Partida Rol por web

El tren llegó a la estación después de casi diez horas de viaje incómodo, pero bien podían haber sido más, porque habían parecido interminables. Diez horas de silencio y ansiedad ante lo que pudierais encontrar. Cuando estabais llegando, McSimms se acercó a avisaros.

-Eh, niñas. Estamos a unos minutos, así que prepararos. Recordad que no volveremos hasta dentro de cuatro horas, o puede que más, porque se acerca una maldita tormenta marciana.

Cuando el tren se detuvo, Rodale se acercó a la puerta y esperó a que cogierais vuestras armas. Para él, aquel era un viaje más, pero no estaba acostumbrado a tener a un grupo armado en el interior del tren. A pesar de todo, no se sentía a disgusto con ello. Miró a través de las ventanas, las escasas ventanas, dado que era un tren blindado, y no vio nada.

-No parece que haya nadie fuera. Es extraño.

Rodale miró al grupo y esperó a que cogieran sus armas. No sabía si volverían a verles... pero dentro de unas horas, estarían allí para comprobarlo. Nunca habían llegado tarde... y no lo iban a hacer ahora.

Antes de que el maquinista viniera a avisarnos, ya me había despertado al notar la deceleración del tren. Me incorporé y me coloqué la pipa en la funda, el cuchillo en otra que llevaba en la pierna a la altura del tobillo, la munición en los bolsillos del pantalón, las granadas en los bolsillos del chaleco habilitados para ello y el rifle de asalto al hombro.

Miré a la comandante para ver qué proponía al final. Yo ya estaba preparado para intervenir a saco. Mientras que los demás se preparaban me fui a mirar por el final del vagón por si había alguna chaqueta, lona o algo que me pudiera agenciar. Al llegar al punto de destino, el tren se paró despacio, chirriando ruidosamente. La tormenta estaba encima nuestra, pero no con mucha fuerza, por lo que veía al abrir Rodale la compuerta de salida. No había nadie para recibirnos, ni trasiego de pasajeros, ni mercancías, nada. Todo era una tensa calma, la misma que precede a la tempestad. ¿Seríamos nosotros esa tempestad?...

Me asomé con cuidado para ver mejor el andén y los alrededores. Divisé algunas casetas donde podríamos bajar y esconder el resto del armamento pesado. No se si nos servirían, pero estaban cerca. Di media vuelta y me acerqué al resto.

-"He visto algún cobertizo a unos cincuenta metros de aquí, comandante. Podríamos bajar y esconder ahí el resto de las armas, puede que las necesitemos. Afuera no se ve a nadie. Si quiere puedo hacer una batida por el andén para cerciorarnos de que no nos esperan nuestros amigos."

Nada más detenerse el tren, Plissken se puso en pie y miró por una de las ventanas del mismo. Un gesto agrio se dibujó en su cara. No le gustaba lo que veía. Todo estaba en clama, en maldita calma y era precisamente eso, lo que no le gustaba ni un pelo. Posiblemente estaban a punto de pasar cosas malas. Por suerte, no había nada peor en Marte que él mismo.

Snake se acercó al armario de las armas y agarró dos granadas que colgó en una funda de su cinturón y un cuchillo que escondió en la bota. Sumado a la pistola y al rifle, estaba todo lo bien armado que podía estar. Las armas más pesadas estaban bien, pero sólo le retrasarían y ciertamente, lo que no necesitaba era otro retraso. Bastante tenía con que el mierda seca del maquinista hubiera tardado la friolera de diez horas en llegar hasta allí.

- Es hora de patear algunos culos... - Dijo a la vez que cargaba el rifle y descendía del tren. 

Lo hizo de un salto. Al golpear las suelas de sus botas contra el suelo marciano, se levantó el polvo rojo que lo cubría. Posó su rifle sobre su hombro y movió la cabeza hacia un lado y se escuchó un crujido, acto seguido hizo lo propio hacia el otro lado con idéntico resultado. Su mirada seguía fija en el horizonte. Buscaba una entrada, una ruta, algo que le llamara la atención, pues se fiaba más de su instinto que de cualquier mapa. No echó la vista atrás, lo único que tenía en mente era adentrarse en aquel asentamiento y hacer lo que sólo él sabía hacer. Entrar en la boca del lobo y sacar de allí a caperucita.

Llevaba ya un rato despierta y alerta, cuando el tren llegó a la estación. Cuando Rodale hizo alusión a la falta de movimiento en el exterior, se acercó a ojear discretamente; eso le daba mala espina... si les parecía extraño a quienes estaban habituados a esto periódicamente, es que había algo anómalo... ¿sabrían que venían?... eso implicaría una filtración, o sea... una traición.

-No me gusta ni un pelo -murmuró.

Viendo que Snake se adelantaba y se ponía en movimiento, pensó en hacer algo, pero recordó su lugar en este jodido mundo, y esperó órdenes de la Comandante. Por su parte, hasta nueva orden, lo que podía hacer era recoger sus armas, e intentar hacer uso de las aperturas para ojear el exterior, en busca de,... algo.

No se cuanto dormí, seis, siete horas al final seguidas. Me pareció increíble lograr dormir tanto y del tirón en un lugar donde habían hombres cerca, donde a cada minuto que pasaba, estábamos más cerca de nuestro destino y de nuestra misión. Al despertar lo poco que recordaba era haber soñado con los dos tuertos de turno: Snake y Man o'War*. No estaba segura si se iban de cervezas juntos o si se aliaban contra mí, pero me incomodó mucho recordar aquello.

En silencio me colé en la pequeña armería y allí estuve asegurándome de que las armas que habían quedado para mí, funcionasen correctamente, para luego tomar un bocado ligero y esperar a que los demás despertasen y llegásemos a nuestro destino. Mientras el tren se movía, podía ver la tormenta avanzando sin problemas hacia la colonia en el horizonte.

Me aseguré de que el cuchillo quedaba fijo en mi bota, para luego enfundarme la pistola, un par de granadas de humo y dos explosivas que colgué en mi cinturón antes de coger el rifle de asalto.**

No dije nada cuando el tren se detuvo y vi como todos nos poníamos en acción. Que se adelantasen a mis órdenes a veces no era tan malo y menos aún cuando era para asegurarse que todo estaba como debiera. Pero la calma en aquel lugar no traía nada bueno. Era una jodida colonia y un tren acababa de llegar a su estación. Lo normal era que los colonos estuviesen por la zona, cargando y descargando mercancía... pero aquello parecía una ciudad fantasma.

- No me parece mal, sargento. Sacaremos las armas, pero inutilizadlas. Retirad el pasador principal y así no podrán usarlas en nuestra contra. Para entrar quizás no nos sirvan, pero para cubrirnos y defendernos mientras nos atrincheramos y esperamos que nos recojan sí. - Viendo que aquello estaba tan vacío, el plan de infiltrarnos perdía fuerza.

Mis ojos se movían con velocidad por el lugar, buscando algo más. Quizás habían previsto esto por parte del matriarcado y nos estaban esperando. - A mí tampoco... - Susurré a mi paso junto a Vásquez. - Abrid bien los ojos, en cuanto estemos seguras de que la zona está tranquila moveremos las armas y avanzaremos procurando no ser vistas.

Snake se adelantó con la salida del vagón y negué con la cabeza, para salir tras él, en postura claramente defensiva y lista para disparar en cuanto se diese la oportunidad.

Irisa se esperezo y salto de la litera al sentir como el tren frenaba. Había dormido demasiado, era la ultima, pero en un segundo estaba lista. Corrió a la armería para guardarse un par de granadas de humo y un cuchillo, junto con la pistola que guardaba ya en su funda tenia más que suficiente.

-Esto está muy tranquilo. Observo la calma fuera a través de una de las ventanas. Era extraño como todos comentaban.

-Comandante yo me encargo de inutilizar las armas. Si necesitan alejarse del tren para echar un vistazo, vayan, en un momento las tendré listas para su traslado.

Mientras se puso a la tarea Irisa pregunto al maleducado del maquinista. - ¿Donde tenéis las herramientas? Me vendría bien llevarme algunas cosillas, nunca se sabe cuando una puede necesitar una buena llave inglesa.

Asintió; no le gustaba eso de dejar armas inutilizadas... pero es lo que hay, y otra cosa no, pero saber de montaje y desmontaje de armas... más que de su propia anatomía, de modo que se puso en ello, pero lo justo para rehabilitarlas en un momento; algo sabía... un pequeño truco en el percutor; lo justo como para que alguien quiera disparar y solo haga "click"...

...trucos sucios del oficio, pensaba mientras lo hacía.

Y después, a seguir a la Comandante... Esto de intentar infiltrarse, le recordaba los tiempos de las bandas urbanas, y de las guerras que de vez en cuanto sucedían.... le hacía rejuvenecer, aunque tampoco es que le hiciese excesiva falta...

De modo automático, sin que nadie se lo dijese, se abrió ligeramente respecto al núcleo del grupo; no era inteligente ir agrupados... una granada o una ráfaga, y todas muertas.

Al ver salir a Znake al andén y detrás a Grace, seguí sus pasos. Me separé unos metros y me dirigí hacia las casetas que había visto cerca del andén. Miraría si había alguien y si podíamos entrar. Allí guardaríamos las armas inutilizadas por Irisa y Vásquez. No veía a nadie, tampoco se oía ruido, el típico run-run de una colonia, nada. Iba con el rifle preparado, no me importaba usarlo contra algún pobre desgraciado que saliera a asustarme. Al llegar a la puerta, pegué el oído para escuchar e intenté abrirla.

McSimms se había levantado de su asiento y acercado a la puerta, junto a Rodale. Al oír a Irina, se giró hacia ella con gesto de hastío.

-Oye, ricura. Esto no es la estación central. Para arreglar cualquier cosa tenemos solo dos métodos: escupitajos y patadas. Puede darte cualquiera de los dos, si es eso lo que quieres -le dijo, acercándose "más" de la cuenta -o cualquier otra cosa que necesites, claro.

Como todos los tíos, McSimms estaba pensando más con la entrepierna que con el cerebro.

En ese momento, la Comantante estaba en el andén cerca de Snake; la Teniente, aún en el tren, el Sargento, había ido a asegurar la zona de las casetas más cercana... Vista la situación, Vásquez acudió tras este último, para darle apoyo si era necesario, aunque siempre a la vista de la Comantante, a ser posible.

Muchas veces de practicar este tipo de operaciones, llevan a actuar de este modo... de modo que se pegó a él como una lapa, en el máximo silencio posible, y prestando también atención a los sonidos que pudiesen llegar. Cuando él se moviese, le cubriría.

Todo ello, por supuesto, en silencio....

Dejasteis atrás el tren y la estación, y empezasteis a caminar hacia el poblado, cuya calle principal aparecía completamente vacía y sin vida aparente. Todo estaba en silencio, lo cual no dejaba de ser sorprendente. Los mineros, siendo además hombres, una vez terminaba la jornada laboral, se lanzaban a su particular vorágine de desenfreno que consistía en emborracharse, drogarse, alternar con las prostitutas del lugar y finalmente, caer rendidos en una cama que pocas veces era la suya.

Era el descontrol para sacudirse de encima el trabajo semanal.

Pero allí no aparecía nada de eso. Simplemente, no había nada de nada.

A medida que avanzabais por la calle principal, ibais identificando los diferentes edificios: el centro recreativo, el almacén de suministros, la cárcel, la clínica, el casino, los barracones, el comedor... y en ninguno de ellos parecía haber vida.

Perdida de tiempo. Malditos paletos... Escupitajos y patadas... Ya entiendo... Irisa se contuvo de ser demasiado borde en la primera respuesta, pero la siguiente frase del paleto la hizo faltar. -No te tocaria ni con un palo. No tendria nada contigo ni aunque fueras el ultimo hombre en Marte. Entiendes. Ve a machacartela con los poster que tienes en la cabina sera lo mas cerca que estes de una mujer.  Sin añadir nada mas y con el trabajo ya hecho gracias a Vázquez, bajo del tren reuniéndose con todos antes de que comenzaran a desplegarse.

Por un flanco Vazquez y el Sargento parecian apañarselas bien. La teniente se movio hacia el opuesto, desenfundo su arma y buscando covertura fue avanzado paralalelo al resto.

— Está muy tranquilo... — Dijo Sanke arrugado los labios. — ...demasiado para mi gusto...

Aquello era un contratiempo. El plan de Snake era el de siempre, encontrarse con alguien y preguntar por el paradero de la presidenta. Si no había nadie, la respuesta quedaría evidentemente en el aire.

— ¿La presidenta está en la prisión, no? — Preguntó. — ¿Y dónde está la prisión? ¿Lo sabemos?

Está muy tranquilo... ...demasiado para mi gusto..

No pudo evitarlo... estaba cerca cuando Serpiente lo dijo, así que ... se ganó una respuesta de la barriobajera por antoniomasia...

-No me lo digas...  has intentado meneártela y te has dicho eso. Tranquilo, suele pasar; la pitopausia, es lo que tiene. -Deja caer así, como quien no quiere la cosa, con una media sonrisa...