Partida Rol por web

Artho se queda estupefacto ante lo que ocurre frente a él, poco o nada quedaba para evadir el problema. Para fortuna de todos parecía que la criatura no era precisamente poderosa sin embargo había logrado cerrar la tienda con todo y el mediano adentro, ante lo que el guerrero no puede evitar sonreír tras la capucha. –Tus mentiras y estupidez te cobraran la vida.- Pese a todo las cosas no trascurren tal cual el esperaba, de pronto todo el mundo a desenvainado armas y preparado conjuros alistados para defender y rescatar a Fosco. –¿Pero están locos?- Es todo lo que acaba por balbucear, nunca hubiera esperado que el grupo estuviese dispuesto a asaltar una tienda mágica en el distrito del que se tratase, era evidente que una tienda en un distrito pobre lleno de demonios y donde se venden artículos mágicos no estaría desprotegida. Sin perder un segundo desenvaina su estoque y busca con la mirada un lugar por donde el grupo pueda huir de inmediato. –Larguémonos de aquí, la única oportunidad es salir de este lugar de forma inmediata.-

El pobre Fosco estaba en peligro y había que actuar con rapidez, primero había que ver si había mas barreras mágicas y luego desactivarlas para finalmente entrar, o puede que hubiera una puerta secreta por la que entrar pero eso le sorprendería mucho. También podía lanzar una bola de fuego que abriera un boquete en la casa para luego entrar. Eso podría quemar los pergaminos… mejor la opción primera.

Primero hay que saber si hay alguna barrera….. luego yo podre romperla, o eso creo. Dicho esto es la maga saco un puñado de tierra roja y lo lanzo sobre la casa mientras murmuraba unas cuantas palabras arcanas.

 Noooooooooooo.

Se lamentaba Onfale de no haber tomado la iniciativa. Lo había pensado. Atrancar la ventana, colarse dentro de un ñagil salto. Ahora estaba cerrada a cal y canto y, lo peor, con Fosco dentro. Su lacayo sabía defenderse solo pero había sido herido por la trampa mágica. ¿Hasta ese punto nublaba su raciocinio la desesperación? Agachado como estaba bajo la ventana esperó a que Flame usara su fuerza bruta sobre ella. Al perfumista el material se le antojaba muy resistente pero por probar... Se quedó expectante mientras escuchaba, atónito, las palabras de Artho.

- No nos vamos a ir de aquí sin Fosco.- Era su lacayo, le servía bien  aunque a veces era un poco indomable. Nada que unos latigazos no pudieran arreglar, sólo tenía que hacerse con uno. Además, necesitaban esos pergaminos. Ten-ia que haber otra salida además de la ventana.

A Aire le duelen los oídos después de haber escuchado tanta palabrota e insulto en abisal, y parece que una vez cerrada, ya no volverán a ver a Fosco nunca más... Pero cuentan con los brazos hipermusculados de Flame. La bruta y varonil Flame logra abrir la entrada haciendo palanca con su espadón entre las dos contraventanas. Como un rayo, Tremens se planta ante el mercader y le atraviesa el corazón. El emplumado cae al suelo en un charco de su propia sangre.

Con su labor de procurador terminada, Mane deja su papel y se aleja de la gresca, dejando un pequeño hueco que aprovecha Onfale, temerariamente, para colarse. Ningún proyectil le cae encima, pero en la pared sobre la ventana ve un glifo custodio brillando. Según sus vastos conocimientos mágicos, el mago determina que la trampa está esperando a ser rearmada. Poniendo la mano sobre el glifo y ejecutando un conjuro, el símbolo lo absorverá para el próximo intruso... incluso especificando las condiciones que lo activen.

Alice encuentra magia. No la del glifo, porque está en el interior. Pero aún así, desde la calle, detecta magia. Podría esperar unos segundos hasta que las auras se volvieran más diáfanas, pero parece claro que la luz que ilumina el interior de la casa concha tiene origen mágico. No hay candelabros, ni antorchas, ni chimeneas encendidas... Solo luz bañándolo todo.

En el interior de la casa concha no hay más puertas ni ventanas. A mano izquierda, una mesa y un especiero. El especiero contiene dos pociones, de distinto color. La mesa hace que Flame se moje, pues contiene un Ayash superdesarrollado: un espadón de hermosa factura. Por desgracia, tiene un tamaño tan colosal que solo podría blandirla un ogro, un balrog o alguna criatura de similar tamaño.

Ahí termina la decoración, pero en el suelo hay una rampa que baja al sótano. Allí la luz mágica deja de alumbrar. No se ve nada desde lo alto. Pero sí se escucha. Se escucha.

¡Quack!

¡Quack!

¡Quack!

¡Quack!

Que en abisal vendría a significar: venga, venga, venga, venga... Pero dicho por distintas voces ansaradas. Parece que más abrianes se acercan desde la oscuridad, y en cualquier momento subiran la rampa desde aquel sótano y vendrán a vengar a su compañero caído y a violar de todas las maneras imaginables a los ladrones que han invadido su local.

Una vez asegurado que Flame no había saltado por los aires, Leiath asomó la cabeza por la tienda.

- Tremens, nooooo!

No pudo parar al jóven antes de asestar aquel golpe mortal al tendero. Eso no había estado nada bien. Robar por salvar unas almas puras del tormento, era una cosa. Asesinar a criaturas inocentes, otra. 

Esuchó cómo más criaturas se acercaban esde algún pasadizo bajo la tienda. Una gota de sudor frio recorrió la frente de la bruja.

- Por Hala! bloqueemos la entrada para que no puedan pasar. Flame, Artho, Onfale y Tremens podrían encargarse de cerrar la trampilla. Mientras Fosco, Alice y Becky coged todo lo que encontreis de valor para intercambiarlo en la siguiente tienda.

No le hubiese extrañado que un rayo justiciero les fulminase ahí mismo. Se acercó a Fosco para ver cómo estaba. Tenía algunas quemaduras, nada que su varita mágica no pudiese arreglar.

- ¡No!- Le dijo a Leiath algo brusco.- Espera. Ahí abajo puede estar lo que necesitamos.- En la humilde opinión del mago no habían llegado hasta este punto para irse con las manos vacías. Necesitaban, para salvar a esas pobres almas en desgracia, pergaminos para volar. Si de paso encontraban otras cosas, pues bienvenido sea. Debían luchar. Hacerse con esa tienda como fuerte matando a todos los que estuvieran allí. El perfumista se movió como un rayo hasta colocarse detrás de la mesa, protegiéndose. En su mano ya había un pergamino. Lo había guardado para una ocasión especial, pero ¡qué demonios! Leyó su contenido y una especie de harina luminosa se extendió por la oscura escalera por donde subían los otros abrianes, perfilando sus formas y metiéndosele por los ojos.

- Sambha Kshammmmmmm, Ajna Piṣṭāni Yiótis.

La maga se acerco corriendo a la ventana del establecimiento, mientras estuviera activado el conjuro de detectar magia tenía que aprovecharlo. Puede que dentro hubiera alguna trampa mas alguna, puerta mágica, algún objeto mágico o incluso algún artefacto. A la maga se le hacia la boca agua con la última posibilidad.

Aire escuchaba entusiasmada las palabras de Leiath... Hasta que la dejó fuera del plan. La muchacha, enfurruñada, se abrazó a su osito y le susurró al oído que no les querían. Pues si no les querían, podía pincharles y demostrar que no eran tan listos como ellos pensaban.

Acercándose a Leiath, tiró de su ropa para que la hiciera caso. Y si se han dado cuenta de que hemos matado a ese pajarito, ¿cómo esperan que nos dejen pasar a otra tienda? ¿Para que les matemos también?

Sus tareas como vigilante de las dulces doncellas del Amo, se restringían a apaciguar o matar a parroquianos que no solventaban debidamente el servicio del que estaban disponiendo, todo era admisible, si el servicio se había convenido antes, ya se contaba con su pertinente pago y el consumidor tenía suficiente oro extra como pagar cualquier incidente. No recordaba ninguna ocasión en que tuviera que matar a un montón de aves furiosas. –Vamos, vámonos.- Pensaba sin decidirse a huir al ver que las mujeres decidían quedarse. –No puedo dejarlas.- Renuente a la situación estaba claro que no tenía otra elección sino llevar aquello hasta las últimas consecuencias o, dado el caso, dejar inconsciente a Leiath y protegerla, como ella le había salvado el pellejo, ya en varias ocasiones en el corto tiempo que viajaban juntos. Sin más dio media vuelta y se puso a la par de la mujer.

Fosco salió de su escondrijo con el pelo alborotado. Vaya jaleo que armáis... que hacéis dijo totalmente ajeno a lo que había acontecido Os ha dejado entrar el pájaro? un par de palabras le sacaron de dudas. Estaba muerto... Jua ja ja ja! Pues creo que aquí no hay nada dice rascándose la cabezota Aunque por esa trampilla esta todo demasiado oscuro para trabajar. dice esperando que saquen algo para iluminar. Flame, yo que tú me llevaba ese arma...para mi es demasiado grande y quizás podamos venderla... Tiene que haber una trampilla o algo...digo yo.Maldito pollo! decía rebuscando la sala...

Flame mantuvo la concha abierta todo lo que pudo hasta que pasaron todos sus compañeros. Después soltó y echó un ojo al espadón superdesarrollado. Tenía que llevarlo consigo a pesar de su tamaño, aquel objeto de divinidad no podía quedarse allí. Pero los gritos abisales de más pajarracos en la tienda llamaron la atención de la hermosa y bella mujer, Flame, por si no quedaba claro.

El pequeño e insignificante, pero sí brillante Ayash se dirigió junto a la lagartona a la rampa de la que procedían los gritos. Se quedó allí parada, con el espadón en mano dispuesta a enfrentarse contra el primero de aquellos que se acercase.

¡Por favor! Dijo mirando a sus compañeros arcanistas. ¡Lanzadme todos los conjuros de potenciación que tengais! Debemos acabar cuanto antes con todos ellos y saquear esta tienda todo lo que nos sea posible. ¡Vamos! Dijo confiando en que por una vez en su vida le hicieran caso.

 Con el retirar de su estoque, el cuerpo del emplumado ser cae como un saco de patatas al suelo. Con un fluido movimiento, Dos Peniques, limpia la hoja de su estoque sobre las pluma. Luego se agacha para dar un vistazo entre sus plumas o bolsillos, así como bajo el mostrador esperando encontrar algo de utilidad, alguna llave, un silbato...

Por las escaleras, taponadas pro Flame, ascendían los quaqueos en abisal de aquellos pobres diablos... no, nada de pobres... aún.

Tras ver que no había ninguna otra sorpresa esperando al siguiente incauto que se atreviese a irrumpir en la tienda sin permiso, Kaevhas se apresuró a cruzar el mostrador siguiendo al resto del grupo. El mago pronto se posicionó lanza en mano y preparado para recibir cualquier ataque. Pero, además del estrafalario interior y el cadáver ensartado del dependiente, no había nada... Nada salvo unos reconocibles sonidos que provenían del oscuro sótano de la tienda.

Pronto tendrían encima a otros trabajadores bastante disgustados con la tentativa de robo. -No puedo ayudarte como pides con mi magia,  pero puedo luchar a tu lado.- Le dijo colocándose a un flanco de la guerrera con su lanza en ristre* a la espera del inminente combate. Sus ojos brillaron con un característico brillo arcano y ancestral en señal de que su poder se alineaba con su voluntad. -Petra manibus.- Susurró. Su mano derecha adoptó una apariencia pétrea mientras apretaba instintivamente su arma. Notó el cambio de densidad en su carne y el sólido tacto de su mano pero sin perder su flexibilidad. Aquel conjuro era de las primeras armas que había adquirido para defenderse en los peligrosos pantanos de Orthys y muy útil para sobrevivir en las montañas. Y aquello era a lo que resumía todo: la supervivencia. Podía cambiar el lugar, las circunstancias y la entidad que busque tu muerte; pero mantenerse con vida era el objetivo primordial de todo ser.

Aire tampoco podía acceder a la petición de Flame. Su magia estaba más allá de ser de ayuda. Su arte era ofensivo. Y el ataque era lo que ahora parecía ser necesario.

Así que la muchacha se dejó poseer por los ojos oscuros que surgían cuando la magia pedía a gritos salir de su interior. Sus manos se movieron y metieron la mano en la bolsa de componentes.

Que venga, que venga, tendremos pollo frito para la cena

La mano hace callo, ¿eh, pajillero? Jusjusjusjus.

Mano de piedra... uno de los conjuros de bajo nivel más poderosos, y a la vez fuente inagotable de chascarrillos. Pero más allá de la broma a Kaevhas, Mane no intervino. El guía se quedó fuera de la tienda, tan cobarde como siempre.

Esto, no me gusta... esto no me gusta...

Becky se metió dentro y, siguiendo las instrucciones de Leiath, cogió las dos pociones. Mientras, la Bruja de Hala curaba al mediano ladrón. ¿Pero quién podía juzgarle por tener la mano larga? En el grupo eran todos unos sinvergüenzas que asaltaban tiendas.

Fosco y Alice seguían, en sus distintos estilos, inspeccionando la sala. Fosco seguía sin encontrar una puerta secreta. Alice, como se había movido, todavía no se había concentrado lo suficiente en un área para discernir las auras mágicas. De momento sabía que en la habitación que por arte de magia tenía luz, estaba afectada por al menos el propio conjuro de luz del día.

Tremens rebuscó sin éxito por las plumas y conductos cloacales del pollo mercader sin encontrar nada, mientras Artho se puso junto a Leiath. Tal era la desorganización del grupo, que tan solo Kaevhas y Flame se quedaron frente a la rampa.

Y entonces llegó Onfale, proverbial como siempre. Sus luces tibias cruzaron la zona de penumbra hasta el sótano. Iluminó a nueve criaturas idénticas al tendero. La fila de la derecha quedó completamente cegada, parándose en seco. Solo subieron cinco abrianes por la cuesta, dos de ellos ciegos, y empujados por el abrián que llegaba desde atrás.

Flame ya se relamía los labios de sus bajos, espadón en mano, esperando a que llegasen. Pero no llegaron. Las bestias mágicas se plantaron en mitad de la rampa y empezaron a chillar. En cuanto les escucharon, sus compañeras ciegas imitaron el canto. Y el sonido lo inundó todo, rompiendo los tímpanos de los intrusos.

No terminó ahí la contraofensiva. Por detrás del grupo rezagado de avestruces ciegas, otros tres abrianes avanzaron hasta la zona iluminada por partículas rutilantes y activaron sin compasión varios objetos mágicos:

Uno sostuvo en alto una esfera y pronunció un "cuack" para desencadenar el poder. Un martillo ectoplásmico se formó sobre la cabeza de Flame con suficiente tiempo para que la muchacha se apartase. El martillo quedó flotando en lo alto de la rampa, bailando y danzando para volver a golpear. Lo peor de todo es que a parte de la esfera, el abrián sostenía en su otra mano un cetro.

Otro puso un cuerno de plata en su pico, y lo hizo sonar como incitando a la batalla. En la planta superior aparecieron seis humanos vestidos con corazas y blandiendo sus hachas con belicosidad y sed de sangre. Alice y Onfale se llevaron la peor parte. Y el abrián no paró ahí, sino que agitó en alto el bastón que llevaba en la mano.

La esfera del tercer abrián desapareció en su garra. Al instante se materializó en el techo de la casa-concha una gran oruga con tentáculos, que acariciaban a todo aquel que peleaba en la planta baja. A los humanos invocados, no les parecía hacer efecto pero, en una escena totalmente hentai, Alice fue acosada y tentaculoseada hasta que sintió cómo su piel absorvía el veneno de la oruga.

Decir que el tercer abrián tenía una varita aguaría el fin de la descripción de lo que estaba pasando Alice, pero sí, llevaba una varita. Pero eso no era lo más importante de todo. Lo importante es que están a punto de perder a Alice y a Onfale, dos de las personas que tienen más posibilidades de activar los pergaminos de vuelo sin cometer un error. Y entonces quedarían atrapados en este plano PARA SIEMPRE... (y el eco repite: y siempre, y siempre, y siempre...)

¡Ajá! Tremens descubre un pequeño bolsillito cosido a la piel. Dentro, el abrián tiene las vueltas para pagar a los clientes: cinco piezas de oro, diez piezas de platino y una perla negra (de las que no sirve para el conjuro de identificar objeto).

De pronto la tienda cocha estaba repleta de invocaciones. el mago se tapó los oídos y se protegió tras la mesa para que no le estallaran los tímpanos. 

¡Malditos pajarracos!

Pero lo peor no fue eso. Allí tenía encima un enorme bárbaro con su hacha con cara de pocos amigos. Efectivamente le pegó un enorme tajo que le hizo gritar como un cerdo en el matadero. Su instinto de supervivencia hizo el resto. Se agarró la herida sangrante con una mano mientras con la otra se apoyó en la mesa pegando un ágil salto que puso distancia con su atacante. Dió una voltereta rodando por el suelo para esquivar uno de los asquerosos tentáculos de aquella oruga invocada y durante la vuelta sacó el cuchillo de plata de Nikeras. Ahí delante tenía la ventana pero estaba obstaculizada por otro de esos bárbaros invocados. Aunque fuera inútil, si querían salir tenían que acabar al menos con ese. Viendo que estaba enfrentándose a Tremens le atacó sin miramientos.

Cómo no esperar que unas criaturas que regentaban tiendas mágicas portasen objetos poderosos para defenderse. Lo había visto venir, pero no la habían escuchado. Si salían de esa al menos Flame y Onfale se iban a llevar un par de azotes por desobedecerla.

Tenían que centrarse en las aves, muerto el perro se acabó la rabia. Por suerte estaban todas juntitas en el pasadizo.

Leiath quiso convocar el poder de su diosa pero el fuerte grito de las mágicas criaturas la dejo atontada.