Partida Rol por web

Holloc no podía entender cómo aquel ser seguía vivo. Él con la mitad de heridas ya habría pasado al otro barrio. Sin embargo, no podía rendirse ahora.

Bordeó la zona teóricamente resbaladiza, pues nadie había resvalado en ella hasta el momento y armado de nuevo con sus dos estoques tras haberse agachado a recogerlo, avanzó hasta situarse junto a Richard.

- ¡No le des tregua! - Exclamó. - ¡Sus días deben acabar aquí y ahora!

Mequetrefe acompañó cada uno de los golpes que recibía la siniestra doctora con un gritito de alegría.

¡Muy bien! ¡Vaya hostia! ¡Así se hace, sí señor! -eran algunas de las palabras que soltaba el gnomo por su incansable e impaciente boca.

Viendo que su punteria parecía haber mejorado, volvió a intentar impactar a la doctora con uno de sus virotes. Sin embargo, esta vez su disparo no fue acertado.

Aura captó el consejo de Theo. Era bueno. Así que la sierva de Irori bordeó la grasa para volver a colocarse una vez más junto al espadachín para golpear una vez más a la enfermera.

—¡Holloc! ¡Si vuelve a dar un paso atrás, no te muevas y espérate a que actúe!

Rodear la grasa parecía un buen consejo, y para eso se preparó. Enarbolando la lanza, preparando un frente unificado para combatir al enemigo, manteniéndolo a raya o al menos para dar la suficiente sensación de entereza para que no lo intentase, buscó poder hostigar bastante a la mujer para que Richard pudiese aprovechar el momento, avanzando poco a poco.

Mientras lo hacía, entonó un pequeño, casi mudo cántico en sus labios, que hizo que el Príncipe empezase a moverse, deslizándose por el suelo hasta erguirse sobre su masa tentacular, lanzando estas extremidades contra la "Enfermera Doppel" para trabar con ella; si los tentáculos hicieron mella en ella o no fue difícil verlo, dado que fueron un medio sobre todo para poder desplazar su cuerpo hasta ella, hundiendo los dientes y desgarrando carne.

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Gargajeó, los jirones aún cayendo al suelo entre aquella serie de dientes como agujas, arrastrando a la mujer con movimientos ansiosos, tratando de no soltar la presa y arrastrarla hasta sus innmediaciones.

—¡Vamos, venid! —ruge la cambia formas mientras sostiene amenazante su cuchillo.

Entonces todo sucede muy rápido. Un virote sale despedido de la ballesta de Mequetrefe para acaba clavado en una de las tuberías del techo. Aura rodea la superficie resbaladiza con cuidado, bordeando la sala y abriéndose paso por encima de la mesa mientras el arqueólogo trata. El guerrero la sigue sin pensárselo ni un segundo y ambos acaban frente a la cambia-formas, quien se vuelve hacia ellos y sisea tratando de provocarles.

Quizás ese fuese su error. Porque tan pronto se vuelve para hacer frente a la pareja, una masa de tentáculos se cierne sobre ella. Se inclina ligeramente, evitando el primer ataque de la extraña criatura del semielfo… pero una dentellada le hace una fea herida en la pierna.

Justo entonces, aprovechando la abertura en la guardia de la doctora, Aura descarga su mangual contra ella, hundiéndole el cabezal en el pecho.

Se escucha un crujido y… la cambia formas caer al suelo, entre convulsiones y una muda expresión de dolor.

Ahora sí, aquella cosa yace inconsciente a los pies del guerrero, quien no ha tenido ocasión de lanzar su último ataque contra ella. 

Parece que el grupo ha sobrevivido a la batalla, pero… ¿están acaso más cerca de la salida? Un rápido vistazo a la habitación, ahora que la amenaza ha pasado, revela que en efecto, no parece que esta sala conduzca a ninguna parte.

Al ver como la doctora caía al suelo, Holloc se lanzó tras ella y agarró su propia daga tratando de seccionar si yugular, si es que tenía esa vena... No quería sorpresas.

Una vez hecho aquello de recostó contra la pared. Estaba exausto. Había visto la muerte muy de cerca aquella vez y en esa ocasión no fue durante un sueño. De no haber sido por Constanza y Aura, nunca habría salido con vida del hospital maldito en el que de encontraba. Aunque acabar con aquella criatura, tampoco garantizaba nada.

- Bueno... Ya está... - Dijo Holloc casi sin aliento. - ¿Y ahora qué?

Mientras esperaba una respuesta, volvió a situarse sobre el cadáver de la doctora y comenzó a registrar sus pertenencias. Podía ser que llevars algo de utilidad o unas llaves con las que abrir puertas cerradas que les condujeran a la libertad.

- Ahora que tenemos el cadáver de esta demente... ¿Se lo llevamos al capitán? - Preguntó.

Al fin ese engendro había caído a lo que Richard dijo a Holloc -después de tantos dimes y diretes no es mala idea. Pero deja antes que revisemos si no hay alguna salida oculta. Ese ser tuvo que venir de algún sitio y... no bajemos la guardia, podría haber muchos mas como ella.

Deshizo con un gesto la grasa, no le quedaba mucho tiempo pero era mejor eso que ver como Holloc o alguno de sus compañeros podía resbalar y abrirse la cabeza después del combate. Después fue a recuperar su arco, que no guardó por si alguna sorpresa mas aparecía de la nada.

Sólo entonces y sintiéndose más seguro con sus armas decidió ir a investigar al fondo de la sala por si había algo que se les hubiese pasado por alto a simple vista. Ésta vez no quería dejar nada por alto, así que la investigación fue exhaustiva. Estaba seguro que se les estaba pasando algo por alto y odiaba el desconocimiento.

La caída de la macabra doctora vino seguida de un grito de júbilo por parte de Mequetrefe. El pequeño hechicero salió disparado en dirección a Holloc, que estaba registrando a la criatura, y abrazó su pierna con fuerza. Sonreía de oreja a oreja, feliz a todas luces

- No sólo hemos acabado con esta horrible doctora siniestra, sino que además estamos todos sanos y salvos. Estoy muy pero que muy requetecontento, sí señor -el gnomo soltó entonces la pierna de su compañero y siguió hablando- Pues en eso mismo pensé nada más verla caer, mi querido amigo Holloc. Podríamos llevarnos su cuerpo y entregárselo al Capitán Bigotitos, vaya bigote más bonito y bien cuidado tiene ese hombre, todo sea dicho.

Bueno, a lo que íbamos, que podríamos entregarle el cuerpo y así nos granjeariamos su confianza y podríamos pasar la barricada y quien sabe, quizás, incluso, huir de este horrible lugar. Luego podríamos montar una Troupe itinerante y recorrer el mundo de espectáculo en espectáculo, sí señor. ¿A qué es una idea genial?

El pequeño gnomo seguía teniendo problemas para centrarse en una sola cosa.

Bueno pero antes de montar nuestra Troupe itinerante e ir a recorrer el mundo, teniendo maravillosas aventuras por el camino, deberíamos encontrar una salida de aquí... ¡Céntrae Mequetrefe! Está bien, me pondré a buscarla inmediatamente.

Comenzó entonces a analizar la sala con detenimiento, mientras canturreaba alegremente. Todas las penurias vividas en las últimas horas parecían haber desaparecido de su memoria.

Aura se sintió satisfecha cuando la macabra enfermera se quedó muerta en el suelo. Poco le importaba haber sido ella quien le propinara el mortal golpe, lo que valía era que se había hecho justicia y la horrenda mujer había sufrido su merecido castigo.

—Buen trabajo compañeros—dijo felicitándolos—. ¿Alguien necesita curación?

La sierva de Irori se detuvo un instante mirando a Constanza. Lo único que había lanzado era un par de conjuros de curación antes de no poder seguir asistiendo a sus compañeros. Eso sólo tenía una explicación y saberla hizo que se ratificase en su desconfianza hacia la anciana. A diferencia de ella, la sierva de la Pharasma manejaba la energía negativa.

Aura frunció el ceño disgustada. No es que ella fuera la bondad personificada, pues la clériga tenía una opinión muy escéptica hacia los valores morales, pero elegir dañar en lugar de curar… no era así cómo se construía un lugar armónico y ordenado. Sentía que alguna vez había discutido con algún hermano al respecto, pero no conseguía ubicar ese capítulo en su mente.

—En fin, si no tenemos otro camino no nos quedará más remedio que reunirnos con ese capitán.

Sólo espero que nadie se olvide de la clase de persona que es ese hombre.

Sacudió la cabeza, después de tantearse por varios sitios y no encontrar sangre. No sangre nueva, al menos, ninguna que no viniera de los intentos de huir y excavar, arañazos sin importancia. La criatura el regalo tampoco necesitaba ser curada, demás que si tuviera necesidad en ello sólo tendría que trazar los símbolos y devolverla a donde había venido. Pero... se encontraba más tranquilo con ella alrededor. A diferencia de, admitidamente con sentido, todo el mundo.

"Bueno, a lo que íbamos, que podríamos entregarle el cuerpo y así nos granjeariamos su confianza y podríamos pasar la barricada y quien sabe, quizás, incluso, huir de este horrible lugar"

-¿Con la bien que nos recibió la última vez? -preguntó, dudoso, pero también enfadado por aquel abandono- Seguro que dirá que la encontramos tirada por ahí ya muerta o cualquier otra tontería que le pueda sonar mínimamente creíble a él y a quien esté haciéndole de auditorio.

Aportó, ácido. El capitán, bigotes o no, no parecía santo de su devoción.

-Quizá si le mostramos los cuerpos de todos los cambiaformas y los monstruos que nos hemos encontrado no le quede más remedio que aceptar la verdad. Merecería la pena probarlo... preferiría dormir en una habitación que no tuviéramos que barricar, esta noche.

- Hagamos eso entonces... - Dijo Holloc.

Tampoco estaba muy convencido de querer ir a ver a don Bigote de nuevo, pero no tenían mucha más opción. Además tenía hambre y pocas eran las provisiones con las que contaban. Necesitaban descansar y recuperarse de los combates y lo que era más importante, necesitaban saber como salir de ahí. Era posible que el capitán lo supiera pero que estuviera tan asustado que no desease probar de salir al exterior. No podía olvidar que aquella extraña niebla amarillenta era del todo perturbadora. 

- ¿Alguien me ayuda a arrastrar a la doctora? - Preguntó.

Justo entonces recordó una regla básica en la guerra: "cuando escasean tus provisiones y material, sírvete de los muertos, ellos ya no lo van a necesitar". ¿Quién le había dicho aquello? Recordaba vagamente un rostro. Un hombre con arrugas en la cara y el pelo blanco. Portaba un bigote parecido al del capitán y lucía un uniforme militar. ¿Un antiguo superior? Lo cierto es que no lo sabía, como tampoco sabía si había servido en alguna guerra, aunque algo le decía que sí, pero por muy poco tiempo.

- Mientras registráis la sala yo registraré a la doctora... - Dijo el humano. - Igual tiene algo que nos pueda ser de utilidad.

El grupo se detiene a recuperar el aliento durante un momento y sopesar su siguiente movimiento. Richard y Mequetrefe enseguida comienzan a inspeccionar la sala. No parece que haya ninguna salida además la puerta por la que entraron. Las paredes parecen asimismo sólidas y estables, y no hay sonido sospecho que alerte a la pareja de la presencia de alguna puerta oculta.

Por su parte, tras rebuscar entre las ropas de la doctora Holloc encuentra una pequeña llave, parecida a las que se utilizan para abrir candados o grilletes. Además de eso y de la daga ensangrentada que el cadáver todavía empuña, la doctora no parece tener nada más de valor.   

Mientras tanto, el resto del equipo comienza a inspeccionar la sala con más detalle, en busca de algún objeto útil o de valor. Junto a una de las mesas al lado del cadáver del ghoul encadenado, el grupo encuentra un juego de herramientas médicas, compuesto principalmente de escalpelos, agujas y espátulas, y un pequeño espejo de mano. Asimismo, en la entrada, a los pies de la mesa “de los cadáveres”, se encuentra una pequeña mochila de cuero.

La sacerdotisa de Pharasma continúa apoyada junto a una de las pilas de agua, tratando de recuperar el aliento tras la batalla con la cambia formas.  

—No sé vosotros, pero yo necesito descansar un par de horas después de esto. Y si puede ser lejos de esa cosa, mejor —la anciana mira con recelo al cuerpo de la doctora—. Por cierto, ¿alguien sabe qué ha sido del tarado de pocas palabras?

Mequetrefe había ido reuniendo todos los objetos que encotraban y los había amontonado encima de una mesa. Una vez habían terminado de registrar la habitación, el menudo hechicero comenzó a entonar unas palabras arcanas.

Era cierto. Lo que decía Constanza era cierto. ¿Dónde se había metido el tarado de pocas palabras? Podía ser que al ver el combate se hubiera marchado por su cuenta. Podía ser que se hubiera asustado. Fuera como fuera, a ojos de Holloc, poca importancia tenía. No parecía que su desaparición fuera a causarles problemas. En el estado en el que aquel hombre se encontraba era del todo inofensivo, aunque... ¿Y si les había estado mintiendo hasta ese momento? Holloc no lo creía. Nadie era tan bueno interpretando un papel de perturbado. Ese hombre estaba realmente demente.

- Creo que no hay mejor sitio para descansar que detrás de la barricada del capitán bigotes. - Dijo al final el guerrero. - Tampoco está tan lejos y ya hemos limpiado los pasillos que hemos ido dejando atrás. - Se mesó la barba mientras pensaba en la mejor opción. - Vamos hasta allí. No hay tanta distancia y ahora que hemos matado a la doctora, ese hombre nos dejará pasar. ¿Bien? - Les preguntó a todos.

...

"Tiene razón, ¿dónde está?"

Theo se secó el sudor (y la mugre y sangre) de la frente, mientras trataba de buscar al hombre. No le gustaba lo de que lo llamasen "tarado", le hacía pensar en qué le llamarían a él cuando se diese la vuelta, que había despertado después de todo en las mazmorras de un manicomio, y mientras que Richard (y quizá Holloc) parecía que habían podido estar trabajando para otros cuando los encerraron allí... no estaba tan seguro de que fuera su caso.

-Tiene razón... deberíamos ver si está por la zona y está bien. Si alguien me acompaña en un momento, lo comprobamos. Pero antes -se recolocó las gafas- dejadme que compruebe un momento todo esto... narokath pargon redgormor cabadath pargon...

Murmuró, acercándose a los objetos arrastrando el dedo índice y corazón unidos por delante suya, dejando una estela de brillante polvo mientras lo decía, polvo que tomaba un matiz verdoso brillante antes de desaparecer.

Aura torció el gesto. No le gustaba, no. ¿Cómo podía gustarle que un hombre que evidentemente parecía fuera de sus cabales hubiera desaparecido? Frustrada suspiró y se apretó el puente de la nariz.

—Coincido con Holloc, este no es lugar para descansar y menos con ese hombre suelto. Hasta ahora se ha mostrado inofensivo pero todo puede cambiar.

¿Y si se convierte en un necrófago?

Ya había lanzado la peregrina idea a sus compañeros que la habían desechado, pero ella no terminaba de fiarse. Muchos necrófagos estaban encadenados como él lo había estado. ¿Por qué?

Déjate de porqués y preocúpate por salir de aquí.

—Si lo encontramos por el camino que venga con nosotros, pero tampoco podemos dar vueltas como una bailarina. No estamos en disposición de tener otro enfrentamiento más.

Theo, Mequetrefe y Richard echan un vistazo a los objetos de la mochila, en busca de cualquier rastro de magia. El hechicero, con su ojo experto, enseguida detecta que tanta la perla como la caja de madera que contiene la mochila conservan trazas de magia. Theo y Richard no tardan en darse cuenta también. 

Los tres consiguen identificar los objetos rápidamente: la perla se trata de una perla de poder, un artefacto capaz de aumentar el poder mágico de sus usuario. La pequeña caja de madera, sin embargo, es otra historia bien distinta... Tallada con cuidado, y grabada en bajo-relieve con motivos religiosos, contiene en su interior un pequeño pergamino con una inscripción en algún idioma que ninguno de los tres conoce. Mequetrefe no tiene mucha idea de qué se trata, pero Theo y Richard la identifican como una filacteria de fidelidad.    

Resuelta esta cuestión... sólo queda continuar. ¿Pero hacia dónde? ¿La barricada? ¿Buscarán al prisionero con la espiral en la frente? 

Holloc enfundó sus estoques después de limpiarlos de sangre en la misma bata de la doctora doppel. Acto seguido la agarró de las piernas y empezó a tirar de ella arrastrándola hacia la puerta por dónde habían entrado a esa última estancia.

- Como ha dicho Aura... - Dijo el guerrero con la voz entrecortada, pues el esfutde arrastrar aquel cuerpo era grande. - ...si encontramos al demente bien, pero no seré yo quien pierda el tiempo en ir a buscarlo. Suficiente tenemos con buscar una salida. - Se detuvo frente al marco de la puerta. - ¿Alguien me ayuda a llevar ésto a la barricada? - Preguntó siendo "ésto", el cadáver de la doctora.

Cuando el grupo dijo que nadie quería arriesgarse, mantuvo los brazos cruzados agarrándose el codo izquierdo con una mano, manteniendo la cabeza gacha pero accediendo. No podía ir encontra de los demás y suponía que era peligroso... pero, ¿le hubiera gustado que pasase eso? ¿Que nadie siquiera hiciese un esfuerzo testimonial?

-...tres minutos -negoció- Dadme tres minutos para que compruebe los alrededores para ver si está ahí. Y si no está nos vamos.