Partida Rol por web

Sabiendo lo que tocaba, y una vez libre de las alcantarillas, Aire se sacudió la ropa, esperando que el mal olor se fuera con un par de movimientos.

Se habían liberado de la cárcel, de un intento de violación, de una tia que luchaba contra las de su mismo sexo y un monstruo de alcantarilla. La suerte les había sonreído así que... ¿por qué no tentarla? Si no se arriesgaban...

Aire intentó avanzar entre el gentío de gente. quería llegar a primera fila para poder lanzar en condiciones su conjuro. Si lo hacía desde la distancia, aunque acertara, la gente saldría corriendo y los siguientes serían tremendamente complicados. Pero la marea era demasiado grande, al parecer en esa ciudad que corriera la sangre debía ser un pasatiempo.

Onfale ya había hecho su movimiento internándose con agilidad por entre el gentío. Aire intentó hacer lo mismo pero no tuvo la misma suerte. Jadewo, al contrario, se quedó donde estaba y alzó su voz de una manera antinatural exigiendo respuestas de una sentencia tan exagerada por un simple hurto. Tybalt decidió echar una mano al intento del acorazado rubiales. -Yo vi cómo un guardia se llevaba al niño solo por haber chocado con él. ¿Acaso un despiste debe castigarse así?- No gritó. Simplemente habló con un tono suficiente para que lo oyesen los ciudadanos de su alrededor y que fuesen ellos quienes hiciesen germinar la semilla de la discordia. 

A continuación, Tybalt se abrió paso hasta acercarse a uno de los guardias para actuar cuando fuese necesario. No le costó trabajo a pesar de su corpulencia, pues el tiflin poseía una sutileza y precisión de movimientos natural. Casi hasta resultaba ser un buen espectáculo ver como un diablo de algo más de dos metros se movía sin ser a empujones. Pero no había palomitas de maíz a mano y tampoco era momento para distracciones. Así que lo que hizo el espadachín fue estar preparado para cualquiera que fuese el desenlace de la situación. Si había que luchar, desenvainaría sin dudar. Si había que cargar con el chico, se lo llevaría a cuestas sin importar quién estuviese delante. Tan solo debía esperar...

Sin duda la mismísima Hala había guíado sus pasos hasta aquella plaza. Las dudas sobre qué hacer respecto al pequeño quedaron claras una vez salieron al patíbulo. Orgullosa, observó como sus amigos más diestros, tomaban posiciones para rescatar al pícaro y como aquel aguerrido rubiales se enfrentaba a la multitud para- según esperaba la bruja- llamar su atención mientras Onfale y Tybalt se hacían con el niño.

Leiath se giró un momento hacia Flame, quería que su diosa le otorgase más fuerza a la ya de forma natural musculosa guerrera, por si las cosas se torcían. Además le preocupaba aquel hombre con pinta de sacerdote, pues es bien sabido que los dioses malignos dotan de gran poder a sus corruptos seguidores.

Asi se lo hizo saber a Flame cuando la tocó levemente para imbuirla con el conjuro de fuerza - Aquel, hombre. No le pierdas de vista-. Luego se giró hacia el llamativo paladín. Se quedaría justo detrás suyo por si le atacaban por sorpresa y necesitase refuerzos.

- Yo me ocupo del niño...- Susurró Onfale a Tybalt que había conseguido acercarse como el al macabro escenario.

¡¿Qué puede haber hecho ese muchacho para merecer tal castigo?!

El tumulto dió por hecho que aquella magia de ventriloquía era del propio sacerdote para exaltar los ánimos, como parte de un salmo. Una voz femenina gritó:

¡LATROCINIO!

Una voz masculina entre el público añadió:

¡VAGABUNDEO!

Una voz, cuyo timbre no dejaba muy claro el género de su propietario, exclamó:

¡SINVERGONZONERÍA! ¡COLGADLO DE UNA VEZ!

El hombre que estaba junto a Tybalt entre la multitud trató de explicarle muy amablemente su pregunta:

¿Es que acabas de llegar, cornudo? El cura leyó los cargos hace nada. Es un ratero,
un parásito para la sociedad. Estará mejor muerto. ¡Eh, espera! ¡¿A dónde vas?!

Tybalt se apresuró en avanzar para dar alcance a Onfale y a Evea en la primera fila. Su estratagema habría funcionado en la mayoría de reinos del plano material, pero es difícil conmover a un pueblo cuando su sociedad está corrompida hasta el tuétano.

Flame y Aire, por su parte, quedaron atrapados entre la gente. A Aire le tocaron el culo, y cuando la muchacha bajó la vista para ver quién había sido, pilló a Aristóteles con cara de oso vicioso. ¿Acaso no había sido una buena madre? ¿Estaba fallando en la educación de su hijo? ¿Qué valores le estaba inculcando?

Vamos, vejete... que ya solo queda usted por subir-dijo Becky, tirando del brazo de Cucaracha para sacarlo de la alcantarilla.

Así que así eran las calles de Galendure... No las recordaba tan... No recuerdo muchas cosas, en realidad.

Cucaracha alzó el mentón siguiendo la hermosa arquitectura de las majestuosas torres del centro de la ciudad. Se elevaban a lo largo de los tres niveles de la ciudadela, hasta el techo mágico de fuerza invisible, y seguían subiendo más allá... en dirección a la cúpula que los mantenía a salvo de la energía negativa... en dirección a la blanca y sombría luna de Thánatos.

La luna... había algo sobre la luna que era importante... Si tan solo pudiese recordar qué... ¡ugh! El cuerpo me quema por dentro. ¿Qué me está pasando?

El cuerpo delgado y lampiño de Cucaracha empezó a ganar pelo y musculatura. Su boca se hizo más grande, hasta el punto que la distancia entre sus encías no podía sujetar su dentadura postiza, y esta cayó al suelo. No importaba... le empezaban a salir colmillos nuevos...

¡¡¡ÑIIIIIIIIIIIIIJ!!!

A algunos les asaltaron recuerdos nada gratos de los peligros que arrasaron toda la ciudad de Lechberg en el noroeste de Dorvinia. La única diferencia, es que en lugar de unos temibles hombres lobos, estaban ante un temible hombre tejón.

¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAH!!!

La multitud se giró en dirección al monstruo, y los soldados y el sacerdote apartaron por un segundo la mirada del niño para sobrevolar las cabezas del público allí congregado. Estaban ante la breve calma del desconcierto que precede a algo muy gordo.

Cada vez tenía más ganas de quemar esa ciudad hasta sus cimientos. No, no la ciudad, destruir ese maldito plano para siempre! Pero entonces dónde iría a parar toda esa chusma? No, mejor no- rectificó la bruja.

¡¡¡ÑIIIIIIIIIIIIIJ!!!

Leiath se giró para ver aquella patética imagen de medio animal - medio hombre/rata en lo que se había convertido el prisionero que habían rescatado los muchachos. Pero qué...?! Por un momento regresó a su mente los hombres lobo de su plano natal, pero ella siempre se había mantenido de una pieza ante esa horrible imagen, y lo iba a seguir haciendo mientras que Hala estuviese a su lado.

La avispada mente de la sanadora de Hala encontró rápidamente una solución al entuerto. Ese viejete les valdría como distracción para recuperar al niño ya que el porte del rubiales no había funcionado como era de esperar.

Rápido a por el pequeño!- Intentó llegar al ladronzuelo, pero la multitud le impedía el paso y se quedó atascada en el camino.

La convicción que el anónimo ciudadano demostró ante la ejecución de un niño, hizo ver a Tybalt que la población de aquella ciudad no era muy diferente de los demonios que lo habían esclavizado. Así que no iba a perder tiempo intentando apelar a la empatía que un humano podría sentir por un semejante. 

Ya estaba en la parte interior del cerco de gente y su cuerpo estaba en tensión, listo para actuar. Buscó a Onfale con la mirada pero un chillido animal lo distrajo. Inmediatamente pensó en la bestia de las alcantarillas pero, para su sorpresa, el origen de todo el revuelo no era otro que cucaracha. -Es lo que nos faltaba...- Se quejó al ver el curioso desenlace que tomaba la situación. Pero enseguida su mente ató cabos y le hizo ver la oportunidad que aquel evento suponía, aunque todavía tenían que esperar a la reacción de la gente. Pronto cundiría el pánico y ese momento de confusión sería el perfecto para acercarse al chico sin darles a los guardias una oportunidad para detenerlos. 

La cosa no funcionó como tenía pensado, pero no obstante eso, una distracción había llamado la atención de los ejecutores, así como de la mayor parte de asistentes en la plaza... así que en parte las cosas iban como había esperado... suponía.

Con respecto a Cucaracha, no sabía que cabía esperar de él, la verdad es que parecía tener un estado mental bastante deficiente en cuanto estabilidad y memoria... Mientras esperaba que los guardias se pusieran en marcha de algún modo, Jadewo arrastró a la sacerdotisa y a Becky detrás suyo, quedando él atento por si el cambiante decidía que era una buena idea atacar a las chicas...

¿Caótico? ¿Maligno? No hay una sola palabra para definir la moralidad de un hombre tejón. Por supuesto, Jadewo era una persona lista, sabía que aquel ridículo licántropo podría liarla muy gorda contagiando la enfermedad de la licantropía al resto de habitantes de la ciudad, y que la plata o la magia eran las únicas herramientas para combatirlo.

Nada, no había manera. La gente no se movía, por muchos codazos o patadas que diera Aire. En algún momento pensó en usar a Aristóteles para apartar al gentío, pero le pareció excesivo. Aún así, siguió intentándolo. Miraba a todas partes, esperando el mínimo hueco para meter el hombro e intentar hacer palanca para despejar a la multitud

¡¡¡ÑIIIIIIIIIIIIIJ!!!  ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAH!!!

La cabeza de Aire fue una de las múltiples que se giraron para ver qué estaba sucediendo. Tuvo que dar un par de saltos para ver lo que había sucedido. En el lugar en el que estaba el viejo verde se encontraba una extraña criatura que parecía un tejón a dos patas. Aire no se había enfrentado a nada igual en su vida, pero entendía que eso no iba a ser bueno.

Aquel lugar era un sitio infecto... pero no estaba bien dejar suelto una criatura como el cambiante, si este se mostraba hostil, podría ser un peligro para todas las gentes.

Así pues, con las chicas tras él, el hombre desenvainó una espada... pero no era ni el espadón de su espalda, ni la cimitarra que colgaba de su cinto... sino una argéntea cimitarra que salió rauda de uno de los bolsillos laterales del morral del rubio guerrero, quien adoptó una posición defensiva.

-Cucaracha, me entiendes... ¿me comprendes? Regresa de donde vienes antes de que las cosas se pongan peligrosas.

Comparado con los hombres lobo los hombres tejón le parecían una mala copia del original. Y si algo era Onfale era un oportunista. Todo el mundo se giró para ver la imponente transformación del viejo Cucaracha. Ahora entendía cómo había cavado ese túnel hasta las alcantarillas. Aprovechó la distracción de la masa de gente para escabullirse de nuevo entre la multitud y coger al niño.

- Tú te vienes conmigo. Te daremos un castigo mucho más justo que el que te tenían preparado.

¡¡¡ÑIAAAAAAAAUUUUUUUJJJ!!!

Gruñidos fueron toda la respuesta que Jadewo obtuvo...

En el patíbulo, Onfale secuestra al niño y se escurre con él entre la multitud. Si el niño no se resistió en su momento fue porque estaba tan anodadado con la situación como todos los demás pero, desde que lo cogió en brazos, el niño pataleó, arañó y se revolvió intentando escabullirse.

 ¡Déjame! Quiero irme a la madriguera, mujer-dijo a Onfale-, no contigo.

La masa de plebe empezó a correr, impidiendo que los guardias bajasen, así que en estos primeros instantes los soldados se limitaron a hacer sonar sus silbatos. En los balcones de un edificio cercano asoman unos cuantos ballesteros, que tratan de asumir la situación. El sacerdote trata de llamar a la calma, pero la gente se atropella, se pisa... alguno cae... Leiath, en medio de la confusión, trata de llegar hasta el niño... en pocos segundos, la multitud se ha disipado. Leiath, Flame y Aire se han llevado unos buenos moratones. Quedan también en el suelo alguna mujer y niño, con el tobillo torcido o directamente inconscientes, presas fáciles para el hombre tejón.

El hombre tejón, por su parte, mira su reflejo en la espada de plata de Jadewo. Instintivamente, lo rehuye, rodeando en un amplio arco para llegar a las presas más débiles y mordiendo en el hombro a una mujer que yacía en el suelo tras la estampida. A Cucaracha le siguen gustando las chicas jóvenes, solo que ahora literalmente.

Al perfumista no le pasó desapercibido que Cucaracha rehuyera el brillo plateado del arma de Jadewo y respiró un poco más aliviado por tener todavía el puñal de plata de Nikeras. Quizá ver la transformación del hombre tejón no le afectara pero sí el recuerdo de aquel hombre tranquilo que pereciera a manos de los lobos. Sin embargo tenía un problema más grande entre manos, y revoltoso.

- Mira chaval no soy una mujer...¿Ves?- La voz de Onfale se volvió fría como el hielo. Presionó con la punta de la daga sobre el tierno cuerpo del chiquillo, colocándola convenientemente como si fuera su entrepierna dura e inclemente.- Estate quieto si no quieres que se meta dentro. Hemos venido a salvarte pero a cambio vas a llevarnos a esa madriguera de la que hablas y ayudarnos a devolvernos lo que nos has robado. O eso o vas a cagar tripas.- Le dijo sin dejar lugar a dudas de que no le importaría penetrarle con la daga y rajarle hasta que los intestinos se le derramaran. Estaba claro que en aquella ciudad sólo entendían a las malas, y Onfale podía ser la peor.

La situación no se podía haber vuelto más divertida. No sólo tenían que secuestrar al niño que les había robado, si no ahora tenían que luchar contra el viejo verde que les había sacado de las mazmorras. Con un quejido con algo de frustración, apuntó con el dedo al viejo verde.

Algo de magia debería bastar pensó, mientras empezaba a formular las palabras arcanas necesarias para que la magia fluyera por su dedo y se lanzara contra el hombre-tejón.

Una arcada recorrió la garganta cuando vio la transformación del viejo verde. ¿Esto no puede estar pasando? Trato de contener el vómito durante unos instantes mientras negaba la realidad, pero el truco no funciono. Finalmente tuvo que echar la pota.

Busco entre la multitud a sus compañeros y reconoció la figura del perfumista. Corrió para alcanzarlo, parando cada cinco pasos para contener las arcadas. 

Jadewo siguió con la mirada al cambiante, persiguiéndolo con ella, preparado para actura cuando este fuera un blanco fácil... listo para descargar su Arte en él y neutralizarlo.