Partida Rol por web

Filos puso su hacha en la garganta del trasgo y esperó a que alguien lo atara.

-Como querais. Igual da interrogarlo aquí que en el pueblo y alló será más seguro. Atadlo vosotros, a mi las cuerdas no se me dan nada bien.

Tras dejar el elfo en el carro y registrar sus pertenencias, Ramase escuchó a Filos.

- Yo ni siquiera tengo una.- Dijo refiriéndose a la cuerda. Si ninguno tenía una o unos grilletes para asegurarse que el prisionero no les daba problemas tendrían que realizar el interrogatorio en el momento.- ¿Alguno de vosotros tiene?¿Señora?- Preguntó a la mercader por si un casual ella tenía una.

-Mmm... la verdad es que no. ¿Qué hay de usted, señorita? ¿Tiene algo de cuerda en el carro?- dijo filos girándose hacia la mediana.

Sí, supongo que alguna tendré. Dijo Sten. Pero mientras se ocupaba de buscar y encontraba algunas cuerdas demasiado gruesas para que sirvieran para atar, y otras quizá, demasiado finas, el trasgo terminó por desangrarse. No se habían preocupado en estabilizarle, y por lo tanto se había terminado desangrando. Para cuando Sten llevó algo que pudiera ser medianamente útil, aún así correrían el riesgo de que se les escapara, ya era demasiado tarde.

Por suerte o por desgracia, parecía que poco iban a poder sacar a aquel enemigo. Sin embargo, parecía que algunos de sus compañeros sí querían sacar algo, aunque del cadáver de su compañero elfo caído. El hombre frunció el ceño al ver aquello, negando con la cabeza.

-No se debe arrebatar sus cosas a los compañeros caídos. Espero que no penséis en hacerlo. 

- Digamos que las voy a pillar prestadas. Si vienen sus familiares a reclamarlas gustoso se las daré. Lo primero que he buscado es si tenía una nota con su ...testamento, pero no ha habido suerte.- Ramase se colgó el carcaj y la ballesta a la espalda.- ¿Continuamos?

Filos se acercó a Cástor y le puso la mano en el hombro.

Él ya no lo necesitará y no conocíamos a su familia, Cástor. Es parte de nuestro trabajo, no te escandalices. Cuando llegue mi momento, espero que mis cosas os puedan servir para seguir vivos.

Filos cogió el resto de las cosas del elfo y se las dió a Cástor.

-Guárdalas tú, si te hace sentir mejor. En el pueblo las venderemos y repartiremos las ganancias. No es un afalta de respeto, es parte de nuestro trabajo.

Después se aseguró de que los nuedos de Ramase fueran solidos y cargó al trasgo en la carreta con el resto de los heridos y los cadáveres.

Pongámonos en marcha.

- Sí, este paseito se me está haciendo largo. Mis huesos no son lo que eran.- Estaba deseando, de una vez por todas, llegar al pueblo para poder esclarecer todo lo que estaba pasando.

-Habría que enterrar todo eso con él-dijo Cástor, algo ceñudo. Lo cierto es que podrían serles relativamente útiles esas cosas, pero su compañero había caído luchando junto a ellos, y en cierto modo parecía estar mal saquear su cuerpo-no digo que no nos quedemos las raciones, pero el resto... No sé, creo que debería descansar con él. 

Por supuesto, planteó dichas objeciones mientras caminaba, pues también quería llegar a aquel pueblo cuanto antes y alejarse de aquel camino, que parecía lleno de peligros. 

Bueno, camarada, ¿que te parece si lo votamos? ¿Quien vota a favor de quedarnos con sus cosas y guardarlas con respeto hacia su memoria?

Filos levantó el brazo.

Un decrépito brazo se levanto en el aire dejando en el ambiente un olor rancio y dulzón. Efectivamente Huesos votaba también para no enterrar a el elfo con sus pertenencias.

- No sé...casi que prefiero que enterremos las raciones y nos quedemos con el resto. De todas formas, lo entendería si fuera algo valioso pero esto...- La ballesta que se había quedado Huesos no valía ni 20 monedas de oro. Para alguien como ellos, con los bolsillos vacíos, podía suponer una gran diferencia, la vida o la muerte, pero para un muerto no suponía nada. Huesos se imaginaba morir en combate, que lo enterraran  y que alguien lo desenterrara un día, pasados los años y viera que había sido enterrado con una cutre ballesta de la cual sólo quedarían los mecanismos metálicos, ya oxidados. Para eso prefería que lo enterraran desnudo, a merced de los gusanos que comieran su carne, dejando un esqueleto limpio.

Finalmente a pesar de los sucedido continuais hasta Borde del túmulo sin más contrariedades, os adentráis dentro de la pequeña aldea formada por poco más de 100 habitantes.

Pronto llegáis al final de vuestro recorrido.

Un cartel sobre la puerta de un edificio anuncia:

"Emporio de Sten Buenavendedora".

Poco puede verse ya de la cabaña original, debido a los numerosos añadidos que se han hecho por todos los lados, incluido el construir un piso superior. Lo que antaño fue el porche delantero ahora sirve como escaparate acristalado.

Equipo de toda clase llena las abundantes estanterías y cajas que pueden verse a través de las cristaleras, incluidas linternas, antorchas, balas de algodón, bolsas de semillas y mucho más.

- Bien, ya hemos llegado. Para agradeceros vuestros servicios os puedo dar un solo objeto que cueste menos de 150 piezas de oro a cada uno. Pedidme lo que queráis, que si lo tengo será vuestro. Además, cuando hayáis elegido lo que queréis iremos a la posada, allí os presentaré a los líderes de la aldea, y todos nos enteraremos de qué va esa llamada de ayuda que parece haberse lanzado mientras estaba fuera. 

Tengo más que curiosidad por saber por qué los trasgos se han vuelto tan violentos. Este camino solía ser muy seguro.

Filos entornó los ojos. Ni siquiera les ofrecía el dinero en efectivo. Aquella tipa se había salvado de la ruina y de la muerte, iba a quedarse con el equipamiento de los muertos y ni siquiera iba a pagarles en efectivo.

Filos se la quedó mirando en silencio un largo rato. No le costaría nada matarla y quedarse con el puto carro. Pero, claro, estaba cástor y el tema de contar con un contacto a su favor en el pueblo. Aquello podia valer de algo de cara a negociar por el encargo gordo.

-¿Teneis un camisote de mallas? Si no disponeis de efectivo, algo así me sería de ayuda -dijo, esforzándose en poner buena cara.

Cástor sabía cuando tenía una batalla perdida. Los dos estaban a favor de quedarse sus cosas, y el clérigo no iba a imponerles nada, mucho menos a atacarles por aquello. No le gustaba, pero era lo que había. Así que, algo más serio, marchó junto al resto hasta que llegaron por fin a aquel lugar, con el prisionero que habían capturado. Y Sten parecía empeñada en darles una recompensa por haber hecho lo que debían.

-Hicimos lo que cualquier persona decente habría hecho, pero si insiste en recompensarnos, una armadura algo mejor no me vendría mal. Aceptaría honrado un camisote de mallas si disponéis de él-dijo, con humildad. 

Vaya pueblucho...- Es lo que pensó Huesos al llegar a su destino. Desde luego que, si no llega a ser porque tenía que desaparecer unos días, no habría llevado su escuálido culo hasta allí jamás.

- Para ser esto un...ejem...tan pequeño no está mal surtida.- Dijo acariciando con su huesuda mano una armadura.- Esta me vendría realmente bien*. - Parecía que la tendera tampoco sabía quién había realizado la llamada de socorro pero podía ayudarles a enterarse.- Perfecto. A ver qué nos cuentan.

Sten buscó las armaduras que el grupo les solicitó, llamó a un mozo que parecía ser su ayudante y éste les trajo a cada uno lo que habían pedido. Esto será suficiente por vuestra ayuda. Espero que os gusten. Todas las armaduras tenían un pequeño símbolo o escudo de un mar golpeando un acantilado de tonalidades verdes.

Si queréis antes de que vayamos a hablar con Mallie, podríais venderme esas armaduras usadas y viejas que tenéis. Dijo analizándolas. Con estas nuevas ya no os harán falta, y seguramente el oro que os de por ellas os pueda ser de utilidad. ¿Qué os parece?

Me parece bien - dijo Filos. Muy amable, pensaba venderla igualmente. ¿Cuanto podriais darme por ella? Quizas 15 piezas de oro?