Partida Rol por web

¡Oh, claro que sí! Dijo la anciana y te señaló una calle. Continúa todo recto hasta el río, y después toma el camino hacia el sur, en el mismo orden en que desciende el río. No muy lejos encontrará una taberna que se llama El Lenguado Macerado, es la más económica que conozco, aunque no sé cómo de concurrida será.

En cuanto obtuvo la informacion que deseaba, Filos se dio la vuelta y, sin despedirse siquiera, empezo a buscar el Lenguado Macerado. Estaba bien saber que habia gente como aquella anciana, gente que estaba dispuesta a dar sin esperar nada a cambio. No porque fuera reconfortante encontrar bondad en la gran ciudad, sino porque Filos podia aprovecharse de esa buena fe y eso le facilitaba el trabajo.

Ante vosotros se alzan una muralla de piedra, fabricada con grandes bloques de caliza. La muralla es enorme comparada con el tamaño de la ciudad.

La muralla tiene varias torres que protegen aún más la zona de los posibles ataques.

Finalmente vuestros caminos se juntan en la entrada de la ciudad. Un puerta de 18 metros de alto con forma de una gran "H", una pasarela sobre la carretera flanqueada por dos torres. Una gran puerta de hierro está cerrada para controlar el acceso a la ciudad por las noches, pero durante el día permanecen abiertas.

Al llegar justo a la entrada os encontráis con dos centinelas que montan guardia en la puerta. Uno de ellos con una pose rígida y estricta da un paso al frente y os dice.

- Buenos días, señor.  Soy el encargado de la entrada de Tormentos Cristalinos, si sois residentes mostradme vuestra tarjeta. Sino es necesario que me paguéis la tasa de entrada. Tan solo son 5 pc por cabeza.

Os dice mientras saca un saquillo de su bolsillo y extiende la otra mano.

Jukka camina con calma hasta el guardia, no le dice nada, saca las monedas de cobre de un bolsillo  oculto en sus ropas y se las pasa al guardia luego sigue su camino con paciencia, luce un poco sucio por el viaje pero no se ve desarreglado ni con mal aspecto. Pasando las puertas busca una sombra, se sienta bebe un poco de agua de su odre, se seca los labios, se pone en pie y sigue su camino al interior de la ciudad.

Dirijo mis pasos al cuartel

Cuantos días llevaba Balo desorientado, perdido... No sabía bien que hacer... Donde debería ir su camino? Al llegar a la ciudad parecía que los humanos no estaban aterrorizados con su presencia. ¿Me dejan entrar? ¿señor? ¿Debería pagar o matarlo? tantas preguntas en la cabeza de Balo, que simplemente se limitó a mirar al guardia, gruñó y dejó caer las monedas al suelo. Luego continúo su camino a la ciudad. Quería estudiar a sus enemigos... Su destino sería cualquier posada. Bronca...sangre...

El guardia se agachó para coger las monedas que el orco tiró al suelo. Con un soplido, pero no dijo nada más. Simplemente se limitó a refunfuñar sobre el trato de los recién llegados.

La grandeza no es inusual para los nuestros. Enanos o druidas, ambos conscientes de la majestuosidad. Estos en fortalezas inescrutables bajo las montañas y aquellos en lo sublime de la variedad. 

De nada me sirve, sin embargo, los años preparándome para ser un Druida. Sí, apenas nacido en la sociedad protectora del sustento bajo nosotros en la tierra, en los bosques y sobre los cielos; pero fuera, en el mundo, donde todo tiene un precio tengo que seguir.

Vengo de muy lejos- saco las monedas a sabiendas de que muy pronto me quedaré sin más recursos, a la espera de recibir el cambio en monedas de cobre- y no conozco nada del lugar. ¿Vienen muchos druidas? -Pongo en la bolsa las monedas requeridas a la par que indago un poco sobre lo usual o no de nuestra clase en ésta ciudad. Después de todo he venido sólo por rumores de que en ésta, una ciudad enorme, podría aprender más de ésta senda. 

Prosigo amable en lo que vale para un enano- Muero por hablar con alguno después de tanto tiempo.

Ya vendrá tras de mi. Pienso en Muerde-hueso mi rata terrible. Hoy no está prendada en las trenzas de mi barba espesa. Oh, por cierto, ¿sabes quién es Iborian el guardia? Le interesará hablar conmigo.

mmmm ¿druidas? Dice pensativo. Pues alguno que otro hay en la ciudad, quizá si vas a la Isla de Roble o te pasas por la capilla de Obad-Hai puedas conocer a alguno... o eso creo. Dice sin tener muy claro nada sobre aquella profesión.

En cuanto el recién llegado menciona a Iborian, tanto él como su compañero alzan la vista y dicen al unísono. ¡Claro que sabemos quién es él! ¡Es nuestro jefe!

Después el primero entregó la vuelta de aquella moneda y terminó por preguntar: ¿Por qué necesita hablar con usted?

Isla del Roble.. Hmmmm, con que...

Suena a un buen lugar ¡Por las trenzas de mi barba! Altos y fuertes, casi que imperecederos. Pasan las edades de las tierras, las generaciones caminarán sobre la tierra, y por mi barba que no caerían. Estarán al final de los inviernos. Son como eternas deidades, protectoras de lo bello y lo rudo.

Es un buen lugar para ir. Al menos puedo descansar un día o dos, meditar, comer algo. De no ser por éstas ganas de beber. No es muy correcto, dicen algunos. ¿Pero quién habrá de corregirme sino la misma muerte al final? Que ella traiga para mi su recompensa si he de cometer actos contra la naturaleza en medio de la ebriedad. Que jamás lo haría, pero por los dioses, que no tendría este paladar para los licores si no fuera para disfrutar de ellos.

 No, no -Digo para mis adentros meditando hacia dónde ir. En verdad quiero algo para la sed, pero una taberna no puede ser el primer lugar para visitar la ciudad. Tomo una decisión finalmente.

¡JIA JIA JIA! -Me carcajeo inoportunamente, como saboreando una broma. Estaré en la capilla de Obad-Hai. Que la ferocidad del jabalí -evidentemente hablo de Iborian- venga conmigo si quiere seguir afilando sus colmillos. Hay muchos que tienen hambre de cerdo.

Llegais hasta el muro de entrada donde podéis ver a los guardias que mantienen las puertas cerradas impidiendo el paso a los recién llegados. Estabas esperando dentro de la ciudad, pero necesitabas pedirle a los guardias que te abrieran la puerta o bien esperar a que se la abrieran a los recién llegados.

-¡Pst, eh, disculpen! ¿Les importaría...? -Dijo el bardo ya colocado delante de la puerta, esperando a que los soldados se molestaran en abrírsela. No había usado un tono irritado, ni ansioso, sino más bien educado y acabado en una seña hacia la puerta, una de esas señas universales especialmente fáciles para alguien que trabaja precisamente abriendo y cerrando una puerta. Tampoco había sido una orden, ni algo adornado con palabras malsonantes. Casi seguro que, si no les ignoraban, les habría sonado hasta bien a los guardias...

- Pedir permiso para salir también, pero esto qué es. Lo siguiente que te pedirán además de que les pagues por entrar es que les pongas el culo, pajarillo.- Farfullaba la mujer que empezaba a hartarse de los guardias de la ciudad. Lico que notaba el cabreo de su ama erizaba el pelo de su lomo.- ¡Vamos ostia!O se nos hará de noche.- La mujer tiró para delante, tirando del pellejo de su hermano lobo.  Se dirigía hacia donde estaban los campos de la familia Licorambarino a ver si, con su experiencia rastreando, pudiera descubrir algo que arrojara un poco de luz sobre el asunto que tenían entre manos.

Podemos pasa?... Les aseguró que no tarderemos mucho, solo necesitamos verificar algo a allá a fuera. Pregunta el clérigo en buena forma, sabia que se acercaba la noche y la seguridad debía ser mas estricta.

El elfo seguía al grupo y intentando parecer que sabía hacia donde se dirigian o por qué. Intentando apoyar al desconocido sonrío al guardia.

Por favor, prometemos no causar problemas.

¡No hace falta que seais tan remilgados! Dijo el guardia con un tono jocoso por la simpatía y educación de los habitantes de Tormentos Cristalinos. ¡Para eso estamos! No nos cuesta ningún trabajo haceros el favor.  Pero recordad, que aunque solo salgais un momento, la tasa de entrada se seguirá aplicando. Dijo mientras os abría la puerta para que pudierais salir de allí cuanto antes.

Lictea trató de rastrear por el suelo algunas pisadas o algo que le indicara donde estaban los terrenos de los Licorambarinos, pero solo había que dirigirse hacia el oeste para encontrarlos. Además los guardias les dieron las indicaciones necesarias. No tenían mucha pérdida. Aunque les advirtieron que fueran con cuidado, pues salirse del camino podría ser peligroso.