Partida Rol por web

Eloise Smith no conocía al reverendo Rumsfeld, por lo que a priori toda la conexión que encontraba por el momento entre Smith y los supuestos secuestradores era a través de Tim Mortimer.

-No. Me gusta. Disculpe, solo estaba escuchándola. Por eso aún no he bebido -dijo Bennet, dando un pequeño sorbo de la Pepsi. Al oír que la mujer le ofrecía un bourbon se extrañó. Dudaba mucho que la mujer acostumbrase a tomar refresco de cola y bebidas alcohólicas-. ¿Suele recibir visitas habitualmente, señora Smith? O al menos desde la desaparición de su hija y su nieta. ¿Tal vez del sheriff Taylor? -indagó, pensando en quienes más podrían haberse dejado caer por aquella casa últimamente. Al fin y al cabo, ya sabía que Taylor había visitado más de una vez a los O'Hara y a los Tillman.

Bennet recordaba que no tenían demasiados datos sobre las circunstancias en las que habían desaparecido Ellie y Nora Smith, si bien en el caso de los O'Hara y los Tillman sí que podían establecer un patrón más claro sobre lo que había acontecido.

-¿Recuerda cómo fue el día en que su hija y su nieta desaparecieron? -le preguntó, intentando averiguar más al respecto-. Cómo se dio cuenta de que ellas no estaban, si se sintió observada durante ese día, tal vez algo que le hiciera pensar que no estaba sola...

—¿Quiere que le cuente un secreto? —dijo de repente Eloise—. Nora no es en realidad mi hija sino mi nieta... —sonrió con algo de picardía—. Mi hija, la madre de Nora y la auténtica abuela de Ellenore era un mal bicho, una de esas personas que nos hace a los ateos cuestionarnos si de verdad no existe el Diablo o un dios realmente cruel.

Aquello le daba mucho más sentido a las edades de aquellas tres mujeres. Ellenore Smith tenía solamente 2 años cuando desapareció en marzo de 2003, su madre no había cumplido los treinta, pero Eloise era una mujer bastante mayor: si se descartaba el desgaste físico y psicológico que provoca una vida de precariedad económica, todavía era fácil calcular que ya había cumplido los ochenta. Entre Nora Smith y Eloise faltaba una generación.

—Por supuesto ella no era hija mía, sino la mujer de mi hijo menor, Duncan —por primera vez el policía pudo ver en rostro ajado de la anciana una expresión de odio—. Duncan era, y digo era porque tanto él como el demonio que metía todas las noches en su cama están muertos y enterrados... Duncan era el menor de mis tres hijos varones: Travis, Jared y él. Los dos mayores nunca dieron problemas: ellos me ayudaron a mantener la casa, los gastos y el negocio... —de pronto hizo una pausa, miró rápidamente al agente Bennet a los ojos para comprobar si sabía en que había consistido ese "negocio"—. Duncan se crío como el típico niño pequeño que ya se encuentra todo el camino allando, con dos hermanos que lo mimaban mucho y sin un padre que ejerciera autoridad sobre él. Cuando apenas había cumplido los 19 me trajo a su novia de 17 preñada a casa...

»Eso trastocó nuestra existencia hasta el punto de destruir a esta familia. Aquella ramera era católica y se negaba a deshacerse de la barriga, así que parió a mi Nora, a la que tuve que cuidar como si fuera mi propia hija porque ni ella ni Duncan renunciaron a su mala vida. La tuve que proteger de sus propios padres, ¿me entiende? Porque si yo no hubiera estado allí la habrían matado a golpes y el malnacido de mi hijo la habría violado... Por suerte a Duncan se lo llevó por delante esa enfermedad de los invertidos y los drogadictos y a Laura, su mujer... Solamente sé que desapareció cuando él todavía agonizaba aquí mismo, en su cama.

»¿Cómo de malos deben ser unos padres para que su muerte traiga la paz a sus hijos? Nora se convirtió en mi pequeña y aunque yo no supe guiarla por el mejor de los caminos, en esta casa nunca le faltó amor ni cobijo. Ella misma se quedó embarazada de un desconocido y tampoco quiso abortar; pero en esa ocasión yo no me opuse y celebré con alegría la llegada al mundo de Ellenore.

Los ojos de Eloise Smith estaban cubiertos de gruesas lágrimas, pero el ranger de Texas no sabía distinguir muy bien si eran de dolor o de rabia. La anciana se serenó un instante, abrió mucho los ojos y con voz asustada se dirigió al policía:

—¿Cree usted que esa alimaña se las llevó? Tal vez vino a secuestrar a su hija y a su nieta...

Las dos camareras cuchicheaban entre ellas decidiendo cuál iba a atender la mesa de los dos agentes, algo a lo que parecían no estar muy dispuestas. Sin embargo, el que terminó por acercarse hasta ellos fue uno de los tipos del grupo de cinco paletos que bebían en la otra mesa ocupada. Era un joven muy rubio, alto, espigado y con pinta de dedicarse a algún trabajo físico. Llevaba una camiseta moderadamente limpia con una bandera tejana y un caballo de rodeo estampados, unos jeans ajustados y botas de cowboy.

—Hola pelirroja, mi amigo Leo quiere conocerte —dijo a Moira señalando con el pulgar hacia atrás al tipo del bigote a lo Custer—. ¿Quieres venir a sentarte con nosotros y tomarte unas birras? ¿Le das permiso, papi? —preguntó con muchísima sorna a DeFuss.

Le gustó que reconociera su trabajo, al fin y al cabo había nombrado con cierto narcisismo que el expediente había sido obra suya para ese halago. Ahora sólo quedaba que el resto de hombres del departamento donde trabajaba también lo hicieran para poder sentir una victoria sobre su apellido.

Ojalá fuera tan fácil pero sí, la teoría es entrevistar.- Asintió con la cabeza mientras calculaba mentalmente cuántas familias quedaban todavía por hablar. Demasiadas en realidad, más de las que deberían, y algunas tan importantes que era inconcebibles haberlas dejado para tan tarde.- Mañana que estaremos en Uncertain podemos valorar el acercarnos a hablar con alguna de las familias.- Ladeó el rostro, concentrada, sin querer usar sus apuntes al pensar que estaba en una especie de examen.- Si mal no recuerdo en ese lugar vivía la familia Fuentes, Tillman, O’Hara…- Detuvo de contar al escuchar pasos a su lado, sabiendo que no pertenecía a ninguna camarera al ser pesados y arrastrados.

Suspiró mientras se giraba para fijarse en el hombre alto que se dirigía a ella, mirándole con leve cansancio de ser una tetas con piernas. Podía haberle dado una cortante respuesta pero reconocía que al menos fue la invitación más “educada” de todas que le habían ofrecido desde que llegó, ganándose así el perdón de su furia. Sin embargo, y para sorpresa de ella, una alocada idea surcó su mente.

Miró al rubio que tenía delante, a las camareras que parecían estar discutiendo por atenderles a pesar de que sólo iban a cenar algo y hacer un par de preguntas sobre Yolanda, al hombre llamado “Leo”, a DeFuss, de nuevo a las camareras y de regreso al rubio con una animada sonrisa.

Claro.- Se deslizó por el asiento para incorporarse, cogiendo de camino su bolso.- Vamos “papi”, será divertido.- Imitó el mismo apelativo que usó el rubio mientras indicaba a DeFuss que se levantara, guiñándole un ojo de complicidad para incluirle en el plan.

En el fondo Moira estaba deseando un poco de acción.

Bennet no pudo evitar sentirse sorprendido por la gran revelación de Eloise Smith. Ella no era la abuela de Ellenore, sino que se trataba de su bisabuela, dado que había tenido un hijo llamado Duncan, quien era el padre de Nora Smith. A juzgar por lo que había dicho la anciana, su hijo había muerto, pero sin embargo la esposa de este se había marchado cuando Duncan aún estaba vivo, agonizando a causa del sida.

Puede que solo se tratase de unos hechos relacionados únicamente con los Smith, pero Bennet tenía que tener en cuenta todas las posibles variables. ¿Y si Laura Smith estaba involucrada de alguna forma en los secuestros? A esas alturas no podía llegar a descartarlo. Existía la posibilidad de que Laura hubiese sido ayudada por el reverendo Rumsfeld en uno de aquellos centros de rehabilitación y que a partir de ahí hubiese empezado un nuevo tipo de fe para la católica. Fe en un culto.

-A estas alturas, no podemos descartar nada -se sinceró Bennet con la anciana, considerando que lo que decía la mujer podía ser una posibilidad-. Esa tal Laura podría haber cambiado de nombre, e incluso haberse cambiado de apellido si se casó de nuevo... ¿Puede darme una descripción de ella? ¿Qué edad tendría más o menos en estos años?

El tipo rubio se quedó un momento callado, con la sonrisa congelada en la boca. Estaba claro que, de todas las posibles, quizás aquella era la única que no esperaba. Se giró hacia la mesa de sus colegas que habían escuchado todo. Leo empezó a reírse y les hizo señas para que se acercaran. Sin embargo, las dos chicas y el otro hombre no parecían compartir el mismo entusiasmo que el bigotudo ante la idea de que el agente DeFuss se uniera a ellos.

Tras la barra, las dos camareras se miraban boquiabiertas, expectantes. La noche parecía ponerse interesante.

—Claro, ¿por qué no? —aceptó el rubio—. Que venga también, "papi" —en ese momento, por primera vez, el tipo se percató del logo de la chaqueta del agente DeFuss.

—¿Laura? Pues... si tuvo a Nora con 17, ahora debería tener más de cuarenta. Era una mujer vulgar, flacucha, con el pelo de una rata de albañal y los ojos oscuros. Me va a perdonar que no guardara ninguna foto de semejante tipeja. Tenía antecedentes, seguro que el sheriff guarda su ficha. Pero el caso es que... —la anciana dudó, sus labios se encogieron y su mirada se dirigió a sus manos—. No ha podido ser ella... Alguien me dijo que había muerto, seguramente de la misma enfermedad que mi hijo. Y yo no creo en fantasmas —negó con la cabeza—. No, lo siento, olvídelo.

Scott detectó algo sospechoso en aquella detracción de su propia teoría. Eloise Smith parecía más lúcida que nunca, con los ojos más abiertos y las manos inquietas. Recordar los hechos traumáticos del pasado la habían sacado de su senil letargo pero también había despertado algo más.

 Parecía que lograr ser atendidos en aquel local iba a ser la tarea más difícil a la que DeFuss se tuvo que enfrentar desde que llegó a Texas. Nunca una cena se hizo rogar tanto. Pero aquella tediosa espera fue cortada de raíz por su compañera; quien ante la repentina y bravucona invitación de aquel paleto, tuvo la inusual idea de asociarse con aquel grupo de extraños. El detective, que se mantenía cruzado de brazos viendo la situación y no cayendo ante las provocaciones del tipo rubio, abrió los ojos como platos cuando Moira le dijo "papi".

_{- Oh no... no acabas de hacer eso, Greenwrim...}

 La chica de los expedientes impolutos y de las preguntas de exámenes ahora tomaba un papel alocado. DeFuss se incorporó y le siguió por detrás, intentando recuperar el semblante serio y parco que le caraterizaba. Aunque agregándole una expresión más tranquila. Después de todo, era un "papi". También atinó a sacarse la chaqueta y llevarla en el brazo, dándose cuenta de que el escudo del FBI podía ser un cortador de conversaciones.

 Y aquel último gesto fue suficiente para crear una escena bizarra. Porque sin su chaqueta puesta, la flaqueza marcada de Jordan DeFuss quedaba expuesta. Detrás de la joven, bonita y esbelta ranger peligrosa, se movía aquel veterano negro ridiculamente flaco y alto. Los extraños no sabían que unía a aquellas dos personas, pero podían suponer que realmente Jordan era o un sujeto muy encantador... o un "papi". Finalmente llegaron a la mesa, donde Jordan les dedicó un saludo general a todos, fijando su vista luego en Leo.

- Buenas noches... a todos.

No sabía cuál reacción le causaba más gracia, si la del chico rubio que había tenido la valentía de acercarse a ellos o la de DeFuss, patidifuso tanto por el apelativo que había imitado o por la bochornosa situación. Por suerte parecía que el tal “Leo” parecía encantado, incluso había soltado una carcajada animado.

_{Relájate DeFuss.}- Se colocó al lado de su compañero mientras esperaba a que terminara de incorporándose, no pudiendo contener una sonrisa divertida por la frase que le dedicaba. Sabía que Moira estaba provocando en parte aquella situación y, aunque quisiera pensar que estaba controlada, no podía arriesgarse a perder los papeles.- _{Eso sí, no dejes que beba más de una copa.}- Era una petición tras darle una palmada en el hombro, como si de un favor de “hombre a hombre” se tratase, mientras seguía al rubio hacia la mesa.

Buenas noches y gracias por la invitación.- Dedicó la última frase en especial a Leo, buscando una silla libre para sentarse y cruzar las piernas, acomodándose. Esperaba que ahora, al menos, alguien le atendiera.- Moira. Jordan.- Presentó de forma escueta a ambos, señalando a DeFuss en cuanto mencionó su nombre.

Me suenan vuestras caras.- Miró a uno y otro, deteniéndose unos segundos para observar sus rostros.- ¿Puede ser que nos hayamos visto en la batida de hoy?

Bennet escuchó la descripción que Eloise le daba sobre aquella tal Laura. Por edad y descripción no le encajaba con ninguna mujer con la que hubieran tratado desde que habían iniciado la investigación. Y tampoco era posible que se tratase de la señora Manson, dado que Laura tenía los ojos oscuros y en cambio la descripción que tenía sobre la señora Manson indicaba que los tenía azules.

-¿Quién le dijo que esa mujer había muerto? -le preguntó el ranger, con intriga-. Puede que le mintieran para que se olvidara de ella, señora Smith. Yo no creo en fantasmas, pero quienquiera que secuestrase a esos niños supo espiar a los padres y el hogar familiar, casi como si fuera uno...

Bennet observó con detenimiento a la señora Smith, notando que a medida que se había producido la conversación se la veía más inquieta y activa. Puede que supiera algo, por lo que el ranger decidió intentar fijarse bien en lo que le transmitían sus gestos y actitud.

Scott empezó a notar cierta disonancia en aquella entrevista. Eloise Smith no era capaz de proporcionar muchos detalles acerca de la desaparición de su nieta y de su bisnieta. La memoria le fallaba a causa de la edad y de alguna enfermedad neurodegenerativa. Tampoco había sabido dar muchos detalles al sheriff Taylor un año antes; prácticamente su declaración se limitaba a decir que, al regresar a casa por la tarde, notó la ausencia de Nora y de la pequeña Ellenore, y del vehículo que su nieta conducía regularmente. Entonces, ¿dónde había estado la señora Smith antes de regresar a su casa? Vivía en una zona aislada y era una mujer casi impedida. Alguien debía haberla traído de vuelta.

Comenzó a fijarse en más detalles de la casa y se detuvo en una de las pocas fotografías que colgaban de las paredes y que no eran de Nora y de Ellenore. Era vieja y retrataba a un joven vestido y peinado a la moda de los 80. Sin duda se trataba de uno de los hijos de la señora Smith. Por la edad no podía ser Duncan, de modo que quedaban Travis y Jared. Solamente la foto de uno de los dos hijos mayores.

La Pepsi abierta, la mencionada botella de bourbon, aquella fotografía y el hecho de que la anciana no estuviera desnutrida ni especialmente descuidada, llevaron al agente a concluir que Travis o Jared visitaban a su madre con cierta frecuencia y que el día de autos fue uno de ellos el que la condujo de vuelta a casa.

Sin embargo ninguno figuraba como testigo en la declaración. ¿Por qué? Porque su hijo no quería figurar en ella e incluso puede que se marchara antes de que llegara la policía. El negocio familiar no era como para presumir ni tener mucho que ver con las autoridades.

Parecía que Nora y Ellenore estaban condenadas desde el mismo momento de su nacimiento. Rodeadas de odio, de dolor y de marginación. Su muerte, porque Scott no dudaba ni por un momento de que ambas estaban muertas, había supuesto una liberación de esa vida de sufrimiento, del círculo vicioso del pecado sin redención posible.

Y sus asesinos, los mismos que habían acabado con la vida del resto de menores, eran los encargados de la tarea. No se trataba por tanto de secuestrar a niños marginados sin más, sino de algo más retorcido como librarlos del pecado y, en algunos casos, incluso de redimir a sus padres. En este nuevo esquema era donde encajaba el caso de Benjamin McKnight.

Aquella teoría parecía muy sólida en la mente del sargento Bennet pero, desde luego, iba a necesitar mejores pruebas que su macabro relato de redención bíblica.

—Creo que fue Travis el que me lo dijo —interrumpió Eloise los pensamientos de Scott mordiéndose levemente el labio inferior—. Quizás alguien se decidió a hacer justicia…

Entonces se trata de Travis, pensó el agente Bennet. Él es el buen hijo que cuida de su anciana madre y el que la libró de su insidiosa nuera. Estaba seguro de que si lo sentaba en una sala de interrogatorios le sacaría cómo había terminado con la vida de Laura y dónde la tenía enterrada; pero también estaba convencido de que aquella venganza no guardaba ninguna relación con las muertes de Nora y Ellenore Smith y que privar a la anciana de su último apoyo también sería condenarla a morir sola en aquella casa-tráiler.

— No, preciosa, no nos has visto en la batida ni nos verás —respondió Leo señalando una silla vacía a su lado para que se sentara Moira. Mientras tanto, el rubio le señalaba a sus amigos la insignia del FBI de Jordan DeFuss tratando de disimular el gesto.

— ¡Guau!, así que papi es un agente federal —bromeó Leo cuando se fijó en también—. ¿Es tu guardaespaldas, encanto? Reconozco que no les gusto a algunas mujeres, pero hasta ahora ninguna me ha denunciado a la policía.

El rubio y su amigo le rieron la broma. Las dos chicas, en cambio, estudiaban a Moira Greenwrim con cara de pocos amigos. Una de las camareras por fin decidió acercarse a la mesa.

A pesar de que había escogido una silla un tanto apartada para sentarse, ver que señalaba la que estaba justamente a su lado le hizo dudar. Ella había accedido a esa extraña “cita” sabiendo a lo que se enfrentaba y, quisiera o no, debía de ceder un poco para intentar sacar algo de ellos.

Dedicó una breve y concisa mirada a DeFuss antes de incorporarse, cediéndole el asiento que había tomado para aceptar el que estaba próximo a Leo. Y aunque fuera un movimiento tan simple como cambiarse de lugar, no podía evitar pensar que estaba caminando de nuevo sobre el fango como cuando estaba en el Bayou. Lo único bueno de todo aquello era el odio que le destilaban las dos chicas, enorgulleciendo un poco su ego femenino.

Con lo que hay ahí afuera es mejor tener un poco de protección. Ya sabéis, todo el lío de las desapariciones, la policía… Seguro que algo habréis escuchado.- Alzó el rostro cuando se acercó la camarera, teniendo por fin la oportunidad de pedir algo.- Una cerveza.- Miró de soslayo el vaso de Leo antes de girarse de nuevo hacia la camarera.- Y otra para él.- Lo que parecía un acto de amabilidad en realidad era un intento de emborracharle, creyendo que así podría sacar más de él.

Mientras dejaba de DeFuss pidiera lo suyo, no podía evitar fijarse en las miradas que le dedicaban las dos mujeres de la mesa. Lo único bueno de todo aquello era el odio que le destilaban ambas, enorgulleciendo un poco su ego femenino.

¿No sois de aquí?

 Lo que hubiera convenido mantener guardado fue revelado casi al instante: Jordan era un agente federal, y los paletos no perdieron tiempo en decírselo a Leo. Creaba un ambiente mucho más pesado, efectivamente. Sería difícil que aquellos pueblerinos soltaran la lengua frente a un cerdo del FBI. Moira, sin embargo, combatía contra aquella situación. A pesar de que tenían las cartas en contra, la ranger estaba dispuesta a darlo todo por un poco de información. O lo que sea que esperaba sacar de todo eso.

 DeFuss se sentó en el lugar que Moira dejó libre al buscar estar más cerca de Leo y pidió su orden a la camarera una vez que su compañera terminó. Una cosa positiva de que los paletos ya supieran que era un federal era que podía actuar como uno. No se iba a pedir una cerveza barata y rancia para simpatizar con aquella banda.

- Un café negro y una hamburguesa...

 Jordan aprovechó para mirar a las otras mujeres en la mesa. Estaban verdes de la envidia. Y era obvio que Greenwrim disfrutaba de eso. Quizá les haría bien enfocarse en otra cosa. Como por ejemplo... él. Con su voz tranquila y grave, el veterano detective intentó entablar conversación con las chicas, esperando que por lo menos una de ellas no le miraba con rotundo asco.

- ¿Noche tranquila?

-Sheriff.- Fue el saludo de la agente a aquel hombre que había sido su primer contacto con el caso, y que ahora podía ser una clave para desenmarañar tan entramado asunto. -¿Le importa si tomo asiento?- Aunque sonaba a que estaba pidiendo permiso, lo cierto fue que la mujer se había sentado para cuando había terminado la frase. Miró a Taylor, casi de forma evaluativa. En un inicio, la figura de autoridad de Jefferson le había parecido un hombre de buen corazón pero con carácter débil, involucrado de más en aquel caso hasta el punto de conocer muy de cerca a los involucrados. Ahora, sin embargo, se preguntaba cuanto de aquello era una fachada y cuanto era cierto. ¿Debía confiar en la desconfiada intuición de Bennet, o guiarse por la suya propia?

-De momento ha sido la agente Greenwrim quién más ha tenido que lidiar con Smith, pero es claro que en aquella comunidad no hay mucho cariño hacia mi persona.- Aún le escamaba lo ocurrido la noche anterior. De inmediato se inclinó hacia el hombre, mirándolo con atención. -De hecho, estoy interesada en que me pudiera informar un poco acerca de algunos de los habitantes de este condado. Me pareció curioso saber que tanto Tim Mortimer como el reverendo Rumsfeld estaban encabezando los grupos de voluntarios en la búsqueda del hijo de McKnight. ¿Cuanto tiempo tiene el parroco en esta comubidad? ¿Y Mortimer, es de aquí? ¿Asiste usted a las misas del reverendo Rumsfeld?-

—Claro que somos de aquí, pelirroja —contestó Leo con una sonrisa burlona—. ¿Quién que no fuera de aquí querría venir a este estercolero?, ¿verdad, Mandy? —se dirigió a la camarera que tomaba nota de los pedidos. La mujer, otra de esas bellezas rubias sureñas, devolvió la sonrisa, quizás con más encanto del que era necesario—. Trae también bourbon, Mandy. Vamos a celebrar que hemos encontrado amigos nuevos —dedicó a DeFuss una mirada que no tenía nada de amigable.

—¿Me hablas a mí? —preguntó una de las dos chicas al agente del FBI. Parecía más sorprendida que contrariada. Rondaba los veintipocos y alucinaba con que un "viejo" desconocido le dirigiera la palabra y que encima fuese negro. El rubio, que debía ser su novio, bajó despacio el botellín que estaba apurando.

—Todo lo tranquila que se puede esperar, dadas las circunstancias —contestó. A su lado, el otro tipo, un treintañero con el pelo rapado como un marine, se balanceaba en su silla, mirando alternativamente a la ranger y al federal sin ocultar su fastidio. La última mujer, también una joven que no llegaba a los treinta, morena y con el pelo corto, se sentaba incómoda, intuyendo lo que iba a pasar.

—Claro siéntes... —se interrumpió al ver que la agente Lewis ya había tomado asiento y puso su ya conocida sonrisa bobalicona—. Son muchas preguntas de golpe, ¿no cree? ¿El reverendo y Tim Mortimer colaborando en la búsqueda? Vaya, eso sí que es interesante. Mortimer es de Uncertain, es el propietario del mayor y más próspero complejo de bungalow de la zona del lago, así que quizás esté colaborando porque todo este revuelo le viene fatal a su negocio. No sé, no creo que lo haga por los padres. De hecho, no le tiene mucho aprecio a los Tillman, por ejemplo.

» Rumsfeld es un tipo muy popular en los dos condados. Es natural de Jefferson y se convirtió en pastor a una edad bastante madura, tras un divorcio que no le sentó nada bien. Se arrastró por unos cuantos bares y antros peores de Marion y de Harrison. Yo mismo le detuve una vez por conducir borracho y le hice dormir la mona aquí en mi comisaría.

» Después, como tantos otros, dijo haber sido reclamado por Cristo para servirle como pastor; pero Rumsfeld, a diferencia de muchos, comenzó a ejercer su ministerio de manera fervorosa y entusiasta. Y no lo tenía fácil, créame, porque aquí la competencia entre iglesias es feroz y lograr levantar tu propio templo y crear tu rebaño no son tareas sencillas —el sheriff Taylor se movía por la sala, ordenando algunos papeles, echando un vistazo al tablón de turnos del día siguiente y preparando un café para ambos—. Pero Rumsfeld es terco como una mula y no cejó en su empeño. El resto lo consiguieron sus buenos modales, su integridad como persona, su honestidad, su solidaridad y su tesón. Diez años atrás pudo reunir el dinero y la ayuda suficiente para construir su propia iglesia en Smithland, de donde procede la mayor parte de su grey.

» En todo ello creo que también influyó la suerte, pues he oído que recibió el encargo de gestionar el testamento de otro pastor baptista de la zona que había fallecido —finalmente se sentó frente a la agente federal con su taza humeante en la mano. Se introdujo con disimulo unas píldoras en la boca y las hizo pasar con el café aún caliente, como si no le tuviera mucho aprecio a su esófago—. Reconozco que me he sentido tentado de acudir a su iglesia algún domingo; pero mi esposa es muy fanática de nuestro reverendo y no le cae bien Rumsfeld, no me pregunte por qué.

La incomodidad se palpaba en el ambiente y ya no sabía si era la propia mesa donde se habían sentado o todo el restaurante, que parecía haberse alineado. En cualquier caso empezaba a darse cuenta que las parcas palabras de aquellos hombres no se relajarían hasta beber alcohol. Mucho alcohol. No más de dos copas si no quieres terminar en el baño​​​​​​. Miró de reojo a su compañero de tez oscura, realmente esperando la detuviera si llegaba el caso.

Si sois de aquí, tal vez queráis ayudarme.- Y aunque era una pregunta generalizada, miró especialmente a Leo al parecer ser el único que cooperaba, o a su manera al menos.- Últimamente parece estar rondando por los alrededores un 4x4, un Mercedes negro. Lo he visto un par de veces y tal vez os haya pasado lo mismo. ¿Os suena? - Mintió, al menos en parte, buscando alguna reacción por parte de alguno de los presentes. 

Sin embargo Moira se percató, o más bien era difícil no hacerlo, de la molestia que transmitía uno de ellos. Pensó que si aquello crecía esa molestia acabara convirtiéndose en violencia gratuita, por lo que optó en asegurar su tranquila posición en el grupo. 

Creo que a tus amigos no les caemos bien.- Sonrió, aunque había más desafío que inocencia en sus labios, antes de dedicarle una mirada al rapado.- ¿Quieres que nos vayamos?