Partida Rol por web

- "¡Parriwimple, haz lo que yo, da un paso y así flanquearemos entre los dos a la bestia!" - Avanzo un paso precavido hacia el Oeste, y cuando​ Parriwimple hace lo propio ataco a la arpía no muerta con la Espada de Frau Ashlyn.

Solo debían aguantar un poco más, ya habían demostrado que si luchaban unidos podían conseguir casi cualquier cosa y ahora no sería distinto, además aquellas cuevas podían salvar la vida a muchos de sus amigos del pueblo. Esas criaturas malignas debían dejar su existencia para dar lugar a algo bueno, y por eso estaban luchando.
Sin fuerzas para lanzar más hechizos de curación Ivalic recurrió a los que le había dado su amigo el vistani para seguir curando a Parriwimple.

Milagrosamente Parriwimple logra recuperarse de la parálisis, y a pesar de haber sido parcialmente devorado, logra moverse conforme a las indicaciones de Urik, y dar un potente golpe a la arpía necrófaga, ya golpeada por Arik y por Urik.

Aún el bonachón gigante está trremendamente confuso y es incapaz de decir palabra, moviéndose con mayor torpeza de la habitual y sangrando profusamente por muchos heridas.

¡Al del pelo largo! ¡Ataca al del pelo largo!-ordenó Inka.

Helene se unió a la turba propinando un mazazo a la arpía, cada vez más maltrecha. Inka sabía que su sicaria no duraría mucho más, por eso era importante que cuando solo quedase ella, el bocado más inaccesible entre tanto acero estuviese vulnerable.

Arik soltó la alabarda y dió un paso atrás. Con todas sus energías trataba de cargar la pólvora de nuevo en el trabuco. Inka se le echó encima un segundo después, mordiéndole y arañándole, de modo que su víctima volviese a estar paralizada.

No sé si acabaremos con estas criaturas con la suficiente rapidez como para salvar a todos. Me preocupa el necrario que ha huido, pues quizá luego sea difícil de encontrar en esos túneles.

Ataco con el acero encantado a la pútrida arpía, cortando su blasfema carne no muerta. Aún se mueve, espero que Parriwimple acabe el trabajo y podamos centrarnos en la jefa necrófaga.

Poco a poco los últimos rastros de la parálisis desaparecían y el dolor llegaba al pobre Parriwimple. Sin embargo las curaciones de Helene e Ivalic habían curado también ese dolor, al igual que grandes partes de su cuerpo. Con un grito de rabia, Parriwimple lanzó un demoledor ataque contra la arpía no muerta aplastándole el torso y acabando con su vida por segunda y, esperemos, definitiva, vez.

Parriwimple estaba enfadado y miró a la tal Inka
- Eres mala - le dijo muy serio

El combate seguía complicado aunque Ivalic observó con regocijo como Parriwimple parecía reaccionar y pegar un fuerte golpe a la arpía, que junto a los que había recibido del resto se tambaleó para finalmente caer. La mujer monstruosa estaba desesperada pero ahora estaba sola y ellos eran cinco, el niño estaba seguro que le darían su merecido y después podrían limpiar los túneles, al menos había un necrófago suelto, si no más.

-¡Sí Parriwimple! ¡Es mala y debemos detenerla antes de que haga daño a alguien más! ¡Ve a por ella! Yo curaré tus heridas.

Y el niño se dispuso a seguir curando a su amigo, pronto vencerían y todo aquello no sería más que un bonito recuerdo de una aventura vencida que contar en su libro.

El golpe del garrote de Parriwimple quebró los delgados huesos de pájaro de la arpía, propulsando el cadáver hacia el techo, contra el cual se produjo el segundo golpe. Tras caer al suelo, de la bestia alada solo quedaba un amasijo de carne pútrida y huesos aplastados que a duras penas recordaban su forma anterior. Eso casi reconfortaba a Parriwimple tanto como los pergaminos curativos de Ivalic.

 Lo has hecho bien, Parriwimple. Pero necesitamos que hagas un esfuerzo más. No te engañaré, la magia que voy a usar ahora no es para curarte. Te hará más fuerte. Aunque te haga sentir raro, no te resistas, ¿vale?

Helene puso las manos sobre el musculado brazo de Parriwimple y canalizó la magia de los dioses. Al instante, los músculos se desarrollaron como tras haber pasado varios meses de duro entrenamiento, hasta dar a Parriwimple la fuerza de un toro.

Pero a veinticinco pies del lugar en el que se libraba la lucha contra la arpía, los héroes habían dejado el destino de Arik en manos de una mezquina Inka...

Grrrrr... ¡Me las pagaréis! Puedo sustituír a mis necrófagos por nuevos humanos, pero mi arpía era exótica e irremplazable. ¿Queréis jugar a eso? ¿De verdad queréis enfadarme?

Inka cogió la cabeza de un paralizado e indefenso Arik y giró. El cuello del posadero hizo un sonido similar al de una rama que se quiebra. El cuerpo de Arik cayó muerto al suelo, con la cabeza girada en un ángulo imposible.

No temáis por él. Estaba infectado por la podredumbre. Vuestro amigo volverá a despertarse como un no muerto... solo que necesitará de una de sus manos para mantener la cabeza erguida. ¡ÑIAJAJAJAJAJAJA!

- "¡Por los Poderes Benignos que pagarás por esto impía criatura!" - Me lanzo a la carga y el acero encantado de Frau Ashlyn describe un terrible corte en diagonal que abre la carne pútrida de la no muerta desde el hombro derecho a la cadera izquierda.

Ivalic vio con satisfacción a la arpía volar por última vez para estamparse contra el techo del golpe del Parriwimple y después caer a plomo y quedar inerte en el suelo.

-¡Muy bien Parriwimple!

La satisfacción fue mayor cuando escuchó las protestas de Inka, si era un fastidio para ella mejor que mejor. Lo que el niño no pudo predecir fueron las consecuencias. Había estado tan centrado en Parriwimple que se había olvidado de Arik, Inka se acercó al posadero y lo mató sin más. Ivalic abrió los ojos incrédulo, no era el primer compañero que perdía, pero en aquellas cuevas pensaba que esta vez todos saldrían victoriosos.

-¡Nos las pagarás por matar a Arik! ¡Y no vas a volver a tener ninguna arpía ni ningún humano más! ¡Pégale Parriwimple! ¡Usted también Her Urik! Nosotros os curamos.

Por lo que parecía la Señora Helene había pensado en algo mejor incluso, por algún tipo de hechizo Parriwimple conseguiría ser aún más fuerte. En cuanto atrapara a Inka ese monstruo tendría sus días contados. Para asegurarse que no pasaba lo mismo que con Arik, Ivalic lanzó otro de los hechizos de Ludovico sobre el grandullón.

¡AAAAAGH! ¿Acaso crees que si me cortas el pulmón ya no podré respirar? ¿Que si me hieres el abdomen me importa que mis vísceras se desparramen? ¡No, caballero de brillante armadura! Un no muerto no tiene puntos débiles.

Parriwimple no se sentía raro. Porque eso de sentirse raro debe de ser como cuando te pica ahí abajo, o como cuando eres más listo. Pero Parriwimple no sentía nada de eso en aquel momento. Por eso, a pesar de lo que le dijo Helene, Parriwimple se sentía normal. Y como la instrucción de Urik con la arpía seguía vigente, Parriwimple continuó haciendo "lo mismo que Urik hacía". Antes rodeó a una arpía, ahora el Simon Dice iba sobre cargar contra Inka. El golpetazo a la cabeza de la necrófaga no tenía nada que envidiar al corte certero de Urik. Pero no, los golpes en la cabeza tampoco eran puntos débiles de Inka.

 Puede que no tengas los mismos puntos débiles que nosotros, Inka. Pero los muertos tienen otras debilidades. El Amor. El Perdón. La Piedad. Con todo mi cariño, maldita bruja, recibe de lleno el poder de la vida.

Helene canalizó otro hechizo de curación. Esta vez hasta el extremo de sus manos. Tras conjurar, mantuvo ese poder en la punta de sus dedos. Helene se acercó hasta su enemiga y trató de tocarla, pero no lo logró. Inka era demasiado ágil.

Estaba en inferioridad. Inka podía huir, era lo suficientemente rápida. También podía atacar y alejarse, hacer que sus enemigos se moviesen. Pero con la carga, el acorazado Urik había descuidado su defensa. Inka tenía que aprovechar para paralizarle. Tenía que intentarlo. Y una de sus garras arañó la sien del Caballero del Cuervo, abriendo una brecha en la ceja que comenzó a sangrar.

Siento una rabia absoluta cuando veo que la maldita criatura no muerta se mofa de nuestros ataques. Le he dado mi mejor estocada y no parece que haya servido de mucho.

Entonces la criatura me muerde y siento como la sangre parece helarse en mis venas. ¡No puedo moverme!

Nada resultaba tan fácil como Ivalic preveía en un principio e Inka iba a oponer una mayor resistencia de lo que el niño había imaginado. Los certeros golpes de Herr Urik y de su amigo Parriwimple parecían casi no haber tenido efecto sobre la mujer.
La idea de la Señora Helene era ingeniosa pero Ivalic no supo si aquello daría resultado o no pues la no muerta se escapó, era muy rápida. Además él tardaría mucho en imitar la acción de su compañera y Herr Urik había sido mordido, por la situación el niño juraría que ahora necesitaba más las curaciones que Parriwimple, así que sacó otro de los pergaminos de Ludovico y lanzó una sanación.

-¡Aguante Herr Urik! ¡Parriwimple, tu sigue dándole! ¡Y usted también Señora Helene! ¡Entre todos podremos con ella!

Quizás no entendiera muchas cosas, pero comprendía perfectamente lo que estaba bien y mal (casi siempre). E Inka estaba mal, y que quisiera comerse a Urik, y a Ivalic, y a Helene, mucho más aún.

Pero sobre todo, la muerte de Arik, de su amigo Arik... Parriwimple estaba horrorizado. La imagen del cuello de Arik al romperse, al partirse como una ramita... perseguiría al gigantón toda su vida. ¿Por qué había gente que hacía cosas tan malas? Una cosa era equivocarse, pero hacer cosas malas porque sí, ¡era muy malo!

Por supuesto, Parriwimple no pensaba de forma tan clara. Pero las sensaciones estaban allí. Sintió una sensación aturdida, y supo que, cuando el combate terminara, si ganaban, lloraría. Por un instante, se sintió casi listo.

Pero tenía obligaciones, pegar, pelear, cargar. Tratar de salvar a sus amigos. Con dureza, volvió a golpear la cabeza de la mujer mala.

Estoy... tan... cerca... de vencer...

Inka lo intuía. Un arañazo a Parriwimple para paralizarle, y después centrar todos sus ataques en el Caballero del Cuervo. Ni la mujer ni el niño suponían una amenaza para ella en combate. Y entonces ocurrió. Sus uñas y sus dientes dañaron a Urik como estaba previsto. Así, tan quieto, era un blanco fácil. Pero Inka se había confiado. Y el zarpazo que debía de detener al hombre grande con garrote se quedó corto, rasgando el aire y perdiendo su oportunidad de victoria.

¡NO!

Ahora, tras el último garrotazo de Parriwimple, Inka estaba tan herida que hasta Ivalic podría acabar con ella... en el remoto caso de que consiguiese darle con el estoque de Liddo.

Grandes goterones de sudor perlan mi frente. Estoy tan indignado por la situación que apenas soy consciente del nuevo dolor que me infligen los ataques de la maldita ne​crófaga.

Veo como el ataque de mi buen amigo Parriwimple casi aplasta a la asquerosa criatura, que cruje como si estuviera llena de cositas rotas.

El siguiente intercambio de golpes tampoco fue lo que Ivalic esperaba. Inka estaba bastante malherida pero ni Herr Urik ni Parriwimple estaban en disposición de hacerle daño y además podían ser atacados por la muerta. Ivalic tenía que hacer algo, quizás curarlos no fuera suficiente y su repertorio estaba casi agotado. Pero lo que nunca se acababa era su imaginación y así recordó a esos pequeños grandes héroes que en algún momento de todas las historias que leía intervenían de manera milagrosa salvando al grupo de un gran mal. Sin pensarlo dos veces atacó a Inka con la espada corta que había "heredado" del mediano, era consciente que su golpe no sería letal para un ser como ese, pero al menos la podía distraer lo suficiente para que sus amigos se repusieran y la siguieran atacando. Imitando los movimientos que había visto hacer a Herr Urik una y otra vez inició un arco con su arma intentando apuntar al cuerpo de su adversario.
Pero ni aquello era un cuento ni Ivalic era un diestro espadachín, así que vio como su tajo se perdía en el aire y su frustración crecía.

-¡Jolín! ¡No vale moverse!

Eso servía en algunos juegos infantiles con sus amigos, pero en aquel terreno sus palabras eran del todo inútiles, aunque sirvieron para descargar un poco del malestar que sentía por no poder ayudar a sus amigos.

Y justo en un momento tan crucial, los restos de veneno en el organismo de Parriwimple anquilosaban el agarre con sus dedos. El garrote de Parriwimple cayó de su mano al suelo. Algo rígido, no era capaz de doblar la espalda para recoger el arma, aunque todo apuntaba a que se trataba de una reacción temporal a la toxina, como un rebrote.

¡Sí!-exclamaba, de nuevo triunfal.

Sin Parriwimple flanqueando a Inka, Helene lo tenía aún más complicado para alcanzar a la necrófaga, e Ivalic solo era un niño. La situación era arriesgada, pero ventajosa para Inka. Por un momento se le pasó por la mente que Urik tuviese el mismo destino que Arik, pero esta vez un golpe de gracia implicaba dar la espalda a sus oponentes y darles oportunidades adicionales de acabar con ella. 

Centró todos sus ataques en Urik, pero era como tratar de destripar a una tortuga con un alfiler. Sin embargo, de reojo, la malvada Inka esperaba a que Parriwimple se agachase para arañar su espalda y paralizarlo de nuevo.

No iba a permitir que aquella aberración se saliera con la suya ni rendirse tan facilmente. Seguiría dando apoyo a sus amigos e intentando distraer lo suficiente a Inka para que no pudiera atacarlos bien.

-¡Te vas a enterar! ¡Toma esto!

Esta vez su ataque estuvo un poco más cerca, pero no lo suficiente para impactar, aquella no muerta se movía demasiado rápido y las protestas de Ivalic sobre que no valía moverse no parecían haber hecho efecto.