Partida Rol por web

El frío viento y una pequeña cortina de agua, casi dispersa, caía sin parar al salir a la calle. Se había vuelto a poner a llover, ésta vez con esa lluvia que casi no se ve, pero que si permaneces un rato fuera, te empapas de arriba a abajo antes de darte cuenta.

Ahora tenían que elegir su destino.

Rashaniel salió del Templo con la sensación de que le habían echado a patadas de una taberna por mal comportamiento. Nunca le había pasado, claro, pero se sentía como que sobraba dentro de esas cuatro paredes. Antes de poner un pie en el camino dedicó una mirada al cielo, se caló la capucha y se mantuvo a cubierto antes de salir y mojarse del todo.

- ¿Soy yo, o nos acaban de echar? - no hablaba a nadie en particular, y luego miró a Sirya sin disimulo, guiándole un ojo - Está claro que te digamos lo que te digamos nos vas a seguir, ¿verdad pequeña? Bueno, ese es el espíritu.

Una corriente de aire le hizo estremecer, arrebujándose en la túnica.

- ¿Qué pensáis? Hay muchas otras cosas que me gustaría hacer antes, pero sólo por no escuchar otro discurso como ese, estoy porque acudamos al Castillo. Eso sí, antes hay que pertrecharse bien, visitar a ese mago y contactar con el explorador. Quizás nos facilite información adicional. ¿Qué os parece? Tendríamos que dividirnos para cubrir todas las opciones en tan poco tiempo, claro, y si tuviera que elegir, yo quisiera ir a hablar con Fulbert. Desde que Brand se marchó, echo de menos hablar con alguien con conocimientos arcanos...

De nuevo fuera del templo, Groland se arrebujó en las pieles que había sacado de la casa y que tendría que poner a secar al volver. El guerrero observaba el pueblo a su alrededor, a la gente dedicándose a las primeras tareas del día.

—Eres tú, mago: no nos han echado —contestó un malhumorado Groland—. Nos han mandado, como quien manda a un recadero.

Creía a la sacerdotisa cuando les hablaba de su sueño, y quería pensar que sólo la movía la preocupación por su pueblo, pero le estaba empezando a caer bastante mal. «Mi plan al garete», se lamentó, rabioso. Después de aquello, no podía esperar a la fecha indicada. ¿Con qué excusa? ¿Y si realmente pasaba algo malo? Debían investigar el castillo. «Voy a tener que dar muchas explicaciones si alguno de ellos se presenta», se dijo, pensando en las cartas que había enviado.

—Conforme —contestó a las sugerencias de Rash—. Jerinor y yo iremos a la herrería. Tú ve a ver a ese Flubert —añadió, dándole el saco con los objetos misteriosos—. Nos vemos después en la casa, le explicamos todo esto a Flowright y nos repartimos de una vez el botín. Luego, podemos buscar al montaraz. —No tenía más que decir.— ¿Tú qué haces, hermana?

Se dirigía a Kerri, claro. A Sirya ni la mencionó: ya tendría esa conversación pendiente con ella más tarde, antes de la comida. Ahora no estaba de humor.

Salir a la calle, en la que de nuevo caía una fina pero molesta lluvia, fue un poco deprimente después del tono misterioso y el cariz épico que tomaba su misión dentro del templo. Y encima, el muy bruto volvía a ignorarla. Definitivamente no tenía ojos en la cara, o estaba tan ciego que no veía más allá de su propia tozudez. Estaba claro que no podía seguir queriendo estar con Jerinor después de haberla visto a ella, ¿cómo era posible? Pero sí, acababa de decir de ir con esa maldita mujer, ¡y a ella ni la había mirado! Encima la guerrera la había mirado como si necesitara protección. Sus miradas de odio iban del mercenario a la ex-guardia y volvían de nuevo al viajero que, mirándole bien, no sabía como podía ser llamado "héroe" por nadie; estaba claro que por ella no.

Al menos Shandrill y Rash habían aceptado su presencia allí como una más. El mago la había llamado "pequeña", que lo odiaba, pero era algo con lo que podría lidiar. Ya cambiarían su forma de tratarla y agradecerían su presencia cuando les salvara a todos la vida; bueno, a todos... A la pareja estaba convencida de que les vendría bien no ver una trampa, a lo mejor así empezaban a comprender quien cuidaría de quien. ¡Jum! Su gesto de frustración se mezclaba con su mirada asesina y contrastaba con la alegre sonrisa que se le había quedado al darse cuenta definitivamente de que iba a salir a una gran aventura. ¡Qué emocionante! Pensó para sus adentros mientras se acercaba al mestizo. 

- Yo iré contigo, seguro que te resulto útil - Dijo al semielfo, sin esperar a que nadie la preguntara, y en su tono había un claro sentimiento de desafío hacia Groland por si quería llevarle la contraria; uno que se veía bastante remarcado cuando levantó una ceja hacia el hombre, retándole a decir algo. 

Que le pasa a está, pensó Jerinor sobre Sirya, se comporta de modo raro.

Estas bien, pequeña? Le dijo a esta mientras que le acariciaba la frente y le tocaba el pelo.

Estas rara chica!

Volviendo la vista al grandullón, le dijo:

Bueno! Groland lo dicho. Vayamos a ver a Voril.

Haber que nos puede ofrecer el viejo herrero.

Y ambos se alejaron en dirección a la herrería....

Dirigiéndose ambos a la herrería, se encontraron a este trabajando en la fragua, haciendo saltar chispas de su martillo.

Mis saludos, Voril! Soltando la bolsa con los pertrechos que contenían las piezas de la armadura de la guarida de las manticoras.

Veo que la alegría ha vuelto a tu mirada al recuperar a tu hija. Loada sea Freya y los valientes que la liberarón.

Te quería pedir un favor.

Podrías decirme si esta armadura es de buena calidad y mejor que la mía. Se acerca un gran combate y quiero ir bien pertrechada.

Un escudo me vendría bien. Que puedes ofrecerme?

Por supuesto, tenía que hacerlo. "La muy p... p... maldita", después de conseguir hacer ver que era una mujer, tenía que soportar aquella actitud por parte de la guerrera. ¡Otra vez! Durante un momento su cara se puso roja de la ira contenida, y en el momento en el que la llamo ^_<<pequeña^_>> y la acarició la cabeza estuvo a punto de morderla. 

No lo hizo porque no habría quedado como una señorita fina y recatada, tal como era ella, sino más bien como un bárbaro como Groland, ¡que ni siquiera la defendía! Un pensamiento fugaz sobre venenos y otras sustancias nada recomendables le vino a la cabeza y logró que sonriera mientras observaba con mirada furibunda como la pareja se iba hacia el herrero, sin siquiera prestar atención a su enfado.

Así, con una mueca despectiva se giró hacia el semielfo de nuevo y golpeó el suelo con un pie mostrando su indignación -más o menos como los conejos- antes de hablarle.

- ¡Vámonos Rash! - Exigió, firme y sin dar pie a negarse, dejando que se escuchara antes de que los otros dos se perdieran de vista. 

Kerri había cogido las pociones y dijo:- Bueno, tendremos que unir esto al botín, con las pociones considero que las tenga alguien que sepa lanzar, pues deberíamos lanzárselas a ese mal que esta en el castillo, o quizás untarlas en algún arma o flecha de alguien certero, aunque hasta que no veamos a ese engendro no sabremos como actuar al respecto, pues las cosas que ha dicho Shandrill, no se si las puede hacer un vampiro o alguien mas peligroso. Respecto a la poción roja yo no debería tenerla, puede usarla alguno que este en primera linea de combate, si solo hay uno Groland y Jerinor podrían repartírsela a mi parecer.
Cuando sus compañeros empiezan a decir a donde van a iré digo:- Yo debo comprar los pertrechos para enfrentarnos a un posible vampiro, los ajos, estacas y demás. comprare una ristra de ajos para cada uno y una estaca también, aparte de lo demás, no quiero que nadie se encuentre indefenso cuando nos enfrentemos a esa bestia. Por lo que iré al mercado, después me pasare por la tienda del Voril, para ver como esta su hija y pedirle a ver si me puede hacer una armadura completa de buena calidad y cuanto me costaría.
De repente mire a Sirya y la vi extraña, aunque una ligera sonrisa salio de mis labios al comprender que pasaba, las enseñanzas de Shandrill y los signos de Freya habían abierto un nuevo mundo cognitivo con el que percibía los sentimientos profundos del corazón*. Pero no la dio tiempo a hablare con aquella mujercita cuyos celos iban en aumento y podría suponer un problema, pues en seguida se marcho con Rash para ver al mago.

Rashaniel asintió cuando todos dejaron claro hacia dónde se pensaban dirigir, así que alzó levemente la mano a modo de breve despedida y salió lentamente tras Sirya, que parecía tener muy claro dónde se encontraba el famoso hechicero. Su báculo resonaba contra el suelo rítmicamente, marcando los pasos del joven e inexperto mago.

- Despacio Sirya, por todos los Dioses - dijo, sonriendo. Le divertía lo enfurruñada que estaba la joven ladronzuela por la más que evidente tensión sexual entre Groland y Jerinor, pero tenía que reconocer que él estaría igual de perdido si se encontrara en su posición. Desde detrás, observó sus ropas y ladeó la cabeza - ¿Y estas nuevas ropas? Te quedan bien, y parecen cómodas, aunque no sé cómo protegerían ante el filo de una espada.

Groland y Jerinor llegaron a la herrería, donde un calor atroz y un olor a rancio les golpearon de lleno. Un sudoroso y visiblemente cansado Voril martilleaba de forma constante una pieza de metal al rojo vivo de proporciones similares a un antebrazo, accionando un fuelle de aire a veces, otras sumergiendo el metal en agua, mientras su bella hija, Ariadne, se dedicaba a atender a los recién llegados. La apariencia de la herrería había cambiado diametralmente desde la última visita de cualquiera de los dos. Donde anteriormente había desorden, suciedad, pedidos esperando su turno....ahora había orden, limpieza, y sobretodo, lo que parecía un servicio impecable.

Los músculos del anciano, con un físico engañoso, abultaban mucho más de lo que parecía a simple vista. Su torso desnudo mostraba unos brazos que nada tenían que envidiar a los de groland, endureciéndose como maromas de barco cada vez que se hinchaban al ejercer una fuerza que se antojaba sorprendente para alguien de una edad algo avanzada ya, al igual que sus hombros y espalda se marcaban con fuerza cada vez que lanzaba un tremendo golpe con el pesado martillo.

Los golpes del anciano hacían difícil la conversación, pero aún y todo, la muchacha les atendió con una radiante sonrisa. "Tranquilos, mi padre trabaja de forma febril desde que os visitó....parece cansado, pero nunca lo había visto tan feliz y dedicado a algo desde...desde nunca." casi parecía que la aspirante a barda no tenía palabras para describir lo que le sucedía a su padre. Ella misma tenía un deje perplejo en la mirada, pero no parecía dispuesta a interrumpir el quehacer de su progenitor.

A las palabras de Jerinor, cogió la armadura dañada y la examinó con ojo crítico..."Mmm...mi padre me ha enseñado desde pequeña muchas cosas....aunque a mí siempre me gustó más cantar y componer. Yo diría que ésta armadura está bien diseñada y forjada. Sí, es de muy buena calidad, pero evidentemente necesita reparación. Se la dejaré a mi padre y él se encargará, aunque tardará un poco, al menos unos pocos días más, está enfrascado por completo en... una armadura completa." dice, titubeando un poco. "No sabía que mi padre era capaz de algo así. Nunca lo había visto fabricar una".

Como alertado por un sexto sentido, Voril gira su cabeza hacia vosotros y, por un momento, contempláis la faz del anciano, que os dedica un breve y contento saludo para reanudar inmediatamente su faena, creéis ver una luz interior en ellos, como si algo le impeliera a continuar adelante sin descanso. Varias piezas de metal similares en color y apariencia a la que está manejando en ése momento se amontonan cerca de él.

Ariadne alcanza un escudo redondo de metal a Jerinor, pesado pero robusto. "Si vas a ir con ellos, creo que lo mejor es que lleves algo que te proteja bien. ¿No crees? Son 20 dragones...aunque por ser vosotros...os lo dejo en 10." dice, con un guiño de ojos. "¿Y tú, Groland? ¿Deseas alguna cosa?"

A Kerri no le costó mucho llegar al mercado. Medio vacío por el frío que hacía, tampoco le costó demasiado que la atendieran. Sí que le costó algo más conseguir los ajos, ya que la mayoría se habían podrido por las últimas lluvias. Los agricultores más previsores habían recolectado sus ajos a finales de verano y sus piezas se cotizaban caras. Cuando comenzó a pedir estacas, la gente la miró con cara rara, pues no era una mercancía de venta habitual, más bien de consumo personal, como algunos tenderos le informaron, la dirigieron a un vendedor de flechas, que tenía varias para montar....los tenderetes. Ahí Kerri entendió las caras raras y la explicación de los vendedores. Se movió por el mercado, adquiriendo los objetos que iba requiriendo para su próxima aventura....

Sí que se percató de que la gente, en general, rezongaba y murmuraba mucho contra el mal tiempo, lo achacaban a los ataques de los Orcos y "prácticas malignas", inclusive algunos decían que eran "los malos espíritus de los muertos, que se vengaban de los vivos por no haber detenido a los Orcos a tiempo".

Los dos, mago y ladrona, se separaron del resto y se encaminaron, cada uno con sus propios pensamientos e intenciones, hacia la casa de Fulbert. La lluvia iba calando poco a poco sus capas encapuchadas, por lo que se iban sintiendo cada vez más pesados y un poco deprimidos, como el tiempo. Desde luego, la forma de separarse del resto tampoco ayudaba. El frío viento los zarandeaba de un sitio a otro, metiendo el agua entre sus ropas y consiguiendo que lo que hubiera sido una breve caminata en otro tiempo, se convirtiera casi en una tortura.

Al pasar por delante de la granja, ya abandonada, de Fendrin, Rashaniel tuvo sus propios pensamientos sobre lo sucedido con aquel hombre. Probablemente Sirya ni se había enterado, o no demasiado.

Tras girar hacia la izquierda y caminar un trecho, llegaron a casa del mago. Era una pequeña vivienda con la mitad de la pared de piedra, la otra mitad de lo que parecía madera de un color algo grisáceo y el tejado de paja....o al menos, eso parecía. Rashaniel no pudo evitar fijarse de que, a pesar del viento y la lluvia, la supuesta paja no se movía ni un milímetro, más bien parecía esculpida en el tejado, más que dejada caer encima de él. Al lado de la pequeña vivienda, a escasos diez metros, había una especie de cobertizo completamente de madera más grande del mismo color que el de la vivienda, que difería bastante de la madera empleada en el resto de viviendas de Fairhill. Tenía una puerta con portilla, como la casa, ventanas, como la casa, y una chimenea, como la casa. En la puerta del cobertizo había un pequeño cartel que indicaba en común "No molestar", tachado y vuelto a escribir cinco veces.

Al tocar a la puerta, y tras unos segundos de espera, la portilla se abrió y un rostro con gafas se asomó, cerró, se asomó de nuevo, volvió a cerrar, se volvió a asomar, mirando de nuevo pero ésta vez bizqueando, para preguntar con una voz algo aguda..."¿Qué....qué queréis?¿No iréis a fastidiarme otra vez el cartel, verdad?"

Ante el comentario de Rash no había podido menos que sonreír, quitándose de encima un poco de aquella pesada sensación causada por el desagradable tiempo. No le dijo nada al respecto, aunque agradeció con un gesto el que le dijera que le quedaba bien la ropa; respecto a la protección que otorgaba, quería que fueran los hechos y no las palabras las que demostraran que no era tan fácil pillarla. Su agilidad y habilidad harían lo necesario para que ninguna espada la golpeara, y en caso de que lo hiciera, confiaba en el jubón de cuero que Lannet la había regalado. Nada iba a acabar con ella, claro que no, estaba dispuesta a seguir su aventura durante mucho, mucho tiempo. Si aquél hechicero no la encontraba...

Un nuevo escalofrío recorrió su espalda mientras apretaba en su mano el colgante robado. No debía pensar en eso, pero el encapotado cielo, oscurecido por las nubes de tormenta, parecía traerle una y otra vez aquél recuerdo en especial. Luchó por olvidar aquella noche en el bosque, y sólo lo logró cuando llegaron hasta el lugar que Shandrill les había indicado, y que no tenía pérdida ni forma de confundirse.

Era un sitio curioso, uno al que no se había acercado nunca que recordara. Su "tío" decía que no había que jugar -y por jugar se refería a sus pequeños truquitos- cerca de los magos, sobre todo cuando era uno como aquél. ¿Por qué lo decía? No tenía ni idea, pero iba a descubrirlo en poco. De momento, la primera impresión fue la de un viejo chalado, uno que no sabía en que iba a poder ayudarles. 

- ¡Soy Sirya! La hija del magistrado - Había tanto orgullo en su voz como indignada se sentía ante aquél trato, en el que no les habría la puerta sabiendo que estaban bajo aquella incesante y molesta lluvia -. Y él es Rashaniel, ¡uno de los héroes de Fairhill! Nos envía Shandrill. Abre ahora, nos estamos empapando y no queremos hacerle nada a tu... cartel... - Sentenció bajanto un poco la voz, cambiando el tono a uno un pelín más diplomático.  

Estaba claro, hoy la gente se había propuesto molestarla. Su padre había salido antes de casa para hacer que la gente la tratara mal y se le quitaran las ganas de irse de aventuras, ¡seguro! Pues no iba a ser capaz, no, no y no. 

AL principio me sorprendió la reacción pero cuando hable con el flechero, me quedo todo mas claro, ellos solo las usaban para plantar tiendas, y casi mejor así, sino se hubieran alarmado un montón, aunque tenia que hacer las compras adecuadas, por lo que fui a varias tiendas a comprar cosas diferentes y así despistar un poco.

Mi lista de la compra correspondía en lo siguiente:
- 6 ristras de ajos. una para cada uno.
- 6 espejos
- 6 estacas y 6 martillos pequeños

Hay fondo común de pasta?

Aunque el joven semielfo buscaba los voladizos de los tejados de paja de las casas del camino, terminó mojándose irremediablemente, y en su ágil mente discurría la pregunta de por qué no habría algún tipo de artefacto que impidiera que se mojaran mientras caminaban. La lluvia, si bien útil y beneficiosa para las cosechas, era muy perjudicial para la vida del aventurero: entorpecía la marcha, mojaba los libros de conjuros y arruinaba las armaduras, por no decir que podía provocar enfermedades y dolencias. No, Rashaniel Lianode´wa era un mago de secano, como mandaban los cánones.

Al pasar cerca de la granja de Fendrin, Sirya escuchó cómo musitaba unas palabras en élfico para sí, y luego se quedaba mirando la vivienda de Fulbert -  y la morada aledaña - con atención.

- Bienhallado. Tengo entendido que sois colega de profesión - dijo, tocando la capucha a modo de saludo, como si fuera un sombrero. Un pequeño reguero de agua corrió por su mano. Diciendo esto, mostró entre los dedos la piedra blanca con la runa que Shandrill les había dado.

Groland recordaba la herrería fría, quieta y silenciosa del día que llegó a Fairhill. Cuando llegó al negocio de Voril con Jerinor, casi creyó haberse equivocado de lugar: el martilleo, el bochorno, el rugido de las llamas, el aire acre y cargado… ¡Aquello gustó a Groland! ¡Era un buen cambio! Voril, en su rincón, domando el metal con la ayuda del martillo y del yunque, parecía una encarnación humana de Moradin. «Ni en mil vidas habría imaginado que el viejo estaba hecho un goliat», se dijo asombrado. Los ojos del guerrero pronto pasaron del herrero a la obra que éste tenía entre sus manos. Las palabras de Ariadne reforzaron sus sospechas. «Parece que va bastante avanzado».

—¡BUEN DÍA, VORIL! —gritó Groland, aún a sabiendas de que probablemente el viejo no le oiría, o no le prestaría atención. Luego, se dirigió a Ariadne.— Uh... No. Quiero decir: sí... pero no. —Señaló a la pieza que el herrero estaba golpeando.— Esa armadura es para mí. Sólo quería preguntarle a tu padre para cuándo estará. —Ariadne acababa de insinuar que estaría en unos días.— Aunque... Que no tenga prisa, ¿eh? Que se tome el tiempo que necesite. —Se dirigió hacia el herrero.— ¡¿OYÓ, VORIL?! ¡Tómese el tiempo que necesite! —Volvió a dirigir su atención a Ariadne.— No me importa esperar —dijo, por motivos más que obvios: iba a jugarse la vida dentro de esa cosa. En ese momento, una duda cruzó de pronto su mente.— Uh... ¿Cómo que nunca le viste hacer algo así?

Al llegar a la herrería, el repicar del martillo y el calor de la fragua impactaron a Jerinor. Más al ver al viejo Voril trabajar en una excepcional armadura, aumentó el respeto que sentía por este. Ante las palabras de Ariadne, cogio el escudo que le ofrecía y lo observo detenidamente. A continuación lo asió con su brazo derecho y comenzó a realizar unos movimientos marciales mientras que simulaba parar y empujar a un enemigo imaginario con él. Magnifico, me lo quedo! Apenas lo noto y ofrece una buena protección que sin duda me hará falta. Toma, los 10 dragones. Respecto a la armadura, te la dejo para que la reparéis. Cuanto crees que me saldría? Sopesando las monedas que tenía por si podía obtener un buen precio. Otra cosa, tenéis flechas incendiarias? Tratadas con un poco de brea para incendiarse en el momento justo. Me harían falta unas 20. También me vendría bien un arma contundente, si he de luchar contra fuerzas oscuras. Una maza o similar. Revisando las armas de la herrería en busca de alguna apropiada.

Mirando a Groland, exclamó: Es cierto, que esa armadura es para ti grandullón? Te envidio, parece muy buena. Suertudo! Bueno, yo siempre te cubriré la espalda, sonrío, dándole un golpe en el hombro.

Ariadne asintió mientras contestaba a Groland "Es cierto....nunca lo había visto emplearse tan a fondo, con tanta dedicación, a una obra suya. Pensaba que ése tipo de armaduras estaba más allá de su alcance como artesano, pues nunca le había visto realizar una." Se encogió de hombros con cierta gracia innata en ella "bueno, no voy a cuestionar a mi padre....además, lleva ya muchas horas trabajando sin descanso, pero no parece necesitarlo...la verdad es que me está sorprendiendo." 

Recogió las monedas de Jerinor y también la armadura dañada, observándola de nuevo con ojo crítico. "No sabría decirte el tiempo...ahora está enfrascado en ésa obra, y suerte que se quitó de encima varios encargos antes de ponerse con eso, porque no se dedica a nada más. De hecho, si me hubieras preguntado antes, te hubiera dicho que él no era capaz de reparar una armadura tan sofisticada, pero viéndole hacer lo que está haciendo, imagino que varios días...vuelve dentro de una decana y es posible que esté o que le falte poco. El precio...serían unos 120 Dragones...pero os lo puedo dejar en 80 Dragones. No hace falta que me des nada ahora, cuando vengas a recogerla ya me pagarás. Sobre las flechas incendiarias*, te las puedo conseguir en un rato a razón de 3 Dragones cada 10 flechas, ¿te parece bien?" 

Cuando Jerinor le preguntó por armas contundentes, Ariadne le sacó una maza ligera, una maza pesada, una maza de armas y un martillo de guerra..."éste último nos lo han vendido ayer mismo un grupo de enanos que pernoctan aquí en el pueblo por unos días"

Estaba en manos de ellos elegir.