Partida Rol por web

Tras aplicarte la pomada y asearte, organizaste tu mochila. Allí, encontraste, además de todo lo que esperabas encontrar...tus cosas, los restos del Oso Búho, que empezaban a oler mal, tus viales y pergaminos...etc....encontraste una pila de monedas dejadas caer de cualquier moneda. Recordaste entonces cuando el Ettín dejó caer algo tintineante en tu mochila, que de repente comenzó a pesar más.

Por suerte para tí, la sangre de los restos del Oso Búho no había manchado nada...e hiciste un recuento de monedas.

100 monedas de oro.

250 monedas de plata.

400 monedas de cobre.

Una pequeña recompensa por todo lo que habían pasado aquel día.

Me puse al lado de Ariadne y ordene mis pertenencias, después me fui quitando la armadura, con parsimonia, en plan ritual, primero una cincha, luego otra, en un orden predefinido mentalmente, y lo fue colocando en orden al lado. Me dolían todos los músculos del cuerpo, y quitarme la armadura era toda una liberación.

Cuando Arue volvió del agua, decidí que era tiempo de asearme un poco y fui hasta allí, me quite la ropa y la coloque en una piedra al lado de la orilla. entre poco a poco, primero los pies, luego las rodillas, muslos y después me eche agua varias veces en el vientre y el estomago para que se nivelara la temperatura corporal con el frio agua. Después me metí de golpe el resto, me sumergí varias veces y acercándome a la orilla me quede algún tiempo sentada pensando en lo ocurrido.
Quizás Rash tenga razón, e incluso Arue, tengo que tranquilizarme meditar las cosas, que aunque todas sean nuevas debo aprender de ellas no intentar arrasar con ellas. debo ser metódica como en la biblioteca.... Pero no es fácil JODER!. En fin debo de centrarme, se que estos tres días desde que sali de la ciudad han sido una locura y debo controlar la situación, o ella me controlara a mi como hasta ahora. Bueno Kerri, vete a dormir que lo necesitas.
Se vistió y volvió a la hoguera. Y se coloco al lado de Ariadne, para al momento quedarse dormida.

Y la noche fue pasando suavemente para todos, mientras descansábais, por fín, de vuestras heridas....

El sonido de la hoguera, de fondo, hacía las veces de canción de cuna para vuestras cansadas mentes. El viento apenas se oía en la noche, y el cielo estaba prácticamente despejado. Hacía frío, pero la hoguera, y vuestras ropas de abrigo, os protegían del mismo. *

Jerinor hacía guardia contigo, poniendo de vez en cuando algún tronco en la hoguera y mirando alrededor, pero la noche parecía tranquila. La mujer te avisó y se fue a llenar las cantimploras al río. Al volver te ofreció una y te dijo en voz baja...."Menudo día...qué locura....la verdad es que habéis estado impresionantes. Nunca había tenido un día con tantas emociones y peligros como el de hoy...pero he de decir que me gusta."

Tras unos momentos de silencio, la mujer te miró intensamente a los ojos..."¿Puedo ser sincera contigo? La verdad es que al principio pensaba que érais unos cuenta-cuentos...unos charlatanes como tantos otros han pasado por Fairhill. Por desgracia, nuestro pueblo ha sido siempre un lugar de paso para caravanas y todo lo que ello trae....pero ahora...creo que sois buena gente. No como otros, que dan su palabra y luego desaparecen."

De nuevo la mujer se calló un rato, para luego volver a decir con el ceño algo fruncido y frotándose un poco las manos..."No sé si para tí contará algo o no....pero por mi parte, os estoy agradecida. Su padre volverá a trabajar como Freya manda, y será una alegría para la aldea. Y mejor que ésta chiquilla no vuelva a abandonar la aldea.....y...hablando de otra cosa.....¿no tienes nada con Groland, verdad? Parece que aprecia tu compañía, pero....vamos, que si molesto......"

Sí, la pregunta se la había hecho así, a bocajarro. No parecía tener pelos en la lengua, ésta Fairhilliana...y parecía estar pidiendo ¿permiso? para echarle el anzuelo al guerrero pelirrojo. 

Me limitaba a guardar silencia mientras vigilaba. La noche estaba realmente tranquila así que me tomé la libertad de sacar mis flechas de su carcaj y afilar las puntas, comprobar la madera y arreglar las puntas. Jerinor parecía querer charlar de vez en cuándo y sacaba de mí gruñidos de asentimiento. La diplomacia no era lo mío, y hablar no me gustaba en exceso. Además estaba cansada, enfadada y frustrada. 

Levanté la vista de manera canasda cuándo Jerinor quiso hablar de una manera más cercana. Le devolví la mirada, pero mientras la suya era intensa, la mía era apática. En esos momentos sus palabras de agradecimiento resbalan cómo agua de lluvia y no me importaban lo más mínimo. Me encongí de hombros cómo toda respuesta. Lo de "buena gente" era muy relativo.

Jerinor se calló y yo seguí concentrandome en el sonido de la piedra contra el acero hasta que volví a escuchar su voz. Puse los ojos en blanco por un segundo. ¿Es que no iba a callarse nunca? Sí, sí, la idiota estaba a salvo y su padre estará agradecido. Blablabla. Pero entonces Jerinor me sorprendió con algo que no esperaba y mi piedra se deslizó fuera de mi mano, cayendo al suelo. Miré a la mujer cómo si acabase de decirme que había visto salmones con piernas bailando alrededor de la hoguera.

- Qué... ¿de qué hablas? - le pregunté confundida. ¿A qué venía eso? ¿Y de qué narices hablaba? El hombretón y yo nos conocíamos desde hacía unos días y en nuestro primer encuentro nos odiábamos. Que ahora nos tolerásemos, icnluso pudiésemos admirar las cualidades del otro, no quería decir nada. ¿De dónde había sacado esa pregunta tan absurda? Además, nunca había estado interesada en...bueno, esas cosas. Y tampoco creía que hubiese demasiados interesados en mí: piel gris, antipática, llena de cicatrices, enfundada en una armadura que escondía cualquier asomo de curvas... - No sé de que me estás hablando, pero si me estás preguntando si puedes acostarte con Groland, por mí no te cortes. - la Fairhilliana no tendría pelos en la lengua, pero yo tampoco, y la sutileza era algo que utilizaba sólo para conseguir información que podía significar la vida o la muerte. - No sé ni para qué me preguntas... - Mirá entonces a la soldado de arriba a abajo. A pesar de ser una chica fuerte y dura, también se notaba que era una mujer que cualquier hombre desearía al verla sin ropa. - No creo que te diga que no. - sentencié tras mi análisis.

Efectívamente, la joven parecía una guerrera con carácter, y probablemente, su cuerpo fibrado y musculoso haría las delicias de cualquier hombre.

En cuanto escuchó la respuesta de Arue, asintió con una media sonrisa..."Lo que yo pensaba....gracias."

La enigmática respuesta quedó en el aire, tras lo que hubo, finalmente, silencio.

¿Y ahora iba a dejar el tema sin más? ¿Y qué quería decir con eso? Fruncí el ceño y esta vez fui yo la que empezó la conversación.

- ¿A qué te refieres? ¿lo que tú pensabas? ¿Qué pensabas? - no acabab de entender a qué estaba jugando Jerinor. No entendía su intención, sacando ese tema así, habalndo de sospechas y luego dejando el tema. ¿Es que quería convenceme de algo? ¿Engañarme? ¿O eso lo hacía todo el mundo cuándo hablaban de este tema y yo simplemente era nueva y no me enteraba?

Miré a Jerinor sin dejar de fruncir el ceño, esperando algo más claro por su parte.

La joven devolvió la mirada a la semi-drow, sin arredrarse....es más...hasta su sonrisa se ensanchó, pero era una sonrisa, en éste momento, poco agradable....casi...casi como si fuera una rival. Una sonrisa sarcástica.

"Vaya...¿de verdad eres tan ingenua o sólo te lo estás haciendo por aparentar? Pensaba que los de tu raza eran más intuitivos. Creía que te habías dado cuenta que Groland te mira con bastante interés. Me da igual si es que no estás acostumbrada por estar siempre escondida por tu piel, o por estar siempre en los bosques....pero dado que no tienes interés en el Cormyriano....me lo quedo."

La sonrisa de ella se desplazó junto a su mirada, justo al lugar donde el pelirrojo durmiente soñaba con los celestiales, ajeno a todo lo que pasaba a su alrededor.
 

La mujer se levantó y se dirigió al hombre, pues ya había pasado el tiempo estipulado, aproximadamente. Se agachó a su lado, inclinándose sobre él, y le tocó el hombro...."Despierta hombretón....te toca la guardia."...después, acercándole la cara a su oreja, le susurró algo.*

Tras levantarse el hombre de su lugar, ella ocupó el mismo sitio donde él se había acostado, se tapó con su manta, y se durmió.

Una mano suave te tocó el hombro..."Despierta hombretón....te toca la guardia.". Era Jerinor, que agachada al lado de Groland, le despertaba intentando no hacer mucho ruido. Estaba echada hacia adelante, se había quitado el casco, con el pelo moreno por encima de la cara cayendo directamente sobre el rostro del guerrero....sus ojos miraron con intensidad a Groland, mientras una ligera sonrisa se dibujó en su rostro...rostro que Groland, ahora con tranquilidad, pudo apreciar mejor, lleno de preciosas pecas...

"estaba pensando que si no te importa, me quedo con tu sitio, que ya está calentito...luego puedes venir y acurrucarte a mi lado...si quieres."
 

El guerrero tuvo uno de esos despertares en los que uno apenas es capaz de recordar el nombre propio. «¿¡D-dónde estoy...!?», se preguntó. Necesitaba encontrar algo en lo que centrar su atención y que usar como ancla en torno a la cual hacer girar el mundo, y ese algo fue la cara de Jerinor. «Esté donde esté, ¡demonios, me quedo!» Un segundo después ya estaba más ubicado, pero la idea de quedarse permanecía igual de atractiva. Groland rio entre dientes y se puso de pie con la manta caliente aún en la mano, tratando de parecer arrebatadoramente viril. Cuando la miliciana cogió la tela, Groland aprovechó para atraerla hacia él.

—Mira bien que no se enfríe, ¿eh? —musitó, sonriendo lobunamente a escasos centímetros (por encima) de la cara de su compañera.

Nada más dicho esto, cogió su maza y se alejó en busca de Arue, pero no sin lanzar una última mirada de refilón hacia la fairhilliana. A juzgar por su expresión, algo le parecía bastante divertido.

Después de intercambiar algunas palabras en voz baja con Jerinor, Groland cogió su maza, se abrigó en su capa y se dirigió hacia Arue.

—¿Alguna cosa? —gruñó, aunque esta vez en su gruñido se percibía cierto buen humor, el tipo de buen humor que en otra persona más abierta quizás habría arrancado una sonrisa, incluso una melodía silbada.

En cualquier caso, lo cierto es que Groland suponía que, si la mujer de Fairhill no le había informado de nada, probablemente era porque no había ocurrido nada relevante, pero no perdía nada por preguntar. Además, y pese a aquel rifi-rafe del primer día, la mestiza había resultado caerle simpática. No pensaba quedarse de cháchara, claro: aquello les distraería demasiado y debía vigilar el otro flanco del campamento.

Por algún motivo, tenía la sensación de que la guardia se le iba a hacer muuuy larga. Por un momento, casi deseo tener algo interesante durante su vigilia, pero entonces recordó aquella vieja maldición oriental: «Que vivas tiempos interesantes.» El recuerdo de las zarpas del oso-búho y de la mantícora hizo que lanzara involuntariamente una mirada temerosa hacia el cielo.

No supe qué decirle a Jerinor. Me había quedado sin palabras. Debía estar jugando conmigo, pues lo que decía era absurdísimo. Groland mostrando interés en mí... ¡Ja! ¿El enorme humano que me odiaba el primer día interesado en la pequeña semidrow de carácter bruso y cuerpo para batallas? ¿Qué era lo siguiente, que la assimar y yo nos hiciésemos amigas? ¡Absurdo!

Lo que no me gustó nada fue su comentario sobre "los de miraza". Cada vez que alguien mencionaba algo así me hervía la sangre. Demasiado Drow para los humanos, demasiado humano para los Drow. Además de que siempre asumían que "mi raza" me hacía quié era, cuándo no podían estar más equivocados. Nunca me había cruzado con un elfo oscuro y había crecido con una madre que me repudiaba y no me dejaba salir de casa (y cuando lo hacía nos insultaban a ambas), sola, y con un elfo del bosque.  Odiaba que diesen nada por sentado sobre mi vida sólo por el color de mi piel.

Me levanté con intención de decirle algo, pero vi que en esos momentos estaba despertando a Groland, así que me mordí la lenuga. Suficiente había tenido con la assimar por una noche. Me pregunté si todas las mujeres con las que me cruzaba eran idiotas o estaba como una puta cabra, o solo era en Fairhill, ya que hasta ahora ni una se salvaba.

Me volví a sentar mientras Jerinor y Groland intercambiaban puestos, murmurando entre dientes cosas que si cualquiera que hablase elfo hubiese podido escuchar le habrían sonado a "mi raza te va a dar un puñetazo en la boca la próxima vez".

Cuándo Groland se acercó, noté cómo mi cuerpo me decía que me apartase. ¡Estúpida mujer! ¡Seguro que esto era lo que pretendía! Sin embargo, no hice caso a mi instinto animal y me quedé dónde estaba, levantando la mirada hacia el guerrero. Estando yo sentada y él depié, parecía aún más grande (aunque me sacase facilmente casi dos cabezas de todos modos).

- No, excepto que creo que el día de hoy a afectado a más de uno aquí. - dije golpeándome la cabeza con un dedo. - Por lo demás, la noche está tranquila. - ​añadí devolviéndo la mirada a la arboleda mientra recogía la piedra de afilar que Jerinor me había hecho soltar. Revisé mis flechas, todas parecían estar afiladas y a punto, así que volví a guardarlas en el carcaj. Saqué la espada entonces, aunque apenas la había usado últimamente, sólo para tener algo que hacer. Pasé con cuidado la piedra con el filo, de manera distraída.

Maldita Jerinor. Ahora tendría que pasar varias horas con el señor Oso sin poder sacarme de la cabeza lo que había dicho. Iba a ser una guardia larga...

- Deberías sentarte. - le recomendé al guerrero.

Incapaz, debido a la excasa luz, de leer bien las expresiones faciales y el lenguaje corporal de la mestiza, Groland tomó las palabras de Arue como una alusión al extravagante comportamiento de Kerri.

—Hm... Sí... Bueno: la hermana Kerri está chalada. No tiene mala intención, pero los cementerios están repletos de buena gente —murmuró—. Darle una espada y llevarla a hacer este tipo de trabajos es como dejar que un crío corra con...

La frase murió a medias en el silencio de la noche, no porque Groland no supiera que decir, sino porque el hilo de sus pensamientos acaba de doblar un recodo de su mente y se había encontrado de pronto con una idea que no estaba ahí unos instantes atrás. «¿Eres tonto, verdad?», le dijo una voz en su cabeza. «¿De veras vas a añadir más leña al fuego? ¿De veras quieres contribuir a que Flowrigth, cuya pericia necesitarás allí abajo, no soporte a la clériga cuya magia será de gran ayuda en lo que pretendes?» Groland tragó saliva y apretó los dientes. Miró de reojo a su compañera y volvió a concentrarse en algún punto indeterminado la maleza.

—Pero... eh... —No se le ocurrió cómo arreglarlo, así que decidió cambiar de tema. Por suerte, había algo que le interesaba saber. Carraspeó.— Y tú... ¿Por qué luchas? ¿Qué te lleva a meterte en estas cosas?

Asentí ante las palabras de Groland. No iba a darle explicaciones sobre a qué me refería. De hecho lo había hecho con toda la intención imaginando que creería que me refería a Kerri. Le miré de reojo cuando dejó su frase a medias. Tal vez creía que mi intención era sacar el tema para ponerle en contra de la assimar. No era mi intención. Ella lo hacía sola. No necesitaba que yo añadiese nada más para que Groland viese perfectamente que era un peligro para ella misma y sobretodo para cualquiera que fuese lo suficientemente idiota para seguir a su lado. Y yo ya había decidido que mi vida valía mucho más que la de Kerri, y que si quería matarse, sería sin tenerme a mí cerca. Excepto si era yo la que la mandaba a un mejor plano de la existencia.

Noté el nerviosismo de Groland y no aparté la mirada del guerrero cuándo él se concentró en la noche. No sabía porqué se ponía nervioso de repente, y las palabras de Jerinor empezaban a hacer que me preguntase demasiadas cosas. Estúpida mujer. Pero entonces habló, y supuse que el nerviosismo venía del tema que estaba sacando.

Devolví la mirada a mi espada y seguí pasando la piedra con cuidado. No tenía porqué contestarle a Groland. No tenía por qué explicarle mi vida o mis motivos a él o nadie. Y de hecho, tampoco tenía una buena respuesta. Tras tal vez medio minuto, cuándo seguramente el mercenario ya pensaba que no iba a contestar, lo hice.

- Porque es lo que se me da bien. - le dije mientras el sonido de la piedra contra el acero llenaba el silencio. - Porque puede cambiar cosas. Y tú, ¿es sólo dinero? - no era un insulto, o no lo prentendía, pero todos sabíamos que era (o fue) un mercenario y los mercenarios luchan por dinero. Pero del mismo modo los mercenarios no suelen aceptar un grupo de compañeros cómo el nuestro, ni se preocupaba de que alguno cayese (eso significaba mayor botín), o de ayudar a alguien cuándo no había un pago de por medio. Así que Groland tenía seguramente otros motivos.

Convencido de que Flowright ya no contestaría, la respuesta de la hembra pilló sorpresa a Groland. Tratando de disimularlo, soltó un breve y quedo gruñido a modo de aceptación. «Cambiar cosas», se repitió. «Las cosas son como son... ¿Cómo va una persona a poder cambiarlas?» Sin embargo, empatizaba con la nobleza de la causa. Tampoco quería contrariarle ni entrar en un debate moral. La referencia al dinero le pasó desapercibida: hasta hacía unas semanas esas cuestiones habían sido tan consustanciales a su vida que ni le llamó la atención.

—No... hm... Por lo mismo.

No pensaba decir nada más, pero se sintió de repente impelido a ser más honesto, más abierto. Su personalidad y sus circunstancias llevaban manteniéndolo aislado dentro de su caparazón desde hacía ya bastante, pero ningún hombre está hecho para ser una isla. Ni siquiera uno como él.

—Por... Porque es lo que me enseñaron —murmuró finalmente, titubeante—. Porque los fuertes deben proteger a los débiles.

La frase sonó a letanía, a algo aprendido de memoria hace mucho tiempo, aunque al decirlo se notara que la hacía suya. Al momento de decirlo, Groland se sintió expuesto y enrojeció... O quizás algo le vino a la memoria y el recuerdo le hizo mella.

Detuve el ejercicio de afilar la espada, pues a esas alturas podría cortar una uva en el aire, y porque me sorprendió lo último que dijo Groland. No era algo que se esparaba oír de un mercenario, pero claro, él habá demostrado ya ser más que eso. Sin embargo, no lo compartía. Recordé mi infancia y adolescencia y pensé en cómo habría sido todo si me hubiesen protegidopor ser débil. En si no me hubiese encontrado con él.

- Dale a un hombre un conejo y comerá un día. Enséñale a cazar... - le respondí mientras guardaba la espada, dejando la frase en el aire. Miré a Groland, quién había apartado la mirada, y que tal vez tenía calor estando tan cerca del fuego, pues podía ver color en sus mejillas. - A mí me enseñaron que ser fuerte, o ser débil, es una decisión que tomamos todos. Y que ser capaz de aplastarle el cráneo a alguien no es siempre sinónimo de fuerte.

El guerrero no giró su mirada hacía la medio-drow cuando ésta contestó, sino que la mantuvo firme en la hoguera, quizás recordando, quizás tratando de no revelar más de lo ya revelado. Ante sus palabras, Groland sólo pudo soltar un bufido de escepticismo. Señaló el cuerpo sin vida del granjero, que había llevado en su caballo hasta que éste se rompió la pata y tuvieron que sacrificarlo. El cormyriense había insistido en cargar el cuerpo en otra de las monturas: debía recibir entierro en Fairhill.

—Si le hubiéramos dado el conejo en vez de llevárnoslo a cazar...

Dejó la frase a medias. No dijo nada sobre lo que significa ser o no fuerte, ni parecía que quisiera ahondar más en el tema. Se levantó del suelo, se arrebujó lo mejor que pudo en su capa y dijo:

—Vigilaré por aquel lado. —Señaló hacia la orilla, más despejada.— Hay más luz.

Pronto pasó el tiempo de la guardia, a pesar de que en el silencio de la noche los minutos parecían horas. El frío ayudaba a permanecer despiertos, y la hoguera invitaba a no alejarse demasiado del acogedor calor. 

Llegado el momento, Arue le dio paso a la siguiente guardia, y se retiró a descansar tras despertar al elfo pelirrojo. 

El elfo se despertó malhumorado, le dolía todo el cuerpo y tenía frío. Alejado de las comodidades de las que solía disfrutar, su carácter empeoraba, pero a pesar de ello, no dijo nada. No les daría el gusto. 

Llevaba ya muchas horas malgastadas pensando en lo que hacer al llegar a Fairhill, y su decisión no hizo si no reforzarse ante los últimos acontecimientos. Necesitaba un descanso, necesitaba pensar.....y sobretodo, disfrutar de lo ganado hasta ahora. 

Se retiraría unos días en la casa que les habían prestado....o en la posada, donde se comiera mejor o donde pudiera estar a solas con sus pensamientos. Miró a Groland a través del fuego, del cual no se alejó demasiado. Aquel humano le había salvado el pellejo..."Bueno, si no es por mí, no hubieran salido del castillo....me necesitan más a mí que yo a ellos..." 

Se arrebujó en la manta y esperó a que la luna siguiera su camino.