Partida Rol por web

Habían llegado al fin a aquella inmunda guarida que debían limpiar de una vez por todas. Sin embargo, no convenía apresurarse: entre los trasgos había algunos más inteligentes, que sabían proteger a los suyos o intentarlo. No sería extraño que hubiera guardias esperando... Otra vez. Así que Cástor mantuvo los ojos abiertos mientras aguardaba a que decidieran avanzar, por si los enemigos hubieran tenido de nuevo la feliz idea de intentar emboscarles. 

Tras salir de Acantilado Verde el viejo huesos se había puesto la pesada armadura que parecía llevar con resignación y sufrimiento. Durante el camino apenas hablaba, concentrado en la idea de limpiar aquella guarida de trasgos. Trataba de repasar lo que habían explorado con anterioridad, los enemigos a los que se habían enfrentado, para hacerse una idea aproximada de lo que aún les quedaba. Seguramente los trasgos hubieran huido después del duro golpe recibido, más teniendo en cuenta que durante la noche no habían tenido represalia alguna.

- Cólera, quizá aún te quede algún hueso que roer ahí dentro.- Trató de animar ala cría de dragón.

Al llegar a la entrada de la guarida la ausencia aparente de vigilante confirmaba sus hipótesis iniciales. Aún así confiarse no era una opción y al ver que sus compañeros tomaban precauciones él sacó escudo y lanza y avanzó en posición defensiva, observándolo todo.

Efectivamente, Tantor no era capaz de contar, pero si fue capaz de transferir que en la entrada había un número mayor que ellos de enemigos y que iban acompañados de otro ser vivo cuadrúpedo.

Al mirar hacia el interior de la cueva, Cástor pudo ver que efectivamente había cuatro trasgos vigilantes acompañados de un lobo. Parecía que durante la noche les había dado tiempo a pedir refuerzos y proteger de nuevo la entrada.

Los trasgos habían visto mermar sus fuerzas y solo había un trasgo protegiendo la entrada. 

Filos salió de su trance y comunicó a sus compañeros las malas nuevas. El Guerrero arcano se llevó un dedo a los labios y susurró:

-Tantor ha divisado guardias, efectivamente. No puede contar pero su percepción es que son más que nosotros y con ellos hay un animal de cuatro patas.

Cólera, cómo de sigiloso puedes ser tú para informarnos mejor?

- Yo sólo veo un guardia en la puerta.- Susurró a sus compañeros frustrado. No desconfiaba de la información proporcionada por Tantor sino que no veía a nadie más y eso le mosqueaba. ¿Y si los tragos, incluso de día, habían planeado emboscarles? Estaba de acuerdo con Filos, había que proceder con cautela. Dio un golpecito al saco donde tan cómodamente iba Cólera para que asomara la cabeza y respondiera al guerrero arcano.

-Cuatro trasgos y un lobo-replicó Cástor, en susurros. Eso era lo que él había visto, y parecía coincidir con la información que les proporcionó el ave de Filos. Por su parte, se aseguró de empuñar su escudo y maza, decidiendo que más valía estar preparado para lo que habría de venir-¿cómo queréis hacer esto?

-A las bravas, dejadme ver a mi primero si puedo tumbar a alguno con un conjuro  por sorpresa y luego os tocará a vosotros.

El Filo del Ocaso no tenía clara aún la distancia a recorrer hasta la entrada de la cueva en sí.

Quizá se estaba haciendo viejo. Si Castor y Tantor veían más que él no iba a ponerlo en duda.

- Quizá podamos provocarlos poniendo a uno de nosotros de cebo. Podría ser yo mismo.- Iba a acorazado y tenía recursos para aguantar si era herido.- O puedo quedarme y convocar aliados que den apoyo.

-Tampoco es mala opcion. Si los atraemos me será más fácil pillarlos por sorpresa pero no sabemos si vendrán tan agrupados, entonces.

-Creo que nuestra mejor opción es que los traigas tú, huesos. Yo me quedaré escondido y, cuando estén cerca y agrupados, usaré mi conjuro para tratar de incapacitarlos. Luego despachamos a los que queden en pie y rematamos a los inconscientes.

- No sé si se acercarán, pero si no lo hacen, tratad de pillarlos desde los flancos.

Filos asintió al sacerdote, agarró una de las jabalinas y el escudo y se movió para quedar en el flanco de Huesos, oculto tras algún elemento como un árbol o unos matojos.

Huesos avanzó varios metros hacia delante mientras Filos se escondía para pillar por sorpresa a sus enemigos. Después...

Después no sucedió nada, si había vigilantes ahí o no, no parecía que tuvieran mucha intención de salir a luchar contra ellos. O al menos no de momento.

Cástor procuró seguir a Huesos a una distancia prudente, sin procurar esconderse ya que sabía que aquel era un esfuerzo inútil. Nunca fue especialmente hábil, y el seguir llevando aquella armadura pesada enana, al menos hasta que la vendieran, no iba a ayudar a su nula habilidad en aquel aspecto. Con la maza y el escudo listos y preparados, solo quedaba seguir y comprobar si les iba mejor que la última vez. 

Huesos avanzaba lento. La armadura y el escudo pesaban lo suyo. Miraba por encima del borde de escudo tratando de percibir cualquier movimiento: una carga, un virote traicionero... No tenía miedo, pero tampoco es que le gustara ser una diana humana.

Asomó el hocico y miró alrededor con evidente confusión, su manada se movía con cuidado y procurando ser silenciosa en lugar de dando patadas y metiéndole el miedo en los huesos a sus enemigos, aquello requería de su atención y Filos le había preguntado algo.

- Zijilozí, yomuxo, nomezeoyenada- asintió con ilusión antes de pegar un brinco del saco y adelantarse, procurando desaparecer entre espesura y hojarasca- y nicemevéee...

Filos chasqueó la lengua. O no veían a Huesos o no picaban el anzuelo. El filo del crepúsculo notó cómo el clérigo avanzaba y él hizo lo mismo, usando la maleza para ganar cobertura.