Partida Rol por web

Tras todas aquellas horas de viaje por el camino de Refulgir, una clarísima senda se aleja de la carretera y avanza directamente hacia el norte. Con poco más que una serie de parches secos que se internan en el pantano, esta es la única ruta clara que han visto hasta ahora que se aleje del camino.

Ese debe ser el camino del que habló el orco que fue capturado.

Se había acostado con hambre de conejo, y se había levantado igual. Guau, que aún no le hacía mucho caso, había decidido dormir poniendo su culo sobre la cabeza del mediano. Cuando Eulendileas se despertó y respiró profundamente, no fue a rosas a lo que olió. Tras una pequeña disputa con su perro, que no atendía a razones, el muchacho estuvo enfadado la mitad del camino, lo que implicaba no hablar e ir con un palo por todos lados rompiendo pequeñas plantas.

Los pantanos no me gustan. Tienen serpientes y bichos parecidos.

- A mi tampoco me gustan muchos los pantanos - reconoció Zurkor - En ellos no hay sitios donde trepar tranquilo - aseguró mientras se acomodaba su guja al hombro.

- Sin embargo, si ese tal Dorn que nos dijo el guardia es un cazador de orcos y pensaba llevar a sus aprendices a su "primera misión" - el mediano esbozó una sonrisa ante sus últimas palabras - supongo que esa misión incluye cazar orcos. Y según ese orco que hablo los orcos están por este camino, así que... creo que no tenemos muchas alternativas. Creo que debereríamos seguir por aquí -

Jed iba a quejarse tambien pero ya habia suficiente negatividad en el aire.

-Animo, amigos. Miradlo por el lado bueno: sera dificil que nos sorprendan con lo que cuesta avanzar por las aguas pantanosas. No os separeis y recordad que tenemos un explorador con nosotros.

El mago ordeno a su familiar que levantara el vuelo y estuviera pendiente de posibles peligros con su aguda mirada.

Los pantanos son sitios peligrosos, no hay que subestimarlos. Hay que estar muy atentos a todo lo que nos rodea. Los habitantes del pantano son peligrosos, pero quizás no tanto como el mismo pantano. Debajo del agua puedes quedar atrapado en el lodo y si vas solo no podrás salir, o a pesar de parecer tranquilos pueden tener bolsas de aire debajo y si las pisas te arrastrará la corriente. Me he criado en ellos y he visto como se las gasta.

Fausto miró a sus compañeros para comprobar si querían continuar. Los más pequeños son los que peor lo podían pasar. 

Dreyden asintio en silencio. Pocos sabian del poder de la naturaleza como uno que se ha criado bajo el fuego en el Anauroch.

- Pues deberemos tener cuidado en donde ponemos los pies - contestó Zurkor sin ceder terreno - Sigo pensando que deben haber ido por ese sendero y si no lo seguimos solo porque parece peligroso...

El mediano meneó la cabeza antes de preguntarle a Fausto - Crees que podrás encontar algun rastro para asegurarnos si debemos ir por aquí? - Repentinamente dió un par de pasos y levanto una serie de hojas que se encontraban a la altura de sus ojos... y de las rodillas del explorador - Mira, esta zona parece haber quedado bastante protegida, y la tierra todavía parece blanda. Quizás puedas comenzar por esta zona -

Fausto se agachó en la zona que indicaba el pequeño. En aquella tierra pantanosa era fácil dejar un rastro que seguir. El terreno era blando y húmedo y si intentabas pisar por la zona de plantas, éstas se doblaban y partían con facilidad.

Callado el apotecario caminaba cerca del mago, mirando a los lados con el gesto torcido y las armas prestas. Él tampoco parecía entusiasmado de encontrarse en un extraño pantano.

Zhar era un terreno abrupto y peligroso, por lo que Zurkor no fue capaz de encontrar nada de comida para ninguno de sus compañeros.

Una vez estuvieron todos listos para partir, Fausto continuó buscando algún rastro que les indicara hacia donde debían seguir. Y así, junto a la ayuda del mediano, descubrió que el rastro pertenecía a seis caballos que dejaban el camino y se dirigían dirección norte por esa misma ruta.

A medida que van avanzando por la senda que conduce hasta el pantano, las ocasionales crestas se van haciendo más comunes. Algunas de ellas son pilares naturales de roca sólida que surgen del suelo, mientras que otras son pilas de enormes rocas que alcanzan los cinco metros de altura, y todas ellas están cubiertas por líquenes de los pantanos y árboles achaparrados. El hedor de vegetación en descomposición y un ligero olor sulfuroso llenan el aire.

Y el camino se mantuvo tranquilo hasta que el sol estaba en el punto más alto del cielo, justo en ese momento, un grupo formado por cuatro orcos les impidió el paso.

Dieron un grito en orco, y después os hablaron en un común un tanto bárbaro, pero el mensaje estaba claro, o les dabais todas vuestras pertenencias, u os matarían.

Nada más ver a los orcos Demetrio se lanzó a la carga para ganarle tiempo y espacio a sus compañeros, especialmente al mago. Su espadazo erró por completo pero su objetivo quedó cumplido, tenia la atención de los orcos.

- Vamos monstruos, tengo acero para todos ¡Cormyr invicta!

Arraman miró hacia arriba, hacia su halcón. Debía de estar ciego para no haberlos vistos allá arriba. Arraman gruñó un poco pero enseguida llevó la mano al zurrón para preparar los ingredientes de un conjuro...

-Atentos!

Fausto reaccionó con rapidez, al menos más que los orcos. Todavía no habían terminado de amenazarles con matarles si no les entregaban todo cuando las dos espadas de Fausto aparecieron velozmente en sus manos y atacó a uno de los orcos.

Hizo una finta con la mano derecha para que el orco picara y al bajar la guardia atacó directo con la izquierda.

El mediano había observado a sus compañeros mientras estos acababan con la anterior patrulla de orcos, pero esta vez no tenía intención de hacer lo mismo. Tenía toda la intención de hacer su parte para impedir que los orcos pudieran hacerles algo de daño

Antes siquiera de pensarlo, apeló a sus poderes dragoniles y se concentró en el daño ácido, por lo que una leve aura verdosa brotó de su cuerpo a alcanzó a todos sus compañeros, demasiado rápida para verificar su origen y, aparentemente, sin causarles daño

Mientras desenfundaba su guja se acercó a uno de los orcos que intentaba mantenerse a un costado y balanceó su arma con fuerza, buscando cortarle el cuello con un veloz movimiento

- Creo que queda claro que no os vamos a dar más que nuestro acero - contestó sin subir el tono de voz mientras movía su arma buscando la mejor posición en el combate.

Eulendileas había estado hablando y buscando junto con Fausto todo el tiempo, aunque notaba que no era bien recibido. Pero eso no le quitaba la ilusión. Si no podía caer bien de una forma a alguien, ¡encontraría otra mejor! Así, probó diferentes formas. Desde imitarle en todos sus movimientos hasta regalarle rocas que encontraba por el camino. ¡Quién sabía lo que le podía gustar a Fausto!

A su lado, y molestando, iba Guau. El perro corría cuando Eulendileas gritaba que había encontrado un rastro, para taparlo con tierra o hacer sus necesidades. Varias veces se había visto al mediano correr detrás de su perro para regañarle, mientras éste último saltaba de un lado a otro, como si se riera de su amo.

Pero todo cambió cuando aparecieron los orcos. No se puso serio ni nada por el estilo. Sólo resopló de aburrimiento.

¡Otra vez! ¡Pero por qué no os morís y nos dejáis en paz! medio gritaba, mientras sacaba una flecha de su carcaj y disparaba al más cercano.

Kell había avisado de la presencia de los orcos, por lo que los aventureros fueron capaces de reaccionar antes de llegar a su encuentro y ser ellos quienes les pillasen por sorpresa. Era el momento de acabar con ellos antes de que fueran ellos quienes lo hicieran.

Jed arrancó a conjurar nada más acabar de lanzar su primer hechizo. Sacó un poco de polvo de hierro y lo lanzó al aire mientras pronunciaba unas extrañas palabras. Esta vez su conjuro fue dirigido a uno de sus compañeros, Zurkor, el mediano, que dobló su tamaño y el de su arma y enseguida se sintió más poderoso.
 

El mediano miro al mago, sorprendido por lo que sentía mientras su altura aumentaba y sus ojos se acercaban a los de sus compañeros... y a los de los orcos que tenía en frente - Esto es divertido! - exclamó mientras balanceaba el filo de su aumentada guja y buscaba la carne del orco más lejano que podía alcanzar con su nuevo tamaño

- Los puedo matar y mirarlos a los ojos - agrego antes de dar un par de pasos hacia atrás, verificando que las plantas de sus pies se apoyaran bien en el resbaladizo terreno - Y son demasiado cobardes como para intentar contestar los golpe - añadió sin perder de vista los movimientos de cada uno de los orcos - o lo suficientemente estúpidos como para intentarlo - agregó algo más serio.