Partida Rol por web

El monje cogió la moneda entre sus dedos, tras solicitar su
turno. Le dio unas vueltas entre sus dedos, observando sus detalles, para al
poco ofrecerla al siguiente que quisiera examinarla.

- Me temo que no
puedo aportar nada más en este asunto, de lo ya dicho…

¿Por qué habría tenido esa reacción Aitor antes las palabras
del Tremere? Era obvio que aquí había más que unas meras monedas. Quizás fueran
indicadores de una historia que se remontaba en el tiempo mucho más de lo que
eran capaces de ver ahora mismo.

LLegado mi turno, sujeto la moneda entre mis dedos, la verdad es que nunca me han atraido la historía de las monedas, aunque algo he leido, simplemente las utilizo, pero... Creo ver algo en esta moneda que me llama la atención.... 

Aymar ni siquiera se tomó la molestia de agarrar las monedas. Simplemente las observó desde su lugar, sin moverse un suspiro de su silla. El rostro del cruzado permaneció impasible durante un rato, pero no dejaba de estudiar las reacciones del Alguacil. Finalmente, cuando se tornó evidente que ya nadie tendría más nada por decir, habló con voz grave pero pausada.
 

- Parece que alguien quiere jugar con los temores de vuestro Príncipe, noble Alguacil. Y debe de ser alguien con recursos, pues se ha tomado muchas molestias para conseguir algo así. – agregó mientras señalaba con la vista las monedas que yacían sobre la mesa.
 

- No son monedas. – sentenció con una firmeza concluyente, fuera de toda duda. – O quizás terminaron por serlo finalmente, pero no fue ese su significado original. En un principio, antes incluso de que Nuestro Señor Jesucristo caminara sobre esta tierra, fueron el símbolo de una estirpe, de un linaje. Constituían el sello de una gran familia de generales…- a medida que hablaba, el tono de Aymar iba subiendo, creciendo en intensidad y dándole una esxtraña fuerza a su relato. Sus ojos no perdían detalle de las reacciones del Alguacil.-… los Barca.

- Aunque yo soy un mero recién llegado. Ignoro lo que ello pueda significar para vosotros.

El verdadero propósito de aquellos objetos llegó de la mano del recién llegado Brujah, que con contundencia señaló lo que yo no había sido capaz de averigüar. Ante la mención del nombre mis ojos se desviaron inmediatamente hacia el aguacil espiando una reacción que sin duda no dejaría de darse. Luego centré mi mirada otra vez en la moneda y con delicadeza volví a cogerla, esta vez observando las desgastadas líneas gravadas. Los Barca

- Los Barça....familia de guerreros cartaginesa liderada por el cainita Amilcar que a su vez convirtió a la noche eterna a sus hijos, Anibal y Asdrúval. Anibal justo antes de partir sobre Roma...Asdrúval durante la defensa de Cartago...- al mencionar la antigüa ciudad cuna de los mi estirpe mi mano se apretó ligeramente contra la moneda como si quisiera romperla y acabar con ello con todo lo que había pasado. El antiguo dolor seguía ahí, impidiéndome olvidar. Ira, rabia, el sueño perdido...Me callé sumida en profundas cavilaciones y finalmente dejé el emblema sobre la mesa con cuidado- Parece que maese Mondragón tiene razón...el pasado ha vuelto a llamar a las puertas de Barcelona amenazando a nuestro señor el Príncipe. Más ¿será un mero ardite o será el propio Asdrúval el que ha venido a saldar cuentas pendientes?- dejé la pregunta en el aire mirando al alguacil. Mi rostro continuó inexpresivo sin revelar mi opinión al respecto.

Aymar no se extendió demasiado en su respuesta. Por el contrario, guardó silencio largo rato, tomándose su tiempo para estudiar a los presentes. Intentaba entender lo que estaba ocurriendo allí, pero las reacciones del alguacil le generaban muchas más dudas que certezas.

Ninguno estaba allí por sus conocimientos en monedas antiguas. De eso estaba seguro. Aunque había varios en el grupo que parecían dedicados al estudio y a la reflexión, ninguno había dado respuestas a la cuestión. Solo la llamada Aspacia, aparte de él mismo, parecían tener alguna idea del asunto, pero ello quizás estaba más vinculado a su linaje que a otra cosa. Recurrir a ellos era poco más que un tanteo en la oscuridad. Nada digno de un Príncipe.

- No quisiera ser descortés, alguacil. – continuó finalmente el cruzado con aquella voz grave y solemne que había mostrado antes – Pero sinceramente… dudo que nos halláis citado aquí esta noche para reconocer unas monedas antiguas.

- Imagino que el Príncipe debe de contar con eruditos más expertos que nosotros en el tema. Y a juzgar por las respuestas que habéis recolectado, no creo estar muy errado. Así pues, tal vez sea momento de comunicarnos el verdadero motivo de esta reunión.

En el momento elegido, Fernando fue a hablar, a contar todo lo que habia averiguado sobre esa moneda, o creia saber, pero la voz profunda del cruzado estallo en la sala, subiendo de intensidad segun relataba su historia y a Fernando le parecio mas interesante que las palabras que estuvieron a punto de salir de su propia garganta, y prefirio callar sobre el asunto de la moneda.

El cruzado tiene razon, espeto Fernando,  este juego de miradas, silencios y conocimientos de Numismática empieza a resultar cansino y os rogaría que fuerais a la cuestion en si, explicandonos el motivo de reunir a tan peculiar grupo bajo un mismo techo. Y luego quizas, podamos estudiar esa moneda con mas detalle.

Resulta evidente que Cartago causa algunas reacciones en esta mesa, y aunque las palabras del cruzado desviaran el tema por un momento, creo que un giro en la conversación puede ser provechoso en estos momentos.  

El alguacil, hasta ahora un tanto ausente, se mueve incomodo en el asiento, como si intentase afianzarse más en él. Luego recuperando su acostumbrado semblante, pasea su mirada entre los asistentes, deteniéndose largo rato en Aspasia y Aymar. Al fin, tras lo que parece una eternidad responde a la pregunta del cruzado.

-En efecto, es cierto que hay quienes están más dotados para dirimir la procedencia de esta moneda, pero no son ellos quienes van a realizar este encargo- tras una pausa prosigue -no nos interesa airar este asunto a los cuatro vientos por motivos más que evidentes- su mirada se detiene en Fernando Cabrera, el nosferatu -esto no debe salir de aquí, ¿entendido?- su voz adquiere el tono de una amenaza velada.

-Sospechamos que el nido de víboras está aquí en la mismísima Barcelona, sino en los alrededores, su alteza ordena que encontréis dicho nido y exterminéis a todos sus integrantes, salvo al cabecilla, que deberá ser traído a mí personalmente- añade señalándose con la mano derecha -la identidad de dos de los poseedores de estas monedas nos es desconocida, pero sabemos del tercero que era aprendiz carpintero del maestro Albert Ripoll-.

Entrecerré ligeramente los ojos en actitud pensativa antes las últimas palabras del alguacil. ¿Estaba realmente actuando por encargo del Príncipe o era un intento de salvarse a sí mismo? Tanto lo uno como lo otro parecía igualmente razonable pero a mi, personalmente tanto me daba. Por primera vez en dos años empezaba a tener pistas de aquello que me había traído allí y ya fuera por salvar la piel de un Lasombra incapaz de estar a la altura de su sire o por propio encargo de su propia Majestad, aceptar el encargo me convenía de todas formas. Cinco cainitas tras las huellas de Asdrúval mucho más efectivos que uno solo...cavilé...pueden servirme de escudos...puedo utilizarlos y quizás logre en el proceso convencer al Alguacil de que comparta la información que sonsaque a su cabecilla...

El silencio reinó en la estancia mientras los allí reunidos asimilábamos las palabras del alguacil. Durante el tiempo que éste había permanecido observándome había mantenido la mirada baja aunque sin dar señales de acobardamiento ni de que escondiera nada. Simplemente conocía muy bien lo que aquel Clan podía hacer y no estaba dispuesta a facilitárselo. Aún no me he olvidado de lo de la segunda Cartago...Cuando por fin habló alcé la mirada observándole con atención, el rostro inexpresivo como siempre.

- Nada me complacerá más, maese alguacil, que ayudar en el cumplimiento de este encargo...- dije finalmente con voz fría. Cerca de mí una vela crepitó haciendo oscilar las sombras a nuestro alrededor- como siempre, no es otro que mi deseo el complacer a su Excelencia el Príncipe de esta ciudad- añadí inclinando la cabeza en gesto cortés observé al resto de los presentes. En mis palabras, a pesar del tono plano, había una ligera amenaza velada. Quería dejar claro que si aceptaba era por deseo expreso del Príncipe, no por petición de su chiquillo. Observé al resto de los presentes, esperando su respuesta. Desde mi punto de vista pocas opciones había.

Mientras el alguacil detiene su mirada frente a la mía, no puedo que menos sonreir levemente al oir sus palabras. Pobre estupido, pienso, seguramente esto ya habra salido de aqui antes incluso que nosotros.

Espero que termine su peyorata, hasta que llega al maestro Ripoll, mis pensamientos intentan ponerse en orden. ¿Que se del maestro Ripoll?, le doy vueltas al nombre mientras hago un claro gesto de asentimiento al Alguacil para que cuente conmigo.

Siempre es bueno ayudar al principe, te puede abrir caminos, pero nunca viene mal tener mas atado al alguacil , en estos tiempos que corren toda ayuda es poca, aunque habra que tener cuidado con el.

 -Hmmm... vale, ya sé por dónde empezar. A ver si se larga y nos deja investigar a gusto. 

Carles miró con una conciliadora sonrisa al alguacil y dijo:

-Bien, entonces creo que deberemos comenzar nuestra tarea sin dilación. Podemos empezar investigando a este último... bueno, si no hay algún otro dato que debamos conocer. ¿Lo hay, mi señor?