Partida Rol por web

Deslizándose con su hermano, Lylo intentó seguirle como quien no quiere la cosa.¡¡Eran las operaciones especiales medianas, un cuerpo de élite!! O al menos eso pensaba el pobre.

¡¡¡Holaaaaaaa!!! dijo Aire moviendo la mano. Pero, de pronto, se acordó de las palabras que le acababa de decir a Tirk, así que se quedo quieta y guardó silencio. Carraspeó mirando al joven esperando una presentación digna.

Lucrecia sonrió y se mantuvo aparte por un instante, detrás de Lydia, Tirk y Aire, apenas a la vista del criado que había salido a recibirles a la entrada. Hablar y hablar era lo suyo, pero Lydia o Tirk podrían hacerse cargo por el momento, claro que sí.

Tras la muralla de cuerpos, Lucrecia rebuscó un instante en su bolsita de componentes de conjuros, vehículos mundanos (y a menudo repugnantes) de lo extraordinario y sostuvo entre sus dedos un pedazo de alambre. Se llevó la mano a la cara y se cubrió disimuladamente la boca con ella.

Milo escuchó un susurro en sus oídos, ambos al mismo tiempo. La voz, pese a llegar suavemente, era inconfundible. Podía reconocer las trazas de ogro en el timbre.

—Si os metéis en líos —oyó el mediano—, dadme un silbidito.

Con aspecto solemne Tirk miro a aquel hombre- Mi nombre es Tirk Turan, y estas tres bellas señoritas que me acompañan, son- Tirk solo sabia su nombre, y no se podia hacer una buena presentacion sin los apellidos, aun asi Tirk prosiguio, decidiendo inventarselos.- Lydia Calidaluz, Lucrecia Vóceron, y, "vamos Tirk, tienes que recordar su nombre" y  Viento Verdescoba.- finalizo orgulloso.- hemos venido a ver a los Licorambarino con una oferta de ayuda.

¡Fantástico! Dijo con un tono irónico el criado. Está claro que venís a ver a los Licorambarinos, eso queda más que claro. Sino, ¿por qué ibais a venir hasta aquí? Pero debéis explicarme a mí personalmente, con quién queréis hablar y en qué consiste esa ayuda.

Milo murmuró algo bajo mientras que caminaba con cuidado intentando ver una posible ruta de acceso a la casa sin llegar a que sea peligroso- ¿como lo ves, hermano? -susurró

-Entendido -dije a la futura señora de pelacebollas.

Lylo se llevó una mano a los labios mirando a su hermano, estirando el pescuecito para buscar algo que ellos pudieran usar de provecho, el motivo por el que habían decidido ocultarse amablemente del resto de individuos reinantes.

Ellos eran los chachis. Sí, señor, Lucrecia chorrearía por él cuando viera lo fantastibuloso que era. 

Era un hecho.

¿Viento Verdescoba? pensó Aire con curiosidad. Empezó a girar la cabeza de un lado a otro, buscando a esa persona que ella no conocía. Se levantó la falda incluso por si era otra personita pequeña y estaba escondida.

Será el sirviente supuso al final, al no encontrar a nadie.

¿Por qué a mi no me ha presentado? indignada, Aire estuvo a punto de dar una colleja a Tirk, pero se contuvo. Aaaah, claro, no necesito presentación, aquí me adoran como su diosa, ¡claro! dio unas cuantas palmadas de alegría y se mantuvo en silencio. Una diosa tenía que ser misteriosa.

Lucrecia abrió la boca, tanto, que su mandíbula crujió al cerrarse. ¿Por qué te inventas los apellidos, so gañán? Yo te enseñaré a inventar... La mujer dio un brinco más propio de una rana que de una persona, elevándose a gran altura, y cayendo en pie sobre los hombros del desafortunado Tirk. Con un veloz movimiento, cerró los brazos alrededor de la bonita cabeza del muchacho y tiró hacia arriba, con tal fuerza que músculos y tendones se desagarraron, y las vértebran saltaron en pedazos, y la testa se escabulló de las manos de Lucrecia como si tuviera vida propia, volando lejos de allí, regando Tormentos Cristalinos con sangre y asustando a cuantos la veían con una expresión de puro horror grabada en sus rasgos.

Pero esa escena se desarrolló dentro de su cabeza. En el mundo real, Lucrecia no mostró el menor desconcierto o desagrado. O, si lo hizo, fue con un gesto casi imperceptible, especialmente porque todavía se encontraba detrás de los demás. Cálmate, Lucrecia, has arrancado dos cabezas en poco tiempo. Sigue así, y llegarás al cupo diario antes de encontrar a alguien realmente frustrante. No existía tal cupo. En algún momento, Lucrecia consideraba que ya había ejecutado suficiente violencia imaginaria, y empezaba a sentirse avergonzada. A veces ocurría antes, otras lo hacía después. En este caso, que lo hiciera cuando un pobre hombre se inventaba un apellido para ella evidenciaba que ese límite de vergüenza estaba acercándose.

La culpa es mi precaria situación económica.

El primer paso para solucionar esa situación pasaba por sortear el obstáculo con forma de persona de la puerta. O quizás no, pero iba a hacerlo de todos modos. Dando un paso, Lucrecia salió de detrás del trío formado por Tirk, Aire y Lydia, y se acercó al hombre de la puerta.

—Venimos a hablar con el señor Tobías —Lucrecia miró a un lado y a otro cuidadosamente antes de acercarse aún más al hombre, casi hasta juntar su cara con la de él, y seguir hablando mucho más bajito—. Es sobre los hombres lagarto. Estoy segura de que querrá escuchar lo que tenemos que decirle.

"¿Lydia Candidaluz? ¿Lucrecia Vocerón? ¿Realmente no podía inventar apellidos que al menos fuesen reales?"

Lydia hizo su mejor esfuerzo en fingir que nada ocurría y que en verdad aquel era su nombre, e hizo una leve inclinación de cabeza cuando los ojos del sirviente pasaron sobre ella.

Cuando Lucrecia avanzó, Lydia se sintió más tranquila y se acercó tras ella para poder intervenir en su ayuda si era necesario. Al fin y al cabo, simplemente por lucir el medallón de Pélor, en muchas ocasiones la gente se sentía más tranquila.

Por algo que no lograba comprender, Tirk sintio un escalofrio recorrer su espalda durante un segundo, tirk iba a contestar a aquel hombre, que lo logico no tenia porque ser obvio, tambien podian ir a verle a el por cualquier motivo, porque aunque ciertamente era algo povo probable, existia esa posibilidad, y sobre el tema del que hablar, bueno podria ser un secreto, siempre puedia haber multiples posibilidades, algunas infimas pero ahi estaban, a veces Tirk tenia la sensacion de que el destino era algo caprichoso, tan aleatorio como si los dioses jugaran a los dados.

De pronto Tirk salio de sus pensamiento y se dio cuenta de que Lucrecia se encargaba de todo, lo cual le agradaba, aquella mujer parecia agradable, y segura de si misma, seguro que hacia un mejor trabajo que el , que era un novato en eso de las presentaciones.Tirk se acerco a Aire - Dime Viento, Que tal lo he hecho? Es la primera vez que hago una presentación, he tenido que inventarme los apellidos, porque creo que lo correcto es usarlos, y no se vuestros apellidos, espero que hayan quedado bien, aunque con lo malo que soy para inventar cosas, los apellidos de verdad seran un millon de veces mejor, pero bueno¿te ha gustado?- Tirk hablaba con Aire con voz normal pudiéndose escuchar desde cualquier sitio sus palabras, aquel chico no hacia nada con malicia, y no ocultaba nunca nada.

Ssshhh, baja la voz dijo acercándose al oído de Tirk.

¿Quién es Viento? susurró al joven. ¿Ves seres invisibles? preguntó gratamente sorprendida. Cogió su brazo y empezó a tirar de él ¡Enséñame cómo lo haces! ¡Sí, sí, sí!

El sirviente se encoge de hombros sin decir nada más y te cierra la puerta. Escuchas un grito, parece ser que está llamando al "señor".

No es muy dificil de ver una ventana abierta en aquel lugar. No es que hiciera mucho calor, pero debían estar ventilando alguna sala.

Miró a su hermano y se puso un dedo en los labios indicando que no hiciera ruido. Se acercó a la ventana abierta que les podría servir de punto de acceso, procurando que no le descubrieran y entrelazó los dedos para ayudar a su hermano encaramarse, mirar en el interior y, si podía, colarse por ahí.

Milo asintió ligeramente a su hermano y apoyó el pie en las manos de su hermano, asomándose por la ventana primero, con cuidado para ver que había y, si estaba libre, entrar por ella para ver que ocurría o si era un buen acceso.