Partida Rol por web

Turno 707

El viento que recorría el paso soplaba con menos fuerza allí arriba. Edan se puso la mano de visera y oteó el horizonte por última vez.

Sus compañeros descendían ya por la ladera occidental y el Rohirrim rumiaba en silencio su mala fortuna. A su lado el enano hacia lo propio resoplando y gruñendo. El semblante de ambos evidenciaba que subir hasta allí no estaba resultando la mejor idea.

Ed'Rohir veía ahora con claridad que tendrían que haber continuado por el camino un tiempo más. El oriental no podría borrar sus huellas eternamente, antes o después habrían encontrado algo, y de no hacerlo siempre podrían haber vuelto tras sus pasos, pero ya era tatde para aquello, el enemigo les había ganado un tiempo valioso y ahora deberían aumentar de nuevo el ritmo si querian darles alcance.

Asintió a las palabras de Gwalin y tomó la delantera para abrir paso. El descenso fue más sencillo, pudieron desandar el camino y sus pasos se volvieron más confiados sobre tierra pisada. Pero las afiladas rocas se erguian ante ellos recordandoles el peligro que aguardaba al acecho de los viajeros incautos. Lanza en mano avanzó zigzagueando y tanteando el terreno.

No perdian de vista a Hallfrid. Tal y como el enano le habia comentado existía el riesgo de que el oriental les tuviese vigilados y aprovechase para intentar rescatar a su compañeros. Era un riesgo controlado, pero que mantenía a todos en vilo. El propio Edan no estaría tranquilo hasta que hubiesen llegado al pie del paso.

¿Preparado para cabalgar de nuevo amigo?
Bromeó intentando quitarle un poco de hierro al asunto. Sabia lo poco que al enano le gustaba cabalgar, pero no les quedaría otra si querian recortar la distancia que los separaba a tiempo. La encrucijada que se abría más adelante no les facilitaría las cosas. A buen seguro el oriental habría aprovechado para borrar sus huellas de nuevo y confundir a sus perseguidores. Tal vez tuviesen que separarse si querian cubrir todas las posibilidades.

Turno 707

Durante un rato no lograron encontrar nada y Leofred ya estaba totalmente convencido de que, como mínimo, habían ascendido por la ladera incorrecta. No esperaba hallar ningún rastro nuevo y estaba a punto de sugerir bajar cuando Grimbeorn les hizo un gesto para que le siguieran, desenfundando sus armas y avanzando con cautela. Curioso por la reacción del bosquimano, le siguió.

Apenas había notado el extraño comportamiento de los pájaros cuando la flecha apareció casi ensartando a Grimbeorn; una emboscada y una flecha, automáticamente pensó en los orientales. No perdió tiempo en sacar el escudo y protegerse con él en previsión a un segundo proyectil. - Grimbeorn, tú por ve la izquierda. - le dijo mientras antes de deslizarse por el lado contrario de la roca, escudo por delante, dejando que las botas resbalasen por el terreno inclinado y manteniendo el equilibrio con la posición de su cuerpo y sus pies. Aún no sabía adonde apuntar su espada, pero cuando lo tuvieran cerca no podría usar el arco para defenderse.

Turno 707

Tan pronto como el proyectil se estrelló contra el suelo, el animista dió varios pasos laterales, con el escudo enfrentado hacia la roca tras la que había partido la flecha, en busca de un parapeto o algo parecido para protegerse.

- ¡Depón las armas! Sólo queremos al prisionero y a la armadura. Después puedes marchar de vuelta con tus compatriotas. - Grimbeorn le dió una última oportunidad a la diplomacia, aunque no las tenía todas consigo. Su Oestron era aceptable, con algo de acento nórdico, pero eso no impedía que el oriental no lo conociera. Era muy probable que estuviera hablándole a una pared.

Entre tanto, de acuerdo a los movimientos de Larrid y del propio Leofred, el hombre del bosque se abrió en abánico hacia el lado que el bardo le había indicado. Si tenían suerte, atraparían a su presa desde varias posiciones y eso le dificultaría ofrecer una resistencia fuerte. Por supuesto, no descuidó su propia seguridad y mantuvo en alto su escudo y orientado hacia las rocas desde las que, presumiblemente, les iba a disparar mientras se aproximaban y las examinaba con la esperanza de ver algún movimiento que delatase la posición del tirador o algún cambio en ésta.

RESOLUCION TURNO 707
 

Tras la decepción de no encontrar nada desde un punto alto, Edan y Gwalin tomaron la decisión de volver junto a sus compañeros. En la ladera contraria, entre las rocas, Leofred, Larrid y Grimbeorn hacían lo propio.

El descenso fue algo más rápido de lo que fue la subida, aunque tampoco pudieron acelerar demasiado dada la peligrosidad. Cualquiera podía pensar que bajar era una tarea fácil, pero de hecho la mayoría de las veces era algo más complicado. Piedras sueltas, resbalones o simplemente pisar mal, podía hacerles caer. La pendiente que tenían ante ellos era tan pronunciada, que cualquiera de esas caídas implicaría rodar cuesta abajo, golpeando todas las rocas, hasta que sus molidos cuerpos llegasen al camino.

El naugrim se movía en aquel terreno como pez en el agua, al fin y al cabo, su raza y la piedra siempre habían tenido un vinculo casi vital. Incluso gentes de otros pueblos llegaban a pensar que nacían de la mismísima piedra. Mientras, el rohir, trataba de seguirle los pasos. No era su medio, lo suyo era las verdes praderas, los caballos, el galopar y la velocidad. Edan se quedaba atrás en ocasiones, y Gwalin se detenía de cuando en cuando para esperarlo. El enano aprovechaba esos momentos, para echar un vistazo mas a fondo del terreno que les rodeaba, siempre buscando huellas, ramas partidas, o cualquier otro rastro que les pudiese ser de ayuda para encontrar al enemigo. Edan, aunque también trataba de buscarlos, se entregaba mas a no partirse la crisma que a fijarse bien.

Continuaron así hasta llegar de nuevo al camino, donde Hallfrid había quedado al cuidado de los orientales. Allí estaba el endoriano, apaciblemente sentado a la sobra de una roca, mientras que los orientales seguían sobre los caballos. El campesino no sabía tanto de caballos como Edan, pero si de los animales en general, y que un jamelgo con una cuerda entre las dos patas delanteras poco podía hacer mas que moverse lentamente. Si intentaban huir, jinete y montura, caerían al suelo con fatídicas consecuencias.

Cuando llegaron abajo, el sudor aun goteaba por sus frentes, y la espalda húmeda por la transpiración les hacia sentir mas de lo normal, el aire frio que soplaba. Nada que un rato al sol no pudiera solucionar, por suerte sus rayos golpeaban ya con fuerza.

La teoría de que en aquel lugar no quedaba ya ningún oriental, y que el que supuestamente quedaba, se había dado a la fuga ya, cobraba fuerza entre los recién llegados. Solo cabía esperar que sus compañeros llegasen, para corroborar sus sospechas, y poder lanzarse a la persecución. Creían saber el destino del enemigo, por lo que el camino que habría tomado estaba claro.

RESOLUCION TURNO 707
 

En un alarde de agilidad, Leofred dio varias zancadas arriesgadas para llegar cuanto antes a su posición. Su efectiva maniobra lo llevó, tras dejar que sus pies resbalasen por la piedra suelta, hasta el pie de la gran roca tras la que había salido el proyectil. Incluso Larrid y Grimbeorn se sorprendieron de la rápida reacción del bardo. Todos se prepararon para la lucha, con sus armas bien sujetas y los escudos embrazados. Larrid carecía de uno, por lo que se mantuvo a la espera tras otra piedra más atrasada. Mientras, siguiendo las indicaciones lógicas del dúnadan, sus compañeros rodeaban la piedra, Leofred por la derecha, y Grimbeorn por la izquierda.

Los tres estaban a merced de las flechas, pero si como sospechaban, solo se trataba de un enemigo, aun tenían una buena oportunidad para reducirle. Lo malo, es que alguno de ellos tendría que exponerse para que los otros pudiesen abalanzarse sobre él. No había mucho más que hacer, y esperaron una señal de Larrid para lanzarse por ambos lados a por el oriental. Larrid no quería arriesgar innecesariamente la vida de nadie, dejó que Grimbeorn lanzase un ofrecimiento al salvaje, uno que de ser un poco listo debería de aceptar. Todo aquello sucedía mientras todos daban por sentado la presencia de uno solo de los enemigos, confiando en las palabras reveladas por los prisioneros.

Pero la espera se alargaba, mientras estuviesen a cubierto, no serian objeto de otro disparo. Estarían así todo el tiempo que su contrincante quisiese, siempre manteniendo viva la sensación de peligro. No recibieron respuesta alguna del oriental, tal vez sencillamente no había entendido nada.

El etheod se lanzo a la carrera para colocarse junto a sus compañeros, y conseguir un nuevo disparo del enemigo, pero no fue así, y simplemente llegó junto al bardo y el bosquimano. Tenia una idea, tal vez pudiera trepar, ver a lo que se enfrentaban, o incluso poder saltar sobre el arquero.

TURNO 708

Gwalin gruñó sonoramente al comentario de Edan. No se acordaba que debían volver a los caballos y no precisamente para andar lento, si no para ir rápido para dan con el oriental. De hecho al llegar a la base de la ladera donde habían subido, el guerrero miró en la dirección de los equinos y volvió a gruñir sabedor de que en breve estaría a lomos de uno de ellos y se quitó el sudor de la frente, que bien parecía que había sido producido al ver a los caballos y no por el esfuerzo de la bajada.

Lenvantó la vista a la pendiente opuesta a la suya para ver dónde estaban los compañeros que habían subido por ella. Cuanto antes intercambiaran impresiones antes se pondrían en marcha para dar con el oriental. POniendo la mano a modo de visera para taparse el dañino sol, Gwalin buscó a los demás.

Luego, comprobando primero que su compañero de rastreo había llegado también él hasta la base, el naugrim se acercó a Hallfrid para preguntarle si había visto algo durante su ausencia. De reojo, mientras se acercaba, miró hacia los prisioneros. No esperaba que pasara nada, pero no estaba de más tomar precauciones.

- Hola compañero. Qué, ¿ha asado algo o has visto algo que  te llamara la atención? -preguntó mientras se acercaba.

Turno 708

Para cuando llegaron al camino Edan y Gwalin ya estaban empapados de sudor. El viento del valle se les metió en el cuerpo secando en frío la humedad. Por suerte el sol calentaba con fuerza a esa hora resultando incluso reconfortante.

Mientras el enano hablaba con Hallfrid, Edan revisó las ataduras de los prisioneros, no es que esperase nada extraño, pero aquel tipo de rutinas lo tranquilizaba. Después de eso se sentó junto al campesino y se quitó el casco para airearse un poco. Mientras conversaban animadamente buscó al resto de sus amigos en la ladera oriental. Estaba deseando que llegasen para emprender la marcha. Cuando los vio acercarse, se levantó y empezó a preparar las cosas.

Turno 708, Asalto 1

El oriental no parecía dispuesto a negociar, tanto por sus primeras flechas como por su silencio, pero un solo hombre oculto les estaba manteniendo a raya, para Leofred no tenía sentido... Si no se había dejado ver sería para intentar escapar, por lo que no podían darle esa oportunidad.

- Saldré primero para llamar su atención. - afirmó Leofred, dando un golpe en el borde del escudo para mostrar su confianza. No podían simplemente quedarse ahí agazapados, o el oriental tendría ventaja sobre ellos. - Cuando venga a por mi, Grimbeorn podrá pillarlo desprevenido por el otro lado. Larrid, no podemos esperar a que trepes al pedrusco, pero lo mantendremos ocupado para que puedas darle el golpe de gracia. -

Impulsado por un temerario exceso de confianza, Leofred avanzó con el escudo por delante para que este recibiese cualquier flechazo o tajo que le pudiera lanzar el oriental mientras se acercaba hacia él. Todo lo que tenía que hacer era llamar su atención, si malgastaba sus flechas con él, entonces Grimbeorn podría atacarle sin peligro.

Turno 708, Asalto 1

Al animista no terminaba de convencerle el plan de Leofred. Implicaba que alguien se arriesgase bajo la premisa de que sólo quedaba un oriental. El norteño hubiera preferido tener algo más de tiempo para improvisar algo que obligase al oriental (u orientales) a abandonar su cobertura antes de lanzar un ataque.

Pero como el bardo dejó atrás la roca tras la que se parapetaban, Grimbeorn hizo lo propio por el lado opuesto para poder rodear de ese modo la posición del tirador. Por precaución, encaró el escudo hacia aquel punto por si al oriental le diera por dispararle a él en lugar de a Leofred, antes de apretar el paso y rodear las rocas que protegían a su presa.

Turno 708

Hallfrid estaba sentado sobre una roca, relajado pero con los sentidos puestos en el camino. Cuando sus compañeros llegaron, se puso en pie.

- Todo esta tranquilo, como debe ser - contesto al enano para después escudriñar la otra ladera, esperando ver aparecer a los demás. Tras el ataque, no se sentía seguro rodeado de escondites potenciales. Quería salir de allí cuanto antes.

Turno 708
Asalto 1

El oriental se había desplazado tras su ultimo disparo, no estaba tras la roca, si no junto a otra mas abajo, a media docena de metros y que le ofrecía algo mas de cobertura. Además, estaba algo mas lejos de sus acosadores.

Con la flecha cargada, solo tenia que esperar a que algún incauto se atreviese a dar el primer paso.

Turno 708
Asalto 1

Larrid abandonó la idea de trepar por la roca para sorprender al oriental. En su lugar, sujetó con fuerza su espada y corrió tras Leofred hacia el enemigo, dispuesto a reducirle a pesar de no llevar un escudo con el que protegerse.

RESOLUCION TURNO 708
 

Aún estaba reciente la encarnizada lucha que habían mantenido con los orientales. Demasiada sangre, huesos rotos y muerte habían acompañado durante todo el viaje al grupo. El último encuentro solo fue la culminación de la violencia que perseguían. Ahora todo había pasado, y solo les restaba encontrar la armadura que habían ido a buscar.

El grupo se había separado tratando de encontrar al que, según los prisioneros, era el último de los enemigos. Éste guardaba su campamento y en el posiblemente encontrarían su objetivo, el final de su misión estaba cerca.

Edan se puso a revisar los aperos de los caballos, que todo estuviese en orden. No tenía por qué estarlo, el rohir lo hacía más como una mera rutina que por otra cosa. Los dos orientales estaban bien atados sobre sus monturas, y no irían muy lejos. Incluso si trataran de huir, sin comida ni agua, durarían mucho en aquellos parajes.

Gwalin y Hallfrid oteaban la ladera oeste, esperando ver a sus compañeros inminentemente, pero estos no terminaban de llegar. Puede que hubieran encontrado algún rastro y lo estuviesen siguiendo, o tal vez se estaban tomando su tiempo para no tropezar. El endoriano iba y venía a lo largo del camino, cerciorándose de que nadie venia por él, como si realmente temiese que algo los acechaba. Eran sospechas infundadas, pero le servía para esperar a sus compañeros.

El sol estaba ya alto, aunque aún faltaban un par de horas para el mediodía. Sus rayos golpeaban con fuerza, el calor en aquel momento del día era casi agobiante. No corría el aire, salvo por algunas frías ráfagas que recordaban que los rigores del invierno aún no habían terminado.

RESOLUCION TURNO 708
 

Aun estaba reciente la encarnizada lucha que habían mantenido con los orientales. Demasiada sangre, huesos rotos y muerte habían acompañado durante todo el viaje al grupo. El ultimo encuentro solo fue la culminación de la violencia que perseguían. Ahora todo había pasado, y solo les restaba reducir a ese último enemigo.

La idea de trepar por la roca que tuvo Larrid hubiera tenido sentido siempre que hubiera prevalecido la paciencia. Lamentablemente Grimbeorn y Leofred no tenían intención alguna esperar más. El bardo fue el primero en lanzarse a la carrera, lo hizo por el flanco derecho, embrazando su escudo y con su arma lista para asestar un buen golpe. El animista, envalentonado por su compañero, también salió en busca del enemigo. Su lanza bien enarbolada, y protegido también por su escudo tampoco dudó en su ataque. Larrid fue tras Grimbeorn con su espada lista, no tenía escudo, pero como guerrero, no podía quedarse atrás.

El arquero enemigo estaba preparado, no estaba en su posición, si no que había descendido en busca de un lugar con mejor cobertura. Junto a una roca, había preparado una flecha sobre la tensa cuerda de su arco, a la espera. Leofred fue el primero que apareció, se tomo un segundo para apuntar y cuando estuvo seguro, dejo escapar de entre sus dedos el proyectil. La saeta salió despedida con una inusitada fuerza, la flecha dio en el escudo, pero en lugar de clavarse, se desvió hacia la cabeza de Leofred. Un desgraciado golpe que provoco la inmediata muerte del desdichado bardo. El exceso de valentía le había costado la vida.

Grimbeorn llegó a la carrera, y trato de dar una estocada con su lanza al arquero, pero no lo alcanzó. Justo detrás apareció también Larrid que, con su espada, si que pudo golpearle en el brazo. Entre ambos dieron una serie de golpes, que culminaron en un fuerte espadazo en el brazo derecho, una profunda laceración que desgarro tanto musculo como tendón. Un grito de dolor fue arrancado de la garganta del enemigo, pagaría lo que había hecho.

Turno 709, Asalto 2

Gwalin estaba intranquilo. A parte de no haber encontrado ninguna pista sobre el líder de los orientales, ahora no tenían noticia alguna sobre sus compañeros. Habían subido por laderas opuestas para poder divisar mejor el entorno y dar con el enemigo. Edan y Gwalin habían llevado un buen ritmo, por lo que el enano estaba seguro que habían subido lo suficientemente alto como para ver todo lo que tenían que ver. Aun así también estaba casi seguro que habían subido y bajado antes que sus compañeros de la otra ladera, pero no mucho y ya había pasado bastante tiempo como para que hubieran bajado. Y era esto lo que más desalentaba al guerrero, que sus compañeros estuvieran envueltos en una pelea y él no pudiera ayudarles...y no pudiera luchar, por supuesto.

El naugrim iba de aquí para allá mirando a todos lados y gruñendo según se movía. No había dejado ni su hacha ni su escudo por si atacaba los enemigos. De vez en cuando miraba a sus compañeros por si ellos encontraban la solución o tenían la respuesta a sus preguntas.

Al final no pudo más y preguntó a sus compañeros.

-¡¡Por las barbas de Mahal!! ¿Qué hacemos? ¿Vamos a por ellos? ¿Les llamamos? -dijo el enano frustrado por la larga espera.

Turno 709, Asalto 2

El proyectil del oriental había impactado y derribado a Leofred. Desde su posición, Grimbeorn no estaba seguro de dónde había golpeado la flecha pero tuvo que reprimir el impulso de correr hacia el bardo para ver si podía hacer algo. Tal vez pensar eso en lugar de centrarse en la amenaza inminente fue lo que le hizo fallar su lanzada. Por suerte, Larrid había llegado casi pisándole los talones y su pericia con las armas si le permitió lacerar a su enemigo en el brazo. El norteño se abrió más hacia el lado en que había caído Leofred, en una maniobra con la que pretendía dar más espacio de maniobra al rohir, ganar el flanco del oriental para dificultar su defensa frente a ambos y, con suerte, quedar más cerca de Leofred para atender sus heridas cuando aquel oponente quedase reducido.

Dejando a un lado la precaución, el animista confió en su escudo para defenderse y apuntó sus esfuerzos en un intento por alcanzar al oriental con la lanza, alternando sus golpes con los que Larrid propinaba, con la esperanza de hallar un hueco en la guardia del oriental antes los ataques de ambos hombres del Oeste.

Turno 709
Asalto 2

El sagath había recibido una fea herida en su brazo derecho, limpia pero profunda. Aunque no pudo evitar soltar un gruñido sordo de dolor, se repuso y trato de sacar su espada. Tendría que usar la izquierda, pero era todo lo que podía hacer ante los dos enemigos que le atacaban.

La espada curva salió de su funda no sin dificultad, ya que estaba en el lado contrario de la cadera. Lo tenia dificil.

Turno 709 - Asalto 2

El enano se mostraba impaciente, y no era el único. Larrid y los demás ya deberían haber llegado, o al menos deberían encontrarse a la vista del grupo. Algo les había retrasado, pero ¿El que? ¿Habrían encontrado alguna pista del oriental? Edan no confiaba mucho en ello. ¿Pero que otra explicación podia haber?

Cuando Gwalin preguntó se incorporó de la piedra donde se había apoyado y agarró el escudo.

Esto no me gusta, ya deberían estar aquí...
Echó un ultimo vistazo a la ladera y acto seguido volvió la cabeza hacia los prisioneros. Chasqueó la lengua molesto y dejo caer la mano hasta la empuñadura del hacha.
vayamos! Pero alguien debe quedarse vigilando a estos dos. No veia de que modo sus compañeros podian haberse visto superados por un enemigo solitario. Pero aquella era solamente una suposición a la que habian llegado tras el interrogatorio de los prisioneros. Podrían haber mentido, o peor, Larrid y el resto podian haber caido victima de alguna de sus sucias trampas. Allí arriba no resultaría difícil provocar un desprendimiento o una caída, y si sus amigos no habían sido previsores, haber caido varios a un tiempo.

No esperó respuesta. Se dirigió a Gwalin y le señaló el lugar por donde habían ascendido sus compañeros.
Dejemos algo de espacio entre nosotros...no quiero que nos sorprenda a ambos si ha dejado trampas entre las rocas
Trataba de sonar confiado, pero el miedo se filtraba a través de sus palabras.
Hacia calor, mucho calor. Tanto que el Rohir no entendía como no lo habia notado hasta entonces. Le costaba respirar y sus brazos bronceados por el sol arrancaban destellos dorados allí donde la camisa habia sido cortada para improvisar los vendajes que lo adornaban.
El granjero con sueños de aventurero echó a andar a paso ligero en dirección a la ladera. Un muchacho habia partido de Tir Anduin hacia tan solo unas semanas. Pero era un hombre el que ahora ascendía por la caldera del infierno. ¿Quien bajaría de allí? Era difícil precisarlo.

Turno 709
Asalto 2

Larrid había podido ver como la flecha impactaba mortalmente contra la cabeza de Leofred, y aunque no pudo estar seguro, dio por sentada la muerte del bardo. Una furia, entremezclada por un sentimiento de culpa, se apodero de él.

La espada, a pesar de que el oriental estaba seriamente herido, volvió a cortar el aire. Enloquecida busco la carne salvaje, acabaría con la vida de ese malnacido.

Turno 709

El endoriano no estaba tan nervioso como sus compañeros, él mismo ya había sufrido la espera de ambos grupos. Aunque Edan y Gwalin ya habían llegado, podrían dar tiempo al otro para hacerlo.

- Haced lo que queráis - dijo encongiendose de hombros - Aunque seria mejor que esperaseis, cuando vuelvan os tendremos que esperar a vosotros - dijo lo obvio.

- Sera fácil que deis con su rastro, pero para cuando los alcancéis estaremos todos aquí, listos para partir - añadió resignado antes de volver a sentarse.