Partida Rol por web

La galería de los hombres estaba tras una puerta metálica (como todas las puertas en esta ciudad sin madera) con cerradura. A la derecha del pasillo se prolongaba un largo muro con un par de ladrillos luminosos como los que formaban parte de la arquitectura de las calles. A la izquierda, barrotes. En total se dividía el espacio en dos grandes celdas (una frente a cada ladrillo) de 30'x60'. Pasaron de largo de la primera celda vacía y los metieron en la más alejada de la puerta.

A Jadewo le dejaron su armadura con el cristal incrustrado, la capa, el colgante que emitía luz, la bolsa en su cinto con 20 plomos (pero no la honda) y en sus bolsillos dos monedas de platino, ocho monedas de oro y seis de plata.

A Onfale le dejaron su anillo, la capa, la bolsa de componentes y la bolsa con diez monedas de oro, dos de plata, cinco de cobre, una gema de ojo de tigre y cuatro perlas... Todo eso, más lo que logró pasar por delante de las narices de los guardias.

A Tybalt le dejaron su malla metálica, el cinturón y, en sus bolsillos, una gema de ojo de tigre, cinco monedas de platino, tres monedas de oro, ocho monedas de plata y ocho monedas de cobre.

De una de las esquinas de la celda, se asomó el otro prisionero de la celda. Era un viejo humano pálido y escuálido con gafas. La falta de una dieta equilibrada le hacía caminar encorvado. El anciano estiró un huesudo dedo y señaló la rodilla de Jadewo.

¿Te vas a comer eso?

Un pequeño y extraño insecto negro, orihundo de este plano, trepaba por la protección del muslo en dirección a la cadera del rubiales. El viejo no esperó a que le diesen permiso, se acercó al hombre de la armadura completa y de un manotazo capturó al insecto y se lo metió en la boca.

El veterano prisionero reculó de nuevo hacia el rincón, aunque las sombras dejarían de darle cobijo en cuanto Jadewo sacase el colgante de llama continua de debajo de su coraza.

Mmmmmmh... riquísimo. Mi nombre es Cucaracha. Gracias por el bocado. Ladillas pandimensionales. Se suelen pegar de viajero en viajero al dormir en una posada en la que no suelen cambiar las sábanas. Ojalá tuviésemos sábanas aquí dentro.

No tenían, la decoración de la celda se limitaba a cuatro bancos de piedra que usar de camastros y un cubo oxidado con desperdicios.

Jadewo miró al recién descubierto compañero de celda. Examinando sus gestos y estado. Su mirada revisó al hombre de arriba a bajo, examinándolo.

-Parece que llevas mucho tiempo aquí. Casi parece que se hayan olvidado de ti.- Dice dejando en el aire la obvia pregunta "Por qué estás aquí".

-No creo que nuestro asunto aquí se vaya a alargar mucho, bien había testigos y los sucesos no terminaron siendo demasiado graves, no como habrían podido terminar siendo.

Era repulsivo. Encorvado, desagradable, viejo, apestoso. Onfale se quedó tras la ancha espalda de Tybalt para que ese hombre no le tocara un pelo. Y Onfale no tenía un pelo en todo el cuerpo excepto en la cabeza, por lo que, afortunadamente, estaba libre de parásitos como las ladillas pandimensionales. El pelo en el cuerpo era una falta de higiene intolerable para el perfumista.

El rubiales no le parecía nada tonto y hacía muy bien, a juicio de Onfale, en tratar de averiguar qué terrible delito había cometido el viejo para estar allí y cuánto tiempo hacía de eso. La visión del cubo oxidado para hacer de vientre hizo que el delicado humano se marease y tuviera que aferrarse a Tybalt para no desfallecer.

- Dime que no tendremos que quedarnos aquí dentro.- La esclavitud a la que había sido sometido Onfale había sido cruel y humillante, pero poco a poco había logrado rodearse de seda y plumas. Se había hecho al lujo como un pez al agua y, aunque llevaba ya mucho tiempo pasando grandes penurias, la idea de acabar como aquel viejo no le agradaba en absoluto.

- Mi nombre es Onfale, encantado.- Dijo haciendo de tripas corazón.- Que aproveche.- Los ojos del mago se iban acostumbrado a la luz y observaban todo, desde los barrotes, a la cutre habitación, la cerradura, al anciano, las vestiduras de Jadewo para ver si reconocía algún símbolo. Con mucho tiento fue paseando por la habitación, mirando debajo de los camastros de piedra y colocándose junto a los barrotes, como midiendo si su flexible cuerpo pudiera atravesarlos.

Tras la intervención de Onfale y ahora que ya había soltado parte de su frustración, Tybalt se relajó visiblemente. Pero el hecho de estar encerrado no le evitaba cierta ansiedad. Tan solo pudo distraerse un poco al notar la presencia de un compañero más de celda. Un ser consumido y blanquecino salió de su rincón oscuro para darse un pequeño y asqueroso banquete. Por un momento le pareció un muerto viviente, pero su inesperada educación lo sacó de su error. 

Jadewo fue el primero en formular la pregunta que se estaba formando en la mente del tiflin y seguramente también en la del perfumista. Resultaba extraño y un tanto desconcertante que los hubiesen metido en la misma celda con alguien que parecía llevar ahí buena parte de su vida. 

Jadewo no portaba ningún símbolo religioso, pero en la calle mencionó que era siervo de Torm. No es ninguna deidad ni demonio que Onfale conozca. Quizás podría tratarse de algún señor menor, puede que incluso humano, lo suficientemente poderoso como para que alguien aceptase servirle voluntariamente... O simplemente era un dios del que el eunuco no había escuchado hablar, por desconocimiento, o porque pertenecía a otros mundos en otros planos.

Ñiej, ñiej...-rió, o algo así, mostrando una fea dentadura de colores amarillo y negro-¿Parece que llevo aquí mucho tiempo? ¿Porque soy viejo das por hecho que he envejecido aquí durante años? Podría ser un asesino veterano, que justo hubiese sido detenido ayer tras romperle el cuello a mi víctima con mis poderosos brazos, cof, cof...-teorizó, con sus delgados bracitos en alto, tratando de sacar bíceps de algún lado-Vale... Reconozco que llevo mucho tiempo aquí. Algunas veces las primeras impresiones aciertan.

Los camastros de piedra eran bloques sólidos, grandes ladrillos del tamaño de un toro, pero más bajo. No tenían nada de particular, ni hendiduras, ni relieves, y eran bastante grandes y pesados como para empujarlos para separarlos de la pared. Onfale siguió investigando...

¿Sabéis? Yo soy una excepción de entre todas las personas que pasaron por aquí. El sistema judicial de Galendure es muy efectivo, y despacha a los inocentes y a los culpables muy rápido. Las celdas no se llenan, no tienen inquilinos permanentes como yo. En cualquier caso, mi memoria me falla por la edad-se mesó la barba, tratando de acordarse-. Recuerdo una etapa remota de mi vida en la que sentía confusión, miedo y culpa. Incluso puedo remontarme más atrás, cuando contaba mentalmente el número de desayunos que me traían los guardias para saber los días que llevaba en prisión. Estoy casi seguro, de que hice algo imperdonable a alguien muy importante hace mucho tiempo, alguien con el suficiente poder como para ordenar mi confinamiento para siempre, pero los detalles se me escapan. En cualquier caso, hiciese lo que hiciese ya he pagado mi deuda con la sociedad. El pasado dejó de ser relevante, después de todo tengo toda una vida por delante... cof, cof...

Ninguno de los barrotes sonaban huecos al golpearlos con los nudillos, ni había espacio entre ellos para que pudiese pasar la cabeza de un gnomo. Los barrotes estaban fírmemente incrustrados en el suelo y en el techo. Había un forjado en forma de rectángulo a la altura del suelo, por el que pasar una bandeja con un plato encima. Los barrotes que les separaban de la celda anexa eran igualmente tenaces. La inspección de Onfale prosiguió...

¿Y qué hay de vosotros? Seguramente, si hay testigos, os pondrán en libertad en cuestión de horas. ¿Qué fue? ¿Una pelea de taberna?

Cuando Onfale revisaba el suelo, Cucaracha saltó para plantarse delante de sus narices.

¡No te acerques!-exclamó esquizofrénicamente, como si fuese un gnomo estrábico con miedo al contacto físico-Pe... perdón... es que... awf... Está bien, os enseñaré algo...

El viejales se apartó y con gran esfuerzo retiró una de las losas del suelo, dejando ver un agujero. Retirando otras tres losas adyacentes, el agujero era lo suficientemente grande como para que un hombre adulto descendiese por él. Tybalt vió que a cinco pies de oscura y breve profundidad el agujero desembocaba en un conducto tubular horizontal de otros cinco pies de diámetro, en cuyo suelo curvo corría el agua.

Las alcantarillas. He tardado una década en horadar la piedra con un hueso de rata afilado hasta hacer este túnel de fuga. Hago pequeños escarceos intentando encontrar una salida de las alcantarillas, pero esos malditos magos de Galendure nunca dejan de modificar y rediseñar mágicamente la arquitectura de la ciudadela. En breve encontraré la boca de alcantarilla que me permitirá salir a las calles y ser de nuevo libre.

Uh... No diréis a los guardias mi pequeño secreto, ¿verdad? Nos cambiarían de celda, y yo tendría que volver a escarvar con un cincel de húmero de roedor durante otros diez años.

Jadewo mantuvo su posado estricto, escuchando al viejo que se habría presentado como Cucaracha, ciertamente, tal vez había dejado que su apariencia y sus prejuicios le hicieran suponer cosas. Sin mucha sutileza, el hombre movió sus dedos a la par que pronunciaba unas arcanas palabras, sin demasiado énfasis o intención de llamar la intención.

-Intelego Vim.- Centrando de nuevo su mirada en Cucaracha, y en el resto de compañeros de celda.

Luego miró escéptico el devenir de la escena, como el humano de pelo negro logró presionar al viejo y este reveló su secreto. Ante el cual Jadewo se mantuvo con un rostro firme.

-Eso no es un buen asunto, Cucaracha.

Nada. Nada por ninguna parte que pudiera ayudarles en caso de necesidad. En caso de que toda aquella parafernalia no fuera más que eso, un aparatoso engranaje donde la burocracia haría que sus huesos acabaran allí encerrados para el resto de sus vidas. El curioso perfumista iba buscando por la celda mientras escuchaba de refilón las palabras del tipo que se hacía llamar Cucaracha.

Aja, reconoce que lleva mucho tiempo aquí.

Continuó examinando los barrotes con decepcionante resultado. ¿Cómo era posible que con tanta gente que se amontonaba por las calles de Vadrian las celdas no estuviesen masificadas? Quizá hubiera una oportunidad y su sistema judicial fuera justo y rápido.

Seguro...

- Un niño nos robó algo muy valioso y lo dejamos tieso cuando pretendía huir. No murió y sí que hubo testigos, pero más que ayudarnos...- Lanzó una feroz mirada a Jadewo.-...eso nos complicó las cosas.- Suavizó su expresión facial para interesarse más pro el extraño que, ahora, estaba encerrado tanto como ellos mismos.

- Dices que eres siervos de Torm, ¿es algún tipo de dios menor?- Dijo con todo el respeto, sin intención de ofender, al joven de melena leonina. A Hala, a quien Onfale ya profesaba una devota fe, apenas la conocían en aquel plano. Cuando el viejo se puso nervioso el mago no pudo evitar que brotara en su rostro una media sonrisa.

- No diremos nada pero más te vale responder a nuestras preguntas con más precisión, Cucaracha.- Dijo amenazante Onfale, en un susurro, como el siseo de una serpiente, asintiendo a las palabras de Jadewo. No era nada bueno y podría costarle caro haber cavado ese túnel si ahora ellos se chivaban. miró a Tybalt con gesto serio. Debían determinar si era mejor esperar allí a la justicia de la ciudad que no conocían o tomarse la justicia por su mano, sabiendo de antemano que no eran culpables.- Dime anciano, ¿sabes donde quedan las celdas de las mujeres?- Le gustase o no a Onfale, no podría dejar atrás a Leiath. Quizá Cucaracha fuera un viejo verde y, en su incursión a través de los túneles, hubiese llegado a echar una ojeada, por alguna abertura, a la celda de las mujeres.- Dices que hay más celdas pero, hay más presos? ¿Crees que nos dejarán salir de aquí pronto?

Cuando Jadewo conjuró el dectectar magia (reconozcámoslo, no era muy difícil para Onfale saber de qué se trataba), las auras de Tybalt (armadura y cinto) y el eunuco (anillo y capa) brillaron. Hasta había una motita negra en el aura del tiflin, como si de los de su raza tuviesen el don mágico de invocar una oscuridad de la nada.

Su tercer compañero de celda, Cucaracha, no tenía nada de mágico. Tampoco parecía ningún mentiroso: si decía que no se acordaba, no se acordaba y punto. No era la primera persona con falta de memoria: Becky había bebido de las aguas del río Estigia. Era imposible saber si Cucaracha había bebido de ese agua, o simplemente era un viejo que chocheaba.

Gracias, gracias... responderé a lo que queráis... ¿Celdas de las mujeres? ¿En serio? Uhm... No tengo ni la menor idea. Pero supongo que por las alcantarillas habré pasado por debajo en alguna ocasión, guarrete-sorbió medio moco, y el medio que quedó colgando lo limpió con su muñeca.

¿Más celdas? Esa-dijo, señalando a la celda de al lado-. Aunque creo que hay más edificios como este, de los guardias, en otros puntos de la ciudad. Quizás con más presos o quizás vacías. Y me acaban de contar de buena tinta que hay unas celdas para mujeres... pero chssst... es un secreto.

Además, recuerdo que estuve en una habitación cerrada hace muchos años... más decente y limpio que este sitio. Una especie de celda de retención para los interrogatorios o algo así. Seguramente es dónde tienen al niño que os robó en estos momentos...

Estoy seguro de que os liberarán, no tenéis porqué preocuparos, en cuanto cuelguen al niño. Después de todo parecéis buena gente. Lo que sí ya no sé si recuperaréis es lo que os robó.

Un giro de los acontecimientos que casi parecía hecho adrede. Pueden elegir entre seguir las normas, que cuelguen al pobre niño y quedarse sin lo robado... o podrían fugarse con Cucaracha, rescatar al niño y pedir que les lleve hasta su compinche.

Jadewo mantuvo su gesto neutro, cargado de paciencia, la vida ya le había mostrado más de una vez los inconvenientes de las acciones irreflexivas.

En cualquier caso escuchó tanto las palabras de quien se había registrado como Onfale ante los guardias como al viejo residente de la celda.

-No me parece muy sensato salir por ese agujero. Salir por allí sería muy parecido a colgarse el cartel de culpable.- Dice mirando al semi-infernal y al hombre de pleno negro.- En cuanto al niño, si las leyes de este lugar contemplan dicha sanción... debería habérselo pensado antes el asaltaros, o con quien se juntaba.

A pesar de sus palabras, el joven Jadewo tenía sus reparos para con el niño. ¿Acaso ese lugar tenía sanciones tan severas para con aquellos tan jóvenes, ignorantes e indefensos como los niños; posiblemente desconocedores de su destino en caso de ser apresados?

Por otro lado, además, el joven guerrero arcano no podía sentir debilidad ante los caídos en desgracia... él mismo había hecho cosas horribles, pero aún así había habido quien le escuchó en su arrepentimiento y recibió el perdón... por eso adoraba a Torm. Por haberle brindado la posibilidad de redimirse.

Tybalt hizo una mueca con cierto desprecio hacia Jadewo al escuchar su perorata fría y vacía. En un primer momento tenía pensado oponerse rotundamente al justiciero pero no podía evitar pensar que quizás fuese mejor no convertirse en fugitivos. No obstante, no podía si no sentir un enfado creciente hacia aquel hombre que tanto se jactaba de su rectitud. Después de todo, de no ser por él, no hubiesen llegado a esta situación. Aunque, por otro lado, si Tybalt hubiese sido más rápido... "No, no merece la pena." Se dijo a si mismo para evitar caer en un bucle de autocastigo y confusión.

-Como se nota que no ha sido a ti a quien han robado.- No pudo evitar soltar el reproche. -Pero puede que sea mejor esperar a arriesgarnos a empeorar las cosas.- Convino finalmente con aquel odioso humano dirigiéndose a Onfale. -Ya hemos visto desde fuera la ciudad es prácticamente inexpugnable. Dudo mucho que sea muy diferente desde dentro si nos vemos obligados a escapar.- El ceño del tiflin continuaba fruncido por el resentimiento, pero su voz sonaba serena. -Puede que una vez resuelto todo, nos permitan hablar con el niño para saber dónde buscar nuestras cosa.- Tybalt no sabía cuánto habían perdido exactamente. Suponía que mucho; pero no lo suficiente como para arriesgar su libertad. Si lo que Cucaracha decía era cierto, ahora debían esperar a que se resolviese el malentendido para salir de prisión. 

El mago asintió a las palabras de sus improvisados compañeros. Aún era demasiado pronto para aventurarse a predecir lo que haría la justicia de Vadrian.

- Esperemos pues.- Dijo poniéndose cómodo en uno de los bancos de piedra y clavando su mirada en Cucaracha para que tapara el agujero.

Guau, sois increíbles. En serio, os admiro.

Cucaracha recolocó las losas para tapar el agujero. Después, aún habiendo suficientes bancos de piedra para todos, se acunclilló contra la pared.

¿Sabéis? Sois una bofetada en toda la cara de esos filósofos cantamañanas que predican la bondad inherente al ser humano. No sé si lleváis suficiente tiempo en la ciudadela como para escucharlos... Se suben a unos cajones, interfiriendo el paso a los transeúntes y empiezan a soltar su mierda como si oliese mejor que la de los demás. De vez en cuando coincide uno cerca de una rejilla de las alcantarillas, y el eco me llega cuando trato de explorar las alcantarillas.

Pero vosotros sois ejemplos de personas que son buenas solo porque temen el castigo. No queréis problemas. Sois un ladrillo más de la sociedad, totalmente anónimos. Puede que parezca un contrasentido que un preso como yo defienda que la gente no se deba meter en problemas, pero he llegado a compartir celda con gente realmente mala que se ha salido con la suya solo por saber remar a favor de la corriente del sistema. Por eso estoy en contra del concepto de hombre bueno, porque yo sé lo que hay. Lo he visto con mis propios ojos. Desde el principio, esto no es un tema de Bien y Mal, es un tema de Ley y Caos. ¿Salvar la vida del niño? ¿Recuperar lo robado? Todo eso sería Caos. Lo que importa es que esta sociedad nos sobreviva, y para eso necesitamos gentes con las prioridades claras.

Y ahí estaban, tres personas con unos ideales tan dispares, soportando la palabrería de un viejo loco que defiende la Ley cuando hasta hace unos segundos estaba dispuesto a fugarse.

- Desde luego conozco poca gente como la que dices.- Quizá Leiath, antes de asesinar al niño pro la espalda, y poco más. Las reflexiones del viejo eran interesantes pero le gustaría pensar en ellas posando su grácil cuerpo entre almohadones de plumas y no vestido de negro con burdas ropas y con un asiento de fría y húmeda piedra. No estaba como para filosofar en aquellos momentos.- De todas formas si nos aburrimos podemos ir a echar un vistazo. Tengo aquí- Dijo tocándose la sien.- varios conjuros útiles para estos casos. Quizá no todo esté perdido. Si encontrara el cuarto donde tienen al chico quizá logre escuchar dónde está escondido su cómplice sin tener que liberarlo y ser proscritos de por vida en Vadrian.- Hablaba sobre todo para con Tybalt.- Yo podría aventurarme mientras esperáis aquí haciendo bulto. Con uno de mis conjuros podríais avisarme si alguien se acerca y tuviera que volver.

El inesperado y motivado discurso del prisionero cogió a Tybalt desprevenido. Su primera reacción fue expresar cierta incredulidad ante el sermón que luego pasó a convertirse en una irritante molestia. ¿Los estaba llamando cobardes, conformistas? Daba igual. Aquel monólogo perdía mucho de su significado en boca de una persona que ha pasado buena parte de su vida en prisión y que llevaba buena parte de su reclusión buscando una manera de salir de allí. De modo que el tiflin decidió desconectar a mitad del discurso mientras observaba los barrotes de la celda. 

No fue hasta que Onfale intervino que el guerrero decidió devolver su atención hacia el interior de la celda. -No sería mala idea.- Le dijo al perfumista. -Si consigues algo de información tendríamos algo por donde empezar a buscar. Eso si salimos pronto de aquí.- Replicó un poco cansado de la situación. -Bueno, solo nos queda asegurarnos de que nuestro amigo el justiciero no decida alertar a los guardias de tu paseo.- Dijo dedicándole una dura mirada al humano de insoportable rectitud.

¿Ein...? ¿Qué? Oh, cuánto me defraudan esas palabras. Yo que os tenía por personas íntegras, pero al final estáis dispuestos a infringir sanos convencionalismos por mero capricho.

Parece que el viejo no había tratado de espolearlos con ironías, sino que antes los había loado en serio. Contrariado, aquel demente se cruzó de brazos y les dió la espalda todo ofendido.

¿Qué dirían vuestras madres si os viesen comentando esos malos pensamientos? Os pondrían de díscolos para arriba. Y no solo por vuestra falta de convicción, y la facilidad con la que cambiáis de opinión. No. Que vuestras madres os dieron solo una vida, y vosotros la exponéis con una despreocupación toda loca. Si es que esperando solo un poquito vais a quedar libres, empanaos. La podéis liar parda de mil y una maneras.

Además, ¿alguna vez he dicho que os dejase venir conmigo? ¿Me habéis pedido permiso para usar MI agujero? ¡Cavaos el vuestro propio, so gorrones! Diez años trabajando como un esclavo para que ahora vengan estos neófitos a sacar tajada y a aprovecharse de mi labor. ¡Granujas!

Perdón... no quería decir eso-dijo, recordando que ahora todos comparten el secreto de la existencia de esa vía de fuga-. Sed como queráis, no es asunto mío, y no tengo derecho a juzgaros, después de que os hayáís comprometido a no contarle a nadie lo de mi agujero. ¡MI agujero! Perdón... me he exaltado. Quería decir "nuestro" agujero.

Desde su rincón, con la armadura completa vestida, y los brazos cruzados al pecho, Jadewo contempla la escena.

-Soys libres de tomar vuestras decisiones. Y acarrear con sus consecuencias, claro está.- Acomodándose contra la pared, y cerrando los ojos, el guerrero añade.- Yo esperaré a la llegada de las autoridades y salir en breve de este lugar. Y mientras espero, tal vez pueda aprovechar para dar una cabezadita.

Terina diciendo de forma poco clara acerca del asunto.

Una imagen se empezó a materializar en mitad de la celda...

Al ver a la mujer, Cucaracha se tapó sus impúdicos pezones. Entonces la voz de Leiath empezó a hablar...

Hemos conseguido liberarnos, teniente y guardia atrapados. Son malvados.
¿Dónde estáis? Nosotras tras el archivo, en pasillo izquierda.

A continuación sonó una segunda voz femenina, más neutra, que continuó las palabras de Leiath.

Para volver a escuchar el mensaje del conjuro Recado, pulse uno.
Para grabar una contestación al mensaje, pulse dos.
Si no desea responder al mensaje, pulse tres.

Tres botones numerados se materializaron al lado de la imagen congelada de la Bruja de Hala, mientras sonaba un hilo musical...

Será una diosa sin mucha proyección internacional ni volumen de negocio, pero tiene un excelente servicio de atención al cliente.

Ya se iba a poner a discutir cuando vio a Leiath materializarse en medio de la celda. Esta vez las mujeres habían tomado la iniciativa y se les habían adelantado. Al delicado perfumista no le "tocaba" la hombría ser salvado cual damisela en peligro por un grupo de mujeres.

- Alabada sea Hala...- Alargó la mano y pulsó el número dos.-  Estamos en una celda con Cucaracha.- incluso en aquella discusión se le antojó divertido la confusión que podría provocar su mensaje.- No sé donde pero hemos encontrado un pasadizo que lleva a las alcantarillas de Vadrian. Venid a buscarnos rápido y...traed nuestras cosas,mis ganzúas, tienen que tenerlas en algún sitio.- Se imaginó que si habían apresado a los guardias el niño estaría a salvo.- Al niño deben de tenerlo en una sala de interrogatorios. Creo que iban a matarlo.- Advirtió por si acaso. Tras dejar el mensaje miró a los otros y, en especial clavó su mirada de ojos profundos y negros en el rubiales.

- Parece que la cosa marcha. - Sonrió pícaro imaginándose al hombre esperando a las autoridades con la misma integridad durante las eternidad, hasta que no fuera más que otro Cucaracha.- Voy a adelantarme por el pasadizo en lo que llegan ya que soy el único armado. Aunque hayan apresado a los guardias creo que será la mejor manera de ...- Iba a decir huir, pero mejor cambió la palabra.- ...de salir de aquí discretamente. No queremos alborotos.- Se dispuso, ahora con más tranquilidad, a abrir el pasadizo.