Partida Rol por web

- Tened cuidado con éste... - Dijo señalando con la cabeza al recién liberado. - No parece muy equilibrado... - Inmediatamente hizo un gesto con su dedo índice señalando en círculos hacia su sien.

Resuelto el asunto del necrófago, al menos de momento y hasta que no pasara nada nuevo, lo lógico era, como bien decía Constanza, seguir avanzando. La puerta que tenían al lado era hasta donde Holloc sabía su única salida. La única vía que no estaba muerta. Al no haber otras opciones, sólo les quedaba atravesarla y cuanto antes lo hicieran mejor. Ya estaba harto de aquel sitio. De nuevo estoques en mano se aproximó a la puerta y posó su mano sobre el pomo. Se giró y miró a sus compañeros.

- ¿Listos? - Preguntó, pero listos o no, tendrían que enfrentarse a lo que hubiera del otro lado, pues sin esperar respuesta alguna, abrió la puerta.

Aura no estaba nada conforme con su decisión, ¿pero estaba conforme con algo? Nada absolutamente nada de lo que estaba pasando, pensando, diciendo o haciendo le gustaba. Aunque quizás y solo quizás esa era la prueba de que era lo correcto. ¿Quién podía saberlo?

—Cállese—le espetó a Constanza—. Se supone que éramos pacientes del sanatorio. Somos un grupo de locos, ¿qué mas dá otro más?

La sierva de Irori frunció el ceño. ¿Estaba acaso aceptando su propia locura? ¿Qué podía significar eso entonces? ¿Había perdido la razón sin remedio? Y entonces un pensamiento reconfortante se filtró en su cabeza.

Piensa un momento y déjate de tantas tonterías—se dijo entonces—. ¿Por qué Irori sigue contigo? ¿Por qué le sientes en cada oración? ¿En cada plegaria? Todo esto es demasiado complejo para ser una simple alucinación.

Y de pronto con fuerzas renovadas se dirigió al guerrero.

—Adelante Holloc—dijo con un tono más optimista y menos imperativo.

Le hubiera dicho algo a Constanza, pero... para qué, y no dejaba de tener razón. Se estaban convirtiendo poco a poco en una pequeña cabalgata de la gente que conseguían arrancar de otras cosas, y serían más si no hubieran conseguido dejar al afortunado Campre, y qué extraño era llamarle "afortunado" con lo que había sufrido, en la fortaleza.

"...uhhhh..."

-¿Está... está usted bien?

Le preguntó al hombre que acababan de soltar. Claramente estaba dañado, pero seguía siendo una persona como todos ellos: no era uno de los devoradores de carroña, ni era uno de los monstruos que se hacen pasar por persona... ni tampoco era uno de aquellos que les habían dejado tirados allí fuera, por los que no sentía ningún cariño. La criatura pareció reaccionar a estas ideas, acodando su cabeza en su hombro y dejando que los cilios rozasen su cabello en algunos momentos.

-No sé si éramos pacientes del sanatorio. ¿Todos nos conocemos, o nos resultamos familiares? ¿Nadie más nos produce esa sensación? No... no acaba de encajar, ¿no creen? -dijo, quién sabe si dejándose llevar de verdad por el raciocinio o tratando de justificarse- Pero tampoco parece que fuéramos ordenanzas, o guardias, alguien nos hubiera reconocido... no entiendo.. bien...

"Zandalus no es una deidad de Golarion. No una conocida al menos"

Sacudió la cabeza, confirmando. No creía que fuera una deidad, él tampoco. En especial porque alguien en un manicomio decía que era una persona que veía: en resumen, la clase de persona que uno puede imaginarse en un manicomio. Por lo demás, se colocó detrás de Holloc, aferrando la lanza con ambas manos.

-*listo*

El extraño abrazo del nuevo componente del variopinto grupo había dejado a Mequetrefe patidifuso. El menudo gnomo miraba al hombre con la boca abierta mientras una coletilla resonaba en su cabeza...

- Faltan palabras... ¿Qué querrá decir con eso? Lo ha repetido muchas veces.. y si ese Zandalus no era una deidad, como decía Aura, ¿Quién rayos era? En todo caso no deberíamos prestar mucha credibilidad a las palabras de ese hombre, es evidente que ha perdido el juicio, sí señor. Pero debería estar atento a él, como ha dicho mi amigo Holloc, no parece muy equilibrado.

Una vez el grupo hubo decidido continuar la marcha, Mequetrefe asintió con fuerza.

- Ya es hora de que salgamos de este horrible sitio, sí señor. Continuemos.

—Faltan palabras —es la única respuesta que Theo recibe del prisionero. El hombre parece más tranquilo, e incluso agradecido por los gestos que realiza, inclinando levemente la cabeza y esbozando una sonrisa bobalicona.

El grupo decide entonces reemprender la marcha. Quizás encuentren una salida al otro lado de la habitación. Holloc abre la puerta al sur de la sala, seguido de cerca por Theo, Mequetrefe y Aura. Constanza y Richard cierran la marcha. Todos se internan en una nueva habitación.

Se trata a todas luces de la sala de lavandería. Hay tres grandes pilastras de madera en el lado izquierdo de la sala, repletas hasta arriba de agua fría. Por el techo, un entramado de tuberías y conductos, muy similar al de la habitación anterior, desemboca en las pilastras, donde el personal se dedicaría a limpiar las sábanas y los uniformes de los pacientes.

Pero no es esto lo que capta la atención del grupo. Frente a las cubas de agua, se encuentran ubicadas dos grandes mesas con cuerpos humanos yaciendo sobre ellas. Estos pobres desgraciados han sido despojados de sus ropas y alguien se ha dedicado a destrozar sus restos.  Varios de ellos han sido abiertos en canal, como si les hubieran practicado alguna clase de sádica autopsia, y a algunos les faltan las extremidades.

En la mesa más alejada de la entrada, hay otro cadáver cubierto con una sábana manchada de sangre. Bajo la tela asoma una pierna extremadamente larga y de piel cetrina. ¿Quizás de un cambia formas? Es pronto para decirlo desde la posición en la que el grupo se encuentra.

Algo se mueve de repente al fondo de la sala. Encadenado a unas tuberías se encuentra otro ghoul, alimentándose con fruición de un brazo humano seccionado, ajeno completamente a la presencia de los recién llegados.

¿Qué demonios está pasando en este lugar?

- Tengo que hacerme con un arco o una ballesta... - Dijo entonces Holloc fastidiado. - Si vamos a seguir encontrando seres de estos encadenados, es mejor que tenga una cuanto antes. ¿Podéis darle descanso a ese infeliz? - Les dijo a sus compañeros armados con armas a distancia y señalando al gohul.

Encontrar muertos terriblemente operados empezaba a convertirse en algo terriblemente habitual. En ese momento Holloc pensó en lo impresionante que era lo rápido que uno se acostumbraba al horror cuando por desgracia tenía que presenciarlo de forma tan repetitiva. Si bien, la primera vez que vio a alguno de aquellos cadáveres sobre las mesas de operaciones, sintió temor y hasta náuseas, ahora aquello se había convertido en algo cotidiano a lo que no daba demasiada importancia.

Mientras sus compañeros se encargaban de darle muerto a aquel come cerebros, él se encargaría de examinar a los muertos que reposaban sobre las mesas. Quería saber si se trataba de personas normales o bien de cambiaformas. También intentaría encontrar cualquier otra cosa de utilidad en ellos. Ya fuera una hoja con anotaciones, algún nombre, lo que fuera... 

Mequetrefe recibió la petición de su amigo Holloc con una amplia sonrisa.

- ¡Por supuesto mi querido amigo! ¡En un periquete!

Acto seguido empezó a conjurar unas palabras arcanas y un rayo de energía positiva salió de su mano disparado hacia la horrible criatura. Sin embargo la descarga impactó contra la pared de atrás, mientras los ojos de Mequetrefe se abrían de par en par.

- Bueno, quizás vaya a tardar algo más de un periquete -dijo mientras reía nerviosamente...

Observaba todo con ojos recelosos, intentando encajarlo de alguna manera, observando las pilastras y los cuerpos hasta darse de bruces con el necrófago que parecía estar dándose un banquete. Igual de encadenado que el anterior por lo que no parecía ser una amenaza inmediata, no obstante los demás se prepararon para acabar con el y vio el rayo de luz positiva lanzarse contra ese engendro.

Richard había preparado de forma instintiva arco y flecha, pero en vez de disparar preguntó con voz nerviosa pero todo lo exigente que podía hacerla -¿sabes hablar engendro?- no recordaba si los necrófagos mantenían su inteligencia o eran simples cuerpos que se movían en base a unos pocos estímulos y órdenes sencillas como los zombies, pero estando encadenado no veía el inconveniente de intentarlo.

Si sabe hablar quizá haya visto algo que los cadáveres no pueden contarnos- añadió a sus compañeros por si decidían hacer alto el fuego. Él desde luego seguía con la flecha preparada por si el no muerto lograba ignorar su cadena.

La visión de aquella otra criatura amarrada a la pared hace que el equipo se ponga rápidamente en movimiento. El hechicero avanza hasta que tiene al ghoul a tiro y le lanza un rayo de energía positiva, mientras Holloc y Richard toman posiciones. El haz mágico impacta de lleno contra la criatura, que se desploma al instante de bruces contra el suelo.

La sala se queda en silencio durante unos instantes… pero la luz comienza a distorsionarse frente a Mequetrefe y de pronto aparece delante de él una silueta humanoide y translúcida.

Todo sucede muy rápido. El hechicero siente un dolor punzante en el vientre y como un líquido caliente comienza a manar de él. Un cambia formas se materializa frente a él, retirando una daga ensangrentada de la fea herida que acaba de recibir.

—¡Muere, insecto! —exclama mientras comienza a carcajearse.

Los ojos de Mequetrefe se abrieron de par en par cuando la cambiaformas se materializó justo delante de él. De pronto sintió un dolor lacerante en el estómago, pero no fue hasta que miró hacia abajo y vio la sangre manando a borbotones cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando. El menudo ser dio un respingo y salió corriendo  hasta situarse detrás de Richard con ambas manos en el estómago. Al llegar allí miró a sus compañeros con el gesto contrariado.

- Esa maldita psicópata me ha rajado el estómago de lado a lado... No la dejéis que se acerce a mí por favor, no quiero morir, no señor.

No le gustaba que se metieran con aquel pequeño insoportable. Por alguna razón había hecho buenas migas con él pese a que no aguantaba su incesante verborrea. Tal eran sus ganas de expresarse, que aunque había sido rajado en canal aún tenía fuerzas para seguir escupiendo palabras.

- ¡Sal de ahí, Mequetrefe! - Gritó Holloc al iniciar su carga contra aquella doctora cambiaformas.

Y así como llegó a la altura de aquella zorra asesina, la perforó con su arma favorita. La sangre manchó su filo y salpicó sus vestiduras, esperaba acabar con ella muy pronto, pero intuía que pese al agujero que había creado en su cuerpo, no iba a ser tan fácil.

Actuó al instante en cuanto observó a la extraña cambiaformas apareció. Pero en vez de disparar con su arco decidió que ésta vez la mujer no escaparía. Usó una de sus manos para realizar los gestos arcanos al tiempo que pronunciaba las mismas palabras mágicas que al principio de ésta demencial situación.

No esperó para ver el resultado de su conjuro, en vez de eso soltó el arco y sacó su látigo. Con suerte podría evitar que la cambiaformas se moviese. El chasquido que resonó cuando el látigo se desenrolló fue seguido por la voz fúnebre del arqueólogo -ésta vez acabaremos contigo hija de puta.

¡La doctora! Un lado de ella se tranquilizó al comprobar que por fin se encontrasen con ella pero por otro se preguntó qué papel iba a tener Constanza en todo esto. En el fondo hubiese preferido que la anciana fuera la doctora pues sabía que no podía fiarse de ella. Pero de eso tendrían que encontrarse más tarde.

La sierva de Irori quería avanzar y golpear a esa zorra pero de momento ese deseo tendría que esperar. Mequetrefe estaba malherido y necesitaba su ayuda.

—¡Irori vulnere sanus consolandi!—entonó en su oración.

Mequetrefe echa a correr como alma que lleva el diablo hacia el resto de sus compañeros dejando un reguero de sangre por el suelo.

La escena se vuelve confusa, el ataque sorpresa de la macabra doctora les ha pillado a todos por sorpresa, y enseguida se ponen en movimiento.

La herida del gnomo sangra profusamente y el dolor es apenas soportable, pero de alguna manera el hechicero logra sobreponerse a semejante golpe y echa correr como alma que lleva el diablo hacia el resto de sus compañeros. Aura canaliza energía positiva, lo que enseguida comienza a afianzar el tejido y a aliviar el dolor. La sierva de Irori avanza entonces hacia adelante*, seguida por de cerca por el guerrero.

Mientras avanzan, Richard da un paso al frente y lanza su hechizo, cubriendo la superficie que ocupa la doctora de una pátina resbaladiza. La doctora no cae al suelo, pero el guerrero aprovecha la apertura para lanzarle una estocada que la impacta de lleno el pecho.

—Maldito gusano —le espeta, mientras aferra con saña el cuchillo y apuñala al guerrero en el estómago, causándole una fea herida que enseguida empieza a sangrar^**.

Constanza entra entonces en la habitación. Intercambia una rápida mirada con Theo, quien sigue paralizado frente a la pared a causa de la sorpresa^***. La sacerdotisa comienza entonces a entonar un breve cántico y apunta con sus dedos hacia Richard.

—No retrocedas, ¡Pharasma está contigo! —exclama Constanza desde la retaguardia^****.

Mequetrefe miraba a Aura sonriendo embobado después de haber sido curado por ella, cuando vio como la macabra doctora atravesaba a Holloc y este caía inconsciente en el suelo.

Nooooo, maldita cambiaformas nauseabunda y asquerosa. Te arrepentirás de haber herido a mi gran amigo Holloc, sí señor. Eres horrible y despreciable, ojalá nunca nadie se ria de tus chistes.

Para Mequetrefe aquel era uno de los peores insultos que nadie podía decir. El menudo hechicero comenzó entonces a entonar unas palabras arcanas y pronto pareció darse por satisfecho, aunque no había ocurrido nada aparentemente.

Al ver a Holloc caer al suelo un recuerdo le vino a la cabeza a Aura. El temor que todo clérigo aventurero. La joven incluso había oído como algunos de sus maestros bromeaban con sus amigos que se dedicaban a la aventura. El síndrome del curandero. Acabar en una posición en la que uno sólo podía limitarse a curar a sus compañeros para evitar que cruzasen a la otra vida.

Y eso le acababa de pasar.

¡Joder!—pensó llena de frustración por no poder entablar combate con la doctora.

Pero la sierva de Irori tenía muy clarar sus lealtades y por suerte de la herida de Holloc brotaba sangre lo cual indicaba que estaba vivo. Hasta Constanza entraba en ese grupo de lealtad ahora. Aunque no terminaba de fiarse de la anciana le debía una disculpa. Además acababa de demostrar que era una sierva de la Pharasma.

—¡Ríndete!—le advirtió a la cambiaforma— ¡No matarás a nadie mientras yo esté aquí! ¿Me oyes? ¡A nadie! Irori auxilio perfugis, nen moreteur

Si algo no había esperado, era una enferma hundiendo un cuchillo en uno de sus compañeros.

-...!

Tan inesperado había sido que el mestizo ni siquiera pudo reaccionar a tiempo, y la criatura no parecía tomar ninguna iniciativa por su parte que no fuera arremolinarse alrededor de él en todo momento, salvo cuando le había instruido otra cosa de forma directa. ¿Quizá fuera alguna clase de autómata mágico o entidad similar? A ojos de un entendido de lo arcano, no lo parecía... pero hasta a ojos de un entendido de lo arcano resultaba difícil de precisar.

-¡HOLLOC!

Aquello pareció devolverle a sus cabales, dentro de lo posible, rompiendo el shock en cierta medida. Estaba claro que era el que tenía menos experiencia combativa del grupo. Se adelantó en unos pasos largos hacia donde se encontraba, aferrando la lanza, situándose frente a sus compañeros

-¡No dejéis que se le acerque! ¡Lo matará!

Otro tanto hizo la cosa, que se detuvo delante de él, restallando los tentáculos a su alrededor, más para mantener a raya a la monstruosa enfermera que con otro fin: si eran ataques, esta no tuvo problemas en esquivarlos con su preternatural agiglidad.

Holloc abrió los ojos de pronto. El dolor que sentía en el abdomen era muy fuerte. La herida producida por los enfermera estaba todavía abierta, pero por alguna razón que el humano desconocía había empezado a sanar.

Aterrado como estaba y tirado en el suelo, lo más lógico hubiera sido tratar de levantarse y salir corriendo, pero en esas situaciones, Holloc se comportaba como una fiera herida y lo único que pasaba por su mente era matar o morir.

Agarró sus estoques, los cuales estaban tirados a su lado y desde el suelo, trató de ensartar con uno de ellos a la doppeganguer. El resultado fue desolador para sus intereses.

- ¡No dejéis que vuelva a escapar! - Gritó el guerrero. - ¡Matadla!

Las cosas se estaban poniendo feas, esa mujer era capaz de derribar a alguien como Holloc con un arma tan corta como una daga mientras estaba en su grasa. Un ligero cosquilleo mental le recordó que siempre podía huir, pero... ¿que sería de ellos?

No, huir no era una opción, más que por valor por puro pragmatismo, yendo sólo no llegaría muy lejos.

Su cuerpo respondió a esa determinación avanzando mientras su brazo manejaba el látigo de forma experta haciendo que este restallase en las piernas de la cambiaforma, el arqueólogo intentó atrapar una de las piernas de esta y tirar con fuerza aprovechando la grasa. Con una sonrisa y voz tensa dijo -la suerte está de mi parte perra, yo siempre gano.

Era mitad bravata y mitad verdad, desde luego pocos jugaban con él a juegos de azar después de unas cuantas partidas y tenían buenos motivos para ello si no querían acabar desplumados.

Un tenso silencio envuelve la sala cuando el guerrero se desploma sobre sus rodillas. Todos contemplan la escena horrorizados, pero logran sobreponerse y enseguida entran en acción. Aura canaliza energía positiva, despertando a Holloc de su letargo, mientras que el pequeño hechicero se envuelve con una armadura de fuerza para que aquella… cosa, no volviese a sajarle con el cuchillo.

El mestizo y el arqueólogo avanzan posiciones y enarbolan sus armas contra la doctora. Pero la doppelganger esquiva con gracia sus envites y esboza una sonrisa macabra. Comienza a gesticular y a murmurar extrañas palaras cuando Holloc se incorpora y le lanza un tajo con la espada. No logra herirla, pero sin duda le ha hecho perder la concentración. La doctora gruñe y se mueve hacia su diestra, quedando frente a frente con el guerrero, enarbolando su cuchillo con actitud amenazante.

—Aparta, bonita —Constanza echa a un lado a Aura y se sitúa justo detrás del guerrero—. Si es que tengo que hacerlo yo todo —le toca en la espalda y le una nueva corriente de energía positiva le recorre el cuerpo.