Partida Rol por web

Puertas cerradas y ventanas enrejadas. Lucrecia gruñó en silencio, masticándose el interior de los labios hasta que la carne blanda del interior se hizo una bola irritada delante de sus dientes inferiores.

Podía tratar de abrir la puerta, pero sin herramientas o al menos una palanca no confiaba en sus posibilidades. El resto de ventanales de la planta baja estaría, como aquellos, enrejados, pero en las plantas que debía haber por encima tenía que haber un balcón.

Tomó aire lentamente, dejando que se calmara su corazón, y salió de allí en busca de las escaleras hacia el primer piso.

Las escaleras del hall que subían a la parte superior de la casa llevaban hasta lo que parecía ser una gran y enorme biblioteca. Como buena sala de lectura, había grandes ventanales por donde entraba la luz del sol, así que esa sí que podía ser una posible vía de escape. Pero la mansión llevaba mucho tiempo abandonada, así que probablemente estarían atascados, pero al menos podrían abrirse usando tan solo la fuerza. 

A través de la ventana, Lucrecia podía ver como los primero rayos de sol empezaban a iluminar la ciudad.

Cuando subió a la primera planta, se dio cuenta por primera vez de que el conjuro luminoso se había disipado. Era la claridad del amanecer lo que le permitía ver por dónde se movía. Enderezó la espalda y levantó el mentón; había recorrido los pasillos de aquel lugar encogida sobre sí misma, en tensión como un puño cerrado presto a golpear. La oscuridad había erigido a su alrededor muros más sólidos que los de piedra y ladrillo. Una vez disipada, se sentía liberada. Los músculos de sus piernas se disolvieron como manteca caliente. Suspiró, se dejó caer en una silla apolillada que crujió bajo su peso. Una calima de polvo y astillas se alzó a su alrededor. Cruzó las rodillas y apretó los muslos para evitar que se le escapara la orina mientras recuperaba el control de su cuerpo.

Cuando se levantó por fin, lo hizo con renovado valor. El miedo que se había desvanecido había dejado en su interior espacio para la curiosidad. No iba a regresar a ese horripilante sótano, pero tampoco iba a marcharse todavía.

Solo es una casa abandonada. No es la primera que exploras.

Pronunció un sencillo encantamiento para hacer las auras mágicas visibles a sus ojos. Se puso en pie, sacudiéndose el polvo que se había pegado a su trasero y se dirigió hacia la puerta.

Aunque sí es la primera vez que lo hago sola. Y no está abandonada del todo…

Lucrecia había decidido tomárselo con filosofía, pero porque pensaba que no había nadie más en esa casa. Pero en cuanto se paró a escuchar, o se detuvo a relajarse, algo escuchó en las profundidades de la casa:

¡Un grito felino y desgarrador!

Seguramente el grito venía del sótano. Justo de donde ella había escapado.

La muchacha dio tal respingo que se magulló las costillas con los codos, y casi se le salen los hombros del sitio. ¡Lamadrequeechóaalacosaqueseaquesemevavolandoelcorazónyelalmaleencorre! Se mordió los labios y respiró profundamente unos instantes, hasta que el corazón dejó de percutir contra su caja torácica.

Se lo pensó de nuevo. Podía volver más tarde, si todavía tenía curiosidad, con compañía, a ser posible del tipo que le sacaba un palmo por cada hombro e iba envuelta en acero. El tipo de compañía que se ponía entre ella y el peligro y, cuando las cosas se ponían peliagudas, se quedaba atrás.

Examinó los ventanales, y se puso a buscar algo que le permitiera forzarlos o romperlos.

Finalmente Lucrecia optó por la solución más salvaje, pues no estaba dispuesta a permanecer mucho más tiempo ahí. Al fin y al cabo había algo o alguien allí, a pesar de que el lugar parecía estar abandonado, no lo estaba del todo. Así que, sin más, agarró una de las sillas que parecían más recias y la lanzó contra uno de los ventanales de la sala. 

El escándalo fue estrepitoso. Y el grito felino se volvió a escuchar. Si aquella criatura estaba buscando a Lucrecia, ya tenía claro en qué habitación y planta se hallaba. Era cuestión de segundos que la alcanzara.

El horrible maullido volvió a alcanzarla,surgido de las profundidades de aquel lugar. Podía ser una simple gata en celo, la Santa sabía la ruidera que armaban las malditas gatas en celo. Había sufrido más de uno de sus conciertos con la cabeza bajo una almohada. Había amanecido con bolsas de frustración e ira homicida brillando púrpuras bajo los ojos. Podía serlo, pero no iba a quedarse a comprobarlo. No hasta que consiguiera aliados, o al menos hasta que fuera capaz de lanzar un conjuro para hacerse invisible. Lo que me recuerda que debería volver a practicar, ya ha pasado una semana desde la última vez. ¡No fue para tanto! Solo eran huesos y vísceras, ya sabía que las tenía dentro. Debería haberlo considerado un triunfo, ¡conseguí hacer desaparecer toda la piel!

Lucrecia corrió hasta el resultado de su obra, golpeó con el antebrazo los afilados restos de cristal que seguían aferrados al marco de la ventana, se aupó hasta el alféizar y, sin permitirse dudarlo ni un segundo, se descolgó hasta la calle.

Esta pudo ser hace tiempo una mansión orgullosa e impresionante, pero sus días de gloria se han extinguido hace mucho. 

El edificio está en ruinas, sus tejados hundidos, las ventanas tapiadas, la pintura desconchada y sus terrenos llenos de maleza. El óxido y el musgo campan a sus anchas. 

Un escudo de armas erosionado cuelga torcido sobre las puertas, cerradas con cadenas de eslabones oxidados; la heráldica que pudiera haber adornado su superficie se ha desvanecido hace mucho tiempo.

Mailo miró el caserón y después a Nieve - ¿Esto es lo que estabas buscando? ¿Qué se supone que sucedió aquí y que hemos venido a averiguar?

Quisiera tener algo de la información que Nieve no les había proporcionado, antes de aventurarse en aquella casa en ruinas. Solo sabía que Nieve les había contado que estaba encantada, pero ninguna otra información de interés.

Aquella casa le daba escalofríos. Algo en la cabeza le decía que aquello no tenía buena pinta. Cuando se le erizaban los pelos de la nuca a Mailo significaba problemas, y en aquel momento los tenía que podría cortar mantequilla con ellos. La casa estaba totalmente en ruinas. Incluso si hubiera fantasmas, dudaba que quisieran vivir allí.

Nieve observó la casa compartiendo la misma desconfianza que Mailo.

¿Esto es lo que estabas buscando? ¿Qué se supone que sucedió aquí y que hemos venido a averiguar?

Al principio la salvaje ignoró a Mailo y permaneció en silencio tratando de escuchar cualquier ruido sospechoso. Sólo cuando se cercioró de que no había peligro, se volvió encogiéndose de hombros: -Se supone que siempre ha sido una mansión encantada, pero hace poco se vio escapar a una mujer rubia de allí. Parecía terriblemente asustada y estaba algo herida. No se mas-

Nieve recorrió los exteriores a grandes zancadas tan desgarbada como un leñador.

-Nu se...- Gruñó rascándose la cabeza con tanta insistencia que Mailo comenzó a sospechar que la nómada tendría piojos de verdad.

-Pensé que habría algo interesante- Confesó.

Viendo el estado ruinoso del inmueble, parecía poco probable.

Las ciudades era entornos casi desconocidos para Nieve, pero entonces la joven trató de enfocar aquello desde un punto de vista más familiar.

-Debe ser una madriguera- Comenzó a decir con mirada torva. -Está camuflada para que no lo parezca, como hacen los animales- Supuso en voz alta. -Comprobaré si tiene una salida trasera y entraremos a husmear- Dijo fisgando por los alrededores. -Una casa así de grande debió de pertenecer a un rey por lo menos.-

Nieve rodeó la casa tratando de no hacer ruido, tras ojear desde fuera, se encaramó al muro para ojear por un hueco más alto, pero sin llegar a entrar. Desde allí susurró a Mailo y Mirta. -¿podéis abrir el candado de la puerta? Puedo intentar entrar por el tejado derruido, pero es mejor si no nos separamos.-

Nieve se encaramó como una gata al muro de entrada de la mansión. No hubiera sido difícil escalarlo pero, en apariencia, el candado de entrada no suponía un reto para Mailo.

Sacó las ganzúas y empezó a trastear en el candado. Un sonoro *click* en el silencio de la noche le indicó que había tenido éxito en el intento. Abrió las puertas de un empujón y parecía que en el mismo infierno le habían escuchado. El óxido provocó un sonoro ruido al abrir las puertas. Si alguien estaba en la masnión en ruinas, es evidente que les habría escuchado.

Mailo no se atrevía a mirar hacia arriba y ver la cara que seguramente tendría Nieve ante tal ruido.

Mis ojos miran fijamente aquella construcción en ruinas. - Vaya, definitivamente en algún momento debió haber sido un excelente hogar... Susurro mientras camino junto a los otros dos aventureros.

No digo nada más, me mantengo a la espera de ver que descubre Nieve y si Mailo abre la cerradura, nunca suelto mi espada corta, Mirta es precavida en lo que la seguridad respecta.

   Al echar un ojo a la mansión desde fuera de la verja a Nieve le pareció ver la figura de una mujer moverse rápida y ágilmente por la casa, como si estuviera buscando algo. Sin embargo sólo escuchó a Mailo trastear con la cerradura de la mansión

La salvaje se agachó de forma instintiva, lanzó una mirada feroz al pícaro e hinchó los carrillos como una res, pero se contuvo de reprenderlo.

La mujer se acercó a Mirta y Mailo y describió lo había por medio de gestos. Sus modales no mejoraban con la mímica y Nieve no dudó en agarrarse los pechos para indicar que se trataba de una mujer.

Al no ver otra manera de entrar, señaló el tejado derruido y volvió a intentar trepar.

No había manera de abrir el condenado candado. No cedía a la fuerza y no llevaba encima ninguna herramienta que sirviera para forzar el dichoso candado. Nieve, ya dentro vio los esfuerzos inútiles de Mailo para intentar abrir la puerta y la vio hacer una mueca. Si hubiera estado dentro, la mujer le hubiera dado una buena patada en el culo por idiota.

Con un movimiento de la cabeza bastante descriptible, les indicó que intentaran trepar por el muro igual que ella. Se acercó al muro y miró hacia arriba. Él no era demasiado ágil y no sabía si sería capaz de trepar el muro de un solo movimiento. Dobló las rodillas e intentó alcanzar la parte superior para después probar de subirse al muro.