot, pero éste logró esconderse mucho antes de que su padre lo encontrase.

Argot se había confiado, creía que ahí entre la multidud estaría más resguardado pero... no, malditos guardias estaban bien entrenados. No era buena ciudad para los ladrones si no tenían untada a la guardia. Molesto se tuvo que esconder y desaparecer del mercado. Desesperado volvió al punto de encuentro donde se suponía que había quedado con su compañero con la esperanza de que este tuviera alguna mejor noticia.

El músico itinerante comprobó que el mercado era como el de cualquier otra ciudad: una fuente de barullo constante durante las horas diurnas, llenas de vendedores de todo tipo de productos, gente ojeando las mercancías y un germen destacable de ladrones de poca monta que sacaban lo justo para vivir el día a día sin correr demasiado riesgo; y eso es lo que pretendía ser en esos momentos.

Paseó tranquilamente durante un buen rato, prestando sutilmente atención a los movimientos de los guardias, buscando puntos huecos en la visión de las patrullas fijas, e intentando localizar a alguna presa fácil y lucrativa. Ese señor gordo que paseaba con ropas finas discutiendo cada cobre de los productos que compraba podría tener dinero, pero nadie sin poder viste así en un mercado, demasiado peligroso. Esa doncella que compra un poco de fruta puede ser una simple sirvienta, fácil, pero poco lucrativo. Esa mujer madura que olía los perfumes no aparentaba pasar necesidades, tampoco lucía riquezas, era la victima perfecta.

-El olor afrutado de las naranjas no creo que sea el mejor complemento para una hermosa mujer como vos, en cambio la esencia de jazmín y roble podría encandilar al mas tierno muchacho si viene acompañado de su esbelta figura, mi señora.

La mujer se giró hacia el hombre que le había llamado la atención sobre qué perfume escoger. Y con una sonrisa de oreja a oreja y contenta por el supuesto cumplido que había creído escuchar. Se limitó a escrutarle de arriba a abajo para después tender su mano hacia él y acercarse.

Y dime, ¿cómo vos sabe algo sobre esto? No parece usted un maestro perfumista, mi señor.

-Y no se equivoca, no se crear estas maravillosas fragancias, pero cuando uno ha paseado tanto por la corte rodeado de la nobleza, va quedando algo de sus maneras. Permítame- el músico escogió uno de los perfumes florales que indicaba la flor del jazmín, y con algo de impertinencia, agarró con firmeza una de las manos de la señora y depositó una breve gota del oloroso brebaje. Acto seguido sopló para disipar el fuerte olor del alcohol-. Huela usted misma. Notará que mezcla sin problemas con el fino olor de su piel.

Con una mano siempre visible iba distrayendo a su presa, mientras con la otra sutilmente intentaba sacar algunas monedas de su bolsa.

La mujer se quedó observando como estabas tratando de meter la mano en alguno de sus bolsillos y te agarró fuertemente de la muñeca y con un susurro te dijo en el oído.

Dime una sola razón por la que no debería gritar y llamar a la guardia de la ciudad. Dime una sola que me convenza o esta mano que tengo te la amputarán. ¿Entendido?

-Si gritas date por muerta- el músico amenazó a la señora sin apartar su amable expresión de la cara mientras dejaba entrever su espada corta oculta tras la capa-. No era mi intención robarle todo su dinero, sólo un par de monedas para poder dormir bajo techo y comer algo, cosa que en una celda tras apuñalar a alguien también se me ofrece, y ni tú ni yo queremos llegar a eso, ¿cierto? Tú decides como acaba esto. Si gritas termino en una celda y tu en una fosa. Si se calma y me ofreces una limosna generosa cada uno vuelve a su camino, yo con una comida caliente y tú con el perfume que mejor te siente. Tú decides.

Esta franja de terreno abierto es el mercado principal de Tormentos Cristalinos. La mayoría de mercaderes de la villa no se puede permitir un local, por lo que alquilan este espacio al gremio de mercaderes para anunciar sus mercancías. Si buscas comida, vituallas u otras compras variadas, aquí encontrarás todo lo que busques. Las únicas estructuras permanentes del lugar son una gran fuente, erigida a imagen y semejanza de una gran sirena levantando un barco en el aire, y una pagoda abierta empleada por los rancheros locales para vender caballos y ganado.

Al estar en pleno amanecer, el mercado está lleno, la multitud se apiña en este lugar mientras los vendedores anuncian su mercancía. Los miembros de la guardia de la ciudad patrullan el lugar bastante a menudo, aunque quizá no sea suficiente ante la posibilidad de carteristas que puede haber en la zona.

Está bien, no gritaré. Pero tampoco te daré lo que me pides. Dijo mientras continuaba susurrando. Ahora te doy la oportunidad de que te des media vuelta y te largues de aquí. Yo no diré nada y tú no me sacaras ni un cobre. Fingiremos que no ha pasado nada. ¿Entendido? Así que márchate o te juro que gritaré, y gritaré tan fuerte que tú acabarás entre rejas y yo... bueno, algún sanador habrá en todo este lugar ¿no crees?

-Me alegro de que podamos llegar a buen puerto, y espero por su bien que no me la esté jugando. Pase usted un buen día.

Sutilmente, el galante ladrón abandona el puesto de perfumes ojeando que nadie más se haya percatado de la escena, y se esconde entre la multitud por si la señora se arrepiente a última hora de su decisión.

Saliendo del mercado, intento hacerme con alguna fruta poco vigilada de algún puesto cercano a la salida. Aunque no con comida caliente, al menos quiero empezar el día desayunado.

¿Sabes qué hora es? Sí, tía, ¡hora de compras! ¡Mola, tron!

No, en realidad no molaba. Porque estaba sola, y porque ya sabía de antemano exactamente qué debía comprar, y no tenía nada de excitante. De hecho, era desagradable. Mucho.

Además, no tenía tiempo que perder.

Recorrió el mercado con la pericia de una señorita acostumbrada a tales lides, pero mucho, mucho más rápidamente, forzándose a no detenerse a mirar en ningún puesto, salvo los dos que eran estrictamente necesarios.

Unos minutos después de entrar, volvía a encontrarse fuera. Era un poquito más pobre, pero tenía una escudilla llena de sangre de vaca, y una blusa nueva, en realidad de segunda mano, remendada y más basta que la que llevaba desde hacía tanto tiempo que amenazaba con convertirse en su segunda piel.