Partida Rol por web

Las Venturas

Alquilar la casa había costado un ojo de la cara. Aunque solo fue para unos días. Necesitaban la privacidad que brindaba, y su plaza de aparcamiento. Pero aquello era una inversión que dentro de poco iban a recuperar.

Había habitaciones y camas justas para los cuatro. Cuatro, contando a la prima Mary. El plan necesitaba de un piloto para lanzarla sobre su objetivo. Y nadie que mejor que alguien de la familia para aquellas lides.

El golpe lo iban a dar esa misma tarde. La noche era hora punta, y la tarde siempre más lánguida, les hacía bajar la guardia. O eso habían visto durante los largos días de recogida de información. Ahora, juntos en el salón de la casa, repasaban una vez más el plan, antes de que la maquinaria se pusiera en funcionamiento.

Bueno, ya hemos dado varias vueltas a la pizarra, pero vamos a alicatarlo todo. Señaló la planta baja del hotel.

-Fase uno. Mientras vais hacia la pista de aterrizaje, Michael entrará con su uniforme de la empresa de informática y las credenciales falsas. Siguiendo la tapadera, comprobará "rutinariamente" los servidores, insertando el bug para que la alarma no salte. Luego recogerá sus bártulos y esperará con el coche de extracción en el aparcamiento público cerca del casino.

Señaló las fotos de la azotea.

-Fase dos. Poco después, Mary, pilotando la avioneta de alquiler, lanzará a Choi por encima del tejado del Casino Emperador. Y entonces nuestra ninja entrará rápidamente, aterrizando en la zona del helipuerto, y con ayuda de las armas con silenciador, la astucia y la rapidez, llegará con el mayor sigilo y menor tiempo posible al expositor de joyas, cuyo cristal romperá con ésta lanceta térmica que hemos conseguido. Recogerá todas las joyas, metiéndolas en los bolsillos de su sistema de carga de pesos para paracaidista, y acto seguido saldrá por otra ventana del lado izquierdo, abriendo su paracaídas, dará el aviso a Michael y éste saldrá para recogerla en la calle, o donde sea. Se coordinarán por radio.

Señaló las últimas fotos con un símbolo del dólar.

-Se pondrán a buen recaudo, deshaciéndose del coche, se separarán en vehículos diferentes que tenemos preparados en el hangar de la pista de aterrizaje. Ahí nos separaremos, incluida Mary. Yo seré el último en irme, lo haré en transporte público, sin levantar sospechas.

Parpadeó.

-¿Dudas, me dejo algo?

Había tomado una decisión. Pero la deferencia hacia el que hasta entonces había sido su jefe dictaba que fuera a hablar con él. Así que, vestido de calle, sin el uniforme de empresa, regresó al Pier 69, al paseo de madera en el puerto de San Fierro, lleno de puestos de comida y atracciones. Una vieja reliquia del tiempo de los pequeños parques de atracciones.

Allí estaba la franquicia cero del Gozushi, donde todo comenzó. Y su lugar de trabajo. Como siempre, había gente comiendo en las mesas y en la terraza. No faltaba el trabajo allí. El alegre símbolo del dinosaurio que comía arroz estaba en todas partes, junto a los anuncios de promociones y los letreros con los precios. Se habían dejado un buen dinero en toda aquella estética renovada y atractiva que invitaba al consumo.

Su tío, como siempre, procuraba que todo estuviera en órden. A pesar de ser uno de los dueños de la empresa, desatascaba los inodoros si hacía falta. No tenía remilgos. Trabajaba en la cocina, servía mesas, limpiaba, llenaba la contabilidad en el ordenador de su despacho, coordinaba el innovador sistema de pedidos por franquicia, repartiéndose la cola de trabajo en toda la ciudad de modo que las franquicias con menos clientes en mesa se dedican más al reparto, y viceversa.

Su vida y la historia de aquella empresa eran un ejemplo de superación. De como el trabajo duro y el aporte de un capital inicial habían convertido un puestecillo de arroz en el Pier en una cadena de restaurante en plena expansión. De él había aprendido el valor de ganarse el pan con el sudor de su frente, y la satisfacción de no deber a nadie nada por vivir de manera honrada.

Fregaba en el pasillo, pues los empleados estaban ocupados en la cocina y las mesas. Cuando le vió llegar, se lo quedó mirando un momento. No tenía uniforme.

-¿Estás enfermo o es que se te ha olvidado venir vestido de casa?

Hizo ademán de pasarle la fregona.

-Continúa tu. Yo tengo que hacer unas llamadas.

Fueron días dulces los que sucedieron a la fiesta, la cual acabó con la salida del sol, como Dios manda, y echando un sueño comunal que obligó a abrir el taller bastante más tarde que de costumbre. Queen se durmió sobre las tetas de Mary, tan blanditas y calentitas, la verdad es que iba bien cocida, pero no lo hizo sin antes darle los buenos días a Golan escribiendo un mensaje con salsa sobre la pizza que había sobrado. Fue el último de una serie de muchos que empezó con la foto de grupo.

Los chicos se fueron procurando no despertarla, incluso la cubrieron con una mantita que había por allí.

Cuando ya volvió a ser persona, después de comer, ducharse y recoger todo aquello, quedó con su padre. Pasaron una tarde de “Papá y su niña” volviendo a muchos sitios a los que solían ir juntos, hablando de tonterías, poniéndose al día… Queen le contó en confidencia que había conocido a alguien, que le gustaba mucho y que era alguien serio y completamente legal, sabía que eso le haría feliz. También le pidió que guardara el secreto pues aún estaban empezando, pero le prometió presentárselo más adelante.
Él por supuesto, como buen padre, le dio consejos y recomendaciones mil.

Llegó la noche, su padre no pudo demorar más la vuelta al trabajo, ella le acompañó, quería ver de nuevo las cocinas, el negocio en general por el que había correteado tantas veces y cuando, irremediablemente, le entró hambre habló con Hwan y Wook para cenar juntos.
La leche con la parejita feliz, no apto para diabéticos, pero debía reconocer que nunca había visto a Wook tan… resplandecía! Le quedaba bien no ser una chocho loco.
Después tocó cerveza con Raúl.
Ni putas ganas, pero debía hacerlo y con tenerle esperando un día bastaba. En terreno neutral, un garito, nada de su casa ni miradores de carretera, y no es que tío no lo intentara. Baboso de los cojones… le repugnaba, solo de pensar que se había tirado a su madre… y el tío rondándola tan tranquilo, sin mencionar el patético suceso con Mary. Definitivamente las proteínas le habían achicado el cerebro, pero bueno… eso le sirvió a Queen para seguir con su mascarada de niña rebelde y el tema de las carreras, que era lo que a ella le interesaba.

El viernes César avisó de que ya tenían el sustituto del Odi, un Merche clase E, completamente limpio. Aún así Queen prefirió viajar hasta Vinewood con el Lamborgini. Vestida de chofer (traje de chaqueta negro sin camisa, gorra a juego, mitones de piel morados, gafas aviator irisadas y tacones de charol rojo, todo ropa cool made in Corea) le esperó en la misma rotonda donde lo había dejado a principios de semana, con un cartelito que ponía “Mr Fehr”.
Ese finde no les verían el pelo, no hicieron nada particularmente especial ni loco, pero estuvieron juntos. Queen lo necesitaba, descubrió el poder curativo de los brazos de la persona amada, de llorar, de confesar parte de lo que estaba pasando, de saciar el hambre de amor de varios días… y le gustó, le gustó a rabiar. Ya no había vuelta atrás, estaba enamorada hasta las cachas.

Con el lunes y el retorno de Golan al rodaje Queen recibió noticias de Lester y se puso en marcha. Le sorprendió que se dieran tanta prisa, mejor, lo tenían todo bien preparado así que ¿Porqué esperar?
Al contactar con Mary quedaron avisados en el taller de que estarían fuera por un trabajito, y si le pasaba algo que avisaran a las personas pertinentes.

-Por favor, podrías poner otra vez los planos del interior? Quiero echarle un último vistazo-

Los tenía más que memorizados, pero la previsión nunca estaba de más. Eso sí, le hubiera gustado tener unos cuantos días más para practicar los saltos.

El plan se desarrolló según lo estipulado. Las dos chicas cogieron un coche hacia el aeródromo, mientras Michael iba hacia el casino para preparar la trampa. El aeródromo era de esos pequeños, privado, para usos recreativos y deportivos. La pista, de hecho, era de tierra. El dueño no hacía demasiadas preguntas mientras pagaran al contado y el aparato volviera bien.

Teóricamente, iban a utilizar la avioneta para un salto en paracaídas, meramente recreativo, en la zona de la presa Sherman. Las aeronaves civiles no podían sobrevolar una ciudad sin permiso, no desde los ataques del 11-S. Así que iban a simular que solicitaban un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Las Venturas. A lo mejor no picaban en el anzuelo. Pero mientras no sobrevolaran mucho tiempo la ciudad, no mandarían ningún caza a detenerles.

Así que se santiguaron o lo que hicieran en su religión, remontando el vuelo.

Ya anochecía cuando comenzaron a sobrevolar la ciudad. La mole del Casino Emperador era bien visible, junto a las conocidas siluetas de la Pirámide y el paseo que terminaba en el emblemático Casino Belagio.

La prima pilotaba con seguridad. Se había guardado sus gafas de sol colgando del escote de la camiseta, lo cual lo acentuaba accidentalmente. Por su parte, Choi llevaba un mono de motorista de colores púrpura y negro. La cara iría tapada, para que nadie supiera quien coño era la asaltante desconocida.

Tenía dos armas, las dos silenciadas. Las dos le eran familiares, por que eran del ejército surcoreano: una pistola K5 y una carabina K7. Además de ellas, llevaba aquellos pequeños bolsos, pegados a las asas del paracaídas, donde iba a meter las joyas. La lanceta térmica colgaba de un estuche, bien sujeta con velcros nuevos.

-Aquí autoridad aeroportuaria de Las Venturas. No está permitido en vuelo a baja altura sobre la ciudad. Por favor, regrese a una altitud permitida.

La prima cogió la radio, sin prisa, mientras se acercaba a la zona del casino para sobrevolarla con cierta altura.

-Aquí Tango, Whisky, Bravo, Tres, Dos. Tenemos un problema técnico que nos impide ganar altura. Solicitamos una pista de aterrizaje para reparar el desperfecto.

Hubo un silencio al otro lado.

-Desvíese a la pista deportiva de Tierra Robada.

Parpadeó.

-No se si podremos llegar allí.

-No pueden aterrizar en el aeropuerto de Las Venturas, excepto causa de fuerza mayor.

-Entendido. Viramos.

Miró a su prima. Había ganado el tiempo necesario para poder girar justamente sobre el edificio objetivo. Eso le daría más posibilidades para el lanzamiento.

-Suerte.

Le dió un cachete en el culo. El mono no dejaba nada a la imaginación.

Cuando Queen se ponía en modo profesional era como un perro de presa, se concentraba y no había nada más que el tema que la ocupaba. Gracias a eso pudo sacar adelante una carrera que detestaba y un servicio militar que la aburría. La cosa no era moco de pavo, nada que ver con sus escaramuzas de juventud en las que lo peor podía haber pasado era que la poli le echara el guante, esto era serio de verdad, se jugaba la vida.
No había nada a lo que encomendarse como podían hacer otros creyentes, ni Confucio ni Buda estaban para eso, así que toda la responsabilidad caía sobre sus hombros y si la cagaba... pues seguramente el samsara la castigaría en el sorteo de las reencarnaciones, aunque esperaba que el karma la compensara por la basura que estaban tragando todos con su madre. Lo tenían todo para que aquello saliera bien, tenía que salir bien, y a esa certeza se aferraba en los largos minutos que la separaban del objetivo.

En cuanto sonó la radió empezó a prepararse para el salto, debían ser exactos como un mecanismo de relojería, eso le gustaba.
Chocó el puño con Mary -Nos vemos luego para las birras- gritó, ya que el aire y el motor atronaban los oídos "Bueno Cletus, ha llegado el día del examen", no hizo falta repasar mentalmente los pasos a seguir, ya lo había hecho mil veces.
Y saltó, el instinto y el entrenamiento hicieron el resto.

Un paracaídas abierto en el aire es fácil de detectar. Así que se lanzó para planear un rato en el aire, sin abrirlo. Lo abrió apurando al máximo, de modo que le diera el tiempo justo para frenar y seleccionar el blanco. El helipuerto estaba silencioso y sin vigilancia, pues había cámaras en todo el complejo. El helicóptero de Wu Zi Mu no estaba allí, y el aterrizaje se hizo más fácil.

Tiró del paracaídas en el último momento, dejando que el aire se lo llevara para que despejara la zona de aterrizaje. La fortuna quiso que la lona tapara la cámara en el helipuerto.

Hizo una buena recepción, al cabo de la misma se deslizó hacia las escaleras para bajar a la planta inferior. El hijo de puta no vivía mal. La azotea tenía una plataforma, donde había una gran terraza con una piscina a cielo abierto, impresionante y solitaria a aquella hora del día. Solo algunos guardias patrullaban la distante zona.

Las escaleras bajaban directamente al interior del complejo abovedado donde estaba el sancta sanctorum. Un descenso hacia los infiernos, tapizado de lujos y peligro. La historia de su vida.

No compartían gustos pero el chino sabía como vivir, coincidían en el sentido de elegancia y espectacularidad eso sí, pero claro era todo muy chino y eso a ella le daba grima, como lo japonés... aunque lo más parecido a ella en ese momento fuera un ninja, el mejor. Porque la chavala se movía que parecía una sombra, veloz, precisa, silenciosa y el corazón a raya... cualquiera pensaría que en momentos así la adrenalina lo inundaría todo pero no, Queen era una balsa de serenidad.
Había analizado los planos varias veces así que el camino fue simplemente seguir lo memorizado.

La cosa estaba tranquila, sin demasiado movimiento, quizás eso escamaba más que si hubiera seguratas pero tal vez confiaban demasiado en el sistema de seguridad. Antes de avanzar buscaba con la vista las cámaras, no parpadeaban así que el hackeo debía estar funcionando.
Las escaleras le dieron mala espina, demasiado largas, demasiado visibles, pero por suerte eran de tono oscuro como ella, las bajó tan rápido que apenas rozó los escalones con las puntas de los pies.

Descendió hasta la última planta, los aposentos de Wu Zi Mu. Curiosamente, la ausencia de seguridad en la puerta del helipuerto era un fallo. Un fallo o un exceso de confianza en la seguridad del edificio. ¿Quien iba a entrar a allí tirándose en paracaídas? Esas cosas solo pasaban en las películas.

Se detuvo en la antesala del despacho, escondiéndose con rapidez. Casi la pillan. Había dos guardias en la puerta, uno a cada lado, como dos estatuas. Habría que terminar con ambos rápidamente, antes de que dieran la voz de alarma o le dispararan. En ese momento, solo el tabique y el marco de la puerta de aquella sala les separaba. Era lógico que los guardias vigilaran "hacia adentro", es decir, hacia el dormitorio, donde ella estaba. Quizá pudiera disparar a través de la pared...

Ni corta ni perezosa sacó las armas, cruzó la puerta y disparó directamente a la cabeza de los vigilantes

Directo, eficaz. Casi artístico. Entró, apuntó, disparó. Las tres cosas casi fueron una. El tiro del subfusil reventó el cráneo al primer tipo, diseminando sangre y sesos por el suelo y la pared. El segundo disparo atravesó la cabeza de lado a lado, matando en el acto, apenas con un leve espasmo al caer al suelo.

Allí estaba, el despacho del jefazo. Con su ordenador personal, su mesa imperial, las reproducciones de esculturas de guerreros de Xian, vasijas y un hacha Taotie. Y en un ángulo de la sala, el joyero con sus sistemas de seguridad, tal y como le habían explicado.

Había que darse prisa. No seguirían distraídos para siempre. Se darían cuenta de que las cámaras estaban trucadas, y de que tenían que reiniciar el sistema. Algo que, con los ordenadores de hoy, podía llevar menos de un minuto.

Examinó las joyas y se dió cuenta de que allí había más de lo que habían supuesto. Algunas de las piezas eran joyería arqueológica, antiguedades de un valor incalculable. Muchos ingleses se sentirían alterados, y no precisamente por un té fuerte, cuando todo aquello se subastara en Sothebys. Podían ser ricos. Ricos como saudíes. Solo había que ser rápidos.

No se paró a pensar, ni dilemas morales ni ostias, era ella o los otros y prefería apostar por si misma. Estaba feo decirlo pero... era la puta diva, ni Tom Who, ni Kenichi Kitano, ni Luc Besoin, ni ostias, la realidad superaba a la ficción y Queen era en ese momento la ladrona/asesina más cool del puto planeta. "Caroline Z Jones, aprende de una profesional" las referencias a pelis y series se sucedían en su cabeza, interesante reparar en ello y no en la muerte de 2 personas, sus 2 primeras muertes. Con la lanceta abrir la cámara fue como cortar mantequilla un día de calor.

Wu no solo sabía como vivir si no también como invertir, ella que era una chica curiosa a la que le gustaba aprender de todo bicheando por la red, supo reconocer algunas piezas y otras más o menos las puso en el valor correcto. Le brillaron los ojos al ver todo aquello "¡BUDA!" exclamó en su cabeza, había hasta huevos Fabergé!
Pero no había tiempo que perder en contemplaciones, el segundero corría que se las pelaba y ella tenía que salir de allí cagando leches.
Pieza a pieza las introdujo en los bolsillos de carga, lo último fueron los diamantes, tan bonitos puestos en unos expositores con forma de cuello "Lupiiiiin, Lupiiin" canturreaba en su cabeza, una pena que ese momento quedara solo en su recuerdo y no grabado en celuloide.
Tuvo la tentación de dejar un mensaje, un dibujito cachondo o su corona pero... no era plan de tocar los huevos más d elo necesario, que hicieran sus conjeturas.
Cerró todo bien, que no era plan de que saliera todo desparramado en la huida, resopló y echó a correr como alma que lleva el diablo hacia una de las enormes cristaleras que rodeaban el despacho, había llegado el momento del segundo salto, avisar y salir por patas.

En la sala de control de las cámaras, el aburrido guardia de seguridad hizo la comprobación rutinaria de radio.

-Equipos, chequeo de estatus antes de cambio de guardia.

-Equipo 1, listo.

-Equipo 2, listo...

Cuando llegó el turno del equipo 9, el del dormitorio de Wu, nadie contestó por radio.

-Equipo 9, haced el favor de contestar, os veo en la cámara.

El tipo llamó al móvil de uno de ellos, que sonó, poniendo nerviosa a Choi. Ya casi había terminado. De hecho, quería llenar una bolsa más. El móvil dejó de sonar, tensión.

-Equipo 8, comprobad la situación del equipo 9 mediante visual, y por qué no contestan.

Justo terminaba de cerrar la bolsa cuando escuchó unos pasos entrar en la sala, y la conversación de dos hombres en chino. Miembros de la seguridad. Todavía no la habían visto, pero era casi imposible que se retirara lo suficientemente rápido y silenciosa como para pasar desapercibida. Rápido quizá si. Pero las balas tenían tendencia a volar mucho más rápido que una persona corriendo.

"MIERDA!"
Ya decía ella que todo iba demasiado bien, esas cosas pasan, la perfección solo es atribuible a los dioses. Miró detrás suya, los tenía practicamente encima, echó mano de la pistola y decidió disparar primero, eso les haría parapetarse y ella arañaría un poco de tiempo a la hora de saltar por la ventana ¿Abrirla? Había un precioso asiento chino* con el que romper la cristalera ¡Y a volar!

El disparo pilló desprevenido al primer guardia y le dió en una zona desprotegida. De hecho, le rompió la femoral en la pierna derecha, dando con él en el suelo y desangrándose a chorros. Su compañero, que no se esperaba un ataque, sacó maquinalmente la pistola y se puso a cubierto. Un lujo que podía permitirse al no estar allí el jefe. La única vida que debía defender era la suya.

-Aquí control. ¿Que demonios pasa, equipo 8? Os veo exactamente en el mismo sitio.

El asiento chino voló, pero el cristal no se rompió. Lo único que se rompió fue el asiento, que cayó patéticamente al suelo. Cristal antibalas. Debía haberlo supuesto.

-¡Nos están atacando! -dijo por el pinganillo.

El de la sala de control infirió, finalmente, que las cámaras de las últimas plantas estaban en bucle. Así que presionó el botón del ordenador para reiniciar el sistema y recuperar configuración anterior.

-A todas las unidades, repito, a todas las unidades, intruso en el despacho del jefe. Va armado, repito, va armado. Cierre de seguridad del helipuerto en cuanto recuperemos el sistema. T menos cincuenta segundos.

El que estaba escondido se asomó entonces, buscando disparar para entretenerla. Bloquearla allí, impedirle escapar por la ruta más sencilla. De puro milagro, el tiro le dió, haciéndola retroceder unos pasos. Puso a prueba el chaleco antibalas, que detuvo casi todo el impacto. Sin embargo, le quedaría un bonito y doloroso cardenal.

"Pues claro, cristal de seguridad. Eres imbecil Queen"
Ante lo estúpido del "momento ventana" el otro tío la pilló desprevenida, como dolían esos putos impactos (lo recordaba de la instrucción militar), debía desandar el camino rápida como un rayo, pero primero se cargaría a ese mamón, no le hacía ilusión que le metieran balas por el culo

El disparo la entretuvo un poco, pero fue productivo. Dos de los disparos alcanzaron al hombre, dejándole malherido en el suelo. Moriría sin la asistencia médica adecuada. Pero no había tiempo para dormirse en los laureles. Entraron en tropel, mientras ella corría, y las balas silbaron por doquier.

-T menos diez segundos...

De cobertura en cobertura, corrió hacia la puerta al mismo tiempo que ésta se cerraba. La cruzó en el último momento, cuando el cierre estaba a punto de completarse y tenía el espacio justo para pasar. Y siguió subiendo las escaleras, respirando fuerte por la adrenalina.

-¡Mierda, mierda, mierda! -dijo el jefe de seguridad, tomando la radio- Jimbo, abre otra vez la puta puerta, se va a escapar por el helipuerto. Tenemos tres muertos y un herido grave.

Hizo un gesto a sus hombres.

-¿A que coño esperáis, a navidad? ¡A por esa hija de puta!

La puerta volvió a ponerse en verde, justo cuando ella llegó a la explanada del helipuerto. Pero para saltar tenía que auparse en una de las barandillas y dar un buen brinco, por que había un par de metros de suelo por debajo del helipuerto, y no era precisamente el borde inmediato del abismo.

-¡Vamos, vamos, vamos!

Los guardias subían los escalones a grandes zancadas.