Partida Rol por web

Los dos grupos cruzaron miradas al torcer la esquina y coincidir en los extremos opuestos de esos ciento noventa pies de pasillo. Estaban muy descompensados en fuerzas, sobretodo porque la inútil de Becky contaba como tener a menos diez hombres. El grupo de Evea estaba cerca de la puerta cerrada con las cosas de todos. El grupo de Jadewo tenía las llaves. Todo parecía indicar que esto tendría final feliz, cuando por la puerta que daba al patio entró un soldado en el medio y medio del pasillo, con espada al cinto y ballesta ligera a la espalda. En lugar de seguir recto y subir por las escalinatas centrales, el hombre se detuvo y miró a uno y otro lado del pasillo.

Lejos de amilanarse, Jadewo ap Janel, se puso en marcha para ir al encuentro de Evea. Con paso seguro y firme, enfundado en su armadura de placas completa y su capa verde tras sus anchos hombros enfundados en metal.

A todas luces el guardia podría salir muy mal parado en caso de que quisiera plantar cara a los desconocidos que había en el pasillo.

-No hagas ninguna estupidez.

El reencuentro hubiera sido aún más bonito sin el soldado en medio separando los dos grupos. Ahora Aire no podía a lanzarse a los brazos de su querido perfumista y colmarlo de besos. 

Una lástima.- Pensó Onfale. Al ver que Jadewo ya amenazaba al soldado, a su manera, decidió por escurrirse pegado a la pared hasta cortarle la huida por las escaleras. Con intercambiar una simple mirada fue suficiente para entrenderse con Tybalt. No podían permitir que diera la voz de alarma.

Hola. Que alegri… Alice empezó a saludar de nuevo a sus compañeros pero el guardia rompió el momento romántico, siempre había alguien o algo que rompía los momentos románticos.

Quieto. Dijo la maga levantando la ballesta, todo el mundo sabía que Alice era un peligro andante con dicha arma. Si hubiera siete signos del apocalipsis uno haría referencia a la maga y su ballesta. Si no haces ninguna estupidez todos podemos salir vivos de esta estúpida situación. Yo no quiero matarte, y tú no quieres morir ¿verdad?

Pero qué manía tenia Alice con la ballesta! Iba a terminar dando a alguien!

Leiath, con el corazón lleno de júbilo al ver al resto de sus compañeros, se adelantó a Alice para evitar que ésta hiciese alguna tontería y con voz firme se dirigió al guarda.

Parece que te ganamos en número- dijo señalando lo obvio-. Si se te ocurre dar la voz de alarma puede que tus compañeros consigan venir rápido y  reducirnos, pero lo que te puedo confirmar es que no llegarán a tiempo para salvarte a tí de una muerte segura. Así que deja tus armas en el suelo y saldrás vivo de esta. Nadie te lo echará en cara, creeme.

Todo se iba solucionando, o eso parecía. Los guerreros parecían estar preparados para repartir golpes, y ella podría volver a atacar desde su posición correcta, sin correr demasiado peligro.

O eso parecía. Justo cuando los dos grupos se reencontraron, algo que podría haber dado lugar a una escena típica de la casa de la pradera, corriendo por el pasillo para encontrarse y fusionarse en un abrazo justo en la mitad, apareció un pobre soldado que no sabía de que iba la historia.

Y quizá pagaba el pato de todo lo que había sucedido. Aire vio como Jadewo caminaba hacia él, y ella hizo lo mismo. Avanzó, haciendo sonar sus dedos. A cualquier tontería, un disparo mágico y se acababa la diversión.

Como siempre, el destino se guardaba alguna que otra carta bajo la manga para que las vivencias del grupo no fuesen siempre tan aburridas. Justo en un momento tan emotivo y emocionante como un esperado reencuentro se vio truncado por la inoportuna presencia de un guardia que, esperaban, tuviese más sentido común que del deber. 

Casi todos habían hecho sus movimientos. Onfale se había escurrido para cerrar cualquier ruta de escape haciendo señas a Tybalt para que lo apoyase. Sin pensárselo dos veces y para dar más peso a las palabras de Leiath, el tiflin corrió adelantando a Jadewo para colocarse tras el soldado y evitar que volviese por donde había venido. 

Sí, sí, sí... Conozco la cantinela. Es lo mismo que
cuando me amenazaste junto a la ventana, pelirroja.

Freddy se desató la vaina del cinto y caminó en dirección al grupo de las chicas donde entregó las armas a Evea. Con esta, Evea ya tenía tres espadas largas: las de los dos chupatintas del archivo y la de Freddy, guardia que flanqueaba la entrada. Al igual que el otro guardia, que también flanqueaba la entrada, y que había perseguido a Becky hasta ser reducido, éste también tenía una ballesta ligera y diez virotes.

Hola, bonitas...-dijo el anciano, presentándose-Me llamo Cucaracha. Estoy soltero... o viudo, ya no lo recuerdo.

Cuando abrieron de nuevo la puerta del archivo para encerrar a Freddy, sorprendieron a los otros dos guardias quitando pizarras del cajón más bajo del archivador. Se ve que previendo un confinamiento largo, decidieron preparar ese cajón a modo de orinal. Uno de los chupatintas (Clyde), le propinó un puñetazo a Freddy por haberse rendido tan fácilmente, culpándole de su actual situación.

El caso es que lo habían conseguido. Se habían reunido en la misma esquina y estaban todos ante la puerta del almacén. Cuando Becky estaba a punto de hacer los honores y abrir la puerta que les separaba de sus posesiones, sonido de pasos bajando la escalera de la entrada les obligó a retirarse al corredor contiguo y desistir momentáneamente de abrir el almacén.

...y después de rehogar el musgo durante veinte minutos para
limpiarlo bien de tierra, añades unas lombrices troceadas y un
par de lonchas de queso. Lo gratinas todo en el horno durante...

Asomada a la esquina, Evea hizo señas a Jadewo, tras ella: los que bajaban las escaleras eran dos, hombre y mujer, en charla intrascendental, y dirigían sus pasos para salir por la entrada principal al patio.

Nada más llegar junto a Evea, Jadewo la abrazó y le dio un intenso beso, tal como un sediento hombre perdido en un desierto llegara al fin a un oasis. Tras un momento y dar medio paso atrás para ver que estaba bien asintió.

-Veo que tienes la situación controlada. Pásame una de esas.- Dijo mientras tomaba una de las espadas largas.

Entonces se escucharon los pasos de unas personas descender por unas escaleras acompañados por los restos de una conversación culinaria... el rubio guerrero se cubrió la armadura y la luz con su capa verde.

Los ojos de Onfale se apartaron de Jadewo cuando éste besó a Evea. A pesar de lo que pudiera parecer aún conservaba algo de pudor y la escena le abochornaba un poco. Lo peor de todo iba a ser la reacción de Becky, o incluso de Aire. Sin embargo, como siempre, no había tiempo para ese tipo de cosas. Voces se acercaban. un hombre u una mujer, soldados seguramente, se les acercaban de nuevo, quitándoles la oportunidad de abrir el almacén donde estaban sus cosas. Como un felino al acecho, Onfale tomó posiciones pegado a la pared y su daga en la mano.

Sin lugar a duda, la aparición de dos soldados nuevos les daba más trabajo. Podía haber avanzado hasta el pie de la escalera y, antes de que abrieran la boca, lanzarles un conjuro que les dejara secos. Pero optó por apartarse por el pasillo y dejar el trabajo a los guerreros o a los que tenían espada. Ella acudiría si la situación lo requería.

Oh!- pensó con cierta envidia la bruja al ver el apasionado beso que el rubiales le estaba dando a Evea. A ella todavía no le habían dado el primer beso y siempre fantaseaba en cómo sería. Esperaba que fuese así de bonito, aunque en un lugar más agradable, sin duda. Pero ya estaba de nuevo dejándose llevar demasiado por su imaginación. Apartó la mirada de los amantes reunidos para volverse hacía la huidiza maga.

- Becky! Las llaves del almacén, rápido vamos a recoger nuestras cosas mientras los guerreros reducen a ese par de guardas que se acercan.

Esperaba que no se pusieran violentos, ya que entre todos seguramente se pudiera inmovilizar a los que venían y asi no derramarar sangre. Dejó a aquellos con más fuerza la misión de acabar con la amenaza que representaba aquella pareja y ella se dedicó a arrastrar a Becky hasta la puerta del almacén para que la abriese sin dilación.

Ah, lo siento Fredy no te había reconocido. Contesto algo avergonzada la maga al guardia. Amenazar a la gente con la ballesta era una cosa y otra muy distinta era la cortesía, nunca había que perder la cortesía. 

La Alice no hizo caso del viejo ni del tórrido beso de los dos amantes, simplemente pensó en su pellejo y se cubrió contra una de las paredes. A ver cuando se acaba todo esto, quiero llegar a casa y dormir. 

Becky alzó las manos como pidiendo explicaciones. Jadewo era suyo, se lo había robado a Evea limpiamente. No era justo que ahora se lo quitasen.

Ooooh, vamos... ¡por favor! ¿Es que se van a pasar todo el día asi? Que esa robanovios de Evea dé la vez, que la siguiente soy yo.

Disculpe, señorita...

Cucaracha cogió a Becky por la cintura y la echó hacia atrás fundiendo ambas bocas en un apasionado y censurable beso que nada tenía que envidiar al de Jadewo y Evea.

Eftoy algo defentrenado... Uy, perdón...

El viejo metió la mano en la boca de Becky para recuperar su dentadura postiza, y se la volvió a colocar correctamente. Y mientras, la pareja de guardias cocinillas salió al patio trasero tranquilamente. Como Becky estaba en estado de shock, seguramente traumatizada de por vida, fue Cucaracha el que tomó las llaves y probó una al azar.

No. No abre.

Y entonces, del patio brotó un manojo de gritos...

¿SE PUEDE SABER DÓNDE ESTÁN LOS GUARDIAS QUE TIENEN QUE FLANQUEAR LA PUERTA?

Era la voz de la mujer guardia, que parecía muy enfadada. Desde los balcones, uno de los vigías le respondió.

Uno de ellos habló con Clyde por la ventana y se metió dentro.
El otro... seguramente esté en el baño: se fue muy apresuradamente.

Y dentro, Cucaracha lo seguía intentando...

A ver si esta otra llave... No. Tampoco. Esto me recuerda a una bonita anécdota. No es mía, me la contó otro preso hace un par de semanas. Resulta que...

¡¿PERO CÓMO QUE HAN ABANDONADO LOS DOS SU PUESTO?! TENEMOS RETENIDA
A ALGUNA CHICA GUAPA, ¿VERDAD? ¡DEJÉ CLARO QUE NO PODÍAIS VIOLAR SI NO
DEJABAIS UN SUSTITUTO EN VUESTRO PUESTO!

...y entonces un guardia le detuvo. ¡Estaba tan borracho que estaba metiendo la llave en la casa de al lado! Jijijiji...

¡PIENSO IR DIRECTA A LA CELDA DE MUJERES Y TRAER A ESOS DOS
ARRASTRÁNDOLOS POR LOS HUEVOS!

La mujer que hasta ahora hablaba tranquilamente de cocina, entró de nuevo en el interior del edificio y enfiló el pasillo viendo al viejo Cucaracha delante de la puerta del almacén.

¡¿QUÉ HACES TÚ AHÍ, CUCARACHA?!

El hombre que iba con ella se quedó sin saber el final de la receta, así que entró pisándole los talones. Y de nuevo tenían un dilema. Podían retirarse por el pasillo (escaleras arriba o al pasillo de las celdas de las chicas) y dejar que atrapasen a Cucaracha (y el único juego de llaves que han encontrado hasta ahora que podría abrir esa puerta) o podrían salir y luchar, dando tiempo a que Cucaracha encontrase la llave correcta.

Oh, Jadewo... vuélveme a besar como si no hubiese un mañana.

O se podrían besar tratando de batir el record de "más parejas que se besan en una situación en la que sus vidas corren peligro". A Cucaracha aún le quedan cinco chicas que catar.

Tybalt hizo un deliberado caso omiso a la pequeña escena de culebrón que estaba teniendo lugar entre Jadewo y Evea. La situación requería centrar su atención en la repentina aparición de los guardias y tampoco tenía palomitas a mano para quedarse a mirar. -Parece que se nos acaban las opciones.- Dijo mirando a sus compañeros. El acero de la espada prestada silbó al ser liberada de su funda y el tiflin le dedicó una mirada a Flame enviándole un mudo mensaje en forma de leve asentimiento. 

No quedaba más remedio que mostrarse para darle a Cucaracha el tiempo suficiente para abrir la puerta que les daría de nuevo sus pertenencias. Así que Tybalt, sin más demora y con espada en mano, salió de su escondite para encontrarse cara a cara con la mujer que gritaba a su circunstancial aliado. -Eso es algo que no te importa.- Respondió a la airada pregunta de la guarda con un tono seco y autoritario. -Y como hagáis alguna tontería tendré que destriparos al igual que hice con vuestros compañeros.- Añadió con voz grave y fijando sus oscuros ojos sobre los dos soldados. Realmente no supo el motivo real por el que dijo eso. Simplemente esperaba ganar tiempo suficiente para que sus compañeros se posicionasen. Además, pudo oír a los de la entrada que hacía mucho que no veían a alguien como él. Quizás eso, sumado a su repentina aparición y su apariencia semidiabólica jugase un poco en su favor a la hora de influenciar el tiempo de reacción de los guardas. 

Onfale medio sonrió cuando Tybalt tomó las riendas. Estaba de acuerdo. No podían perder más cosas. tenían que darle tiempo a Cucaracha a abrir las puertas. Después cogerían sus cosas y huirían por las alcantarillas.

- Hacedme caso.- Dijo mirando a las mujeres pero sobre todo a Leiath. - Cojamos nuestras cosas y después seguidnos. Sabemos por donde huir.- El pasadizo que habían encontrado en la celda de Cucaracha llevaba inadvertidamente hacia las alcantarillas de la ciudadela y de allí, al donde se les antojara. Mejor dicho, a donde les dejaran los intrincados sumideros. Le hubiera gustado encontrar al niño herido pero ya no había tiempo. Al escuchar a los soldados que se acercaban el perfumista metió la mano en su bolsa de aceites y se asomó para ver si se acercaban o trataban de dar la voz de alarma.

Alice volvió a levantar la ballesta, esta vez apuntando a la mujer guardia. Sí, eso… no hagáis ninguna tontería. En ese momento le iba a preguntar dónde estaba el guardia destripado para no resbalar con sus vísceras, pero desecho hacer la pregunta para no restar efectividad a las palabras del Tyfin. 

Con el sabor de Evea en los labios aún, el joven escuchó la voz de la que parecía ser la oficial al mando de la zona. Sintió al instante como una sensación de frío odio nacía por su interior en cuanto escuchó que esta permitía que sus miserables hombres abusaran de las chias que apresaban... en nombre de la ley.

-Energúmenos como tú hacen que el caos se extienda por el mundo.

Sin mediar más palabras el hombre avanzó con claras intenciones en sus fríos ojos castaños, esgrimiendo la espada larga a dos manos.