Partida Rol por web

Turno 308

El guardes fue despidiéndose de todos, educadamente, tal y como correspondía a alguien como él. Asintió a cada gratitud contestando de igual modo a cada uno.

- Mi señor, el Barón Miléned... - dijo extrañado, pues creía haberlo comentado* - ...no necesita tal cosa - añadió dubitativo - Gusta de venir en busca de la tranquilidad de estas tierras, no deseamos que vengan visitas de todos lados - dijo con seguridad.

Después salió al exterior, para guiarlos hacia los establos.

RESOLUCION TURNO 308
 

La sobremesa paso más rápido de lo que la mayoría hubiera deseado. Algunos charlaban, otros disfrutaban de los placeres del licor, e incluso alguno aprovechó para dar una fugaz cabezada. Pero la hora de marchar había llegado, tenían que retomar el camino. Tenían aun por delante toda una jornada de viaje, y al menos una noche más a la intemperie.

Salieron al patio, solo cuando todos estuvieran fuera, lo hizo el propio Bernard. Cerro la puerta tras de sí e inició la vuelta a la entrada principal, donde recuperarían las armas y tendrían preparados los caballos. Dos de los soldados aparecieron apresurados de una de las puertas cercanas al pasillo de salida. Era más una mera formalidad, pero uno de los guardianes fue abriendo paso, y otro cerrándolo, como si eso pudiera bastar para detener a un grupo como aquel.

El camino fue más silencioso, el guardes no se giró una sola vez para hablar con sus invitados. Cuando salieron a la entrada principal esperaban ver a los caballos preparados, pero no estaban, allí solo pudieron ver la explanada vacía. La cara de Bernard era la misma que la de sus invitados, y enseguida se justificó, culpando a los mozos de la tardanza y asegurando que pondría remedio de inmediato. Mandó a uno de los dos soldados a los establos para ver que ocurría y reprender a los muchachos. Cuando el guardia fue a cumplir la tarea, el guardes los insto a esperar. Pronto llegaría alguien con las llaves de la puerta que guardaba el equipamiento y armas de todos.

RESOLUCION TURNO 308
 

A Freagulf no le dio tiempo a detener al joven, apenas se había asomado a los establos, y rápidamente salió corriendo a por ayuda. El ailgratha quedo solo, con la palabra en la boca, excusándose ante nadie. Volvió junto a los caballos, que era donde se sentía cómodo. Allí estuvo un rato, acariciándolos antes de que volviese el mozo de cuadra con algunos de sus compañeros. El explorador se presentó, tratando de ser amable, y justificando el por qué estaba allí.

Había cuatro muchachos que disculpándose corrieron para abrir una puerta del fondo. Allí estaba todo el equipo que estaba cargado en los animales y como un equipo compenetrado, comenzaron a cargar todo tal y como lo habían encontrado. Era como si ignorasen a Freagulf, visiblemente apurados, como si temiesen el castigo por su demora.

Los mozos tenían algún tipo de rutina, pues todo había sido colocado en orden inverso al que se había descargado. Uno de los chicos acercaba una de las monturas para que los otros tres colocasen las sillas, correajes y enseres, mientras el primero lo ataba todo para asegurarlo en la grupa del animal.

Una tras otra, las bestias iban siendo cargadas, mientras Freagulf traba de ayudarlos. Tenían tal compenetración que prácticamente el ailgratha resultaba más un estorbo que una ayuda. Sirvió al menos para ir sacando los caballos al exterior, atándolos en una baranda dispuesta para ello, en el exterior.

Turno 309

- Mis disculpas... - dijo algo ansioso - Seguro que los mozos no tardaron en llegar con los caballos - aseguró no muy seguro mientras mandaba a uno de los guardias a buscarlos.

- Esos malditos mocosos, seguro que han estado vagueando de nuevo, me van a oír... - dijo malhumorado, hablando en voz alta, pero sin dirigirse a nadie en particular. Era como si hablase consigo mismo..

Turno 309

Estaba tan sorprendido de como actuaron, que cuando fuera el momento de despedirse, tendría que hacer halago a sus habilidades, compenetración y capacidad. Eran de una diligencia excelsa. Jamás, y mira que Freagulf había pasado la mayor parte de su vida entre monturas, había sido partícipe o tenido conocimiento de un equipo de trabajo en unas cuadras tan magnífico. - La verdad es que se merecen premio por ello, aunque sólo sea unas palabras amables. Eso le dio que pensar. - Si tan buenos son, eso es que lo han hecho en repetidas ocasiones. ¿Quiénes vendrán aquí para que tengan que repetir esto? Eran muy jóvenes para acumular años de experiencia, así que es porque últimamente lo habían hecho bastante. - Tienen que haber sido estos últimos meses.

Ya con las bestias preparadas, esperó al resto, ya que no quería dejarlas solas, por recuperar sus armas. Con paciencia esperó. Tomó una hierva verde, le extrajo el núcleo, y con esa parte, firme y tierna, se hurgó los dientes, para limpiarlos un poco y quitar cualquier cosilla que entre estos hubiera podido quedar tras la comida. Mientras, escuchaba. Esperaba oir a sus compañeros llegar, pero, aún, desconfiado, temía cualquier treta, fuera por parte de los locales o de invasores.

Turno 309

El guerrero salió con los demás para volver a montar en sus caballos y seguir camino para dar con los orientales. No podían perder más tiempo aunque de buena gana se hubiera quedado una temporada en aquel sitio tan agradable.

Pero al salir encontraron que sus monturas no se encontraban allí, como les había dicho el guardés. Éste se disclpó echando la culpa a los mozos de las caballerizas, pero algo en la mente del enano se activó. Al momento se echó la mano a la espalda para coger su hacha pero ´no estaba ahí. Entonces recordó que habían dejado sus armas a recudo del guardés.

-¡Espera! -dijo el enano aferrando el brazo de Bernard para que no se fuera-. Antes danos las armas. Si ocurriera algo en este momento no podríamos ayudaros sin nuestro armamento -dijo sin soltarlo.

Gwalin, acostumbrado a llevar la voz cantante cuando escoltaba las caravanas, estuvo a punto de ordenar a los suyos para que todos estuvieran preparados, pero se encontró con la figura de Larrid y esperó a ver que decidía éste.

Turno 309

Aunque Grimbeorn no estaba exactamente ansioso por reanudar el viaje a lomos del caballo, tampoco experimentaba la querencia de quedarse a disfrutar de las comodidades de aquella casa. Estaba bien pero el norteño se sentía fuera de lugar en un sitio tan suntuoso como aquel.

A pesar de aquel peculiar estado de ánimo, el animista no pudo sino sorprenderse cuando, llegados a la explanada frente a la puerta, los caballos no estaban esperándoles ya. Bernard también le pareció genuinamente sorprendido por el hecho y, a la vista de que también faltaba Freagulf, Grimbeorn no se alarmó innecesariamente. Su sorpresa dió paso a una alerta confiada; aquella sospecha que experimentó durante el descenso del Rauros acerca del rohir podía haberse confirmado de no ser porque ya le había visto antes preocuparse por los caballos. Aquella demora bien podía explicarse porque el rohir se había escabullido para ir a los establos donde guardaban sus monturas para echarles un vistazo. Lo más probable es que Freagulf apareciera junto con las monturas.

- Relajaos, maese Gwalin. - Apoyó su mano en el hombro del enano cuando éste interceptó al guardes para exigir sus armas. - Aunque quisiera, no podría entregarlas, pues no tiene la llave del cuarto donde están almacenadas. - Enfatizó aquello para recordar al naugrim algo que Bernard ya había comentado antes de salir de la sala. Sin embargo, aquello ya empezaba a constituirse en un cúmulo de circunstancias sospechosas: la ausencia de Freagulf y los caballos, las armas a buen recaudo y sin acceso a ellas,...

- Esperemos junto a la puerta, maese Gwalin, si os parece. - Indicó en la dirección correspondiente con un movimiento de cabeza y mirada cómplice. Puede que no fuera nada, pero si las cosas se torcían de repente, asegurar el acceso a la puerta les brindaba una posibilidad de guarecerse... o de controlar un paso estrecho si alguien hostil trataba de salir por ella. Comenzó a musitar una letanía por los favores de Araw mientras se acercaba a la puerta.

Turno 309

Edan estaba deseoso de reemprender la marcha. Cabalgar mantenia su mente alejada de los orientales, y del enfrentamiento que tarde o temprano deberian acometer, por eso cuando salieron por la entrada principal no pudo contener un lastimero suspiro de decepción.

Todavía deberían esperar un rato más para partir. Edan se acercó nuevamente a Larrid, éste le habia estado rehuyendo la mirada desde la comida. La hora de dejar la granja se acercaba, y el Rohir esperaba una respuesta en lo relativo a su lanza. Si habian de enfrentarse a los salvajes la necesitaba. Para el joven era de vital importancia contar con ella, le proporcionaba cierta seguridad, y siempre que podía le gustaba aprovechar la ventaja de una arrojadiza antes de verse envuelto en el cuerpo a cuerpo. Por otra parte estaba el asunto de los guardias. Edan sospechaba que si Larrid tenia el permiso de Agranil para negociar cosas como aquella comida en la granja, también dispondria de su confianza para hacerle una oferta al Guardés por alguno de sus hombres. El mercenario agradecía el descanso y la comida, pero gustosamente los hubiese cambiado por la seguridad que proporcinaba disponer de otro par de brazos diestros a su lado cuando llegase la hora de las espadas.

En estas cosas andaba, cuando las palabras del enano le trajeron de vuelta a la granja. La aparentemente absurda preocupación de Gwalin, puso no obstante en evidencia, una realidad palmaria. Todos estaban desarmados y sin monturas. Si alguien cayese sobre ellos en aquel momento... tendrían las mismas posibilidades que un Venado atorado entre las zarzas.

Casi como un acto reflejo, Edan retrocedió hasta donde se encontraba el guardia y empezó a prestar atención a los alrededores. Especialmente con su sentido del oido.

Turno 309

Aunque las últimas palabras de despedida hacia Bernard estaban resultando agradables, incluso animadas, Leofred no pudo menos que sorprenderse, al igual que todos los demás, al notar que aún faltaban los caballos preparados en el exterior. El nerviosismo del guardes era palpable, así como el de sus compañeros, que ya mostraban una prematura precaución por sus armas, en la humilde opinión del bardo.

- Freagulf tampoco está. - Señaló con su voz más calmada mientras descolgaba su fidula y se ponía manos a la obra para afinar una cuerda rebelde con la que nunca estaba satisfecho, todo fuera por tener algo con lo que entretenerse mientras esperaban... lo que fuera que esperasen. - Si se adelantó para dirigirse a los establos, tal vez haya entretenido él a los mozos. Ese hombre es muy posesivo con nuestras bestias de monta. -

Turno 309
​Percepción

El enano no quitaba los ojos de los alrededores, algo le hacia desconfiar, y sus sentidos se agudizaban en busca de algún tipo de peligro. Pero nada le llamaba la atención, no vio ninguna amenaza...

Turno 309
​Percepción

Los sentidos de Grimbeorn prestaban atención a los alrededores, la desconfianza de su compañeros le parecía excesiva, pero no estaba de mas permanecer atento. Pero nada le llamaba la atención, como era de esperar...

Turno 309
​Percepción

Edan no quitaba los ojos de los alrededores, desconfiaba como el enano de que algo ocurriese, sus sentidos se agudizaban en busca de algún tipo de peligro. Pero nada le llamaba la atención, no vio, ni oyó ninguna amenaza...

Turno 309
​Percepción

Los sentidos de Leofred prestaban atención a los alrededores, la desconfianza de su compañeros le parecía excesiva, pero no estaba de mas permanecer atento. Pero nada le llamaba la atención, como era de esperar...

Turno 309

- No se que cree que esta haciende maese Gwalin... - dijo girándose cuando el enano lo agarro - Pero le aconsejo que me suelte de inmediato - Estaba visiblemente enfadado por tal acción.

- Larrid, haz que me suelte - espetó al guerrero - Después podéis iros por donde habéis venido, no aguantare mas esto... - dijo muy serio.

Turno 309

- !No se que cree que esta haciendo, Gawlin!- dijo aun mas enfadado que el guardes - ¡Suéltalo de inmediato! - exigió Larrid mientras se abalanzaba sobre ellos, agarraba el brazo del enano y arrancaba su mano de Bernard.

- No permitiré este comportamiento, menos aun ante aquel que nos ha acogido - dijo tratando de calmarse.

- Mis disculpas maese Bernard, ruego perdone al Gwalin - dijo pronunciando el nombre del enano con cierto desdén - Vaya en busca de los caballos, esperaremos aquí pacientemente - añadió malhumorado por el comportamiento presenciado. 

Turno 309

Gwalin suelta el brazo de Bernard cuando Larrid se lo pide. No tenía claro que ahí no pasara nada sobre todo cuando estaban desarmados. Pero acató las órdenes de quien era su superior en esta misión a pesar de no estar de acuerdo.

-Mmmmgggrrrrrmmmmmm ... lo siento Bernard -se disculpó el enano tras soltar el brazo del guardés-. Cuando estoy de trabajo sigo en el trabajo aunque esté de descanso... no sé si me he explicado... gggrmmmmmmmm -volvió a gruñir el guerrero.

El enano iba  a decir algo más, pero al final lo desechó y aceptó el ofrecimiento de Gimbeorn de acercarse a la puerta de la casa, no porque se sintiera más seguro, si no por salir de aquella escena en la que él era el actor principal y el foco de todas las miradas.

Turno 309

Tras salir después de la copiosa comida en busca de los caballos hubo un altercado. Maese Gwalin cogió por el brazo a Bernard porque no se fiaba de que pudiera suceder algo. Entonces intervinieron sus compañeros, entre ellos Larrid que ordenó al enano que lo soltara.

Tranquilo Maese Gwalin, que seguramente Freagulf esté trayendo las monturas. Y descuida que en breve seguramente que nos devolverán nuestras armas. Le sigo a buscar los caballos, Bernard.

Luego se acercó a las caballerizas siguiendo los pasos de Bernard alejándose del centro de la discusión.

TURNO 309

Aquel nombre no le sonaba para nada al joven campesino. Aunque tampoco es que el muchacho fuera un experto en tales cuestiones, ni mucho menos. De hecho, apenas si conocía algo de la familia de su señor. Y quizás también unas pocas historias de los contados nobles que se pasaban cada tanto por la alejada granja en los confines de Anórien.

E incluso todo eso era, en su mayor parte, información de segunda o tercera mano, siempre de dudosa procedeNcia. Pues casi nunca le tocaba compartir actividades con tales personalidades, e invariablemente la escuchaba de los ayudantes y sirvientes de estos señores, o de algún otro lugareño que los había tratado por alguna cuestión puntual.

En cualquier caso, por el tono de anciano, Hallfrid creyó entender que no tenía mayor sentido continuar indagando sobre el tema. Pues aunque había esperado que el tal Bernard quizás iba a aprovechar la oportunidad para ufanarse del distinguido linaje de su señor, remontando su ascendencia hasta algún antepasado ilustre, o extendiéndose sobre gloriosas gestas de armas que lo hubieran tenido como protagonista, lo cierto es que su escueta respuesta tampoco lo sorprendió por completo.

Después de todo, nadie llegaba a la posición del tal Bernard (ni a su edad) si no había aprendido a ser discreto. Y, más precisamente, porque al escuchar de nuevo aquel nombre, Hallfrid incluso creyó recordar que ya alguien lo había pronunciado en algún momento, aunque no podía estar seguro de cuándo, ni dónde.

Tal vez con las presentaciones. O quizás en alguna de las conversaciones que se habían ido desarrollando durante el almuerzo. Pero lo cierto era que el muchacho había estado tan absorto con la magnificencia del lugar (y también tan amodorrado) que apenas si había prestado atención a otra cosa que sus propias ensoñaciones. Por lo que parecía muy probable que todas aquellas cuestiones ya hubiera sido largamente tratadas durante la comida... sin que el embobado campesino se hubiera percatado de tal cosa.

También por ello, le resultaba completamente fuera de lugar la intempestiva reacción del enano. Pues no podía entender cuál podía ser el problema con aguardar algunos instantes más a que les trajeran las monturas. Sobre todo, teniendo en cuenta lo atentos y solícitos que habían sido siempre sus anfitriones.

Turno 309

Edan permanecía atento, con su mirada perdida en la dirección donde se suponía se encontraban los establos. No es que sospechase realmente que pudieran surgir problemas, de ser así ya habría tomado la iniciativa, pero los nervios estaban a flor de piel, y una vez sembrada la semilla del miedo, resultaba muy difícil abstraerse de aquella posibilidad.
En cualquier caso no se atrevió a intervenir ante la exagerada reacción del enano. En primer lugar porque entendía en parte el nerviosismo de Gwalin, pero más importante todavía, porque seguía centrado en los sonidos de la granja y las discusiones que se sucedian entre sus compañeros le impedían escuchar más allá del bullicio.

Trataba de escuchar algo sospechoso, pero también algo que calmase sus animos; relinchos de caballos, cascos golpeando contra el suelo...las voces lejanas de Freagulf o alguno de los mozos de la villa...pero no era capaz de oir nada.
Mientras lo hacia, echó un vistazo alrededor. Valoraba a qué distancia se encontraba la entrada de la villa, o la verja mas cercana...y cuanto se tardaría a pié en llegar a la espesura de los bosques circundantes. Todo ello en aparente calma, pero con la tensión propia de la presa que espera la llegada del cazador.

Turno 309
​Percepción

Ional no estaba preocupado en absoluto, tanto era así, que apenas se fijo en lo que tenia alrededor. Nada le llamo la atención, las sospechas del enano eran infundadas