Partida Rol por web

 Recordaba a lo que se refería Phryne, había ido para tratar de abrir una ruta de comercio para mi naviera en Filipinas... Y también tuve que matar a una Manananggal, que es una mujer vampiro nativa del lugar que tiene el poder de dividir su cuerpo en dos y volar a donde ella quiera para chupar sangre mientras la parte de abajo de su cuerpo se queda donde ella lo dejó; y que había estado rondando a la esposa embarazada de un conocido, que por lo visto las mujeres en estado son su alimento predilecto. Por suerte descubrí su debilidad, poner ajo o cenizas en la parte del cuerpo que se quedó en tierra, que descubrí tras una ardua investigación, ayudado por gente local, y así muró antes del amanecer.

 También hice una parada en Camboya, en la zona de Angkor, donde realicé bastantes descubrimientos arqueológicos, que doné a los museos locales, gracias a lo cual soy muy conocido en la región, y me partí la cara con algunos saqueadores de tumbas que querían los tesoros para venderlos.

 Naturalmente no era algo que pudiera contar sin pruebas, así que me limité a responder:

 - Ya me conoce, señorita Fisher, siempre viajando por negocios aburridos y lucrativos. - Le lancé una significativa mirada, acompañada de mi habitual sonrisa pícara, que indicaba que ahí había mucho más. Luego me fije en su dama de compañía y le pregunté, con tono amable. - ¿Y puedo preguntar quien es esta encantadora criatura que la acompaña, si no es impertinencia preguntar?.

Ardeth sonrió ante las palabras del reverendo.

- Wa Alaikum As-Salaam, hermano del Libro. Encantado de conocerle, reverendo. Es cierto, nunca he estado muy a gusto en casas de piedra. Soy nómada. Y tengo mis desavenencias con el gobierno de su país. Desavenencias que, claro está no hago extensible a sus ciudadanos.

Ardeth escuchó con atención lo que el padre le contaba sobre los lugares santos.

- He estado en Jerusalén. Hace tiempo, pero estuve. La verdad es que le recomiendo ir. Es uno de esos sitios que son únicos. ¿Qué le une a los anfitriones? -preguntó Ardeth, cambiando de tema.

No oculté mi satisfacción por la respuesta de Watson. Saber que sus aventuras eran tal y como las había leído y habían relatado, me tranquilizó, y sonreí al certificar que uno de mis mitos continuaba siendo igualmente válido.

-Ah, pues mis felicitaciones, doctor. Usted y el señor Holmes han hecho muy buen trabajo. No solo he leído con fascinación todas sus aventuras sino que han sido para mí todo un ejemplo -le dije, sin dejar de comer.

A lo largo de la mesa se desarrollaban un buen número de conversaciones, pero yo mantenía mi atención centrada en el bueno del doctor.

-Muchas gracias, doctor, aunque, en realidad no fue gran cosa. Bueno, la verdad es que no todo el mundo puede decir que se ha enfrentado con una momia renacida y su ejército del mal y ha sobrevivido para contarlo -le expliqué, sonriendo nerviosamente y mirando de reojo a Eve y Rick, sobre todo a Eve, porque sabía lo poco que le gustaba que alardeara de nuestros logros -. Si quiere, cuando vuelva a hablar con ellos, puedo hablar en su favor. Seguro que alguien que ha ayudado a nuestro imperio en tantas ocasiones como usted y el señor Holmes, merece formar parte de él.

Era evidente que no se había enfrentado a los mismos peligros que yo, pero bueno, estaba seguro de que con mi nueva membresía e influencia podría lograrlo.

El mayordomo entra y os anuncia que la mesa está servida.

- La mesa está servida. Por favor, acompáñenme. 

Os guía hasta el comedor y allí todos tomáis asiento a vuestro gusto, los anfitriones deciden sentarse en sendas cabeceras para que podáis charlar con ellos y entre vosotros.

- En breve comenzaremos a servir el primer plato.

Justo al decir esto un par de camareros comienzan a serviros. Escucháis como el anfitrión le comenta al mayordomo sobre los camareros ya que son nuevos. El mayordomo le contesta.

- Sí, perdone señor que no le haya informado. Los habituales tienen la gripe y tuvimos que contratar mediante agencia a cuatro camareros más un par de lacayos para estos días. Espero no haberle importunado con esto señor.

Charles le comenta que sin ningún problema.

El padre Brown decide sentarse al lado de Ardeth para seguir conversando.

- El señor Carmichael residió un tiempo en la parroquia donde ejerzo y conservamos amistad desde aquel momento. Un buen hombre, y a usted ¿Qué le trae por estas frías y lejanas tierras? Entiendo que le gustaría estar disfrutando del calor de su país y no el frío de Inglaterra.

Phryne decide sentarse al lado de su viejo amigo y junto a ella su dama de compañía a la que presenta.

- Es mi dama de compañía, la verdad es que no contaba tener una pero tras conocerla decidí que no podía vivir sin ella. Se llama Dorothy, y es su primer viaje fuera de Australia. - cambia de tema y decide - Y qué le trae a usted por las islas Británicas, pensé que como buen español no visitaría nunca la pérfida Albión como ustedes la denominan. Y más en invierno que es cuando luce su peor cara.

El doctor Watson se sienta entre su esposa y el señor Carnahan. Rick decide sentarse junto a Eve y el señor Pamuk que ha puesto distancia para no tener que entablar conversación con Ardeth Bay. Parece que turcos y egipcios no pasan por su mejor momento.

- Pues me alegro que le hayan gustado mis historias señor Carnahan y si con ello le he inspirado a enfrentarse a una momia tendremos que brindar por ello. Seguramente cuando pase a realizar alguna lectura por el club pueda invitarle a cenar y presentarle al señor Holmes. 

Los camareros empiezan a serviros la crema, y justo en ese momento entran otros dos camareros para traer los picatostes para que os podáis servir a gusto. 

El mayordomo continúa atento desde un rincón de la habitación, lo notáis preocupado seguramente porque son nuevos y nunca ha trabajado con ellos. Ser un mayordomo de una casa importante tiene que tener su estrés como todo trabajo.

Justo cuando uno de los camareros sirve al señor Pamuk, acercándose al anfitrión, grita:

- ¡¡Transilvania liberă de puteri străine!! 

Al mismo tiempo los cuatro camareros nuevos sacan cuchillos que llevaban escondidos y deciden atacar al señor Pamuk, al señor Carmichael, a su esposa Adeline y por mala suerte a Jonathan Carnahan.

El primero logra clavarle el cuchillo en la yugular al señor Pamuk sin ningún miramiento, parece que los camareros tenían un plan y este plan es sangriento.

 Con una gran sonrisa, me dispongo a responder a Phryne cuando todo se va al infierno. Me pongo de pie autómaticamente, fruto de años de peligros, y cojo mi cuchillo, mientras me interpongo entre los atacantes y las dos damas australianas, en gesto protector, mientras digo a estas:

 - ¡Detrás de mi, señoritas!.

Bueno y por fin llegó la cena. No es que fuese de comer sin parar pero sin duda alguna en aquella casa se tenía que comer bien y la verdad era que ya iba tocando poder degustar lo que tuvieran. Además, hacía mucho frío, lo que aumentaba mi apetito.

-¡Ya era hora! -exclamé, yendo rápidamente hacia el comedor.

Ni siquiera me fijé al lado de quien me había sentado. Simplemente arrimé la silla y en cuanto llegó la crema, empecé a comer.

-Vaya, está muy bueno -dije, saludando a nuestros anfitriones.

Los camareros siguieron sirviendo y atendiendo y yo la verdad es que no estaba pendiente de ellos, ni de nadie, así que cuando alguien gritó no-sé-qué de transilvania o algo así, miré confundido a mi alrededor, sin saber muy bien lo que sucedía, y de pronto me encontré con cuatro camareros que sacaban sendos cuchillos y que fueron hacia nuestros anfitriones, el abogado aquel con nombre de esquimal... y hacia mí también.

-¡Uouououououoooooo! -exclamé, mientas me echaba hacia atrás con la silla y caía al suelo de espaldas, sin entender nada de nada -. ¡Pero si dije que la crema estaba muy buena!

Desde el suelo vi como uno de los camareros atravesaba el cuello del abogado esquimal y yo miré a mi alrededor en busca de alguna clase de arma, viendo que en mi mano tenía... una cuchara para la sopa, que esgrimí como si fuese una espada.

-Glup.

Desde el momento en el que nos comentaron lo de la gripe de los camareros habituales, los ¡cuatro!, sospeché de los nuevos. No perdí ojo, pero claro, la conversación animada con Eve, Miss Phryne, el señor Parmuk o el doctor Watson, o con mis amigos, por no mencionar las sandeces de Jonathan, me despistaron un tanto.

Un tanto demasiado.

Maldecí entre dientes.-¡Infiernos! -Me puse de pie en automático, protegiendo a Eve, la chaqueta perdida de sangre del pobre turco, echando mano al revólver que no abandonaba ni para ducharme y abrí fuego contra los asesinos. ¡BLAM, BLAM! . Que no estamos para tonterías. 

Ardeth se sentó junto al Padre Brown, manteniendo una animada conversación que discurría por lugares comunes, totalmente inocentes. No dejó de echar un ojo al señor Pamuk, pero no quiso ser descortés con los anfitriones.

- Me encanta el frío en realidad, padre Brown. Ayer, sin ir más lejos, hice mi primer muñeco de nieve. Es realmente fascinante. El calor es a lo que estoy acostumbrado y a lo que se combatir mejor, pero soy de la opinión que el que nunca sale de su casa en realidad nunca llega a conocerse a si mismo. ¿No opina usted igual?

Con sutileza, evitaba responder al padre. Pero entonces empezó el jaleo. Inesperado. Y terriblemente sangriento. Ominoso, porque si el enemigo les atacaba antes incluso de emprender su viaje, es que la misión estaba condenada desde el principio.

Los reflejos de Ardeth reaccionaron por el. Tomo el puñal decorado del interior de su toga y el platillo del postre. Pensó en defender a Jonathan del otro lado de la mesa, pero algo decidió por el. Lanzó el platillo al asesino que atacaba a Adeline, apuntando al puente de la nariz con la esperanza de hacérselo estallar.

Los hombres tendrían que defenderse solos.

De inmediato saltó sobre la mesa, dispuesto a abalanzarse sobre el asesino que tuviera más posibilidades de éxito.

Creo que ha habido un momento que he desconectado de todo lo que pasaba a mi alrededor, me siento más cómoda en una biblioteca. Pero el ataque hace que mi cabeza conecte de una manera extraña y que no comprendo, tiro el plato de mi crema a uno de los atacantes al levantarme como un resorte para ponerme a salvo. 

-Jonathan ¿en serio? - le digo a mi hermano al verle con una cuchara en las manos, si fuera un cucharón al menos seria hasta más igualado. Y tengo sangre, no voy a poder sacarla de la blusa. Odio la sangre, odio a... ¿Porque? solo quiero una vida normal, sin momias, fanáticos, con mi marido y mi hijo. A veces saqueando tumbas o mas bien reencontrando objetos perdidos en la arena para que vuelvan a ser expuestos a los ojos de los curiosos.  Mi mente funciona y lo que hago es intentar sacar al resto de los civiles de la habitación, que los armados se ocupen de ellos. 

Drac se levanta e inmediato se pone en medio defendiendo a la señorita Fisher y a su dama de compañía. Oponiéndose además al que quiere atacar a la dama anfitriona.

Jonathan en cambio decide una táctica distinta, tras caer al suelo desde la silla realizando una acrobacia parcial decide quedarse en el suelo y esgrimir una cuchara como arma defensiva. Su hermana, como no, realiza un comentario jocoso mientras Ardeth se sube a la mesa y se dispone a atacar al asesino que parece ir a por Jonathan.

Rick en cambio, y siguiendo su peculiar línea de acción saca sus dos revólveres y se limita a disparar contra los que tiene más cerca que son el camarero que acaba de trinchar al señor Pamuk y el que ataca a uno de los anfitriones.

Salté a un lado, revólver en mano, con el propósito de dar cobertura a Eve mientras ella ayudaba a los civiles y mis otro compañeros reaccionan rápidamente, con soltura y eficacia. Bueno, Jonathan y su cuchara...es un hombre creativo.

Disparé a los atacantes, sin pensarlo.

Si lo hubiese meditado primero, quizás solo necesitaba herirlos. Pero quién piensa en eso. Yo, no. 

 Mientras espero a que las damas se pongan a salvo, me dispongo a rajar de arriba a abajo al adversario más cercano a mi...

Al oír a mi hermana la miré y me encogí de hombros con una sonrisa tonta. ¿Qué quería, si era lo único que tenía en la mano en ese momento? Si en lugar de una crema hubiesen servido ensalada, al menos tendría un tenedor, o si hubiesen atacado en el segundo plato, pero al hacerlo tan pronto, bastante había hecho con conseguir algo.

Claro que al mirar al asesino que tenía delante, supe automáticamente que no tenía ninguna oportunidad, a no ser que...

Miré la cuchara, miré al camarero y entonces, se la lancé con fuerza para intentar clavársela en el pecho como si fuese un cuchillo. Lo mismo si le daba por la parte fina, hasta conseguía clavárselo.

-Así que quieres comer, ¿no? ¡Pues toma esto! -exclamé, lanzándosela con todas mis fuerzas, mirando con envidia el cuchillo de "Nombrededo".

¡Porque mira que atacar antes de plato principal!

-¿No tendrás un cuchillo de sobra, verdad? -le pregunté, apremiante.

Miro a mi marido mientras sigo empujado casi a los civiles para que se marchen. No me gusta el cariz que está tomando esto, un ataque en un lugar que supuestamente es seguro.  Tal vez, alguien trabaje para ese hombre o quien sabe y por primera vez tengo miedo.
—Rick más te vale que no te maten o te juro que te resucito para matarte yo. — y estoy segura que sabe que cumpliré mi promesa. Buscaría el libro para leer ese hechizo, resucitarlo y luego matarlo por haberse dejado matar por un grupo de sicarios. —Padre muévase, esos hombres desde luego no van a pedirle que les de la comunión.

Ardeth contempló su platillo volar con al esperanza de darle unos segundos a la anfitriona y de que su marido, más cercano, pudiese ayudarla convenientemente, pero parecía que Jonathan y Evelyn se podrían encontrar en una situación complicada si no actuaba rápido. Desde su posición elevada saltó adelante, proyectando una patada al rostro del que atacaba a los hermanos, listo para defenderse y atacar con su puñal en cuanto llegase al suelo, abriéndose paso a través de el para llegar a donde se encontraba Adeline.

- ¡Jonathan, aparta! -gritó.