Partida Rol por web

El plan había salido bien... Pero no lo suficientemente bien. Pues aquellos condenados bandidos les dispararon nada más tuvieron oportunidad, y el Kraken recibió una saeta con una puntería endiablada que le dejó tirado en el suelo, sangrando profusamente. La muchacha, que se encontraba con su espada larga firmemente aferrada a dos manos y lista para el combate, mudó su gesto de determinación a horror al ver caer a su amigo, y rápidamente reunió sus dones para devolverle la consciencia y, quizás, incluso salvar su vida. 

Lucrecia fue la primera en cegar a dos de los cinco ladrones que les estaban atacando. Después Namarra también intervinió logrando dormir a tres de ellos dejando tan solo un par de ladrones en pie. Después Zarus armado con su arco apuntó al hurón contra el que se estaba enfrentando Raelia, pero la flecha terminó clavándose contra la pared. Mientras tanto, Raelia impuso sus manos sobre el gigante, logrando que éste volviera a recuperar la consciencia.

Sanya avanzó hacia el combate para después clavarle su hacha al hurón contra el que estaban luchando. La criatura sufrió un duro golpe, pero aún se mantenía consiente y dispuesto a seguir luchando. Por lo que decidió devolverle el ataque a Sanya pero teniendo la misma puntería que antes contra Raelia.

Después los ladrones empezaron a gritar: ¡Estúpidos! ¡Despertaos! 
- ¡No veo! ¡No puedo apuntar!
- Pues dale una ostia a uno de ellos y espabílale.

En ese momento el ladrón cegado golpeó a uno de los dormidos haciendo que éste se despertase y volviese a recuperar la concincia. Mientras que el ladrón que estaba despierto y podía ver, volvió a disparar pero esta vez contra Sanya clavándole el virote en un pertrecho de su armadura.

Finalmente, un hombre rata giró por el pasillo acompañado de 4 ratas de tamaño inconmensurable y otros tres hombres más.

El kraken, aún desde el suelo, trató de acabar con el hurón con su clava pero el garrote se estrelló contra el suelo. El gigante sabía que se arriesgaba a que el animal lo destrozara pero, al menos, tumbado ofrecía un blanco más difícil a los arqueros.

Sanya, por su parte, volvió a atacar con su hacha enana pero la bestia esquivó su ataque. Aún así, la enana se movió tras su ataque, para ofrecerle a Raellia la oportunidad de atacar ella también.

Namarra lanzó nuevamente su conjuro. Esta vez centrado en el ladron2.

Esto estaba yendo mal, bastante mal. Sabía cuantos eran, pero verlos así en marabunta era otra cosa. Por lo menos si parecían propensos a dormirse, asi que Elianne prosiguió con el plan, lanzando su hechizo sobre el hombre rata, si no lo dormía a él, por lo menos sus horrendas mascotas estarían dentro del radio.

Las puertas seguían vomitando bandidos de mal aspecto y peor carácter, dando veracidad a las palabras del ladrón hechizado. ¿Y qué eran esas cosas peludas de ojos saltones que veía entre las piernas de los maleantes? ¿Ratas? ¡Ratas grandes como perros! Lucrecia no era de las que se dejaban arrastrar por la repugnancia —al menos, no cuando se estaba jugando la vida—, pero no fue capaz de reprimir una mueca de desagrado.

Sin más vacilación, como si fuera un eco, repitió el conjuro que acababa de utilizar, haciendo que el polvo destellante apareciera en mitad del grupo que acababa de aparecer en el pasillo.

Zarus maldijo por lo bajo al ver que tantos enemigos llagaban. Incluso estaba el hombre rata del que tanta expectativa se tenía. Una criatura sorprendente, sin duda. No era como Ramo, el hombre-elefante del circo, pero si que sería una sensación, con unos buenos números para divertir al publico.

Lazarus puso una flecha mas en su arco, mientras intentaba salir de la vista del hurón y de los otros bandidos.

Una vez el Kraken quedó a salvo, la muchacha aferró con fuerza la espada y se unió al combate, con intención de asestar un buen golpe si alguno de aquellos canallas quedaba a tiro. Sin embargo, no era la única que se había animado a plantar cara, a juzgar por los refuerzos enemigos, entre los que se contaban aquel renombrado hombre rata. No sabía si realmente tenían posibilidades contra algo así, pero tenía claro que no iba a abandonar a sus amigos. 

El Kraken trató de atacar al hurón desde el suelo sin mucho éxito. Y aunque la enana lo hizo de pie, consiguió exactamente lo mismo. Mientras tanto Namarra y Elianne volvieron a lanzar uno de los pocos conjuros que le quedaban, tratando de dormir a los soldados y las ratas. Pero las únicas que cayeron fueron las roedores. 

Después, Lucrecia recurrió también a su magia lanzando de nuevo un conjuro que cegó a todos los que aún no habían quedado dormidos que empezaron a ponerse nerviosos por culpa de la situación.

Finalmente, Zarus que estaba escondido detrás de las escaleras, disparó al hurón clavándole la flecha en la garganta y eliminado así el problema. Y Raelia dio varios pasos hacia delante, para colocarse junto a Sanya y ponerse así en defensa total y protegerse.

Los ladrones que aún seguían despiertos y sin cegar se acercaron a sus compañeros para despertarles antes de que sus enemigos se acercasen mucho más. Y también hicieron lo propio con las ratas que había caído dormidas.

El resto de ladrones, se retiraron detrás de la esquina para frotarse los ojos y tratar de quitarse esas molestas partículas de los ojos.

Los ladrones estaban sumidos en el desorden, pero no duraría, y solo el animalejo sobredimensado había caído bajo las flechas y espadas de los que sabían cómo usar las armas. Lucrecia no era una de esos, pero aun así, apartó los dedos de la bolsa y levantó la ballesta cargada. Había disparado con anterioridad, pero nunca a un otro humano. La saeta voló lejos de su objetivo, mostrándole que darle a una persona era, por muchas razones, muy distinto que darle a una diana.

No perdamos la oportunidad, masculló entre dientes. Contaremos con ventaja solo unos minutos.

Sanya se apresuró para atacar al ladrón 5 antes de que se reincorporara. La enana se colocó en posición y descargó un hachazo de arriba a abajo

El kraken se levantó de un salto y avanzó hacia la retaguardia de la enana. Con su alabarda podría luchar desde la segunda línea en el siguiente turno.

-ANIMO, COMPAÑEROS!! NO TITUBEEIS AHORA!

Zarus observa como los bandidos que lograron evadir los efectos mágicos de sus compañeras, despiertan a los que están dormidos Esto nunca terminará! dice tomando una decisión. Aquellos maleantes no habían tituviado en disparar a matar, por qué él no debería hacer lo mismo. Esta tendría que ser la primera vez que debiera segar la vida de una persona.

—¡Los despiertan más rápido de lo que podemos dormirlos!— dijo Elianne con desesperación. Viendo a Lucrecia, entendió cuál era la única alternativa.

Elianne tomó su ballesta de mano. No era la primera vez que la usaba. Había disparado contra los orcos, y hasta había ahuyentado a la arpía. Pero esto era diferente, aunque la cantidad de objetivos hacía casi imposible no darle a nada, todos se movían mucho, y sus compañeros estaban en el medio. Uno de los ladrones estaba tirando palos al aire, ciego ¿Quizás fuera el mejor objetivo?

Apretó el mecanismo del gatillo, y no pudo evitar cerrar los ojos por reflejo ¿Le habría dado?

Namarra vió como sus compañeros se pasaban a las armas pero ella no desistió. En parte, porque aun podia dormirlos a todos y, por otra, aunque no lo lograra, mientras se dedicaban a despertarse no atacaban a sus compañeros de vanguardia.

La muchacha sabía que había llegado el momento de pasar al ataque, y se arrojó a ello con justa determinación. Aquellos tipos no eran inocentes. Aquellos tipos habían decidido depredar a los inocentes, y ahora recurrían a la violencia, en vez de entregarse o pedir misericordia. Aquello no podía ser tolerado, y no lo sería.