Partida Rol por web

La miró con preocupación. Pero era su vida, su familia, sus problemas. Él solo era el heraldo que portaba malas nuevas. Así que le envió el correo electrónico con los datos. Kilométricas conversaciones de Guassup llenas de fotos, algunas de ellas tan perturbadoras como primeros planos de su madre metiéndose un consolador hasta el frenillo, penes enhiestos de sus amantes fotografiados, perversiones de toda clase, que empequeñecían sus propias prácticas sexuales, entre las que al parecer se incluía la costumbre de follarse desconocidos (cosa que al parecer la ponía cachondísima), a los que gustaba de practicar el beso negro en sitios tan asquerosos como baños públicos.

Un descenso a los horrores. Pero los asuntos de política y la traición a la familia solo se insunaban en los mensajes. Se insinuaban hablando de su familia con desprecio, riéndose de ellos. Con frases como "pero ya mismo me los quito de encima". Al parecer, solo hablaba de conspiraciones en persona.

Sería una zorra, pero era inteligente.

-¿Y qué vas a hacer ahora?

Tal cual recibió la información la reenvió a su tío acompañada de un escueto mensaje. No haría nada a ese respecto sin consultarlo con él.
Quería destrozarla, abrirla y sacarle las tripas con sus manos, verla sufrir, suplicar, llorar de desesperación y luego machacarle los huesos uno a uno, reducirla a pulpa, fregarla y tirarla al comedero de los cerdos, pero debía sobreponerse a la ira, ser fría y calculadora, como lo había sido su madre, no hacer saltar las alarmas antes de tiempo y, sobre todo, tratar de minimizar el dolor familiar lo máximo posible.
Ojeó por encima, pasaba las fotos rápido deslizando el dedo, paraba y leía algún mensaje... resopló, tuvo que parar. Apretó los ojos pero las imágenes, las palabras, seguían ahí. Estaba perturbada, no cabía otra explicación ¿Que clase ser humano si no haría algo así? Y ojo que Queen no era ninguna pacata ni moralista, era el conjunto, todo eso en un mismo pack, un pack que era la mujer que la había traído al mundo. La que insistió en desterrarla todos esos años -Mala puta...- rechinó entre dientes con el móvil de canto sobre la frente.
Miró de reojo a Zero tras resoplar -No te preocupes- le sonrió con cara de circunstancias zarandeando el teléfono -Te dejo que trabajes en paz, no quiero molestarte más- volvió a palmearle el hombro esta vez para despedirse -Gracias-. Cerró la puerta tras de sí y otra vez en lo que era propiamente el taller se fue a encerrarse en el baño, sentada sobre el water, temblando, conteniendo la rabia hasta que no pudo más y gritó reventando el espejo de un puñetazo.

Silencio.

Un mar de silencio se cernió sobre aquel baño. Ni siquiera el ruido del trabajo afuera, en taller, lo rompía. Era un silencio pesado, denso como una nube de plomo.

Y durante un largo instante, no pasó nada. Y luego, unos nudillos picaron a la puerta del baño.

-Choi, ¿Estás ahí?

Era la voz de César.

La sangre se mezcló con los trozos del cristal y el agua corriendo por el lavabo. Un dolor insondable la recorría desde los nudillos hasta lo más profundo de su alma. Acababa de descubrir el odio.
Pensamientos oscuros la inundaron haciendola asustarse de si misma, de lo que sería capaz de hacer en ese momento. Por eso rompió el cristal, de impotencia, de miedo, de vergüenza, de sufrimiento al fin y al cabo.
Una vez las sienes dejaron de palpitarle volvieron sus sentidos a hacerla consciente del entorno y, como un eco, sonó la voz de César. Se dio cuenta de lo que había hecho.
Con la izquierda descorrió el pestillo  y la puerta se abrió apareciendo ante los ojos del que era su otro padre, como un pajarillo mojado -Lo siento, te compraré uno nuevo... lo prometo...- bajó la cara. Estaba muy cansada, demasiado...

Zero le había contado hacía muchas horas. Esperaba su reacción a la vuelta. Por eso había salido temprano de trabajar en su propia empresa, en cuanto le dijeron que andaba por allí. La observó, parecía asustada, desorientada. Él también lo estaría si se enterara que su madre era así. No era nada agradable. Las madres siempre están en un pedestal, por muy hijas de chingada que realmente sean. Pero casi nunca van en contra de la propia familia a la que han parido. Al menos las madres mexicanas, que son capaces de parir a una criatura sin ayuda y seguir cocinando los tacos para su marido.

-No pasa nada... no pasa nada.

La abrazó como un padre cariñoso, frotando su espalda.

-Nos encargaremos de cada cosa a su tiempo. ¿Mmm?

Esperó un rato, dejó que se desfogara.

-Ay mijita... ¿Tienes quien te lleve a Paleto? Apuesto a que tampoco has cenado. Venga, sécate esas lágrimas y vamos a comer algo. Luego te llevo yo.

Lloró desconsolada un buen rato en brazos de César, con hipidos y mocos, como una cría.
Estaba agotada de verdad, sin comer, sin dormir y con todo aquello encima, la explosión de ira y llanto quemó el último azúcar que le quedaba en sangre, así empezaron a pitarle los oídos, o tomaba algo o se caía redonda.
Al cabo de un rato respiró hondo y se lavó la cara con agua, estaba toda colorada. Las heridas le escocieron con el jabón pero, pese al pulso temblón las limpió con insistencia hasta que dejaron de sangrar.
-Lo que tú digas- respondió cabizbaja, no le daba el cuerpo para más. De lo único que tenía ganas en ese momento era de meterse en la cama y dormir otros 10 años.
 

Tormenta de verano en el puerto. Era su día libre, así que no había puesto el despertador. Eran las cuatro de la tarde cuando el ruido de la lluvia le despertó.

El pequeño piso de soltero estaba, como siempre, silencioso. El piso que pagaba currando honradamente, y que no tenía muchos lujos. Ahora tenía 12.000 pavos más. Eso le sacaría de más de un apuro financiero. Pero algo le decía que era solo el comienzo. El comienzo de una carrera peligrosa hacia el peligro y las grandes sumas de dinero.

Tenía el resto del día por delante y nada que hacer, excepto el vago. Así que después de la visita al baño, se calentó un par de bolsas de ramen al que añadiría colas de gamba, surimi y otros mariscos. A él le gustaba el pescado más que la carne, y eso era evidente.

Puso la tele para que estuviera de fondo. Estaban dando un capítulo de "Impotent Rage".

Comía su ramen con hambre. Todo el asunto del día anterior le había consumido las energías. A mitad de la comida alguien picó a la puerta de casa. Miró por la pantalla del portero automático. Era su padrastro, Gun. Las noticias habían volado rápidamente.

Todo transcurrió con languidez. La elefantiásica cena, el viaje hacia Paleto, el porro en la cama y quedarse dormida. Se durmió temprano, así que cuando sonó el despertador había dormido más de diez horas. Aún así, notaba sensación de cansancio.

Ni miró el móvil. Estaba hastiada de los sucesos del día anterior. Necesitaba su tiempo para pensar. Un perro ladraba fuera, ya que un paleto tenía una cabaña cercana. Por las mañanas le veía sentado en el porche, disfrutando de su desempleo y una cerveza, mirando con desconfianza a la gente del motel. Era como tener un asiento en primera fila en un lugar que era lo más interesante que el condado podía ofrecer.

Ésta vez no pasó primero por el local de donuts. Se fue directamente al bar de Otis, donde sabía que ponían bien de desayunar. Los mismos parroquianos, día tras día. Las mismas chicas en tejanos manchados de barro, los mismos currelas que iban y venían. Camiones que salían de la fábrica de Cluckin' Bell cargados de carne troceada y masa de nuggets. Un día más en el paraíso.

-Buenos días -dijo con una sonrisa, mientras limpiaba un vaso- Cletus todavía no ha llegado. Hoy le tienes que echar tu la bronca. Te veo mala cara. ¿Quieres que te prepare un resucitador?

Dormir dormir... no estaba segura de si a eso se le podía llamar dormir, más bien murio y al día siguiente se alzó su cadáver, como no, con más hambre que una horda de "The Boring Dead". Ella misma se asustó de mirarse en el espejo, cosa que hizo un buen rato, el cerebro volvía a funcionar y dolía una cosa mala. Cualquier otro día se habría quejado por no tener a mano sus cremas, que sería una "tomboy" pero se cuidaba, era una... ¿Tía metrosexual?
La ducha oscilante entre frío polar y fuego derretido le sentó bien, pero mejor le sentó el chupito de vodka, nada como un tiro de bebida blanca para dilatar bien las arterias. Por primera vez cogió la moto sin ganas, aún le dolía el culo, y traspuso hasta el bar de Otis. Parecía que había pasado una eternidad y apenas habían sido 24 horas, que curiosa es la percepción del tiempo cuando en la ecuación entran los sentimientos.
Esa mañana se sentía como si tuviera 60 años y le hubiera pasado el "Katrina" por encima pero fue entrar al local y el ambiente apeló a lo amable dentro de ella. Gente sencilla viviendo sus vidas sencillas, por que ellos querían que así fuera, entonces reflexionó. El día podía ser una mierda o no si ella lo decidía así y con lo orgullosa que era... prefería tomarse el día con filosofía o sería una nueva victoria de su madre, que tantas ganas tenía de joderlos a todos. Así que tomó su estado de ánimo como una nueva batalla contra ella, y esa la iba a ganar ella por su coño.

-¿Un "Resucitador"?- miró a Otis con la cabeza apoyada en una mano "finjamos que estas de resaca, quedate con lo bueno" -¿O dos?- se rió soltando el aire de los carrillos -Confío en tí, enseñale a esta chica de ciudad como se empieza un día como Dios manda-. Sonrió y estiró el brazo para cojer el periódico sobre la barra, cuando apareciera Cletus quería fingir que llevaba esperandole una eternidad. Bacileta que era la nena.
 

El viejo Otis había mentido sobre los licores que tenía. Lo cierto es que de vez en cuando compraba otras botellas, pero las usaba para hacer una mezcla que guardaba en botellas de cristal de las de antiguamente. Una mezcla explosiva con licores como cointreau, zumo de limón, beefeater y ginebra. Se servía frío, pero sin hielo. Como pidió dos se lo puso en una jarra de cerveza.

Era sorprendente como aquel licor tan alcohólico despejaba y animaba tras una resaca. El resucitamuertos era un best seller del bar, sobre todo entre los chavales que la noche anterior se habían pillado una cogorza de campeonato y hecho el gilipollas en los bosques.

Después de servirle la bebida se puso con el desayuno. Unos buenos huevos fritos de granja, bacon de pueblo y tortitas con sirope de arce.

El viejo se estaba terminando su plato. Se preparaba para el intenso día de no hacer nada. No obstante, se pasaba las horas muertas en su alambique, haciendo la zarzaparrilla que le hacía famoso y que le pagaba los caprichos de su jubilación, como los veraneos en Florida y los viajes que hacía.

-Oye -dijo, limpiándose con una servilleta de bar- ¿Y como te va con tu novio? Hacéis buena pareja.

Aquello tenía el color, el sabor y el efecto del napalm. Su puta madre! Lo raro era que con semejante concentración eso se mantuviera en estado líquido, fijo que de ahí sacaban el gas mostaza, eso sí se acabó el dolor de cabeza y el cuerpo plomizo, con un sorbo ya estaba lista para irse a picar piedra. Al segundo trago la cosa tenía su punto, y al tercero entraba solo, se ve que la garganta hacía callo rápido.

-Ey! Buenos días señor Tom- que sabía ella que en los pueblos eran muy de saludarse así, educado-paleto-old school. "Golan..." desde los guassup del día anterior no habían vuelto a hablar y lo cierto es que, más que el porro, lo que la ayudó a dormir definitivamente fue su olor aún en la almohada. Bajó los párpados de modo risueño ante la pregunta del abuelo -Bueno... estamos empezando...- peinó un mechón tras la oreja como una adolescente -¿Usted cree?- aún se aturullaba pensando en el tema, los pros y los contras, mucha información toda enrevesada, tal vez el punto de vista de alguien vivido y totalmente externo a ellos le ayudara a verlo más claro. Lo que le decía el corazón lo tenía claro, pero todo lo demás... apoyó el codo en la barra y se rascó el pelo -Soy torpe con estas cosas-.
Tener amigos y familia para acabar hablando de estas cosas con un extraño, aunque todo aquello, incluido Tom, se le estaba haciendo más acogedor de lo que imaginaba.

Levantarme esta mañana fue bueno de cojones. La vida me acababa de mejorar en forma de doce de los grandes y el panorama de un negocio lucrativo. Me preparé para engullir el ramen del desayuno mientras miraba en la tele un show de mierda que me gustaba. Cuando estaba a mitad de terminarme el bol, alguien llamó al porterillo. (¿¡Padre!?)

Abrí la puerta de abajo y me apresuré a lavarme la cara y a pasarme el peine un poco rápidamente para estar algo más presentable y abrí la puerta.

- Buenos días, padre. Adelante, ponte cómodo. ¿A qué debo esta visita sorpresa?

Estaba sorprendido, pero no me desagradaba.

Ésta vez no venía con guardaespaldas. O quizá el guardaespaldas se había quedado abajo. Lo que tenían que hablar era personal. Su padre llevaba una bolsa en la mano, de un supermercado 247. Dentro, llevaba dos tercios de cerveza fría de importación. Cerveza japonesa. Los dejó en la mesita frente al televisor y se acercó a frotarle el pelo con una sonrisa. Es lo que hacía cuando era pequeño.

-Te has levantado tarde -dijo, constatando lo evidente.

Vestía como siempre, de chaqueta y de buenas marcas, en éste caso de Perseus. Se quitó la americana para que no se arrugara y se sentó en el sillón que estaba al lado del pequeño sofá-cama.

-Me ha llamado César ésta mañana. Y me ha contado lo que hiciste ayer.

Sacó del bolsillo un paquete de tabaco, una marca cara.

-¿Te importa si fumo?

No le había visto fumar en casa. Era una costumbre que le ocultaba, por que la consideraba un defecto personal. Las cervezas eran de chapa, así que hacía falta abridor.

La miró con una sonrisa. Con esa mirada de abuelo que ha visto todo lo que había que ver en la vida. Había visto el napalm caer sobre las colinas de Camboya, y los antros de opio y perdición de Nha Trang. Después de ver eso, estás preparado para todo.

-Por lo poco que vi, y disculpame la sinceridad, parecéis como anillo y dedo. Verás.

Apartó un poco el plato, apoyando el codo en la barra.

-La gente cree que para llevarte bien con tu pareja y que la relación sea exitosa, debéis tener los mismos gustos, un talante parecido... vamos, ser gotas de agua. Pero es una mierda, te lo aseguro.

Se llevó la mano al pecho.

-Mi Doris y yo, 30 años de feliz matrimonio, y discutimos todas las semanas por cualquier chorrada. Somos como el día y la noche. Pero sin día, no hay noche. Si fuéramos iguales seríamos muy aburridos. De ésta manera, nos complementamos. Y él parece un tío serio, centrado, maduro. Y tu una chica con fuego en las venas. Y por eso creo que tenéis justo lo que el otro no tiene y necesita en su vida. Y por eso os veo una pareja cojonuda.

Cletus entró entonces en el bar, saludando con la mano. No la esperaba allí tan pronto, así que se sorprendió.

-Los del banco trabajan menos que la quijada de arriba. Una hora de mierda de papeleo estúpido para pagar la última letra del avión. Como se nota que están acostumbrados a tocarse los cojones día si y día también.

Se acercó a la barra.

-Puntual, madre mía. Me haces quedar mal. Otis, ponme un zumo de naranja y un plato de huevos con bacon.

Se le notaba cortadilla con el tema pero escuchaba atenta y sonreía, a sus padres desde luego no le iba a preguntar por esos temas visto lo visto.
-No se, supongo que me gusta de verdad porque me asusta que esto sea un capricho pasajero, que se acabe aburriendo de mi o peor, que le acabe dando miedo- sobre todo eso último. Se rascaba la palma de la mano con el pulgar, la verdad es que las palabras de Tom eran muy sensatas desde el punto de vista extremo oriental, por eso de sus creencias en el equilibrio de los opuestos y tal. -Que envidia, 30 años... nosotros aún no hemos discutido, solo un pequeño roce pero... me da que los próximos días nos pondremos a prueba. Él se esfuerza por complacerme, espero estar a la altura...-
Entonces llegó Cletus "Mecachis!" no pudo teatralizar su escena leyendo el periódico -Buenos días- le saludó con la mano al estilo militar -Aprendo rápido señor- Se acercó el plato para hacerle sitio en la barra y le dió otro buen trago a la jarra de "resucitador", ya casi la había finiquitado -De paso estaba de charla con Tom ¿Que vamos a hacer hoy?-

El viejo paraca se comía los huevos de forma metódica, disfrutando primero de la yema con ayuda del pan, y luego de la clara que mezclaba con los trozos de bacon.

-Creo que el salto base se te da bastante bien. Así que hoy va a ser el día puente. Comenzaremos con un salto a dos fases, en blancos muy cercanos. Algo que te resultará útil. Y luego nos introduciremos en el mundo del salto desde el avión, la caída libre y los previos para el HALO. Eso será casi todo teórica.

Bebió el zumo de un trago.

-Si se te da todo tan bien como hasta ahora, quizá no será necesario el curso completo. Eso si, cuantos más saltos hagas, mejor. Deberías tomar la rutina de hacer un salto semanal después de ésto. Para no oxidarte.

-Aviso que hoy no estoy muy fina-  tragó un enorme trozo de tortita rezumante de sirope. De unos días a esta parte se habían convertido en su plato favorito por razones que nada tenían que ver con la cocina. Cortó otro –Por mi sin problema, me mola esto, aunque en cuanto considere que he terminado el curso, la clases de mantenimiento corren de mi cuenta, no quiero abusar de César. Por otro lado tengo que ponerme las pilas- ella seguía comiendo –debería estar lista en 10 días más o menos- alternaba bocados dulces con salados, algo muy del gusto coreano, en grandes porciones, le gustaba la sensación de estar comiendo a carrillos llenos.

-Por cierto Tom, esta noche volveré al Rex, tengo que probar su zarzaparrilla ¿La hace usted verdad?-
Quedaba una tortita, al ser la de abajo del todo apenas se había manchado así que cogió el bote y escribió algo en coreano “보고싶어요”*, le hizo una foto, en cuanto terminaran de hablar se la mandaría a Fehr